Por: Luis Horta / 26 de Julio, 2015
Realizada en el año 1992, “Porco Rosso” es una emblemática película de Hayao Miyazaki, y que devela las pequeñas obsesiones por las que habitualmente transita su cine. La historia es un pretexto para montar una serie de artificios visuales y temáticos: ambientada en la Italia del año 1929, un piloto de la primera guerra mundial ha recibido un hechizo que lo convierte en un cerdo con apariencia humana. Vive una especie de auto exilio en una isla abandonada, y trabaja como cazarrecompensas a bordo de su hidroavión.
En la película, existe un placer particular por establecer un diálogo entre sujeto y tecnología. La particularidad de contar como protagonista a un antropomorfo cerdo rosado, presupone una clave de irrealidad en el tono del relato que va acompañado de la curiosidad que despiertan sus hábitos. A bordo de un hidroavión, como quien se desplaza en un automóvil, “Porco Rosso” genera una vinculación con su espacio desde el punto de vista de una representación de época estetizada. No sólo parece evidenciarse una exacerbación estética por la maquinaria, sino que conceptualmente se instala como mediador en las relaciones entre sujetos. La maquinaria no es únicamente un instrumento, sino que establece auráticamente una nueva forma en que se desenvuelven los sujetos en los mundos que habitan. “Porco Rosso” no solamente es piloto de su avión, sino su propio mecánico, por tanto la lectura de la autosuficiencia engreída va de la mano con la perspectiva de un mundo convertido en un avión: controlable, desarmable, manejable a voluntad. En la película, el mundo interno de la máquina como objeto, es el mismo mundo del personaje. Por tanto existe una organicidad que presupone una relación que escapa al interés meramente utilitario del objeto, sino que prácticamente se ubica como un elemento cultural.
La máquina no es la representación de un mundo futurista, sino más bien la construcción permanente de lo real. El control sobre un mundo estetizado y vintage, construido en torno a la ausencia de progreso sino más bien con la autosuficiencia del control.
Los aviones, al igual que el cine, son máquinas de vanguardia cuya evolución ha estado al servicio del desarrollo social, y no parece curioso que una de las primeras películas creadas en la historia, sea el registro de una fábrica. La tecnología se auto representa, y por tanto se instala como un aparato consiente de su lugar y su contexto, tiene la capacidad de construirse a si mismo de manera racional.
En “Porco Rosso” existen instalados los problemas visuales sobre el sentido de la existencia de la tecnología, pero curiosamente vinculándola con la utilidad estética. No solamente se trata de emplear tecnología cuya finalidad es concreta, sino que se hace abstracta al instalarse como medio de goce estético e identidad.