Por: Luis Horta / 31 de julio, 2012
Chris Marker: un último adiós
Por: Luis Horta
Una de las primeras películas de Marker que vi fue «El último Bolchevique», sobre un cineasta que dejó de lado su vanidad para darle herramientas al pueblo ruso con el objetivo de que filmara sus propias películas, lo que le valió bastante caro. Marker registró a Alexander Medvedkin en sus últimos días, al mismo cineasta que en un tren recorrió gran parte de un país que ya no existe, la URSS, para enseñarle a campesinos y obreros a filmar sus propias vidas y las de sus vecinos. En aquellos años nadie recordaba a Medvedkin, y ese gesto de volver sobre las pisadas de un invisible que se arrastra sobre el olvido, me pareció simplemente brillante.
Poco después me enteré que Marker algo tenía que ver con Chile. Primero con el rodaje de «Estado de Sitio», una delirante reflexión política sobre la izquierda latinoamericana filmado por Costa Gavras en nuestro país, donde ilustres como Helvio Soto o Silvio Caiozzi participaron activamente recreando una historia de tupas y conspiraciones. Marker no tenía nada que hacer en esa película, pero hizo lo que pudo para viajar medio clandestino en el equipo de filmación, con el objetivo de conocer de cerca un curioso proceso que significaba la inédita vía democrática al socialismo encabezado por Salvador Allende. Marker vino, conoció el proceso, se juntó con algunos cinecluberos que conocían la maravillosa película «La Jeteé», se reunió con un joven y desconocido cineasta llamado Patricio Guzmán, y que aún no sabía que filmaría algunos meses después uno de los documentales mas reconocidos en la historia.
«La Batalla de Chile», se pudo realizar gracias a que Marker regaló cientos de metros de película de 16mm a Guzmán sin que éste le pidiera nada a cambio, paradojas de la vida de por medio. Estos metros de película fueron expuestos por las manos y los ojos del fotógrafo Jorge Müller, quien nunca pudo ver la película terminada ya que en 1974 la DINA lo tomó detenido junto a su compañera Carmen Bueno, y engrosan la lista de detenidos desaparecidos que honra aún a muchos generales y civiles. Marker supo de los crímenes de la dictadura y usó la única herramienta que tenía para protestar: en 1974 filmó «La solitude du chanteur de fond» en apoyo a Chile, aquel país que conoció en 1963 cuando Joris Ivens le pidió ayuda para realizar un texto que acompañase las imágenes que había filmado luego de ser invitado por la Universidad de Chile a realizar una especia de taller práctico y que terminó siendo el documental «A Valparaíso».
Hoy no está Marker, así como no está Joris Ivens, ni el Chile de antaño, ni la Universidad estatal que debe haber conocido. No está Medvedkin, no están los tupamaros, no está Allende ni Jorge Müller. Hoy no hay nadie ni nada. Parece que sus películas se quedaron flotando en el intangible virtual donde aún la gente habla del «cineasta de culto», del cineasta «que no se dejaba fotografiar». Hoy las redes sociales aparecieron llenas de gatos, de gente que se sentía «devastada» o «muy triste» en un lugar donde no cuesta nada escribirlo: la web. Marker dejó de existir cuando imagen en movimiento encontramos en todo momento, a cualquier hora. Una ironía, si consideramos que fue él quien ayudó a financiar el imaginario que tenemos de la Unidad Popular en la película de Guzmán. La paradoja del vacío inexistente, sobre todo hoy cuando se exhiben películas de vencedores, de mártires que sienten que hicieron caer algo que nunca cayó, que dicen «no» para seguir diciendo «sí» en las acciones.
Marker hizo «La Jetté» en 1962, hace exactamente 50 años atrás, cuando en el Estadio Nacional de Chile un sujeto prodigioso llamado Jaime Ramírez deslumbraba al mundo, y otro llamado Garrincha convertía al fútbol en arte y anarquía haciéndole dos golazos a nuestra selección en el Mundial de Fútbol. Ivens usó un fragmento de «El rock del Mundial» del grupo rock «Los Ramblers» en la película «A Valparaíso». Es probable que Marker supiera que se hizo un mundial de Fútbol en este país. Es probable que se hubiese impactado por la pobreza, que no era como en Francia, claramente. Es probable que supiera que ese mismo recinto fue centro de torturas y desapariciones. Cuando Marker hizo «La Jetté», sólo usó fotografías, y nos enseñó a hacer cine barato. O cine de un valor mayor que ese que invierte millones en chicos lindos y chapitas.
Un amigo comenzó a filmar hace un tiempo una película sobre la visita de Chris Marker a Chile en aquel periodo, y se encontró con la sorpresa de que prácticamente nadie se enteró. Y los que se enteraron, poco se interesaron. Nadie lo recordaba mayormente: lo señalaban alto, pero bajo, delgado pero grueso, simpático pero hermético…
La memoria es así, es como recordamos las cosas y no necesariamente como acontecieron. Así es también como muchos revolucionarios hoy son empresarios, y otrora poderosos hoy son parias. Si nadie recuerda mayormente a Marker, posiblemente nunca estuvo en nuestro país.
La película que se filmaba sobre la visita de Marker a Chile ya está terminada, y se estrenará en algunas semanas más. Marker nunca se enteró de que alguien estaba reconstruyendo su paso por Chile, o que harían una película «en su honor», menos que despertaba en un pequeño grupo un cierto morbo adolescente por encontrar su inexistente pista en un lugar que existió, pero que hoy tampoco existe. Uno de sus últimos halagos virtuales hacia Chile fue precisamente a la pseudo revolución estudiantil de 2011. Aún en sus últimos días seguía viendo hacia acá. Hacia el otro Chile. Quizá buscándolo sin nostalgia, de la misma forma en que termina el documental sobre Marker en Chile.
Ayer domingo murió Chris Marker, y nos dejó una prolífica filmografía, una aguda reflexión sobre el marxismo y la estética, y principalmente mucha desazón, al saber que hoy nadie hará películas donde la sonrisa es dolor.
Chris Marker 1921-2012