Por: Luis Horta / 02 de agosto, 2012
De la misma colección «Ojo con el Ejército de Chile», «Ojo con Carabineros de Chile» y «Cómo y para qué hablar de Transparencia y corrupción en la sala de clases», se lanzó ayer miércoles 1 de Agosto en la Cineteca Nacional del Centro Cultural La Moneda la Guía Metodológica «Ojo con el Cine Chileno», un amable manual realizado por la Fundación Futuro y que, bajo el objetivo de «acercar ese mundo audiovisual a las salas de clases», realiza una interpretación muy particular de la historia del cine nacional, así como establece un cuestionable criterio ideológico de selección de obras fílmicas y ejercicios pedagógicos que supuestamente ayudaría a «hablar de quienes fuimos, quienes somos y quiénes queremos ser» (sic).
Escrito por Magdalena Piñera, hermana del presidente y directora de la Fundación Futuro, y la periodista Claudia Sepúlveda, el texto contó con la asesoría de Ignacio Aliaga (Director de la Cineteca Nacional) y Ascanio Cavallo (Crítico de cine y analista político).
La Guía sugiere muchos films chilenos para ser utilizados como dispositivo pedagógico en aula, así como sugerencias de uso de estas obras. Así es como en una primera ojeada aparecen varias joyas a destacar, como la omisión de cualquier película chilena producida entre 1969 y 1979, o la inexistencia del cine del exilio, la corriente mas prolífica en la historia de nuestro cine. Además, el texto proporciona erratas historiográficas que simplemente ruborizan: se señala textual que «El Ejercicio General de Bombas en Valparaíso es considerada la primera filmación chilena», cuando hace ya años ha sido comprobado que la primera película local data de 1897; se indica el nacimiento en 1955 de «el Primer Cine Club Universitario que sería el departamento de Cine Experimental de la Universidad de Chile», siendo que la fundación fue en 1954, y en la práctica fueron dos cosas completamente distintas y nunca existió el «Departamento» aludido; se da como fecha de realización de «La Batalla de Chile» al año 1972 cuando es una película montada en el exilio…
Sin embargo, estas curiosidades son livianas en comparación con la predominancia del cine de ficción, relegando al Cine Documental a dos carillas con escasa información pedagógica, y nuevamente muchos errores, como la inclsuión en este apartado de la película «Perro Muerto» de Camilo Becerra, que es claramente una ficción, la cinta a «Los puños frente al carbón» (sic) de Orlando Lübbert y Gastón Ancelovici, o la cita a «Palomilla Brava» de Raúl Ruiz como un «imperdible» cuando, paradójicamente, se trata de un film perdido.
El desdén hacia el cine documental es patente y a veces grosero. «Desde sus inicios descubrió ser un gran instrumento de propaganda y divulgación, financiándose gracias a instituciones privadas y públicas » no es una frase afortunada, por decirlo menos, pero no es menos tajante que cuando señala que «actualmente el documental está buscando capturar distintos fragmentos de la realidad nacional (…) para obtener como resultado un <<termómetro social>>» (sic).
Curiosa mirada, y que ubica en el primer lugar como texto de consulta la obra del Sacerdote Alberto Hurtado «Cine y Moral», y simplemente obvía el rol de la Universidad pública en el desarrollo del cine nacional expuesto en «Historia del Cine Experimental de la Universidad de Chile» de Hans Stange y Claudio Salinas, de innegable valor pedagógico y didáctico.
Inofensiva, los autores de la Guía se muestran complicados al abordar el Nuevo Cine Chileno: se traza un difícil camino con «Tres Tristes Tigres» de Raúl Ruiz, y no encuentra nada mejor que sugerir como actividad en torno a esta película «diseñar un afiche», mientras que «Caliche Sangriento» de Helvio Soto es despojada de toda su crítica al capitalismo y al poder económico de los empresarios, para inculcar una reflexión nacionalista al incentivar como actividad complementaria la «investigación de los principales problemas limítrofes actuales de Chile con Perú, Bolivia y Argentina». Otros films blanqueados son «Taxi para tres» de Orlando Lübbert, que pasa a ser un simple film de acción marginal en vez del crudo relato de seres despojados de su condición o la reflexión en torno a las desigualdades de clase.
Como guía docente, se nota bastante precaria en su elaboración, con gruesos errores históricos y paradojas que de tan inocentes llegan a provocar ternura. Como dispositivo de formación de audiencias es un arma de doble filo: en manos desinformadas puede propagar la mirada conservadora sobre las expresiones artísticas contemporáneas o relegarlas a la anécdota, la farándula y la superficialidad.
La discursiva implícita es cuestionable al incorporar el concepto de cine dominante por sobre otras expresiones, igualmente oportunas como herramientas pedagógicas, como son los cortometrajes y los documentales. La omisión a cineastas relevantes es grosera, lo mismo a obras y corrientes. igualmente triste es constatar como folletines de este tipo replican una mirada sobre las políticas culturales aplicadas en nuestro país en los últimos veinte años, todo por medio de una estandarización de la nación y de la historia -de Chile y del cine chileno- y a partir de una imagen transversal y que no se somete a cuestionamientos. La relevancia de detalles chabacanos (como la participación de Ana González en «Sábados Gigantes»), perpetúa la mirada naïf sobre el cine chileno que tanto hemos escuchado los últimos días tras los mega estrenos de la farándula, así como el provincialismo retrógrado que contribuye al analfabetismo audiovisual que colapsa la pantalla local dominada por las empresas norteamericanas y sus filiales.
Como intento de generar dispositivos que enlacen el cine con la educación, la Guía Metodológica Ojo con el Cine Chileno» es valorable. Como texto complementario para la formación, es ingenuo. Como texto de cine escrito por la hermana del presidente, es anecdótico. Al menos lo intentaron.
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