Por: Isidora Torrealba Ramírez / 17 de Octubre, 2015
“En el fondo
el cine no forma parte
de la industria
de las comunicaciones
ni de la del espectáculo
sino de la industria de los cosméticos
de la industria de las máscaras
la que a su vez sólo es
una magra sucursal
de la industria de la mentira”
(…)
*extraído de Historia(s) del cine; París, Gallimard-Gaumont, 1998
Durante décadas el cine de Jean-Luc Godard ha causado un montón de preguntas y reflexiones en torno a la forma de ver y trabajar la imagen cinematográfica. Esto debido al particular estilo que el autor ha logrado dentro de sus películas. En toda su obra artística, Godard pone en cuestión la pregunta sobre la realidad, la distorsión del lenguaje y su forma dentro de la imagen. Dice Deleuze en “La imagen-Tiempo”:
“La reflexión no recae únicamente sobre el contenido de la imagen sino también sobre su forma, sobre sus medios y funciones, falsificaciones y creatividades, sobre las relaciones que en ella mantienen lo sonoro y lo óptico.” (p.22)
Como dice Deleuze, Godard coloca en el cine la pregunta sobre la forma y contenido, pero lo interesante tiene que ver con la utilización los recursos cinematográficos como elementos propios de una gran puesta en escena, generando un metalenguaje de la imagen dentro del propio relato. Según Godard, dos imágenes están puestas para construir una tercera, ese es su fin, y dentro de cada fragmento existe un nuevo nacimiento como fruto de una soldadura, generando otros sentidos que aparentemente se sostienen de un vacío, pero que rápidamente se transforman en símbolos y significados que poseen vida propia.
El cine moderno del cual forma parte Godard, parece estar definido por una constante fragmentación, pero dentro de ésta misma discontinuidad es que se genera una coherencia vital para entender a la imagen: la palabra se convierte en imagen, alterando el sentido y el espacio lógico que instala el cine tradicional o estándar. Podríamos decir que en la ausencia o en los “entre-tiempos” de cada concepto, aparece el Cine de Godard: nace en la interrupción de ver y escuchar. Es precisamente en este punto donde se encuentra lo más revolucionario de éste autor: la potencialidad que aprovecha del montaje para convertir la imagen en lo que el lenguaje (la palabra) ya no puede soportar. Es decir, la imagen ahora cuenta mucho más que la literatura, ya que para Godard el Lenguaje es algo imperfecto, generando la necesidad de un nuevo idioma poético que se mueve a 24 Fps.
La búsqueda por problematizar la ausencia de la comunicación, se ve reflejada en películas como Alphaville (1965) en donde Anna Karina pierde la consciencia del lenguaje y va a recuperarla a partir del contacto con la poesía, en este caso las palabras se fragmentan para despojar a los conceptus de sus definiciones, y replantear su significado, acto que posee un fuerte carácter político dentro del contexto de la película, ya que finalmente cuestiona las absurdas reglas de una sociedad robotizada. Entre 1966 y Mayo de 1968, Godard realiza obras cruciales dentro de su filmografía «La Chinoise» (1967) y «Week End» (1967), en donde nuevamente se retrata la incomunicación humana, a través de una experiencia fílmica en donde los sonidos invaden y reconstruyen las imágenes, jugando con los lenguajes de un documental meta-ficcionada, en donde la palabra se vuelve discurso.
Dentro de sus últimas películas se encuentra «Adieu au Langage» (2014), en donde se puede apreciar cómo Godard ha logrado dominar diferentes usos de la imagen, en este caso el 3D, forzando hasta el máximo la tridimensionalidad que puede otorgar el encuadre cinematográfico. Nuevamente en ésta película el autor nos comparte su reflexión en torno al cine, la imagen y el estado de deteriorio en el que nos encontramos como seres humanos, a través de un relato metafórico de una mujer casada y un hombre soltero. La fragmentación en el montaje nuevamente se hace presente, quedando calcado como un discurso latente que cuestiona cada una de las partes de la oración, acto que no puedo dejar de asociar con el poeta Vicete Huidobro, quien en “Altazor” despeja la palabra de la oración hasta resignificar su sentido.
“Noche y rama
Cristal sueño
Cristal viaje
Flor y noche
Con su estatua
Cristal muerte”
*Extracto del Canto VI de Altazor
Es importante destacar la importancia de un cineasta como Jean-Luc Godard, no sólo por su trayectoria como director (continuar rodando a los 84 años es todo un mérito), sino que mayoritariamente por el manifiesto que deja respecto a las limitaciones formales y discursivas del lenguaje, ocupando recursos de todos los niveles semánticos, llevando a cabo múltiples formas de la imagen audiovisual, entregando e innovando nuevas formas de hacer y de interpretar un film en la historia global del séptimo arte. Sin duda es un autor infaltable a la hora de aprender sobre las vanguardias, pero que quizás ha sido demasiado sobre-analizado dentro de los estudios cinematográficos, dejando de lado otros autores que ante una gran figura se ven opacados en cuanto a reconocimiento.