Por: Daniel Miranda A. / 30 de Septiembre, 2015
“El regreso del muerto” es un título rimbombante que llama la atención inmediatamente dentro del listado de películas del Festival Internacional de Cine Documental de Santiago 2015. Jugando con las palabras, los conceptos de muerte y regreso se han trabajado de diversas formas a lo largo de la historia del cine, sin embargo estamos en presencia de un documental que cumple con el objetivo de su propio título.
Rosendo es un hombre que deambula por las calles de un pueblo mexicano -nunca se explicita cual- sin tener un rumbo exacto, simplemente sobrevivir. Parece no pertenecer a ninguna parte, es el ejemplo de la marginalidad. Rosendo se presenta como un hombre viejo que no tiene muchas oportunidades en la vida, sin embargo se refugia en el alcohol. Llega a vivir a un refugio de vagabundos, drogadictos y alcohólicos como dice él, que se convierte en su hogar, un espacio pasajero pero que al final del día sirve como refugio de descanso y de compañía.
En la primera parte del documental, seguimos la rutina de Rosendo junto a un amigo que lo llama el “Abuelisto”, un viejo hombre que lo escucha rezar por las noches o que lo acompaña a caminar por la costanera de una playa. Es lo que se podría decir, un amigo del camino. Lo maravilloso de este segmento de la película es el seguimiento de las conversaciones de estos dos personajes, donde se genera un química de amistad llena de humor frente a una realidad invisible. El «Abuelisto» no dialoga mucho, sin embargo se gana la empatía del espectador por el solo hecho de estar en el encuadre en silencio, casi siempre mirando al horizonte o al lente de la cámara.
A medida que avanza el largometraje, vamos conociendo un poco más ese pasado oculto de Rosendo, ese que lo llevó a auto desterrarse y fingir una propia muerte. Un pasado que parece predecible, pero que habla precisamente de una parte de la sociedad mexicana. Rosendo carga en su espalda la muerte.
En la segunda parte, Rosendo conoce a una anciana que llega a este “hogar”, ella se presenta como una constante deambuladora por los pueblos, ya que es en estos lugares donde ella conoce gente y se siente más útil. Rosendo y la abuela entablaran una extraña relación de amor, pero que desencadenará el desahogo de las penas, los tatuajes de las historias y la adicción de un Rosendo que huye constamente de su propio pasado. Hay que decir, que este espacio dentro de la película no alcanza la misma fuerza dramática que en el anterior.
Por otro lado, el seguimiento cinematográfico a Rosendo es precisamente un acierto del realizador en la búsqueda de un vagabundo, de un alcohólico, de un marginal que genera múltiples capas en la representación de este personaje muchas veces arquetípico. Rosendo es entrañable, dan ganas de escucharlo, de conocer un poco más de su vida, que es la vida de muchos compatriotas latinoamericanos.
Gamou es realizador y camarógrafo a la vez. Quizás esa sea la mejor respuesta para entender como logró llegar a una intimidad representacional con todos los personajes que aparecen en pantalla. Logra una investigación empírica de la realidad, quizás algunas escenas que parecieran ser puestas en escena se notan y sacan un poco del rumbo del documental, pero es lo menos cuando podemos percibir una construcción documental dinámica, divertida y sobre todo emotiva, que deja en evidencia un México sumergido en la violencia y en la realidad de la otredad, sin caer en una imagen prototípica de la porno marginalidad visual.
«El regreso del muerto», es una película humana donde Rosendo y los suyos parecen ser los muertos de una sociedad que los deja fuera del encuadre, que terminan siendo una cruz y un mensaje del “te queremos por siempre”. Para el mundo, Rosendo está muerto, pero él sigue caminando por una ruta sin destino fijo. La película del uruguayo Gustavo Gamou, crea un clima melancólico lleno de intensidad. Invita a una reflexión social que lo lleva ganar la competencia latinoamericana del Fidocs 2015, con bastante mérito de por medio.