Por: Monserrat Ovalle / 28 de Abril, 2015
“Cartas Visuales” se proyecta hacia el espectador como su nombre lo indica, no hay dobles lecturas ni farsas, son cartas leídas en voz alta con música de fondo e imágenes que las acompañan. Sin embargo, tanto la música como la voz y las imágenes conforman parte importante del registro, llevan al espectador a sumergirse dentro de los recuerdos del remitente. De eso se trata esta trilogía de documentales, de la urgencia de dejar testimonio del pasado y el presente, de proyectarlos al futuro de una manera vívida a través de grabaciones y voces en off. Hay un urgencia porque la memoria quede plasmada en un lugar. Si los recuerdos son una imagen, el olvido debe ser ceguera, exceso de sonido y luz. En éstas cartas visuales y sonoras el silencio predomina, pero dice mucho, dentro de él se pueden encontrar aquellas memorias intentando proyectarse en un futuro mediatizado por una repetición de presentes, donde el pasado es el protagonista. Tal como dice la canción: Esto lo estoy cantando mañana. Las cartas se repiten en un bucle audiovisual que se renueva con cada espectador, así la memoria se mantiene latente, el recuerdo queda dando vueltas en espiral en un universo mediado por las pantallas.
Éstas son las cosas que no quiero olvidar: el olor a eucaliptus en invierno. Mi abuelo sentado en su sillón favorito. Cáscaras de naranja en el bolsillo del delantal escolar. Dejar secar mi pelo al sol. Las montañas después de la lluvia. Mi abuela regando el jardín. El olor de la almohada de mi papá. Tus dientes chicos. La primera vez que escuché su corazón.
El documental de Panizza se sumerge en la poesía, convirtiendo el medio fílmico en una declamación literaria. De por sí ésta mezcla viene anticipada en el título, como si la directora quisiera leernos sus cartas a su modo: el lenguaje cinematográfico. De esta manera cada imagen, cada música, es parte de las letras que se van tejiendo en las cartas, parte del significado que rememoran. Mis recuerdos ¿de dónde vienen? No sé si son fotografías, o historias que alguien me contó, o sueños de algún día. Pareciera que la trilogía quisiera interpretar los recuerdos convirtiéndose en ellos, en un collage de imágenes y voces desconocidas donde el autor dispone de todo en un orden aleatorio. Aún de esta forma, queda en claro que son selecciones de pasajes distribuidos en un orden identificable.
Lo más importante de ésta trilogía de poesía documental, como me gusta llamarle, es la capacidad de compartir lo personal a través de relatos íntimos en su búsqueda de plasmarse en distintos espectadores para preservarse, y esconderse del olvido. La memoria es identidad, lo que recordamos nos define porque: Nada se olvida, pero sólo algunas cosas se recuerdan.