Por: Carlos Molina / 02 de mayo, 2012
Es el cuatro de septiembre de 1970 y Salvador Allende, que se presentaba por cuarta vez a una elección presidencial, obtiene la primera mayoría nacional con un 36,3% de los votos, siendo secundado por el candidato del Partido Nacional, y otros grupos de derecha, Jorge Alessandri, con un 34,9%. Al no existir segunda vuelta, según la Constitución de entonces, el próximo presidente de Chile debería ser ratificado por el Congreso, debiendo decidir éste entre Allende y Alessandri, las dos votaciones más altas de aquel proceso eleccionario.
Este histórico día (a la postre) será el punto de partida del documental “El Cuatro”, dirigido por Fernando Balmaceda. Filmado antes de la ratificación del Congreso, que se lleva a cabo el 24 de octubre del mismo año, tiene por objeto recoger el sentir y parecer de diferentes “personalidades” del quehacer nacional con respecto a un posible gobierno de Salvador Allende y la Unidad Popular. Ahora bien, y como tal vez se infiere a partir de la palabra entrecomillas, los protagonistas no serán los trabajadores o miembros de las clases populares, de quienes se presupone un apoyo prácticamente total, sino que personas ligadas al mundo sindical, académico, empresarial, religioso o cultural, como es el caso del doctor Alfredo Jadresic, decano de la Faculta de Medicina de la Universidad de Chile o el sacerdote Hernán Larraín, director de la revista “Mensaje” y ex rector de la Pontificia Universidad Católica.
A través de ellos se muestra que el apoyo a Allende es transversal en la sociedad, a la vez que se intentan disipar los temores que existían en ciertos sectores o grupos con respecto a que la Unidad Popular sería una suerte de primer paso para convertir a Chile en una próxima Cuba, o que partir de ella se instauraría la “dictadura del proletariado”. Estos entrevistados se muestran convencidos que ello no será así y confían en que la “vía chilena al socialismo” traerá progreso y equidad al país, todo dentro del marco legal vigente, de manera pluripartidista y democrática, tal como el propio Allende lo señaló.
De esta manera nos encontramos con un documental cuyo objetivo es validar y apoyar, por medio del “discurso de la autoridad”, por decirlo de algún modo, la más que segura ratificación de Allende, considerando que por tradición el Congreso siempre había elegido a la primera mayoría. Como es sabido, aquello efectivamente aconteció, no sin antes contar con los desesperados intentos de la derecha y Estados Unidos por evitarlo, como fue el secuestro y posterior asesinato del comandante en jefe de ejército, René Schneider, llevado a cabo por un grupo de ultra derecha y que tuvo intervención de la CIA, todo con la intención de provocar inestabilidad y un golpe de estado que evitase la señalada ratificación y asunción del gobierno de la Unidad Popular.
El tres de noviembre finalmente Salvador Allende asume la presidencia de Chile, y no será intención de este texto revisar lo que luego ocurre, cuestión por lo demás bastante conocida, al menos en sus términos generales. Más bien lo que aquí se revisará, o reflexionará, tiene relación con las ideas o inquietudes que el documental de Balmaceda puede provocar a un nivel social, histórico, político, etc. Aquella es una de las cuestiones que a veces, al hablar de un film cualquiera, se pueden pasar por alto o no considerar demasiado: su potencial de suscitar discusiones que se alejan en apariencia de la obra en sí, pero que no hacen otra cosa que remitir a su contexto de producción (e ineludiblemente al film mismo) y que a la vez nos permiten hacer paralelos con nuestra realidad actual o incluso precedente a la obra audiovisual.
En este sentido, y ya hablando a título personal y utilizando el no muy cómodo “yo”, a partir del visitando de “El Cuatro” me surge la inquietud de revisar con mayor detención el programa de gobierno de la Unidad Popular, que se puede encontrar con cierta facilidad en Internet. Leyendo sus primeras páginas, en donde se hace un análisis de la situación del país, no deja de llamar la atención, y provocar, por qué no, una incrédula sonrisa, el darse cuenta que la situación poco y nada a cambiado en todo este tiempo, ya sea porque la mayor parte de la riqueza la concentra un grupo minoritario de Chilenos o bien porque los recursos naturales son de “todos” menos de quien debiesen ser.
Bien uno podría tomar alguno de aquellos párrafos, ponerlo en algún programa político o cosa por el estilo que aspire y proponga cambiar el sistema, y encajaría bastante con nuestra actual realidad, manteniendo, claro, ciertas proporciones, pero en el fondo se verá que es lo mismo. He aquí una pequeña muestra:
“El capital imperialista y un grupo de privilegiados que no pasa del 10% de la población, acaparan la mitad de la renta nacional. Esto significa que de cada 100 escudos que los chilenos producen, 50 van a parar a los bolsillos de 10 oligarcas y los otros 50 deben repartirse entre 90 chilenos, del pueblo y de la clase media”[1].
Ahora bien, esto nos puede llevar a una de las frases cliché por excelencia en estas materias, y que no es otra que “la historia es cíclica”. Mirado a simple vista, puede ser, casi dicho con un de resignación, pero en verdad más que una circularidad, y tal como lo leí en un texto que no recuerdo, lo que tenemos es una suerte de gran status quo en donde nada a cambiado sustancialmente y los mismos que han tenido históricamente las riquezas y diversos privilegios los siguen teniendo, y cualquier intento o insinuación de cambiar de verdad las cosas es aplacado (exterminado) por la fuerza, como bien lo muestra el documental “Los Puños Frente al Cañón” de Orlando Lübbert y Gastón Ancelovici, o lo vimos el año pasado y lo que va de éste con los diferentes movimientos sociales.
Sorprende, y hasta cierto punto provoca impotencia, el constatar este gran hecho de nuestra historia. No obstante, el lamento y la autocompasión en nada cambian las cosas, como tampoco, por ejemplo, el enfrascarse en discusiones o recriminaciones con quienes apoyaron o fueron parte de la Dictadura, a los que se exige una disculpa o que pidan perdón, sin considerar que si ellos creen que obraron bien por qué habrían de hacerlo, lo que a su vez deja en evidencia otra cosa que aún no se ha asumido en nuestro país, quizás por la “oscuridad” que implica, y que es que muchos estuvieron de acuerdo con lo que pasó, lo apoyaron, lo hicieron, y lo volverían sin duda a hacer, no siendo, además, un pensamiento o postura privativa de la clases más acomodadas .
Sin duda a veces se invierte demasiado tiempo y energías en dichas recriminaciones, que resultan inútiles, que en ver de qué manera se pueden cambiar las cosas o ir en dicha dirección, pregunta que muchos nos hacemos pero cuya respuesta resulta esquiva. El cine, desde una visón personal, no es un camino para ello, al menos por sí sólo. Muchas veces se piensa que sí o se citan experiencias en distintos momentos históricos, pero se obvia precisamente ello, la historia, ya que el cine fue una herramienta más dentro de un proceso social mayor, teniendo todo un respaldo detrás.
Lo que sí es cierto es que podemos usar el cine para, tal como ocurrió con este texto, provocar preguntas, discusiones, conocer otras realidades o incluso aspectos de la propia que de tan cotidianos ya los naturalizamos y obviamos casi. El cine vendría a ser más un punto de partida o germen para un posible cambio, generando inquietudes o preguntas que nosotros debemos ser capaces de responder, complejizar y, lo más importante, compartir. Ahora, para ello es necesario poder tener acceso a verlo, conocer diferentes filmografías y cineastas (como el propio Balmaceda, bastante olvidado), generar en torno toda una cultura, una auto-educación a nivel social, espacios de resistencia o como quiera llamárseles. Quizás ese sea un camino para ir generando pequeños cambios o atisbos de él a partir del cine, pero sin duda siempre estará presente y será constante la pregunta por cómo generar dicho cambio social a un nivel mayor y concreto.
[1]PROGRAMA BÁSICO DE GOBIERNO DE LA UNIDAD POPULAR, 1969. p.8.
<http://www.memoriachilenaparaciegos.cl/archivos2/pdfs/MC0000544.pdf>