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Konun Wenu: Rescate a la gente del pehuén

Por: Camila Pruzzo / 01 de Diciembre, 2015


En las altas cumbres de la Cordillera de los Andes, habita desde siempre el Pueblo Pehuenche. Bajo la sombra del Pehuén y el cuidado del gran Volcán, este pueblo ha luchado por permanecer intacto al paso de los años y al progreso, manteniendo vivas las enseñanzas de sus ancestros”.

Es importante destacar el trabajo cinematográfico (en su mayoría documental), que se produce en relación a nuestros pueblos originarios. Desde la llegada colonizadora de Europa al continente americano, la política siempre ha ido de la mano del exterminio y la pérdida de nuestras raíces, la omisión de una herencia ancestral que habla del cuidado de la tierra y de la educación a través de nuestros padres y abuelos. No sólo se maltrató físicamente sino que también bajo diversas estrategias se buscó eliminar cualquier indicio de la lengua y de las costumbres de los pueblos indígenas. Desde la educación primaria, el desalojo de las tierras, la caricaturización y la discriminación de aquellos que siguen tradiciones milenarias y que se resisten en caer muchas veces en la lógica capitalista que les robó sus tierras y estigmatizó su cultura.

La creación de obras como “Konun Wenu” de Francisco Toro Lessen, representa el rescate de las tradiciones y un pequeño acercamiento hacia la cosmovisión del pueblo Pehuenche en la zona del Alto Bío Bío, a los pies de la cordillera de los Andes. Pueblo casi innombrado hasta los siglos XVIII y XIX, momento histórico cuando el ejército chileno construyó fuertes con el fin de consolidar el proceso de ocupación del Estado en las tierras ancestrales de la comunidad, sumado al proceso de evangelización de los pobladores de la zona. Pasaría casi un siglo antes de la reivindicación del derecho al uso de sus tierras, al aprovechamiento colectivo (base en la cultura mapuche) de los frutos que la naturaleza les comparte. Pero eso no compensa los saqueos y las matanzas en su contra, la expulsión por parte de los compradores que redujeron drásticamente sus territorios y sepultaron su cultura. Descritos como un pueblo nómade y guerrero, de extrema violencia y “malos agricultores”, mapuches y pehuenches distan de la caricatura del terrorista que interviene caminos y quema camiones, como promueven los medios de comunicación. Se habla de ellos como si estuviesen extintos, como si los que viven hoy en comunidades sólo fueran las sobras de lo que fue alguna vez el pueblo que sobrevivió (a duras penas) al exterminio español.

Konun Wenu” retrata a través de la historia de Akún , un niño pehuenche criado por sus abuelos, siglos de historia abandonada, tradiciones escondidas en los verdes bosques al sur de nuestro país, la otra nación oculta a los pies de las montañas y los volcanes. A partir de las enseñanzas de su abuelo, Akún comienza con gran curiosidad un viaje hacia la entrada del cielo (Konun Wenu) en la gran montaña Kallaken para encontrar a su madre, fallecida cuando él era bebé.

La película de principio a fin rescata la importancia del cuidado de la tierra a través de cosas tan simples como la recolección de frutos y leña en cantidades pequeñas para no agotar los recursos, cuidar y tratar con respeto a los animales, la tierra y los ríos, y además el resguardo de las tradiciones y las enseñanzas de quienes nos crían, honrar a nuestros antepasados. Es así como el abuelo de Akún, un pehuenche cuya sabiduría proviene de la mezcla entre el cristianismo y las creencias propias de su pueblo, le explica a su nieto que para llegar al Konun Wenu debe seguir los pasos de sus ancestros e interpretar las señales que ellos entregan a través de su presencia en la tierra. Sin embargo, aunque Akún respeta las palabras de su abuelo y abuela, siente la necesidad de emprender su propia travesía, caminar entre rocas y nieve para encontrar respuestas, escuchar la voz del viento y entender por sí mismo las enseñanzas de su pueblo.

“(…) Mientras nosotros debemos proseguir con sabiduría, permanecer en nuestras raíces siempre, hasta donde el Padre Dios nos dé vida (…)”

 La entrada al paraíso se encuentra en la tierra misma, en las montañas, y es el Padre Dios quien determina cuándo se acaba el camino terrenal y comienza el espiritual, habitando la naturaleza, volviendo a ella para llenarla de vida. Para el pueblo mapuche y pehuenche, todos formamos parte de la tierra, los hombres y mujeres no estamos sobre ella, compartimos con la naturaleza, la cultivamos, producimos y cuidamos, es la regla fundamental. Lo que por años han peleado y protegido, es su derecho a habitarla y producir lo necesario para sobrevivir. Viven en comunidades, comparten sus riquezas naturales y los terrenos, no privatizan la tierra, no la maltratan ni destruyen como sí lo han hecho las forestales y los intereses económicos de unos cuantos.

Es necesario insistir en el rescate audiovisual de nuestros pueblos, recuperar las raíces perdidas y resguardarlas para nuestras próximas generaciones. Intentar a través de la educación con el cine, llegar a concientizar a todos sobre los cuidados de nuestros pueblos originarios y su sabiduría, los recursos naturales y el paisaje. No es posible que la construcción de hidroeléctricas y los daños causados por las forestales sean sólo preocupación de un sector menor de la población, que por siglos ha sufrido la persecución y el exterminio. ¿No somos todos acaso víctimas de la descarada privatización de nuestro país? ¿Por qué deben ellos pelear solos?. Han tenido que estudiar las leyes chilenas y han logrado detener el avance de la destrucción de los ríos y la vegetación, no porque ellos logren grandes ganancias con la venta de animales o con los productos que fabrican, sino porque la tierra es su madre y deben protegerla, es la base para la existencia de todo ser vivo. Un niño de siete años como Akún, puede entender con claridad que debe honrar sus creencias y seguir los pasos de sus antepasados, cuidar a su familia y la tierra que habita, de esta manera, también provee de un futuro a los que vendrán. No es casual que su nombre en mapudungun signifique “llegó”, pues representa el llamado a los más jóvenes, a los que llegarán para prolongar la vida a sus tradiciones y lucharán por cuidar la tierra y protegerla de la destrucción.  Y es fundamental que nosotros formemos parte también de esa lucha, aquella que ha sido invisibilizada por los poderes económicos y la destrucción de la cultura indígena.

Che ta ngen-ngelelay mapu meu. Mapu may ta ngen-ngeley che meu.

La tierra no pertenece a la gente. La gente pertenece a la tierra.

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