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La Once, de Maite Alberdi: Un rito en Escena

Por: Isidora Torrealba / 27 de Enero, 2016

Nuevamente Maite Alberdi («El Salvavidas»), logra documentar un mundo íntimo a través de personajes entrañables. Esta vez apelando a la nostalgia y el paso del tiempo. «La Once» muestra un grupo de mujeres -entre ellas a su propia abuela-, de avanzada edad que se reúnen sagradamente una vez al mes a tomar té. En este ritual femenino conversan de sus vidas, del amor, de los cambios y opinan de los temas contingentes del agitado mundo postmoderno. A pesar de que pertenecen a una generación bastante alejada de los jóvenes, en sus conversaciones toman partido y se hacen cargo de la actualidad desde una mirada propia de aquellas mujeres que crecieron en un contexto bastante machista.

El film se sustenta casi por completo en los primeros planos de las protagonistas, a pesar de que alguna salga de cuadro en algún instante. Esto hace que se produzca una enorme inmersión en cada una de ellas, logrando potenciar la expresión de quien está escuchando a la otra o de quién conversando. En este sentido el montaje de Sebastián Brahm y Juan Eduardo Murillo, genera diferentes atmósferas dependiendo de los momentos emocionales de la película, logrando que el espectador se sienta uno más de aquella sagrada reunión, empatizando poco a poco con cada personaje y su propia historia.  Si bien es un documental que trata un encuentro entre amigas, también trata sobre la despedida, ya que debido a su avanzada edad, algunas de ellas abandonan este mundo a medida que avanza el filme. Maite Alberdi asume un desafío muy grande al momento de grabar a su propia abuela, quien además fallece antes de que terminara el rodaje, dándole un valor sumamente personal hacia el final de la historia. Sin duda Maite ejerce una dirección admirable al decidir colocar esa parte de su vida considerando el vínculo que tenían.

«La Once» retrata a estas cinco mujeres sostenidas en el tiempo, aferradas a la actualidad con sus recuerdos, repitiendo una y otra vez los mismos temas de conversación, como una foto, un instante detenido que lamentablemente debe avanzar. Es imposible no pensar en nuestras propias abuelas, quienes al igual que estas mujeres, han pasado por infinitas historias, enfermedades, muertes y nacimientos. El film crea una atmósfera tan acogedora que dan unas ganas enormes de estar tomando once junto a estas señoras rodeadas de ricos pastelitos que son filmados de una manera magistral por Pablo Valdés.

Es interesante cómo el 2015 nos trajo varios documentales íntimos, donde las realizadoras abren el mundo interior de sus familias para contarnos historias desde la cotidianidad para hablarnos de diversos temas como la raíz de la identidad («Genoveva» de Paola Castillo), la relación con la familia de un ícono político («Allende, mi abuelo Allende» de Marcia Tambutti) y la amistad en «La Once». Ese síntoma demuestra que el documental contemporáneo chileno ha logrado hacer que la cotidianidad se ha convertido en mundo extraordinario, donde nos sentimos identificados.

La amistad representada en el documental de Alberdi, genera risas y llantos. Es precisamente ese viaje emocional, el que nos hace identificarnos sin importar la edad, tanto de los personajes representados como de los espectadores. La Once, fue uno de los documentales más vistos el 2015, y tiene pergaminos de sobra para que haya sido así.

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