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Vacaciones en familia, de Ricardo Carrasco Farfán

Por: Luis Horta / 27 de Enero, 2016

La tensión entre público y audiencia ha sido un tema de debate en el medio audiovisual chileno. Tanto por la supuesta precariedad en la asistencia a salas, como en la necesidad de compatibilizar con obras de nicho y valor estético. Con un sistema comercial copado por las cadenas norteamericanas, la ausencia de salas regionales o planes fortalecidos y pluralistas en la formación audiovisual, la comedia se ha transformado en un territorio exploratorio en la vinculación con los públicos: no solo lo atrae, sino que los satisface. El éxito de audiencia evidenciado en las películas dirigidas por Stefan Kramer o Nicolás López, generan el espejismo sobre una industria local y, curiosamente, merecen el mutismo de la crítica especializada. Se trata de películas populares, que tratan temas de una comunidad que se ve sublimada más que representada en acciones grotescas o burdas, pero que provocan aquello que el modelo niega, como es el placer de pasarlo bien ,el exitismo de un cine simple y sin mayor expectativa que el disfrute efímero.

“Vacaciones en familia” es una película que toma distancia de los modelos comerciales en el género, y propone una ácida crítica al modelo neoliberal en clave de comedia. Narra la historia de una familia de clase media alta, “Los Kelly”, que vive de las apariencias al nivel de llevarlo al delirio. La familia aparenta irse de vacaciones a Brasil, pero en realidad no tienen dinero y organizan un artificio que consiste en encerrarse en su casa para dar la sensación de estar de viaje. Esto no les permite enmascarar su patetismo, el cual se va fracturando por la emergencia de una familia que encuentra en el encierro los códigos de convivencia que aíslan a la madre y principal impulsora de la farsa. Su delirio concluye de la peor forma: desenmascarada y ridiculizada ante la comunidad, es identificada como pobre.

La representación de un mundo corrupto es uno de los móviles fuertes de una película cuyo humor negro aborda de manera inteligente problemas contemporáneos, dando cuenta de una condición de clase híbrida y poco definida, pero latente. La película transcurre casi íntegramente al interior de una casa, la cual opera como una fortaleza de la vanidad, de la misma forma que “El Castillo de la Pureza” de Arturo Ripstein, un drama filmado en México en los años setenta y que propone la historia de un padre que no deja salir a su  familia de su casa, con el objetivo de conservar los valores morales ante una sociedad perdida. “Vacaciones en Familia” apunta a lo mismo, pero en el mundo contemporáneo donde la representación del poder se personifica en la imagen, e instala de manera tácita el valor del capital y las apariencias como moneda de cambio cotidiano.

La película inicia con imágenes de altos edificios de los barrios empresariales de Santiago, posmodernidad que culmina con el ícono del consumo y neoliberalismo chileno como es el edificio Costanera. El final de la película es un primer plano de la madre mirando a cámara, completamente alienada y desquiciada por sus ansias de aparentar y que nadie se de cuenta que no tienen dinero. Esta metáfora visual es la esencia del discurso de la película, una aguda reflexión sobre una comunidad capaz de llegar a lo indecible por la imagen, que vive en ella y se autoconstruye vanidosa y cínicamente frente a un otro. No es necesario viajar a Brasil si se puede inventar este viaje en “photoshop”.  Es inútil el triunfo si no existe un otro con quien presumirlo.

“Vacaciones en familia” es el segundo largometraje argumental de Carrasco Farfán, quien con una vasta trayectoria en el cine documental parece tener una cercanía real con el sujeto popular y su cotidiano, lo que se ve proyectado en la película. Sin embargo, ella no está construida desde la comodidad anecdótica ni la mera contemplación de clase, sino más bien desde el desagrado y el malestar que significa el sistema. La película funciona como una representación de una clase dominada por un modelo que controla los hábitos del sueño y reinventa la geografía, pero que interpela al “espectador” sobre su condición en la sociedad. Aún así, el final es críptico e inquietante, ya que los sujetos quedan adormecidos mientras el modelo permanece inamovible.

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