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Artículos / Memoria Especial: Homenaje a Fernando Balmaceda

Fernando Balmaceda y el Compromiso con Chile

Por: Camila Pruzzo / 02 de mayo, 2012

“El Estado está al servicio de la persona humana y su finalidad es promover el bien común, para lo cual debe contribuir a crear las condiciones sociales que permitan a todos y a cada uno de los integrantes de la comunidad nacional su mayor realización espiritual y material posible, con pleno respeto a los derechos y garantías que esta Constitución establece. Es deber del Estado resguardar la seguridad nacional, dar protección a la población y a la familia, propender al fortalecimiento de ésta, promover la integración armónica de todos los sectores de la Nación y asegurar el derecho de las personas a participar con igualdad de oportunidades en la vida.”

Así reza el Artículo 1º de la Constitución Política de nuestro país, bajo el título “Las personas nacen libres e iguales en dignidad y derechos”.

 Quién iba a pensar entonces que tales categóricas pero a la vez ambiguas palabras, libres a las interpretaciones del gobierno de turno, tomarían tal peso para la administración de González Videla, permitiendo la unificación de diversos establecimientos e institutos técnicos profesionales a lo largo de todo nuestro país, para la conformación de un organismo único, público y comprometido con estos valores que define la institución del Estado, creando oportunidades y permitiendo a la comunidad chilena su realización e integración armónica.

El 9 de abril de 1947 nace la Universidad Técnica del Estado, con sedes al norte, centro y sur de Chile, abarcando así no sólo la enseñanza de las principales carreras acorde a las actividades económicas desarrolladas en cada región, sino también compartiendo y unificando al país mediante talleres y carreras artísticas, labores extra programáticas para el apoyo de los más necesitados de cada región, conciertos musicales, difusión cinematográfica y pictórica, o al menos así se expresa como parte del compromiso con Chile que tiene esta casa de estudios en el documental de Fernando Balmaceda de 1972.

Casi 20 años después de su fundación, la Universidad Técnica del Estado es representada en este corto documental de 15 minutos, “Compromiso con Chile”, en un viaje desde el centro de la institución hacia las provincias del norte y sur del país, conectándonos con la labor cultural, la docencia, la investigación científica y el desarrollo tecnológico, es decir, el progreso desde las aulas de clases hacia la labor profesional para el surgir de una nación en las vías del Socialismo.

Pieza audiovisual expositiva y propagandística que marca, con algunas distancias, lo que hoy vemos en la publicidad de las diferentes casas de estudio de nuestro país (sin ir más lejos Fernando Balmaceda fundó junto a Armando Parot Cine Publicitario Cinep) con la diferencia si de su formato documental, lo que implica un discurso no sólo institucional sino un punto de vista que involucra a su realizador (ahora bien, claramente ha sido la publicidad la más favorecida con la hibridación de su dispositivo entre un videoclip y película, me atrevería a decir más estéticamente que a nivel de discurso) y la promoción del estudiante como un trabajador más de la industria nacional, como productor de cambios por un bien en comunidad y no como bien individual y de realización personal; el compromiso, en este caso, es hacia ambos extremos, he ahí la propaganda. Si bien el documental tiene un punto de vista propio (el de Balmaceda, quien trabaja en esos años en la universidad,) su discurso busca inculcar un bien positivo, generar una reacción mediante una idea hacia la moral del joven estudiante de la época. El compromiso del estudiante con el futuro de Chile, el estudiante como trabajador, como obrero, quien a través de su formación técnico profesional ayudará no sólo a la industria nacional, sino que podrá formar parte de ella desde la enseñanza, en el contrato con el progreso de la producción nacional y su funcionamiento. El común acuerdo entre el Estado que otorga las oportunidades y las herramientas para que así el trabajador aprenda a utilizarlas para el bien social y construya país.

Esta conexión enmarca no sólo la labor de la institución educativa para con la constitucionalidad política, aquella construida desde los valores representativos de la Nación y Patria, los valores propios del “hombre libre”, sino que relaciona directamente el contexto histórico en que esta necesidad estética, esta forma del discurso político, debía fundirse en el drama de su manifestación plástica, en los formatos posibles que salven al movimiento social de su olvido, de su catalogación archivística y de museo, de su intento tras el éxito de la democracia para su instauración en Chile. Un dispositivo, muchos o más bien todos los posibles: en el celuloide, en los murales, en las pancartas, en el teatro y la música, una estética del movimiento socialista en Chile, comprometido con el proyecto de Salvador Allende y la Unidad Popular, comprometido con la política internacional, con la visita de Fidel Castro el 72.

“ Trabajadores de mi Patria, tengo fe en Chile y su destino. Superarán otros hombres este momento gris y amargo en el que la traición pretende imponerse. Sigan ustedes sabiendo que, mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre, para construir una sociedad mejor.”

Un año después pronunciaría estas palabras el hombre cuyo compromiso con Chile era llevar un país en manos de los trabajadores, desde la educación, desde las artes, desde el oficio, en lo que sería su libre interpretación de aquellos valores patrios que enuncia la primera enmienda de la Constitución política. Lo que en su proyecto consideraba la forma en que las cosas debían ser dirigidas para que esa contribución para la creación de condiciones sociales que permitirían a todos los integrantes de la comunidad nacional su mayor realización espiritual y material se volviese efectiva.

Hoy, entre los albores y la agitación de los incomprendidos ciudadanos de este país, entre el conflicto de nuestras regiones aquejadas en la tiranía del capital y los intereses de este tan mencionado progreso en manos de privados, en estas grandes alamedas colmadas de insatisfechos estudiantes, en donde hombres y mujeres que no son libres transitan hasta el cansancio entre gases lacrimógenos y violencia, bajo el permiso de la propia institución que se encuentra a la base de sus malestares y su miseria, ¿dónde está la labor del Estado? Porque pareciese ser que todo apunta hacia su preocupación por la educación y la formación de los ciudadanos a partir de los estándares internacionales.

El título de país en Vías de Desarrollo pesa cada vez más en la conciencia de todos, cuando el mal existente llamado progreso nos hace sentir vergüenza de nuestra condición tercermundista latinoamericana. Porque aunque hoy se lucha contra el lucro y la necesidad de un Estado que defienda los valores de la representatividad y la igualdad de oportunidades, ¿cómo es posible hoy unificar instituciones que, luego de ser desmembradas y vendidas a lo largo de todo Chile, hayan vuelto sus votos de este compromiso con Chile hacia la nueva inversión empresarial en la que se ha transformado el futuro de cada estudiante de nuestro país? ¿Cómo es que hoy luchamos por un progreso mal rotulado y mal nacido? ¿Progreso según quién? ¿Mejor en comparación a quién o quiénes? ¿Dónde está el contrato entre quien confía y quien educa? ¿Cómo es posible que incluso a nivel de lenguaje nos manejemos en lo cotidiano en terminologías económicas y administrativas?

Como se ha dicho en la historia, basta mirar las manifestaciones artísticas de un periodo para entender (o al menos intentar) el estado de una nación, de una comunidad. Nos basta mirar como en la obra de Balmaceda, o al menos ésta en particular, se disuelve la línea que divide la expresión artística del documental con el contenido que ésta transmite, donde su valoración va en conjunto con el discurso inscrito en él, donde su persistencia en los rostros es tal como en los productos y las manos que forjan la industria nacional y la conciencia con los más necesitados de la comunidad, presente en las canciones que representan al Canto Nuevo en su ejercicio de conciencia cultural acompañando las imágenes de este documental. Donde un plano general o detalle no es más estético ni transitorio, sino es la importancia en el conjunto de su discurso social. Donde el silencio permanece en las locuciones de Allende y Castro, donde lo importante es la voz que dirige el relato y la musicalización que refuerza la intencionalidad de su estado y contexto discursivo, no la elocuencia y la fuerza de las voces de los dirigentes más importantes del período. Propaganda y exposición, un discurso del que pueden desprenderse diversas aprehensiones, pero donde explícitamente se ha puesto en manifiesto lo que debe ser representado y retratado.

Hoy el discurso no es compromiso con el bien social, por el contrario, se ha convertido en el encuentro con el yo mediante el trabajo. Yo soy, en tanto yo me conformo como profesional. Yo soy, mientras me define un oficio, un sueldo, un techo, mis bienes de consumo, mi capacidad de sobrevivir por y en el capital.  La vida del individuo en las artes, en la publicidad, en la televisión, en la literatura, el síntoma del yo para la construcción de la existencia en relación a una cultura que se alimenta de valores ajenos, de estándares normalizados en inglés, en documentos y gráficos en relación a realidades y construcciones impropias. Nos enseñan hoy en la universidad a leer estadísticas y libros basados en estudios que sólo otras naciones realizan, y que nos deben enseñar hoy cómo comprometernos con el progreso de nuestro país. ¿Progreso de qué? No lo sabemos. ¿Sabemos por qué tipo de educación estamos luchando hoy?

¿Qué tipo de arte es el que luego nos podría definir, si no tenemos claras las cosas? ¿Una estética del discurso para las problemáticas de un individuo adaptado a condiciones en las que no quiere vivir, pero que no sabe cambiar?

Decir que el documental de Balmaceda es propagandístico no es en ninguna de sus formas peyorativo, al menos podemos estar seguros que tenía consigo un discurso y una intención clara. Hoy son pocos quienes llevados por sus ideas y la necesidad de expresarse mediante el arte lo hacen, por decirlo de alguna manera, dual en cuerpo y espiritualidad, más allá de la plástica y la dramaturgia de la historia doméstica (en pocas palabras, un discurso que traspase la barrera del yo y que en materialidad y “mensaje” sea más que la evidencia misma de éstos elementos). No es que uno sea más importante que el otro, pero al menos el compromiso del documental de Fernando Balmaceda podría explicarnos de alguna manera el por qué la necesidad de vivir todos en comunidad, con la ilusión de un bien común. Hoy por hoy, muchas veces pierde el sentido.

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