Por: Triztán Zamora / 27 de Enero, 2016
Pablo Larraín debe ser sin duda alguna el cineasta chileno más galardonado de los últimos tiempos, teniendo además como antecedente una histórica nominación a los premios Oscar con la cinta “NO” (2012). Así mismo, su última película no estuvo exenta de logros y las críticas – tanto nacionales como internacionales- lo hacen notar, es una cinta que ha conquistado a las audiencias, sin embargo este logro no es una mera casualidad, sino que responde a la contingencia temática y al crudo tratamiento de ésta.
“El Club” nos muestra una casa de acogida en el litoral central en donde cuatro sacerdotes se encuentran pagando penitencia por sus abusos bajo la mirada de una misteriosa cuidadora, llenos de variadas comodidades el castigo parece inexistente, beben, ven televisión y apuestan con su galgo de carreras, teniendo una vida sin grandes complicaciones, similar a unas eternas vacaciones. Hasta que la paz se ve interrumpida con la llegada y el posterior suicidio de un quinto sacerdote tras enfrentarse cara a cara con su pasado, un otrora niño violado. Lo que provoca la llegada de un sexto religioso, quien se encuentra cerrando todas las casas de acogida en el país. La verdad empieza a salir a la luz y nuestros personajes, acechados por la constante presencia del pasado, harán todo por evitar dejar su hogar de penitencia.
La temática no se queda en lo contingente y nos muestra un lado poco explorado, incluso tabú de la iglesia. No son sus casos de corrupción sino el después de estos, el después de los criminales y el de los abusados, son los horrores que pasan inadvertidos, más bien aislados en la sociedad. Varias son las aristas que enaltecen esta historia. Por un lado, una estética visual sumamente sensitiva que nos entrega una constante asfixia a través de primeros planos, en donde las actuaciones y el elenco de primer nivel se lucen bajo una densa atmósfera cargada del terror producido por los relatos de un lenguaje que se encuentra siempre en el filo de lo inmoral y lo repudiable.
Es imposible no pensar en cómo la historia de abusos del país se ve replicada en esta casa del señor: están los criminales (no solo religiosos sino incluso de la dictadura) quienes tergiversan la historia o simplemente no la recuerdan, el que busca castigo y la verdad con resultados casi nulos y el abusado a quien no le queda raciocinio, solo gritos desesperados como denuncia de lo vivido. La redención surge al final de la historia y el pasado surge como solución para todos, el abusado se queda con los abusadores, quienes deben cuidarlo y a cambio mantener su preciada casa, penitencia pagada y volvemos a la normalidad, a la casita en el litoral central donde un grupo de sacerdotes que han errado del camino del señor, habitan. No hay intenciones panfletarias solo la búsqueda identitaria de lo que ya es una realidad nacional ante la presencia de monstruos creados por el silencio.
Una historia imperdible que seduce durante 98 minutos, “El Club” debe ser el mejor estreno de ficción chileno del año saliente. La catapulta perfecta para la carrera de Larraín al éxito. Sus nuevas producciones, una de ellas su primera película hollywoodense, se encuentran entre los estrenos más esperados de este 2016 y es que no tan solo esperamos buenas historias si no qué perspectivas diferentes, oscuras y cautivadoras que muestran lo peor y más indiscreto de la sociedad.