Por: Isidora Torrealba / 28 de Abril, 2015
El documental de Paola Castillo, nos invita a un viaje por las raíces de su familia, en las cuales hay un vacío que nadie pareciera recordar, su bisabuela Genoveva. Pero lo que comienza como una búsqueda personal, termina siendo una búsqueda sobre la identidad de nuestro país, quien ha olvidado por completo el origen de nuestra sangre, la del pueblo Mapuche.
La película parte con Matilde, la hija de Paola, quien apenas siendo una niña nota una diferencia entre ella y su madre: el color de pelo, ya que ella lo tiene mucho más claro. A partir de este momento se arma la pregunta ¿por qué esta distinción, en un primer momento, pareciera ser tan importante?.
El origen de nuestra cultura no tiene raíz en pieles blancas ni menos en cabellos claros, eso es algo que se sabe por historia: antes de que llegaran los colonizadores aquí estaba la gente de la tierra, los mapuches. Luego vino la interrupción (y no el descubrimiento) de Latinoamérica. A partir de entonces, nuestra identidad se volvió mestiza, pero durante años, muchos renegaron el origen de la sangre mapuche, y es justamente este punto el que tiene lugar en “Genoveva”. Borrar la memoria, ocultar el recuerdo parece ser que fue lo que ocurrió con su Bisabuela.
Es interesante cómo a partir de una única imagen de Genoveva, se reconstruye un imaginario completo, que abordan diferentes testimonios de la familia, y que a través de datos concretos, como por ejemplo la misma tumba o las huellas digitales, se va reconstruyendo el recuerdo. La misma figura de Genoveva, es sacada de la foto y puesta en otro contexto, reencarnada a través de Anita Tijoux quien imita la misma posición de la foto original, de esta forma se revive a Genoveva, quitándola de al foto y colocándola en un fondo mucho más simbólico: el sur y sus araucarias.
Genoveva nos invita a la reflexión acerca del imaginario indígena que se tiene hoy en día. Los medios siguen hablando de terrorismo, algunas personas siguen catalogando de “feas” las facciones originarias. La causa de su lucha va mucho más allá de armar revueltas en terrenos privados. Chile desde hace ya tiempo debería mirar sus raíces, y declararse un país plurinacional, pero pareciera que todavía queda bastante para esto.