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Artículos Especial: Dossiers

Un cine posible: La producción cinematográfica de resistencia en los primeros años del régimen militar chileno

Por: Luis Horta / 08 de septiembre, 2013

Intervenidas las universidades, clausurados los centros de producción fílmica, encarcelados, torturados, exiliados o asesinados los creadores, ¿Qué tipo de cine fue posible realizar dentro de Chile con una dictadura militar?. Conociendo, y sin embargo desconciendo aún, la dureza empleada en la represión, es pertinente contextualizar que pensar una rearticulación en la creación de obras cinematográficas se tornó tremendamente difícil en los primeros años de instalada la dictadura. La posibilidad de creación de piezas audiovisuales parece ilusorio e irrelevante, aún menor frente a un panorama asolado por la rabia y la inquietante delación que suprimió el espacio público y privado, y que instaló el miedo como práctica habitual en las relaciones sociales.

Sin embargo, tras el 11 de Septiembre de 1973, un serie de cineastas que por diversas razones no abandonó el país, comienzan a realizar de forma clandestina o con un muy bajo perfil, una serie de películas de denuncia y de claro carácter contracultural, un mensaje velado de la existencia, de presencias y de voces que emergían entre el horror. Aquella disidencia, y la secreta confianza en que los mensajes velados pudiesen ser leídos, interpretados y descubierto por una audiencia invisible, permitieron que el cine fuese posible en el contexto del miedo. El presente texto aborda las producciones de resistencia realizadas en el primer periodo de instalado el régimen, abarcando el periodo 1973 a 1983, año que comienzan a surgir nuevos focos de producción. El periodo abordado es quizá el menos conocido, por tanto aquellas obras son las que aún se mantienen menos estudiadas por investigadores y aún poco conocidas por las audiencias.

Guillermo Cahn: un cine de resistencia

Una de las primeras medidas que toma la dictadura referido al campo artístico, es la de restablecer el ingreso de películas norteamericanas al país con el fin de llenar la pantalla local con aquellas producciones que no habían sido estrenadas en el periodo de la Unidad Popular. De forma paralela, la férrea censura dejó de lado cualquier tipo de alusiones a la religión, el sexo y la política. Con la cinematografía en manos del mercado y la censura, junto a gran parte de los cineastas chilenos en la clandestinidad o detenidos por aparatos del Estado, sería la publicidad el campo en que se moverían algunos autores durante los primeros años de la dictadura, para paulatinamente reorganizarse y comenzar una etapa marcada por la reflexión y la denuncia.

Hacia 1978 se comienza a filmar lo que sería conocida como la primera película chilena realizada en resistencia a la dictadura. “Recado de Chile” surge como un modesto proyecto clandestino que buscaba documentar los testimonios de las personas que desconocen el paradero de sus familiares, quienes habían sido detenidos por militares sin recibir mayores datos. Son las primeras imágenes de los Familiares de Detenidos Desaparecidos, con testimonios de hondo dramatismo y crudeza. El documental comienza a gestarse en Chile por un equipo compuesto por el productor Guillermo Cahn, quien había pasado por centros de detención de la dictadura, y trabaja junto a Carlos Flores y José Román en la dirección, Pepe de la Vega como sonidista y la cámara de Jaime Reyes. “Recado de Chile” es un fresco impetuoso de la realidad nacional, alegatos de las atrocidades y el miedo ante la desaparición en su rasgo mas íntimo. Los materiales fueron sacados fuera de Chile por Guillermo Cahn, y posteriormente enviados a Cuba, donde vivía su exilio Pedro Chaskel, ex director de Cine Experimental de la Universidad de Chile, entidad que había ya sido clausurada por las nuevas autoridades. Chaskel se ocupa del montaje de forma paralela a sus labores en “La Batalla de Chile”, y participa en el relato de los textos en off Fedora Robles y Nelson Villagra. “Recado de Chile” sería un importante documento clandestino que circularía por numerosas muestras internacionales desde 1979, y que no se exhibiría en Chile hasta entrados los años noventa. La película colectiva no hacía distinción entre militantes del MIR, del Partido Comunista, Socialista u otros, pequeño crisol dentro del fraccionamiento de la izquierda.

En 1977, el mismo equipo compuesto por Guillermo Cahn y Carlos Flores realiza “Pepe Donoso”, documental sobre el escritor que, en apariencia, no manifiesta ningún atisbo crítico a la realidad nacional. Sin embargo, se habría tratado de una de las primeras producciones de contracultura realizadas en el país, abordando desde un prisma intimista la biografía del autor de “Coronación”, pero entablando pequeños guiños a la realidad nacional, como un recorrido por las calles de Santiago hablando del país “que ya no está” o la nostálgica mirada sobre los sujetos populares en un contexto de soledad y vacío. Instalar el tema del arte y la cultura en medio del denominado “apagón cultural” no dejaba de ser un pequeño alegato sobre una situación violenta y particular del país.

Una tercera película del mismo equipo se realizaría durante el periodo, esta vez de la mano de la contingencia y la represión. En marzo de 1977, la compañía La Feria representaba la obra “Hojas de Parra”, del poeta Nicanor Parra, en una carpa instalada en la comuna de Providencia. La obra, que se transformaba en una directa crítica a la dictadura pese a haberse escrito antes, contó con reclamos oficialistas en medios escritos, lo que derivó en que desconocidos prendieran fuego a la carpa durante una noche, en pleno toque de queda. El hecho fue ampliamente divulgado, por tratarse de un atentado de amedrentamiento público, y sería el propio poeta quien, en un acto de protesta, recitó en plena vía pública una serie de versos de su autoría que aludían a la dictadura y al sistema de represión impuesto al país. Este acontecimiento seria filmado por Guillermo Cahn, y comenzaría a dar vida a un documental que reinterpreta la obra de Parra en lenguaje audiovisual, con constantes alusiones a la muerte y una desazón amarga que inunda cada uno de los instantes en que el poeta reflexiona sobre la realidad.

La resistencia en formato video

La introducción del soporte video en Chile hacia finales de los años setenta, sería un alimento para introducir nuevas estrategias de producción en el registro de piezas contraculturales. Es el caso de Sergio Bravo, cineasta fundador del Centro de Cine Experimental y considerado un precursor del nuevo cine chileno, quien no abandona el país y retoma la realización de películas documentales. La primera de ellas se trataría de un registro realizado en 1978 a la folcklorista Gabriela Pizarro, exonerada política de sus funciones como académica de la Universidad de Chile, la cual se encontraba intervenida por militares y civiles golpistas. Pizarro se vio obligada a cantar en La Vega para poder sobrevivir, y Bravo registra cómo una de las más relevantes cantantes e interpretes de los años sesenta y setenta, con más de cinco discos con su agrupación Millaray, debía lidiar con una realidad tan dura tras la asonada militar.

Gabriela Pizarro filmada por Sergio Bravo

Sergio Bravo realizaría con posterioridad dos documentales sobre el escultor y Premio Nacional de Artes Samuel Román (“Samuel Román Rojas, escultor” y “Samuel Román Rojas, el hombre), y entre 1979 y 1980 filma de manera clandestina “No eran nadie” en la isla de Chiloé, una película que mezcla documental y ficción en una alegoría a las familias de los detenidos desaparecidos, la cual debe terminar en un auto exilio en Francia.

Quienes también comenzaron a experimentar con el empleo del video con fines de resistencia sería la compañía de teatro ICTUS, quienes adquieren equipos con el fin de registrar sus obras, pero posteriormente resignifican su empleo grabando pequeñas obras de ficción y luego documentales sobre la realidad nacional. Las primeras producciones argumentales estarían a cargo de un equipo compuesto por Claudio di Girólamo, Luciano Tarifeño y Juan José Ulriksen, contándose “Horacio, corazón de Chileno” (1978), “Música y palabras” (1979) y “Cualquier Día” (1980), para luego dar paso a documentales de corte social como “Vivienda y familia popular” (1980). Sería en la década de los ochenta cuando ICTUS se transformaría en un polo de producción de la resistencia, con dos argumentales de Silvio Caiozzi (“Historia de un roble solo” y “La Candelaria”), los documentales de Pablo Salas junto a Pedro Chaskel y la obra más reconocida de sus producciones como fue “Imagen Latente” de Pablo Perelman, realizada hacia fines de los ochenta.

Lotty Rosenfeld: Un millón de cruces sobre el pavimento

Serían los artistas visuales quienes incorporarían paulatinamente los registros cinematográficos y videográficos en sus producciones, y hacia fines de los años setenta se experimentaría un importante incremento en el empleo de los nuevos medios. El Colectivo CADA comienza a registrar sus propias performances con el objetivo de obtener un respaldo audiovisual de los efímeros que efectúan en lugares específicos y por escasos instantes, tal como es en el caso de “Para no morir de arte en el intento” (1979), cuya acción se centra en la repartición de bolsas de leche en un sector de la comuna de La Granja. Una segunda parte llamada “Inversión de escena” (1979) radicó en la instalación de camiones de transporte de leche frente al Museo Nacional de Bellas Artes, y al interior de ellos se colocaron monitores de video exhibiendo imágenes de la acción de arte anterior. Simultáneamente, el frontis del museo fue cubierto por una sábana blanca. Del mismo año data “Un millón de cruces sobre el pavimento”, intervención sobre las calles en que realiza cruces siguiendo la línea blanca de ésta, alegoría visual sobre las desapariciones y las muertes.

La obra de Hernán Flimann

Injustamente no aparece en los libros de historia del cine, y apenas es mencionado por las nuevas camadas de investigadores. Hernán Fliman debería considerarse como uno de los más relevantes activistas del empleo del cine como arma social en los primeros tiempos de la dictadura. Su experiencia en el campo de la televisión durante el periodo de la Unidad Popular la volcó durante los años setenta a documentar en video los testimonios de los primeros detenidos que eran liberados desde los centros de tortura administrados por el régimen militar. Fliman, quien entonces trabajaba en organizaciones defensoras de los Derechos Humanos, documentaba con una cámara aquellos horrores que ni la prensa oficialista ni la televisión se asomaban a develar, construyendo un gran archivo que volcó en cuatro obras denominadas “Testimonio 1, 2 ,3 y 4”.

Fotografía del sitio umatic.cl

Con similitudes a otras películas de denuncia como “No es hora de llorar” de Pedro Chaskel (1971), los cuatro documentales de Fliman abordan tanto la inhumana experiencia del paso por estos centros, como la resistencia y entereza de quienes de forma anónima son capaces de relatar aquellos momentos que el propio Estado propiciaba. Sin embargo Fliman empleaba el audiovisual como parte de las terapias complementarias para superar los efectos de la tortura y como parte de las técnicas de rehabilitación que empleaban grupos activistas y de defensa de los derechos humanos.

Junto a “Testimonio”, Fliman filmó numerosos documentales vinculados a los derechos humanos y la militancia. “Chile en el corazón” (1987) aborda a las mujeres de los detenidos desaparecidos, mientras que “Daños físicos y sicológicos de la tortura en Chile” (sin data) intenta construir una historia de la tortura y los apremios físicos. En 1986 realiza “No Olvidar” junto a Ronny Goldshmied, un largometraje documental sobre la dictadura y las consecuencias sociales de la implementación de un sistema del miedo. Caído el régimen, Fliman abandonó la producción fílmica y solamente tuvo algunas apariciones públicas, específicamente en la inauguración del Museo de la Memoria y los Derechos Humanos, quien le realizó un homenaje.

Epílogo: La voz de los ochenta

Lo anterior no es sino una pequeña reseña de la resistencia en los primeros años de la dictadura visto desde la producción cinematográfica. Aún deben ser muchas las obras desconocidas, realizadas en la emergencia de una contingencia tan dura como difícil de olvidar, y que involuntariamente deben haber quedado al margen. Igualmente no hemos querido profundizar en la rearticulación que se comienza a experimentar en los años ochenta, donde se produce un aumento en el volumen de obras que aluden a la situación del país, muchas de ellas realizadas de forma clandestina como “No Olvidar” (Ignacio Agüero, 1982) sobre los restos de masacrados por agentes de Estado encontrados en Lonquén. También en los años ochenta algunos cineastas logran ingresas clandestinos al país como es el caso de Rodrigo Gonçalvez, quien filma “Rebelión Ahora” en 1983 sobre la intervención militar en el sistema educacional.

Otro ejemplo es el de Angelina Vásquez, quien dirige desde Finlandia el documental “Fragmentos de un diario inacabado” (1983), logrando introducir un equipo clandestino a Chile que recoge testimonios de diversos activistas, planteando un panorama del país bajo la dictadura. Ese mismo año ingresa también Andrés Racz, para filmar “Dulce Patria”, un crudo testimonio de la violencia callejera y la represión policial. Una de las películas más renombradas de este periodo es “Acta general de Chile”, un extenso documental de Miguel Littín quien retorna desde su exilio de manera clandestina junto a un equipo que documenta el estado del país ante los ojos del autor.

Desde el interior también nuevos autores comienzan a emplear los recursos videográficos, como es el caso de el Colecivo del Cabo Astica o Carlos Flores, quienes sumándose a la influencia que ejerce Rodrigo Maturana, antiguo colaborador y amigo de Raúl Ruiz, desarrollan delirantes proyectos que mezclan la memoria con el retrato cuasi surreal del país. Son solo algunos ejemplos de un cine que comenzaría a emerger con la fuerza de la resistencia y con el claro fin de aportar a la caída de la dictadura.

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Artículos Ensayos Opinión

Porque Podemos

Por: Carlos Molina González / 10 de julio, 2013

El ser humano normaliza, naturaliza lo que aprende. Así es como ha “funcionado” desde hace miles de años y lo seguirá haciendo. Así es como ha construido la realidad que habita y reproduce día a día. Por esa razón, el que estemos rodeados de imágenes, como probablemente nunca antes lo habíamos estado en nuestra historia, no constituye rareza alguna.

Convivimos con ellas, las capturamos, las transformamos, compartimos o almacenamos. Y seguramente, si de un día para otro desaparecieran, buscaríamos el modo más rápido para comenzar a producirlas de nuevo, en ese casi instinto por trascender, dejar constancia que se estuvo “aquí”, de vencer la muerte.

A través de las imágenes conocemos el mundo, nuestra ciudad, una parte del pasado, o podemos ser partícipes de algo sin siquiera movernos de nuestro hogar. Gracias al streaming, a un celular e internet, está la posibilidad de “ir” a un concierto o a una protesta. Nos acerca y nos aleja de nosotros, como comunidad, todo en un mismo movimiento.

Pero más allá de esas consideraciones, nos detendremos en el hecho de que “sólo necesitamos” (no podemos obviar la parte monetaria implícita en estas tecnologías) de un celular y una conexión a internet para hacer esta transmisión en directo. Ya no requerimos de un estudio móvil, ni de grandes equipos humanos. La calidad de imagen y sonido podrá no ser la mejor, pero lo que importa es la inmediatez (el “estar” ahí) y la facilidad para lograrlo, que en sí misma ya es una inmediatez, concepto tan propio de nuestros tiempos.

Treinta años antes, más menos, la irrupción del video analógico puede decirse que provocó una revolución parecida a la de ahora. Quizás la palabra revolución resulte un tanto exagerada, pero es innegable que a partir de ese momento más personas podían tener la posibilidad, por los menores costos, de realizar una película, dejar registro ya no sólo en fotografías de hechos importantes para la sociedad, o bien de reuniones familiares que importaba inmortalizar.

Hoy en día aún más personas tienen dicha posibilidad con el video digital. Los costos son más bajos, e incluso está el “milagro” del crédito. Así, resulta cierto que, tal como ocurrió en su momento con la fotografía, la imagen en movimiento progresivamente se ha ido democratizando, teniendo muchos ya la oportunidad de dejar algo, de perpetuarse a través de ella.

Ahora bien, las mayores preguntas, y cuestionamientos si se quiere, debiesen hacerse en este momento, antes que se produzca una nueva “revolución” tecnológica, antes que podamos grabar, por poner un ejemplo, videos en 3D con los celulares u otro aparato de bajo, o relativo bajo costo (si es que aquello ya no es posible).

Registramos todas estas imágenes, cosa que llame en lo más mínimo nuestra atención y, casi por automatismo, presionamos “rec”. Pero para qué, ¿con qué fin queremos grabar? ¿Es porque realmente nos parece importante hacerlo, porque creemos que lo que está frente a nosotros es relevante o pudiese llagar a serlo? ¿O sólo lo hacemos porque podemos, porque tenemos los medios para registrar todo lo que esté a nuestro alcance?

Puede que esa actitud no sea otra cosa que la satisfacción de un cierto deseo, o más bien necesidad, inmersa en esa misma lógica de la inmediatez. Un método de defensa, quizás, ante el miedo que ese momento se vaya tan rápido, sea tan irrepetible, como casi todo lo que nos rodea.

Conocemos muchas veces el mundo sólo a través de una pantalla, de los ojos de la cámara, que son limitados, y por estar tan pendientes de registrar cada instante, no ponemos atención a lo que ocurre fuera del cuadro, que puede ser aún más importante y trascendente desde diversos puntos de vista. Finalmente acumulamos imágenes sin saber muy bien para qué.

Quizás nos falta más reflexión, y preguntarnos por lo que de verdad deberíamos registrar, hacer perdurar. Ser más calmos al momento del “rec”. Recuperar ese cuidado de antaño, en donde sólo filmabas lo que considerabas verdaderamente importante, porque sabías que el material era costoso y que por ende no podías registrarlo todo.

Vivimos en una época (¿o economía?) donde la imagen cada vez se democratiza más en su acceso, en su producción, pero en la cual la misma se ha transformado, al parecer, en una suerte de tirano.

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Artículos Columnas de Vittorio Crítica Opinión

Jesús Franco: El fin del fundamentalismo de bajo presupuesto.

Por: Vittorio Farfán / 03 de abril, 2013

Hay algo que diferencia a Jesús Franco de cineastas como Russ Meyers, John Waters, Roger Corman, Joe D’amato e incluso Lucio Fulci.  Es inexplicable, pero a diferencia de los otros autores, da la sensación que padecía dislexia cinematografica. Y eso es lo más facinante al ver las peliculas de «Jess Franco», quien falleció este martes 2 de Abril en Málaga, España.

En sus películas se sentia un ambiente de excesos de fetichismo, LSD y bohemia con aquella música indescriptible, en especial en su cine erótico bordeando con lo pornográfico e incluso lo bizarro. Donde todo es tan natural, las mujeres tienen pelos en las axilas, narices chuecas, maquillaje corrido, bragas sucias… Jesús Franco es sincero en sus films en una negación a la ficción elitista, esa que sólo busca ser real en la perfeccion. La indiferencia a la precariedad de presupuesto permite incorporar al relato la sensación que muchas de estas pelicula son terminadas de golpe por razones de presupuesto, sin que ello importe demasiado.

Aunque su cine no sea de carácter intelectualoide o material de investigaciones de Doctorado, en sus entrevistas podemos ver que Franco posee una teoria muy clara de cómo hacer cine, incluso una «anti técnica» frente a los convencionalismos, pro también un gran amor por el oficio.

Sobre la dislexia cinematográfica, podemos ver permanentemente sus tomas de duraciones forzosamente extensas, movientos de cámara bruscos, zoom contra zoom, actuaciones de primera toma, escenarios de plumavit, mascaras hechas con paté…un verdadero estilo barroco y a la vez gótico. Al igual que otro colega recientemente fallecido, Jean Rollin, el vampirismo urbano y el neolesbianismo, adquieren una forma de pelicula con ritmo de jazz psicodélico: Franco parecía colocar en sus oídos cotones de LSD para lograr tanta demencia, dándonos un espectro surrealista con más identidad que un limitado intelectualoide tratando de jugar a ser Proust.

Sus amistades fueron emblemáticas y variadas. Desde Orson Welles, con quien tenía una gran amistad debido al placer que tenia este obeso y juerguero director por España, como con el desquiciado actor Klaus Kinski, quien amaba trabajar en rodajes baratos y con directores mediocres

Franco es un cineasta caótico, que al final de todo es el último panteón de un cine de bajo presupuesto con errores debido a su precariedad, que de alguna forma u otra es una lucha contra la censura y los temas tabú de la sociedad, mucho más fuerte que un cine burgués lleno de peliculas sin ese calor que nos puede dar un cineasta dislexico, bohemio, fanático de las guarras como Fellini, y otros suiticos terminados en ini…

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Artículos Colaboraciones

Foro «Las censuras al documental El Diario de Agustín»

Por: Colectivo Miope / 29 de marzo, 2013

El lunes 18 de marzo de 2013, a las 18:00 hrs., en el Teatro Camilo Henríquez (Amunátegui #31), fue organizado por el Círculo de Periodistas y el Colegio de Periodistas el foro «Las censuras al documental El Diario de Agustín«, en el contexto de la polémica desarrollada en las últimas semanas sobre la cancelación de un panel a realizarse en el Museo de la Memoria y los Derechos Humanos. Junto con exhibirse el documental de Ignacio Agüero, se efectuó el panel en que participó la premio nacional de periodismo Faride Zerán, el ex ministro del Interior, Francisco Vidal (quien finalmente no asistió), y el productor del documental, el periodista Fernando Villagrán, todo moderado por Marcelo Castillo.

A continuación presentamos una transcripción del foro realizada por Colectivo Miope, con el objetivo de ampliar la discusión sobre los asuntos tocados: televisión pública, duopolio, concentración del poder, los medios, el cine nacional, etc.

Marcelo Castillo [Presidente del Colegio de Periodistas]: El documental que acabamos de ver habla por sí solo.

Como Colegio de Periodistas de Chile en conjunto con el Círculo de Periodistas de Santiago, quisimos dar una señal concreta de cual es nuestra posición respecto del papel que jugaron los medios de comunicación durante la Dictadura, y más que sacar una declaración, como lo hemos hecho en múltiples oportunidades denunciando la complicidad de estos medios y –como se decía en el documental– tomando una actitud activa como Colegio frente a la violaciones a los derechos humanos, quisimos hacer algo concreto: romper el cerco de la censura.

Hace dos semanas, aproximadamente, cuando vi la información a través de las redes sociales de esta censura que se había sometido al documental, llamé inmediatamente a nuestro colega Fernando Villagrán y ofrecer esta posibilidad, que es un ejercicio concreto de libertad de expresión.

No podemos tolerar bajo ningún punto de vista la censura y la amnesia en el Museo de la Memoria. Particularmente, desde nuestra perspectiva como Colegio de Periodistas de Chile, nos hemos propuesto jugar un papel activo en este año respecto de lo que son las políticas públicas en el terreno de las comunicaciones, y nos parecía que esta connivencia; entre el director del Museo de la Memoria (Ricardo Brodsky) y el director de Televisión Nacional (Mauro Valdés) y directamente con El Mercurio, es una cuestión que no podríamos aceptar.

Justamente, lo que esperamos nosotros, como Colegio de Periodistas, es que todas aquellas características propias de la “transición pactada” que nosotros hemos visto en este documental y que han obligado o han llevado a este silencio –respecto de los medios de comunicación–, queden definitivamente atrás.

En nuestro último congreso nosotros hemos sido claros en el sentido de plantear que el principio del derecho a la información tiene que ser llevado al rango constitucional, y eso, necesariamente, significa enfrentar la concentración de la propiedad de los medios de comunicación y que el Estado asuma su responsabilidad para asegurar este derecho a todos los ciudadanos.

Este es un ejercicio concreto y nuestra intención es, también, abrir un debate que nos permita recoger las propuestas de la ciudadanía respecto de lo que tienen que ser los medios de comunicación en el futuro. Lo hicimos en septiembre pasado, a través de las cumbres sociales, en la Universidad de Santiago. Ya hay propuestas que se están discutiendo y esperamos que, de ahora en adelante, esta cierta complicidad implícita con El Mercurio quede definitivamente atrás.

Esa es nuestra intención y, por supuesto, quisimos reproducir el foro que iba a hacer el Museo de Memoria –no solo el documental– tal cual se iba a hacer allá y no se hizo. Por distintas razones nos faltaron dos invitados que son Francisco Vidal y Giorgio Jackson. Giorgio se excusó, tenía otras actividades, no le alcanzaba la agenda; el ex-ministro Vidal había dicho que iba a venir y la verdad es que no sabemos por qué no llegó.

Pero, está aquí nuestro colega Fernando Villagrán y la Premio Nacional de Periodismo Faride Zerán, y yo quiero que ellos nos cuenten esta experiencia de una nueva censura que, evidentemente, es inaceptable en las actuales condiciones de democracia. Voy a dejar con la palabra a Faride, y después vamos a escuchar a Fernando.

Faride Zerán: Buenas tardes. Gracias por la invitación. Quiero agradecer al Colegio de Periodistas, a los colegas que están aquí presentes, a los amigos, querida Iris, Liliana; veo a nuestro ex-miembro de la Fundación Ford Augusto Varas, quien nos apoyó con la Escuela de Periodismo para que se pudiera realizar El Diario de Agustín con el grupo de tesistas. Gracias una vez más, Augusto, por ese gesto. Veo a mi amigo Jaime Gazmuri, que fue uno de los que me apoyó cuando me nombraron miembro del directorio de TVN. No duré los 8 años, duré solo 4….me sacaron, pero bueno, la vida es así. En fin.

La verdad es que no es muy agradable estar hablando nuevamente de censura. O sea, a estas alturas, en el 2013, cuando ya han transcurrido cuatro gobiernos de la Concertación más uno de la derecha, uno podría decir que ciertos arrastres de la dictadura han sido superados.

Claramente lo que ocurrió…lo que está ocurriendo con El Diario de Agustín nos demuestra que los periodistas –los que formamos a los periodistas– y los ciudadanos con espíritu libertario no podemos bajar la guardia.

Este tema se origina antes de la censura de que fuimos objeto….Es pertinente señalar y clarificar que El Diario de Agustín sí se exhibió en el Museo de la Memoria. Lo que fue censurado por su director, Ricardo Brodsky, fue el panel cuyo titulo era “¿Por qué no se exhibe El Diario de Agustín en la televisión chilena?” Y eso, digamos –como se lo señalaron al productor y periodista Fernando Villagrán, y a Ignacio Agüero– básicamente se debió a que no le agradó…o temió, más bien, temió el director del Museo de la Memoria y los Derechos Humanos –el lugar donde se resguarda la memoria y donde está la memoria de muchos de nuestros amigos/as, compañeros/as que dieron su vida por defender esa libertad de expresión y su derecho al disenso–, pareciera ser que Ricardo Brodsky tuvo miedo y, de hecho, lo expresó (está en la denuncia que yo formulé; no filtré por poner una denuncia formal). Él expresó su temor a que tanto Vidal como yo pudiéramos atacar a TVN, o a su amigo Mauro Valdés. Ricardo no quería, entonces, que se usara la tribuna del Museo de la Memoria para un hecho como ese. Ante lo cual, Ricardo, le pedía un cambio de panelista a Ignacio Agüero, e Ignacio señaló que no iba a hacer ese panel porque no aceptaba ese cambio de panelista porque, justamente, le parecía que era un debate que había que hacer.

Es decir, hoy día estamos debatiendo –justo faltan dos personas, claro: Giorgio y el exministro Vidal– lo que deberíamos haber debatido ese día cuando se exhibió El Diario de Agustín en el Museo de la Memoria, y es, porqué la televisión chilena no emite El Diario de Agustín.

En antecedentes a esto y por eso no filtré, en tanto soy la actual coordinadora del programa Libertad de Expresión del ICEI (cuando se filmó El Diario de Agustín yo era directora del ICEI y, entonces, Ignacio y Fernando hablaron conmigo para este proyecto. Y eso se lo entregamos al programa Libertad de Expresión, de ahí el grupo de tesistas investigaron sobre estos hechos que en definitiva le dan sustento a este registro documental que estamos viendo). Qué ocurre, porque estamos en antecedente además y preocupados por El Diario de Agustín, porque sabíamos que TVN la había comprado hace más de 3 años; que los derechos exhibición caducaban en mayo de 2013 y a enero de 2013 no estaba programada la exhibición en la pantalla de TVN. Y eso, nos tenia inquietos tanto, por supuesto, a Ignacio Agüero y a Fernando Villagrán como a nosotros desde el programa Libertad de Expresión, asumiendo que tal vez tendríamos que hacer gestiones, presiones, para que pudiera se exhibido. No era posible que se repitiera lo que había ocurrido en la Dictadura, y es que, por ejemplo, TVN, la televisión pública –en ese momento no era tan pública–, había comprado los derechos de la serie Holocausto para guardarla; la serie que narra los horrores del nazismo, para que ninguna otra….para que no fuera exhibida. Entonces, pensábamos –los malpensados– que tal vez había sido comprada para no ser exhibida. Y claro, no queríamos tener la razón ante una cosa así. Pero, efectivamente, ocurre que, ante la presión que se empieza a dar, las llamadas telefónicas no respondidas –y eso se los contará Fernando más de primera mano– y ante una declaración de Fernando Villagrán al diario The Clinic diciendo que al parecer el directorio de TVN le tenía miedo a Agustín Edwards, se recibe una carta –que me la hace llegar Ignacio Agüero– donde el director ejecutivo de TVN Mauro Valdés le señala que visto este insulto, o esta falta de respeto y oído el directorio, se ha decidido caducar el contrato y no exhibir El Diario de Agustín. Esto a tres meses que finalizara el contrato.

Bueno, ésto es lo que precede a lo que ocurre en el Museo de la Memoria. Por eso, tal vez, la preocupación de su director, Ricardo Brodsky, de que nosotros, justamente, habláramos de esto, de que emplazáramos a TVN, de que dijéramos: no es posible que la televisión pública compre un documental y no lo exhiba; no es posible que los miembros del directorio de la televisión pública que supuestamente representan a sectores de izquierda, o pseudo-izquierda, o progresistas, guarden silencio cómplices frente a esto; no es posible que a estas alturas todavía se les diga a los chilenos que es lo que se puede ver y que es lo que no se puede ver en la pantalla chica; que no es posible que a 40 años del golpe el debate sobre nuestra memoria, sobre el rol, en este caso concreto, de la prensa en la época de la dictadura –particularmente de El Mercurio– se siga callando. Nos parecía que eran temas interesantes de debatir, de plantear, de conversar. Pero no todos pensaron eso. Entonces, de ahí esta censura a parte de los miembros del panel. Y de ahí, luego, esta situación de denuncia. A mi me parecía que correspondía que la opinión pública supiera de esta situación. Yo soy parte de un equipo que forma periodistas, y en ese sentido el silencio frente a la censura es justamente lo contrario a lo que nosotros predicamos en las aulas de la Universidad de Chile. No podía darle un mal ejemplo a mis estudiantes. Y, por supuesto, se publicó esto que me parece que es un derecho y un deber.

Y, bueno, la pregunta es Por qué TVN no exhibe El Diario de Agustín en sus pantallas. ¿Está claro, o no está claro? Porque, no porque la Derecha tiene unos tentáculos tan grandes –creo yo– que le tape la boca a la ciudadanía. Es porque, tal vez, nuestros representantes quienes son nuestros aliados políticos –en algunos sentidos– o que se supone que piensan mas o menos como nosotros, cuando se instalan en ciertos cargos se transforman en unos burócratas, que cuidan sus pegas, cuidan sus relaciones, cuidan sus redes y no quieren molestar al poder. Pelearse con El Mercurio, molestar a El Mercurio, puede tener consecuencias: se cae en listas negras, eso lo sabemos mucho. En fin: no existen. Da lo mismo. Pero para otras personas pareciera ser que sí es muy sensible no aparecer en la Vida Social de El Mercurio, o no existir para el diario El Mercurio. Yo, personalmente, no creo que Agustín Edwards esté preocupado de perseguir a la gente para que exhiban o no la película. Yo creo que nuestros burócratas –de las elites– hacen la pega que nadie les está pidiendo, un trabajo sucio que nadie les está pidiendo. Y eso me parece que es lamentable. Eso habla de un déficit de democracia. Creo que habla de un déficit de espíritu libertario. Creo que habla de una ausencia de evaluación de lo que es la libertad de expresión, de lo que es el debate ciudadano, y habla, en definitiva, de la pobreza de nuestra democracia. Creo que si hay una tarea pendiente frente a esto, es, justamente, el densificar el diálogo, el debate. No temerle al debate ciudadano, no temerle a los poderes. Y creo que, en ese sentido, las movilizaciones del año pasado –tanto de los estudiantes como de otros movimientos sociales– nos dan una minuta de que, efectivamente, la gente está mucho más abierta de lo que nuestras elites o quienes nos representan –esos burócratas– pretenden. Creo que, en ese sentido, no podemos guardar silencio y tenemos que decir las cosas como son. Yo, creo que en una primera intervención lo dejo hasta aquí. Creo que es importante escuchar a Fernando y creo que es importante que cada uno de ustedes se indigne de que la televisión pública no exhiba un documental que ha sido premiado internacionalmente, y que fue comprado, y que, por razones que ya estamos conversando, sencillamente no se presente. Gracias. [Aplausos]

Fernando Villagrán:  Gracias. Primero, los agradecimientos al Colegio, al círculo de periodistas, a las personas que mencionó Faride que participaron de alguna u otra manera en el proyecto. La película se realizó entre el 2005 y el 2008.

La verdad es que es muy ingrato –más  allá de los agradecimientos– llegar a esta circunstancias. De tener que llegar a hacer un debate que no se pudo hacer en el Museo de la Memoria. Yo no me quiero detener en escudriñar los vínculos, las razones que llevaron al museo –que organizó además la exhibición y el panel– a suspenderlo a última hora, sino mas bien centrarme –lo me parece una paradoja muy patética– en que esto que estamos experimentando, una polémica los últimos días, es una buena fotografía de uno de los grandes déficit de esta renacida democracia de las últimas décadas. En definitiva, el por qué no se exhibe El Diario de Agustín en la televisión chilena –y no fue un exabrupto lo que yo dije– es porque le tienen miedo a Agustín Edwards.

Pero hay una pregunta que, evidentemente, tienen que responder otros, quienes inciden en las políticas publicas, quienes han incidido en un modelo de televisión pública que, a mi juicio, ha llevado a no cumplir el rol de tal; y esta fotografía de esa precariedad –de la situación de los medios de comunicación y del pluralismo en nuestro país– de alguna manera oscurece las expectativas, incluso, de lo que planteaba en su introducción Marcelo. Creo que, como en otros ámbitos, el esfuerzo y la orientación que se requiere en este país para cambiar este orden de cosas es, necesariamente, mayor que el que hemos conocido, y que pondrá a prueba a los distintos sectores democráticos y las organizaciones sociales en los últimos tiempos. Yo no quiero –y por eso hicimos nosotros el documental El Diario de Agustín, asumiendo las repercusiones, el impacto que pudiera tener–, no queremos resignarnos a una cierta fatalidad de que este país va  a seguir siendo mandado por dos grandes cadenas de medios…. y aunque se leen cada vez menos, y aunque, aparentemente, tienen menos incidencia en la formación de la opinión publica –por toda una situación de contexto que no viene al caso analizar– continúan teniendo una cadena de poder que llega hasta donde llegó en este caso. La verdad: sorprendente, ingrato y lamentable.

Pero yo quiero quedarme con la expectativa de que ese impacto que provoca este documental, que recién vimos. Lo que ha provocado en las miles de personas que lo han visto –ya sea a través de los dvd, en cines y en la itinerancia que ha hecho por todo el país mostrando la película a organizaciones estudiantiles, culturales, poblacionales– tiene que llegar, efectivamente, a esa masa televidente que justificaba el interés y el empeño nuestro porque Televisión Nacional cumpliera su contrato.

Yo creo que, más que más que contarles entretelones, seria interesante darnos un espacio para escucharlos a ustedes: las preguntas. Quiero contar, resumidamente, que nos costó mucho que Televisión Nacional comprara el documental; nos costó mucho durante el gobierno anterior, con las autoridades anteriores. Tengo que decir que el principal escollo que hubo entonces fue Daniel Fernández, el director ejecutivo de Televisión Nacional [pifias del público]. La conducta del señor Mauro Valdés no es tan distinta ni tan sorprendente. Pero, también tengo decir que esperábamos una actitud distinta de algunos miembros del directorio porque, como suelen ser las cosas, esa cierta hipocresía nacional con que funciona cualquier político: en las conversaciones privadas algunos de los directores siempre me habían manifestados que iban a dar la pelea y que se iba a dar de todas maneras. Sin embargo en este último tiempo han guardado silencio, no se han hecho cargo ni han desmentido la aseveración del señor Valdés de que aquella declaración mía sobre el temor que tenia el directorio a Agustín Edwards era un agravio y una presión insoportable.

Si dijimos eso fue porque vivimos una larga experiencia de tramitación, de burlas. Nosotros nos un dimos tiempo, solo a mediados del año 2012 comenzamos  preguntar a Televisión Nacional cuándo se exhibía, porque se iba a terminar el contrato que los obligaba a exhibirla tres veces. Fueron tantos los llamados a Mauro Valdés que él nunca contestó, que provocó que una ejecutiva de programación llamara a Ignacio Agüero para decirle que estaba resuelto lo de la exhibición, que se iba a exhibir el 23 de diciembre del 2012, a las 24 horas [risas]. Nos provocó la misma sonrisa el horario. Pero después de un momento de  reflexión, dijimos “bueno, hay que aprovechar el momento. Y seremos nosotros a través de las redes sociales los que ayudaremos a que la película se vea. Pero antes confirmemos que sea así”. Y, efectivamente, en la confirmaron se nos dijo que no iba a ser así, que se iba a exhibir en un ciclo que se iniciaba a comienzos del 2013. Posteriormente, en una conferencia de prensa de los ejecutivos de Televisión Nacional para dar a conocer la programación de su parrilla, se anunció que había un ciclo de realizadores chilenos de 12 documentales y, obviamente, El Diario de Agustín, no estaba.

Cuando haciendo abuso y abuso de la paciencia volvimos a llamar para preguntar por qué no estaba, la respuesta fue que iban a buscar “una mejor fecha”. Pero cualquier fecha era posterior al cumplimiento del contrato y, en ese contexto, fue que yo dije que el directorio de Televisión Nacional le tenía miedo a Agustín Edwards.

Pero yo quiero imaginar que, volviendo a lo anterior, ese impacto que provoca esta historia, audiovisualmente –muchas de esas historias que se relatan en El Diario de Agustín se han escrito, están en libros, están en otros documentos, pero otra cosa es un trabajo audiovisual–, yo quiero pensar que ese impacto que provoca y el debate que abre sobre nuestra historia, sobre un personaje como Agustín Edwards, sigue siendo tan importante después de más medio siglo de intervenciones en la vida nacional, llegue a suceder.

Y nosotros, por lo menos, y agradecemos la solidaridad de todos: del Colegio, del Círculo, de todos los que están acá, sabemos que muchas más gente que estos días a través de las redes sociales lo ha hecho muy evidente. Vamos a insistir, probablemente no será Televisión Nacional pero a vamos a dar la pelea porque este trabajo sea visto por el público y que provoque el debate que está pendiente. Muchas gracias. [Aplausos].

Marcelo Castillo: Antes de cederle la palabra a ustedes quisiera, muy brevemente, leerles los párrafos de una carta que nos envío María Olivia Mönckeberg, directora del Instituto de la Comunicación e Imagen de la Universidad de Chile, y Premio Nacional de Periodismo 2009. La situación general ha sido descrita tanto por Faride como por Fernando, así que no voy a repetir ese parte. La parte final de la carta, de María Olivia, dice:

Como ustedes bien saben, la libertad de expresión es un derecho básico en una sociedad, y son demasiadas las trabas que experimenta en nuestro país para aceptar que desde entidades que deben defenderla sea restringida. Estoy convencida que este derecho humano fundamental debe primar sobre otras consideraciones como pueden ser las de índole político, ideológico o económico, si queremos profundizar nuestra democracia. Por todo eso es que en el ICEI nos ha parecido especialmente sensible que esta discusión se dé con el director de una entidad como el Museo de la Memoria por todo lo que significa esta institución, con la que podríamos tener muchos puntos en común para defender esos valores.

Para terminar, solo les manifiesto que no veo en este episodio responsabilidad alguna de la universidad ni de nuestros académicos.

Saluda atentamente,

María Olivia Mönckeberg.-

Faride Zerán: Yo quisiera agregar que esa declaración de María Olivia tiene su origen en una declaración que encabezó ella –como directora del ICEI– con el Consejo del ICEI en solidaridad por el tema de la censura con dos académicos –Ignacio Agüero, también es académico del ICEI, y yo–; y esto motivó una respuesta con párrafos mas o menos groseros de Brodsky hacia ella. Y eso motiva, nuevamente, esta respuesta que está leyendo Marcelo Castillo. Además, hay que señalar, también, que hubo una manifestación escrita pública de la Asociación de Documentalistas de Chile por este tema. Y, de alguna forma –como dice Fernando Villagrán– ha habido una manifestación de la gente a través de las redes sociales.

Ahora, antes que comiencen las preguntas, yo solo quiero señalar que creo hay que dar al pelea para que la televisión pública exhiba El Diario de Agustín. Hay que emplazar a los miembros del directorio de TVN –que se dicen representan a sectores que no están en la derecha– a que se pronuncien sobre si están de acuerdo o no con la sanción, con la medida de vetar El Diario de Agustín. O sea, saquémonos las máscaras. Ayudemos a que se saquen las máscaras. No podemos seguir haciéndonos los locos. Creo que esto es muy grave. Evidentemente aquí hace falta una nueva ley de televisión pública. Hace falta ampliar el concepto de diversidad  y pluralismo. Hace falta muchas cosas. Lo que no podemos hacer es pasar de largo un acto flagrante de censura de la televisión pública y que aquí habla de un director de un Museo de la Memoria donde, justamente, su deber es salvaguardar la libertad de expresión, por la cual han muerto muchos que hoy están en ese espacio. Gracias. [Aplausos].

Marcelo Castillo: No les voy a pedir que solo hagan preguntas también pueden hacer aportes, pero si lo que les pido es que apelamos a donde estamos, en un espacio de los periodistas, y tengamos poder de síntesis.

Persona #1 [varón]: Que TVN censuró es evidente. Pero creo que es bastante más grave que eso. Los ejecutivos de TVN son cómplices de miserables civiles que participaron en el golpe militar. Yo creo que eso tiene que ser subrayado. Faride pidió que nos indignáramos. Esta la tercera vez que veo el documental y, la verdad, es que no tengo indignación, tengo furia por lo que veo. Muy rápido Plan Z justificó torturas y asesinatos: no hay uno individuo condenado. Agustín Edwards es un traidor a la patria. El día 5 de septiembre de 1970 se va a Estados Unidos y, gracias a su amigo, el presidente mundial de la Pepsicola –que después le va dar empleo durante todo su autoexilio– se determina el golpe de estado, antes que Allende fuera ratificado por la Corte Suprema.

Mi pregunta es la siguiente, considerando que todos los civiles que ahí aparecen están en la impunidad absoluta, además del miedo obvio al dueño de El Mercurio ¿No habrá miedo también a todos aquellos progresistas, demócratas, etc., etc., que aparecen de una manera que da simplemente –a mi– repugnancia, abrazados con Agustín Edwards, en las páginas de eventos sociales? Gracias.

Marcelo Castillo: Vamos a acumular varias preguntas….

Persona #2 [varón]: ¿Podría hacer una propuesta? De que la gente que hablara diera su nombre…

Persona #3 [dama]: Mi pregunta es, apelando a la memoria….

Marcelo Castillo: ¡Perdón!, había una petición….pa’ que todos nos conociéramoh….

Persona #3 [dama]: Ah, perdón. Soy [¿….Bruneman?] de la USACH. Quería, un poco, apelar a la memoria. Los hechos históricos no acontecen de forma espontánea, todo tiene un origen que va más allá de lo que vemos, de lo visible. Tenemos la declaración de Arturo Fontaine que reconoce que para ellos burgueses un comunista es lo mismo que un socialista y que un pekinés. Entonces, desde ese punto de vista ¿creen ustedes realmente que don Agustín Edwards fue a EEUU el 5 de septiembre porque a él se le ocurrió, y decirle a su amigo de la Pepsicola: oye ayúdenme para derrotar al gobierno que acaba de aparecer?

Tenemos que pensar que desde 1958 nuestro ejercito viajó en forma creciente a EEUU a prepararse para no sabemos qué. En forma consistente cada vez viajaron más militares. Y hubo preparación especial para eventos especiales, y después se puede ver en la preparación que tuvieron para poder dar el golpe que se dio, de Estado. Entonces, esa es mi pregunta ¿crees ustedes que tenía el poder Agustín Edwards para llegar a EEUU y decir “ayúdenme”? ¿No fue al contrario? Que estaba preparado desde antes por EEUU para intervenir en Sudamérica, como pasó después en Argentina, o había pasado en Brazil; la preparación fue simultánea, en toda Sudamérica en un periodo, más o menos amplio….

Persona #4: Yo soy Jaime Gazmuri, actualmente estoy dedicado a actividades académicas, en la Universidad San Martín de Buenos Aires, en la Universidad de Talca sede Santiago. Solamente quisiera decir lo siguiente: he venido a compartir –no solamente una vez más, ya es cuarta vez que veo el documental– lo que ha expresado Faride, es verdad, es muy indignante que Televisión Nacional no haya dado el documental, y es también muy indignante que haya suspendido el debate el director del Museo de la Memoria. Y lo otro que quisiera decir es que, sin perjuicio de que esto abra un debate muy amplio, yo creo que en general los chilenos, convengamos, creo deberíamos aprovechar además para este año –que va a ser un año electoral, donde debería haber un debate muy amplio– el tema de la libertad de expresión y el duopolio de la prensa, que es un tema muy severo.

Yo solamente quisiera apuntar a que este debate debe generar un nuevo puente: la gravedad y la lucha que hay dar en torno al tema específico. Porque Televisión Nacional tiene la obligación de darlo. No tiene ninguna razón para no darlo. A pesar de que deberíamos tener un estatuto de la televisión pública mucho mejor que la que hoy día tenemos. Pero la que tenemos los obliga a dar. La ley los obliga. Este es un documental que está premiado. Aquí no hay ninguna razón de calidad, ni de público, no hay ninguna razón “técnica”….aquí hay una pura razón de presión política. Y como dijo Fernando, tenemos gente que debía representarnos y no lo ha hecho. Tenemos que exigirles, por eso fueron nombrados. Entonces lo que yo digo, hay que acompañar este proceso. Aquí la denuncia es fundamental. Nosotros deberías ponernos el objetivo de que, finalmente, se ponga en la programación del canal. Yo creo que sería también un incentivo.

Persona #5 [dama]: MauraYo he escuchado hablar de televisión pública. Quisiera que me expliquen por qué hablan de televisión publica en un país donde la televisión publica se terminó en 1980…si es que, debe haber sido un poco antes. En Chile no existe nada publico, ni la Universidad de Chile, todo es con fines de lucro y no existe ningún organismo de comunicación pública. Bueno, ahora creo que es una falacia hablar de algo público en ese sentido.

Se habla del poder de El Mercurio y se dijo que todo el mundo quería estar en la páginas de Vida Social. Efectivamente, se terminaron diarios como La Época, el Punto Final, revistas y todo ¿Por qué? …. [Murmullo en la sala]…..¿Ah? Todavía existe [Punto Final] … Bueno. Por que todos los personeros de izquierda, incluidos los del partido socialistas, etc., etc., lo único que quieren es aparecer en las páginas de Vida Social. También ese es un tema muy importante.

Persona #6: Mi nombre es Sergio Cárcamo, soy periodista de El Mostrador –pero hablo a título personal–. Yo creo que, finalmente, el documental –es segunda vez que lo veo– es una excusa para hablar de los medios. Yo no creo que el tema de fondo y relevante sea que se dé en TVN, yo creo que es necesario, pero no es lo de fondo. Lo de fondo es que la Concertación –por la que yo vote un par de veces, y la última vez ya no vote– no vuelva a presentarse indignada ante lo que ocurrió en TVN. Yo creo que eso no es aceptable, una actitud así. Y ese es el tema de fondo, me parece a mí, los últimos veinte años, desde que volvimos a la “democracia” –así entre comillas– la Concertación nunca tuvo la vocación de desarrollar medios públicos, medios de comunicación diversos, incentivarlos. Nunca han sido regulados los medios en Chile; cuál es la situación de propiedad que existe en los medios, los conflictos de interés son violentos; y nuestros parlamentarios que nos ha dado este país –al menos de la Concertación, que es donde que uno esperaría que tuvieran una visión distinta– nunca hicieron nada por hacer cambios de este tipo, ¡nada!…¿no? Nada relevante. Entonces hoy día indignarse por lo que pasó en TVN me parece, al menos, patudo. A mí lo que me interesa estando ustedes dos al frente –dos personas relevantes– es qué hacemos para delante. Es decir, lo que pasó con El Mercurio es una cuestión más obscena ¿no?, lo que muestra El Diario de Agustín. Pero eso hoy día se sigue repitiendo, todos los días, a cada rato. Lo que pasa es que como los medios son los mismos que definen que es lo que se publica, o que es lo que es verdad y lo que no, no podemos discutir cosas como estas. Ésto no va  salir en ninguna parte. No va a salir en la televisión esta discusión. Entonces, qué es lo que se hace hacia delante. Porque la Concertación no va cambiar esto –alguien lo dijo–, están muy bien en sus puestos. Entonces qué hacemos para que lo que ocurrió en dictadura no siga ocurriendo; hoy menos duro que antes pero que no siga ocurriendo. Cómo hacemos ese cambio.

Marcelo Castillo: Allá atrás hay dos palabras y una tercera allá. Ahí estaríamos cerrando el debate….[Alguien pifia]….Podemos seguir conversando informalmente luego, por supuesto.

Persona #7: Buenas noches, soy Carlos González. Yo creo que  –tomando las palabras de Faride Zerán y también del realizador– hay burócratas, hay un directorio de Televisión Nacional, hay gente, algunos tipos que fueron nombrados ahí por los gobiernos de la Concertación –me imagino–….Cómo se explica que esa gente no le dé cuenta a nadie, y se pasen por….no sé…..por sobre la cabeza una cuestión que es tan importante como ésta, de que los chilenos tengan la oportunidad de conocer la conducta traidora, golpista, todo lo que hizo este adoctrinamiento. Eso no es tolerable. O sea, qué sacamos con decir “me enojo, “me indigno”, “no se qué”, ¿qué vamos a hacer?. Yo quiero saber, sobre Televisión Nacional: cual es el presupuesto nacional que tiene, ¿es que lo financia el Estado chileno?  [No: dicen varios]. ¿No? Bueno. Entonces no es “televisión nacional”. Ahora, qué obligación contractual tiene Televisión Nacional para exhibir algo que compró y que, finalmente, decidió una cuestión que nadie sabe, entre gallos y media noche.

Y la otra cuestión que también me preocupa: la actitud del director de ese Museo de la Memoria que es un museo para la risa. Yo que estuve en Chacabuco un año preso, y fui torturado en el Estadio Nacional, varias veces he llamado a ese Museo para preguntar por qué no hay información precisa sobre esos hechos tan dramáticos que se vivieron en el país. Se habla así en general, dos palabritas, por aquí por allá, y que no se hable. Eso es lo que me indigna en un país con una clase política claudicante. Y es cuestión de ver algunas fotos que se vieron ahí [en el documental] del señor Lagos tomando tesito, seguramente algún traguito, con Edwards, para el Centenario. En fin. Gracias.

Persona #8: Hola, buenas noches, soy del Centro de Investigaciones y Promoción de los Derechos Humanos de Temuco. La verdad es que sin minimizar el incidente grave que ha sucedido con el Museo de la Memoria, yo creo que lo que hemos hecho es, simplemente, develar un poquitito esa oscuridad que no nos permite ver el país real en el que estamos viviendo. Este no es un país donde haya una democracia que permita la expresión de todo este tipo de ideas. Yo creo que aquí está la constatación de que no estamos en un país democrático. Nosotros tenemos que ver la forma que esto –estos encuentros, esta reunión– permita avanzar en cómo vamos resolviendo esta situación, por que esto es cotidiano, es a diario. No sacamos nada con llorar sobre la leche derramada y decir que la Concertación ahogó a los medios de comunicación, porque esa es una realidad concreta. El gobierno belga iba a hacer un aporte para la mantención de la revista Análisis y el gobierno [chileno] en una nota de protesta le señaló a ese gobierno belga que si hacia ese aporte se iba presentar una acusación por injerencia en asuntos internos. Entonces, nosotros estamos a veintitantos años del termino de la dictadura constatando esto, pero el problema es que nos vamos a entrampar entre nosotros. O sea, tenemos clara la problemática pero necesitamos la solucionática [sic]. Y por lo tanto, yo creo que uno de los llamados que debemos hacernos es a cambiar la institucionalidad que nos rige. Ese es el meollo del asunto. Aquí estamos haciendo una catarsis con nuestras opiniones, y discúlpenme si soy medio brutal. Pero, tenemos que ponernos en movimiento para recuperar la democracia, para tener una constitución democrática que impida estos abusos y este tipo de cosas.

Nosotros aquí estamos develando una pequeña parte. Podemos estar de acuerdo o en descuerdo, que tiene mas o menos poder Agustín Edwards, que influye o no influye. El problema es que las instituciones funcionan de manera tal que los poderes fácticos –los que mandan realmente en el país– cortan el queque cotidianamente.

Yo, derechamente, hago un llamado a que tenemos que podernos en movimiento como ciudadanos y exigir una nueva constitución, y de eso se trata, vía asamblea constituyente. Gracias. [Aplausos].

Persona #9: Hola, soy Ernesto, soy trabajador del teatro, y he venido acá, precisamente, enterado por el debate que se levantó a través de esta develación, denuncia, también, a través de las redes sociales. Vengo como un ciudadano preocupado por las restricciones a la libertad de expresión ¿no? A mí me preocupa por sobre todas las cosas, un tema que propone Faride, que tiene que ver con la posición que están estos burócratas en estas instituciones públicas como Televisión Nacional o el Museo de Memoria y los Derechos Humanos; estas elites, finalmente –estoy de acuerdo– están cuidando su trabajo y que, efectivamente, reaccionan ante el quedar bien; este miedo a ciertos poderes fácticos que andan rondando todavía por esta sociedad tan educada, y todavía con esas secuelas del miedo.

Creo que este acto también me parece muy simbólico en relación a este tema; que esté el logo del Colegio de Periodistas ahí en el escenario; que esté el Circulo de Periodistas de Santiago con 105 años me parece un momento como para poder reflexionar, también, en el poder que ustedes tienen como periodistas ¿no? Mucho se habla de que son los periodistas los encargados, de alguna manera, de comunicar a la sociedad, de organizar, administrar, siempre a través de la verdad ojalá –no todos son así, lo sabemos–. Lamentablemente muchos de sus colegas también trabajan en El Mercurio o en La Segunda y tienen que agachar el moño, sabiendo lo que significa ese medio de comunicación, porque necesitan trabajar. Ahora, el poder que tiene la representatividad del Colegio de Periodistas creo que debiera utilizarse, y pienso que la ciudadanía estaría muy a favor de ustedes. Ustedes y este panel acaba de recibir una censura de manera oficial, de parte del señor Ricardo Brodsky como director del Museo de la Memoria. Es una censura. Ese acto debe denunciarse a nivel nacional. Y, por lo demás, en una institución pública a la que él representa debería renunciar. Uno debería pedir la renuncia a ese hombre. No podemos permitir que estas personas sigan en estos cargos de poder, porque no nos están representando. Y, quizá, el día de mañana vengan otras personas que también utilicen esos cargos de poder y, lamentablemente se ensucien con este poder y vuelvan a corromperse. Eso no los sabemos, pero no podemos permitir eso. El acto de censura al documental, vía Mauro Valdés, en TVN, pucha, eso es, efectivamente, un tema mucha mas delicado porque no está directamente esa censura hacia este panel. Lo que creo, es que los periodistas deberían emplazarse [sic] de una manera nacional…eso, como comentario.

Marcelo Castillo: Gracias. Hay dos palabras que estaban pedidas desde antes, acá…y van a ser las últimas. La verdad es que íbamos a terminar ahí. Vamos a dar esas dos palabras que faltan: a la niña de azul que está acá, y después al señor de barba que está adelante. Después seguimos el debate aquí adelante; ahí lo vamos a cerrar ….Ya lo alargamos.

Persona #10 (dama): ¿Y a los de la Patagonia, no nos van a escuchar? ¿No nos van a escuchar?

Marcelo Castillo: Sí….Hemos escuchado a todo el mundo. La verdad es que hace rato que ofrecimos la palabra. Podemos seguir conversando después, pero yo creo que ahora hay que darle la posibilidad a los panelistas que puedan comentar y responder las preguntas, entonces por eso….

Faride Zerán: No a la licitación de la casa del Museo de la Memoria en Punta Arenas; estoy de acuerdo.

Persona #10 (dama): Nosotros venimos de “Patagonia sin Represas”…de Aysén. Pero también estoy de acuerdo con eso.

Persona #11: Bueno, yo voy a ser muy breve: mi nombre es Paola, soy profesora de castellano, trabajo bastante con el tema de lo que son los medios. Suscribo mucho a la opinión del periodista de El Mostrador. Creo que también es muy significativo, más que el hecho grave que no se dé ese documental –que es tercera vez que lo veo, o dos y media, porque llegué tarde– creo que es muy significativo de lo que se quiere no mostrar, de lo que se quiere ocultar: una connivencia, una incestuosa relación entre los poderes. La Concertación que negoció sus poderes, cuando en el año 1989 hizo una tránsfuga segunda consulta ciudadana –que nadie entendió mucho–, y en donde se negociaron una serie de cosas que no existían y se llegó al sistema pseudo-democrático que tenemos ahora.

También quiero suscribir a lo que dijo una persona allá atrás, sobre el tema la asamblea constituyente. Yo creo que la libertad de expresión y creo que eso ha sido nuestro problema, en general; las luchas gremiales o las luchas pequeñas puntuales de ciertas temáticas son súper importantes, pero, nosotros tenemos que ser capaces de comprender que nuestra problema no es una lucha pequeña ni por la educación gratuita, ni por la salud gratuita, ni por la libertad de expresión. Hay una institucionalidad que hace que todos esos problemas surjan. Y cuando seamos capaces, como comunidad, de entenderlos probablemente vamos a poder pedir lo que tenemos que exigir; que es un nuevo ordenamiento jurídico, una nueva constitución, una nueva manera de entender la relación social.

Y, para terminar, tengo dos preguntas para ustedes, súper sencillas: quiero saber si no han pensado en una acción legal, por último pa’ meter bulla; quiero saber si al Colegio de Periodistas no le parece que se puede hacer este panel y también hacer una declaración pública. No creo que sea excluyente, tal vez sean complementarias las acciones. Eso.

Persona #12: Bueno, voy a decir lo mismo de otras personas, pero cortito: mi nombre es Adolfo Silva, estudié en la Universidad Técnica –mucho tiempo atrás–, y yo considero esto bien educativo. Realmente vine acá y he sido educado, de muchas cosas que no sabia. Pero hay cosas que me preocupan. Estamos muy preocupados del prestigio de El Mercurio y de cosas pasadas, y estamos hablando del 89 y qué sé yo. Yo estoy muy de acuerdo con él caballero que está aquí al lado, en que si seguimos por los caminos habituales que estamos siguiendo, me parece un absurdo. Estamos en el 2013 y no hemos aprendido nada de los movimientos sociales. Yo digo, si la película no la quieren dar en algún lado, la verdad es que me importa un comino. Lo importante es que la divulguemos a hartas personas, al máximo número de personas; busquemos el camino de que todo el mundo sepa. No tenemos por que esperar a los medios de comunicación habituales. Seria bueno tenerlos, yo no estoy totalmente en desacuerdo con ello. Pero qué pasa con divulgar esto en un dividí, venderlo y mandarlo a un montón de personas.

Lo único que quiero decir es que estamos en el 2013 y no apliquemos los mismos criterios que hemos usado durante toda la historia de Chile. Los movimientos sociales nos han demostrados a nosotros: los estudiantes por un momento, los movimientos sociales de Aysén y otras cosas, nos han demostrado de que se pueden hacer grandes cosas sin aplicar las estructuras habituales que tenemos. Gracias.

Marcelo Castillo: Gracias. Le voy a dar la palabra, ahora, a Faride y después a Fernando para que respondan las preguntas.

Faride Zerán: Bueno, yo agradezco la presencia de ustedes, el interés. Siento que efectivamente aquí, aparte de el testimonio de cada uno de ustedes en torno a un hecho de censura del Diario de a gusto, la televisión pública o el panel que debió efectuado hecho en el Museo de la Memoria, etc., hay preocupaciones ciudadanas que compartimos todos. Yo estoy de acuerdo con una asamblea constituyente, evidentemente una nueva constitución. Pero hay un tema de fondo que nos ha ido penando, que es lo que está aquí detrás, y que es el tema de la diversidad, de la pluralidad de los medios de comunicaciones en nuestro país; y de cómo ha ido desapareciendo la prensa independiente, finalmente, el duopolio se ha enseñorado absolutamente de la palabra escrita. Y, en las radios, también, digamos, la existencia de la constitución a nivel radiofónico y a todo nivel. Frente a eso, hay conciencia dentro a los periodistas. Héctor, estoy pensando en tu preocupación. Es una preocupación que compartimos desde que comenzó la transición hacia la democracia. Yo misma he fundado medios, como Rocinante y otros, en que al cabo de 7 u 8 años desaparecen, no porque no tengamos subsidios del Estado. Nadie está pidiendo que tengamos subsidios del Estado; a lo menos políticas públicas. Y ese es un tema que, efectivamente, la Concertación ha fallado y que la ciudadanía recién ahora empieza a asumir; de que el tema de la libertad de expresión, de la diversidad y la pluralidad de los medios de comunicación y de la concentración de los medios, no solamente son temas de los periodistas sino de todos los ciudadanos. Y la ciudadanía comienza a ver cuando reclama que sus reclamos no aparecen en ningún lado. Y ahí empieza a asumir que también es un tema propio. ¿Cómo resolver eso? Yo creo en las políticas públicas. Que las políticas públicas efectivamente le pongan coto a los monopolios. A la Cristina Kirchner la vituperaron por una ley de medios que, en definitiva, prohibía la concentración de distintos medios en manos privadas. Si uno era dueño de una cadena de diarios no podía tener, a la vez, radios, canales de televisión. O sea, me parece que efectivamente no llegar solo a la ley de monopolios, como se dio aquí. Sencillamente se decidió que la ley de monopolios resolviera el tema y no leyes especificas que evitaran las concentración en manos de, por ejemplo, en el caso concreto, la cadena de Copesa y El Mercurio.

Políticas públicas que efectivamente impidan esa concentración, que estimulen la aparición de medios independientes ¿y cómo? por ejemplo, a través del avisaje a las empresas del Estado. El avisaje a las empresas del Estado; miles de millones de pesos anualmente han ido a consolidar los monopolios que existen tanto en la prensa escrita como en los otros medios. Nosotros lo hemos vivido en carne propia. En ese minuto como estábamos bajo la presión de determinados sectores de la Concertación que no les gustaba que la revista [Rocinante] los criticara, entonces, ¿cómo se vengaban? No dándonos avisos.

Es decir, aquí hay un tema en que las políticas públicas tienen que existir, y para ello debe haber una ciudadanía consciente que hay que legislar para garantizar la diversidad, la pluralidad de los medios, y para, además, respaldar el surgimiento de nuevos medios; que es algo que no se ha logrado porque no ha sido un tema ni de la Concertación –que con el duopolio estaba feliz de la vida, en tanto apareciera en las páginas de los dos diarios–, ni, por supuesto, de la opinión pública que no lo veía como un problema propio. Es decir, hoy día se empieza a asumir el tema de la diversidad de los medios, de la libertad de expresión, como temas ciudadanos. Yo creo que en ese sentido, abogo por políticas públicas –más que por medios del Estado–.

Hemos visto como en nuestras narices desaparece La Nación, en circunstancias que perfectamente podría haberse transformado en un medio público. Yo creo en la existencia de medios públicos que garanticen –no como en TVN que es el cuoteo político– efectivamente la diversidad regional, étnica, cultural, del conjunto del país y no solamente el cuoteo de partidos políticos. Creo que es un tema pendiente, no lo vamos a abordar ahora, pero hay estudios, y tenemos que ponernos de acuerdo y, efectivamente, hacer algo. Y en ese sentido, desde las universidades….Maura [Persona #5], linda, la Universidad de Chile no lucra, no tiene plata del Estado, pero todavía no lucra. Tal vez si seguimos así vamos a tener que empezar a lucrar porque recibimos apenas un 20% de aporte estatal; tenemos que rascarnos con nuestras propias uñas.

Tenemos que efectivamente hacer este debate sobre medios públicos, para evitar de que siga ocurriendo esta verdadera dictadura de los grandes medios y del poder sobre la ciudadanía.

Yo diría que de lo que se ha dicho, comparto muchas opiniones. Creo que sí, pese a todo, hay que dar la pelea de que TVN exhiba el documental. Creo tenemos que no dejar pasar estas situaciones y, en ese sentido, el Colegio de Periodistas ha sido un gran aliado para nosotros; ha estado atento a poner en el tapete estos temas y a no guardar silencio ante las cosas que ocurren. [Aplausos].

Fernando Villagrán: Trataré de ser breve. Comparto lo que plantea Faride como mirada a un tema que, obviamente, transciende el episodio del documental. Quisiera decir también que en la historia de este documental Ignacio Agüero y yo hemos estado en unos 50 encuentros parecidos a este –a algunos con bastante más gente–, a lo largo de Chile, y en todos ellos, incluido algunos con estudiantes de enseñanza media hasta otros de colegas profesionales como los que están hoy acá, siempre ha surgido, a lo largo de los años, esa problemática más general. A esas demandas que surgen de la gente siempre hemos respondido que nosotros en cuanto realizadores –es una simple película– vamos a hacer lo esté en la medida de nuestras fuerzas para con este instrumento contribuir a esos objetivos más generales que tienen que ver con las banderas más centrales que se plantean para una perspectiva democrática –el resumen que hacia Faride–.

Pero creo que aquí debiéramos distinguir esos dos ámbitos. En muchas partes hemos terminado discutiendo la asamblea constituyente, y eso también es una fotografía de lo que sucede a nivel de las organizaciones sociales y las relaciones con el mundo político. Quiero decir que, tampoco exagero: es primera vez que veo a un dirigente político –el caso de Jaime Gazmuri– en una exhibición del documental. No fue un capricho que en el documental no apareciera opinando ningún dirigente político. En ese sentido –y para hablar sin filtro– creo que ese temor a El Mercurio es transversal en la llamada clase política chilena. Y en ese sentido esta pelea la hemos dado los realizadores, la Universidad de chile, la gente a través de una organización muy diversa y orgánica, el público que sí ha visto la película y ha comprado el dvd.  Evidentemente vamos a tratar de sacar, en la medida de nuestras fuerzas, una nueva tirada de copias. Pero no tenemos interlocución, ni interés ninguno…en ninguno de los episodios que ha vivido esta película con nadie del mundo político. Y no es una condición que hayamos puesto nosotros, es un dato de la realidad. Y como hay que hablar con los datos de la realidad y estamos en el caso concreto: yo puedo representarme a mi mismo –con suerte a Ignacio Agüero y la gente que trabajó en el documental–, creo que respecto a este episodio surgió una idea que es desafiar a que los directores de Televisión Nacional se hagan responsables de sus actos. No sé cual es la fórmula, nosotros ya lo hicimos. Puede ser que una acción del Colegio de Periodistas con algunas otras organizaciones tenga algún efecto distinto…mayor.

Y, creo, como lo he dicho en todos tipos de los debates en que hemos podido participar gracias a la exhibición del documental, que lo que toca este documental es una mirada desde el presente. Eso fue una cosa buscada por la película, por eso la participación de los jóvenes como interlocutores de los personajes de la historia. Desde el presente surgen todas estas problemáticas y todos estos desafíos pendientes que abruman. Pero como decía antes, creo que hay que echar a  andar la imaginación, las capacidades potenciales que cada uno tiene para que aquello que no ha ocurrido durante 25 años pueda empezar a ocurrir, para que esos temas se pongan en discusión.

Si se hiciera de encuesta, evidentemente la mayoría diría que aquí en Chile no hay diversidad de medios, no hay pluralismo, que los diarios no les gustan…obviamente esas encuestas no se hacen porque los dueños no están interesados en publicarlas. Pero hay que buscar caminos nuevos, ese sentido el lamento no ayuda, la indignación es un estímulo, pero el desafío es asumir tareas. Y ahí cada uno tiene su responsabilidad, y será cosa de cada organización, de cada persona, ser capaces de asumirlo. [Aplausos]

Marcelo Castillo: Bueno, primero que nada, le ofrezco disculpas a los que no alcanzaron a intervenir; ya habíamos cerrado, lo ampliamos un poquito. La verdad es que yo entiendo que todos tenemos muchas ganas de hablar. Y hemos tenido muchas oportunidades….Yo les cuento que es la primera vez, en los últimos dos o tres años, que a una actividad del Colegio de Periodistas viene tanta gente ¿ah? Cada uno tendrá sus reflexiones, no sé si es bueno o es malo. Yo diría que lamentablemente tendemos a escucharnos a nosotros mismos y hemos tenido poca capacidad de –a través de estas actividades– conocer gente distinta a nosotros.

Les voy a contar –esto no es un secreto, pero es algo que podría haber causado mas indignación todavía– que Agustín Edwards está colegiado [risas], y está con sus cuotas al día. Al revés: es uno de los pocos periodistas colegiados que paga sus cuotas [más risas]. Yo creo que esas cosas nos deben llamar a reflexión, porque yo pienso que, indudablemente, para cambiar la situación del país –especialmente la los medios de comunicación– se requiere unir muchas voluntades, se requiere construir una nueva mayoría. Y eso no es tarea fácil. Requiere de mucho trabajo.

Nosotros hemos sacado muchas declaraciones públicas sobre este tema y otros parecidos, y podemos sacarlas de nuevo. Lo que si queremos es hacer cuestiones que sea relativamente eficaces en función de los objetivos que nos planteamos, y eso requiere unir muchas voluntades de mucha gente que piensa muy-muy distinto. Estamos caminando en ese sentido, y yo les pido a todos ustedes que hagan ese esfuerzo. Ojalá la próxima vez traigan a alguien que piensa absolutamente distinto a ustedes a ver documentales como éste. Creo que vamos a dar ahí un paso gigante adelante. Muchas gracias, y les agradezco su presencia. [Aplausos].

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Artículos Colaboraciones Crítica

Crítica: «Rosita, La Favorita del Tercer Reich», de Pablo Berthelón

Por: Colectivo Miope / 22 de diciembre, 2012

De los 8 documentales en competencia nacional en In-Edit 2012 Rosita, «la favorita del Tercer Reich» parecia el más inusual, el más atípico, el más exótico incluso, por retrotraer justamente a una cantante oriunda de Viña del Mar que cosechó senda fama lejos de Chile, pero no en cualquier contexto, sino que en plena consolidación y caida del Nazismo. María Esther Aldunate del Campo fue hija de una cantante lírica y un diplomatico, posteriormente usaría el seudónimo con el que se le conoce -Rosita Serrano- en honor a una familia con la cual vivió 6 años en su infancia cuando su madre estaba constantemente en gira. A partir de los 17 años acompañará a su progenitora; Brazil, Portugal, España, Francia, fueron algunas de sus residencias, y a partir de 1936 lo fue la Alemania controlada con mano de hierro por el Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán, donde se estableció y consolidó.

Rosita se presenta en el reputado cabaret berlinés Wintergarten y participa principalmente en espectáculos de music hall, interpreta boleros, tonadas, y otros estilos, en general todo muy en la línea de lo que luego se denominaria Schlager, además explota su personalidad, su porte y su belleza grabando discos, participando en películas y –lo más controversial– presentándose en multiples eventos oficiales para jerarcas del régimen. En 1943 canta para refugiados judios en Suecia, lo que en definitiva la vuelve sospechosa de conspiración, es perseguida por las SS y debe abandonar el país. Su itinerancia por el mundo continua durante las siguientes décadas pero ni la popularidad ni el éxito anteriormente logrado volvería a repetirse. En 1997 bajo una precaria situación económica, olvidada, ignorada o desconocida por los medios y el Estado chileno, muere en Santiago, a los 83 años.

¿Cómo retomar con normalidad tu trabajo, como legitimarlo, si la mayor parte, “la mejor”, fue hecha prácticamente con, para y dentro de un sistema que se erigió en base a un nefando totalitarismo y se dedicó al exterminio sistemático de seres humanos?

El documental exuda con alguna ansiedad aquel atendible anhelo de reconocimiento póstumo que tanto abruma a los chilenos (a los inseguros al menos). Aquel sentimiento insular nunca satisfecho y siempre dispuesto a saltar de emoción ante la ovación masiva, cualquiera, pues lo importante es la cantidad y la pompa. En Alemania aun se venden los vinilos de Rosita Serrano y es una figura del recuerdo al parecer bastante querida, más allá de haber trabajado y construido su fama con el apoyo mediático de los Nazis. Luego, por haber ayudado y protegido a refugiados judíos, el Yad Vashem plantó un árbol en su nombre, lo cual no es poca cosa. Es decir, sumando y restando, internacionalmente su figura tiene un espacio justo dentro de la música popular (alemana) y también por sus acciones humanitarias. Sin embargo en Chile esto no tanto o no lo suficiente, a juicio del realizador, claro. Quien como sobrino-nieto de Rosita introduce y mantiene gran parte del constructo audiovisual a partir de los testimonios vivenciales de su madre, Isabel Aldunate (sobrina y principal apologeta de Rosita).

Entre la batería de rostros parlantes entrevistados desfilan, además, el cineasta Dietmar Buchmann -quien en 1988 hizo el documental ‘Die Chilenische Nachtigall’ (El Ruiseñor chileno, 45’)-, el coleccionista y estudioso Mario Silva, el investigador Juan Dzazopulos, la actriz Carmen Barros, y en reiteradas ocasiones, nuevamente, Isabel Aldunate, la más vigorosa hincha. La película se constituye explícitamente, entonces, como una reivindicación o revaloración de su figura, su versatilidad interpretativa y su dominio escénico a través de las voces reunidas que se complementan, además, con material de archivo de entrevistas a la mismísima Rosita (para la tv alemana, durante los ‘80). El largometraje se manufactura, por la elección del soporte y el modo (correcto y sobrio) de organización de los recursos, como una pieza de vocación masiva por su pulcritud y sencillez, aunque discutiblemente emotiva. Reconociéndose que la música fertiliza el ánimo a través de las emociones, parece poco probable sentir algo por alguien con el cual hayamos tenido pocos o ningún lazo afectivo vinculado a experiencias personales o sociales concretas (en Chile). El registro, por lo tanto, posee de esta manera un planteamiento concienzudamente testimonial, informativo y de alguna manera con ciertos ribetes patrimoniales.

Más allá de los testimonios, en general, unilaterales y más bien hechos por amigos y seguidores fieles, lo particularmente revelador es en retiradas ocasiones ver y oír a Rosita interpretando canciones en registros de la época. Esto pareciera fútil si consideramos que todo el dato histórico se puede leer, apreciar e incluso desarrollar mucho más en un libro investigativo mas no así lo performático, mucho más vinculante y esencialmente sensorial. A primera vista Rosita despliega una capacidad singular para mezclar estilos y géneros, para hacer juegos sonoros con su voz y la guitarra, como por ejemplo, el uso de los silbidos, las gesticulaciones histriónicas y el abuso de las erres que al parecer tanto gustaban a los alemanes. En otros fragmentos intercalados la vemos vestida con atuendos estereotipadamente tropicales, en medio de percusiones y escenografías afrocaribeñas. Esto que podría quedarse en lo meramente kitsch si no es por la versatilidad e hibridez calculada en un repertorio necesariamente requerido y diseñado milimétricamente, en definitiva, para apaciguar los ánimos de la población germana empujada a otra guerra, para acolchonar uno que otro discurso oficialista y, cómo no, para sazonar amablemente las noticias provenientes desde el frente.

Si bien Rosita Serrano grabó proporcionalmente menos en español que en otros idiomas, y sus temáticas cuando tenían algún imaginario de tufillo medianamente latino lo eran a la medida de los locales, el documental llega a plantear que el mismísimo Hitler le sugirió que cantara en alemán, y así lo hizo. Esto es factible, solo hay que recordar que el III Reich se caracterizó por hacer una “limpieza” racial y cultural dura contra todo lo que no fuera puramente alemán y eso necesariamente salpicaba a todos los extranjeros en mas de un sentido, apelando a la consabida arbitrariedad del dogma. La frase que supuestamente le dijo Goebbels al cineasta Fritz Lang en 1933 denota la lógica de turno para con todos: “Nosotros decidimos quien es ario y quien no”.

Para el Tercer Reich, la música, tanto la de primera línea (Wagner, Schübbert, etc) como cualquier otra, debia estar al servicio del poder y la política. La música era sinónimo de control y seducción social que debia otorgar dividendos productivos para los planes bélicos en desarrollo. El entretenimiento sin intención ni solidez cultural era inutil, y derechamente pervertido. Dentro de este rango, para el regimen, lo eran todas las “denegeradas” nuevas corrientes y estilos vanguardistas (el swing, el jazz u otros) provenientes principalmente de negros, judios y sujetos sin nacion, sin una cultura “sana”. Goebbels, tenia claro todo lo anterior y sus principios resumian a la perfección como se debian hacer las cosas a nivel comunicacional, lo que consideraba evidentemente prensa, gráfica, radio, cine, y música.

Principio de la vulgarización: Toda propaganda debe ser popular, adaptando su nivel al menos inteligente de los individuos a los que va dirigida. Cuanto más grande sea la masa a convencer, más pequeño ha de ser el esfuerzo mental a realizar. La capacidad receptiva de las masas es limitada y su comprensión escasa; además, tienen gran facilidad para olvidar.

Joseph Goebbels, Ministro de Propaganda del III Reich.

Hubiera sido fascinante saber que opinaban los Nazis respecto a Rosita Serrano, cómo la veian realmente, utilitariamente. Si bien al parecer le tenian cierto aprecio por su semblante, su talle y su eficacia hipnótica en escena, hay que recordar que en definitiva era una extranjera más, siempre al borde de la desconfianza. Se sabe que fue vigilada por los organismos de inteligencia partir de 1940, con todo lo que eso significa. Lo que va apuntando el documental es que ella no tenia mayor consciencia o interés en los asuntos ideológicos, y por lo tanto tampoco comulgaba necesariamente con los preceptos más duros del Reich a pesar de no tener apariencia de latinoamericana, ni mucho menos de chilena (media más de 1.75, tenia ojos color esmeralda, facciones finas y era considerablemente blanca). De alguna manera es posible acercarse a cierta noción de percepción distanciada al respecto, aunque no a través del documental. En una escena del largometraje de Wolfgang Petersen, El Submarino (Das Boot, 1981), el U 96 torpedea un barco inglés y la tripulación alemana recibe la orden de no tomar rehenes, éstos, entonces, se queman vivos o ahogan frente a los marinos que presencian impávidos la agonía. Horas mas tarde éstos juegan cartas y hacen planes para su próxima misión, súbitamente “La Paloma” de Rosita Serrano emerge desde un transmisor acompañando y por lo tanto apaciguando el agobiante asinamiento, las ansiedades y mitigando por algunos instantes los horrores cometidos.

Lo que podria en concreto sugerir el documental no es tanto el glorioso momento en la carrera de esta chilena como algo anécdotico y una curiosidad única y hasta simpatica de recordar en un contexto con el cual no tenemos mayor vinculación (pues si se trata de nacionales en el contexto de la II Guerra Mundial Chile tiene varios otros nombres que evocar, como Peter Hansen, santiaguino, ese sí un activo participe de las Waffen-SS). Es entonces el descenlace, el retorno, el volver y sobrevivir a duras penas en Chile lo problematico y lo que puntualiza la película como gran tema. Es decir, aquello que emerge en determinados escenas es el “olvido” o la ingratitud de un país para con una artista (nominalmente nacional; culturalmente cosmopolita) ¿Pero cómo recordar o gratificar lo no experimentado, lo no sentido, lo no oido? ¿Por gracia, por acumulación de loas ortorgadas por otros? Algo así.

Se supone que cuando Rosita volvió definitivamente a Chile en 1991 sus amigos diligenciaron la denominada Pensión por Gracia con la Concertación –conglomerado que lideraba la incipiente democracia y por lo tanto aun temeroso de la estabilidad de su aventura– pero hubo rechazo o tramitación hasta que ya fue demasiado tarde. No sabemos si por aquel cuestionable vinculo con el Nazismo, por ser admirada por Pinochet o por no cumplir con los requisitos para tal efecto, el documental no lo clarifica ni aspira a profundizar aquello, se conforma con anunciarlo y regocijarse en ese lamento.

Hoy se puede leer, simbólicamente, que esa pensión acumulada con los años retorna y se materializa indirectamente para financiar el documental Rosita, la favorita del Tercer Reich ($35 millones, Fondo Audiovisual). Si Rosita hubiera gestionado la pension antes de 1989 tal vez la hubiera obtenido logrando una senectud menos dolorosa, menos dramatica, pero tal vez no habría documental….Quién sabe. Está claro que no se puede tener todo en la vida.

Cada año, más películas chilenas triunfan silenciosamente en el extranjero, en festivales europeos, principalmente. Triunfar es una palabra que encandila e induce a confusión o a cierta idolatría altanera, pues parece demasiado amplio el verbo, poco específico y excesivamente ruidoso, revelándose incluso prepotente; algunas realizaciones llenan salas, otras venden dvds, otras se comercializan en televisoras, otras incluso bien financiadas (públicamente) rinden nada. La mayoría tiene escaso eco en Chile (en parte porque justamente nosotros aspiracionalmente miramos hacia afuera) y sin embargo eso no anula ni exacerba la calidad ni la propuesta de cada proyecto. Simplemente se puede llegar a reconocer que hay momentos de conexión con determinadas audiencias o sensibilidades, como –volviendo a la música– el singular caso de otro desconocido en sus tierras, el Sixto Rodríguez de Searching for Sugar Man, por dar un ejemplo a la mano (aun cuando la música de éste haya sido parte de una causa totalmente opuesta; contra el racismo del apartheid sudafricano).

Una cosa tal vez si ha quedado clara, y es que tanto en los ’40 como en los 2000 no hay mercado o la suficiente demanda cultural que sustente la creación local –en parte por falta de un buen Nacionalismo, uno sano y constructivo– y que, por lo tanto, seguirán existiendo tanto Rositas ocultas o ajenas como Violetas (Parra) archireconocidas y queridas. Ambas dignas y valorables por sus grandes, modestos o equilibrados logros económicos o estéticos en sus respectivos contextos y particularidades. Lo que parece siempre hay que hacer, sin importar el contexto político o social, la bonanza o el goteo, está claro, es ahorrar (en caso de no planificar una oportuna y profiláctica inmolación).

Sitios consultados:

http://holocaustmusic.ort.org/es/

http://www.operasiempre.es/

http://diario.latercera.com

http://www.musicapopular.cl

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«Ahora te vamos a llamar hermano» de Raúl Ruiz: Sujeto-objeto

Por: Luis Horta / 09 de octubre, 2012

El redescubrimiento del film «Ahora te vamos a llamar hermano», rodado por Raúl Ruiz junto a Mario Handler y Pepe de la Vega en 1971, pasó bastante desapercibido dentro de la intelectualidad valdiviana. Jugó en contra el imprevisto cambio en la programación, que lo relegó a las 23 horas, casi como un espectáculo de culto para iniciados. La llegada a Chile de la versión restaurada realizada por la Cineteca de Bolonia presuponía un acontecimiento, al tratarse de un film raro, invisible y citado vagamente por los otrora críticos (hoy denominados «teóricos»), aunque nada de esto pasó. La invisibilización parece ser uno de los fantasmas que tanto le encantaba sacar a relucir a Ruiz en sus films sobre Chile, quizá siendo él mismo el fantasma que mayor bruma esparce por sobre las cabezas del medio.

En parte, la anónima proyección de este film restaurado en 2K y con un muy buen trabajo de rescate sonoro, permitió apreciar una obra militante de Raúl Ruiz, en estricto rigor el único que se conserva de ésta etapa, entendiendo que toda la producción que realizó para Chilefilms o en la alianza Quimantú-TVN fue destruida en los allanamientos a las empresas estatales. Una de las razones por la cual pudo salvarse del salvaje proceder militar es precisamente que fue producido de manera independiente a estos organismos, y también dado que una copia fue a parar a Italia, dando la posibilidad de existencia a una restitución que de forma orgánica ninguna institución nacional quiere asumir, con la sola excepción de la restauración de «La Maleta», rareza perdida, encontrada y montada 45 años después de su realización.

«Ahora te vamos a llamar hermano» es una película modesta en el universo Ruiziano. Aún así, es importante destacar el rol que juega Mario Handler, padre del documentalismo uruguayo y autor del film político «Me gustan los estudiantes» de 1968, película «de urgencia» sobre los movimientos estudiantiles musicalizado con canciones de Violeta Parra. La presencia de Handler en el film es fundamental para comprender ciertas estrategias operacionales que aparecen graficando el mundo mapuche y la irrupción del presidente Allende en el contexto de la firma de lo que se conoce como la «Ley Mapuche». Allende es exhibido en su épica socialista, como el orador de masas que ha trascendido en el mundo, en un elemento que plantea la dicotomía del film: la nación mapuche como territorio no chileno. Es ahí donde los personajes aparecen hablando con rabia directamente a la cámara y en mapudungún, una mirada que no se diferencia mayormente de los mecanismos utilizados en algunas secuencias de «La Expropiación» (cámara-interlocutor como media de desestabilización y distanciamiento) y particularmente en las obras de ficción del periodo como «El Realismo socialista» (1973) bajo el prisma de la intervención y el uso de no actores en situaciones de auto representación.

El montaje es veloz y libre, incorporando secuencias de shock muy propias del cine soviético, acaso como un directo guiño al trabajo político de Dziga Vertov, y que entendía las operaciones estilísticas como parte del discurso de provocación y agitación. En este caso, el texto de los mapuches se entremezcla con imágenes de la pobreza sin mayor misericordia, no solo económica sino social. El distanciamiento con films del periodo como «Nutuayin Mapu» (Flores, 1969) o «Amuhuelai mi» (Mallet, 1972) es notorio, no solo por prescindir del texto en off, sino que por proponer un relato basado en el montaje, de la misma manera que opera y con mayor éxito en el documental «Venceremos» (Chaskel, Ríos, 1970) donde prescinden de los arquetipos del noticiero para adentrarse en campos exploratorios de las posibilidades del lenguaje audiovisual en relación a una realidad específica y en ciertos casos subjetiva, pero también acorde a ciertas limitantes técnicas del cine independiente del periodo. No es tampoco tan distinto a las estrategias que plantea otro film militante como «Pintando con el pueblo» (Céspedes, 1971) que también se vale de un discurso de Allende para instalar la retórica marxista -propia de aquel periodo- como articulador del relato, sumando a ello la música de Inti Illimani.

Ruiz plantea la utilización de la cámara como el «huinca», situando al espectador en la condición de extranjero que se ve remarcada por el uso del mapudungún como única voz. «Ahora te vamos a llamar hermano» trabaja la ironía por medio de la yuxtaposición de imágenes: el asentamiento mapuche cobija personas en condiciones de pobreza que agudizan la brecha al enfrentarlas con un muy compuesto discurso de Allende pensado para las masas. Sin embargo, se nota que es un film mixto, carente de la profundidad propia del tratamiento que realiza Ruiz en sus otros films del periodo, y disparejo en cuanto a propósito. Aparentemente el nuevo diálogo entre cineastas resulta pantanoso en torno a una realidad demasiado específica y difícil de abordar sin el conocimiento pertinente. Es ahí donde ella se troca por el activismo político militante de Ruiz, que a medio camino entre el documental observacional y el ensayo audiovisual, permite enfrentarnos a sujetos marginales a partir de la oficialidad del Estado chileno que ejerce su poder, curiosamente, por medio de la palabra. Es quizá éste el mérito del documental: su acercamiento desde otro campo operacional, pero concretado de mejor manera a partir de experimentos formales en otro de sus films como «Realismo Socialista», filmada poco tiempo después, abiertamente vindicadora de generar espacios de ambigüedad irónica en torno al discurso político. Ésta parecería ser un eslabón de la cadena experimental, más que el desarrollo de ella en plenitud, de la misma manera que ciertas secuencias de «Qué Hacer?» (Ruiz, Landau, Serrano, 1970) aparentemente filmadas por Ruiz.

«Ahora te vamos a llamar hermano» es sin duda un documento de época, y adquiere valor en cuanto a la calidad de su restauración como por la perspectiva histórica implícita en la obra. Quizá se ve mejor de lo que se vio en aquellos años, pero la rareza permea cualquier atisbo de ceguera sobre la recuperación del patrimonio fílmico chileno, en este caso entendido como parte de un proceso que como un fin en si mismo.

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Artículos Especial: FICValdivia 2012

La experiencia de un debutante en Valdivia

Por: Matías Morales / 08 de octubre, 2012

“Croniquiando con mi locura a cuestas, reconociendo lugares en los que nunca había estado, verdes llovidos y raros soles, aunque siempre presentes, aparecidos.”

Llegando a Valdivia la mañana del miércoles, me encuentro en una de las ciudades más lluviosas del mundo, el cielo se despedaza en formas de gotas de agua y el día parece perfecto para recorrer, respirar, moverse y crear. Claramente muy escasos son los mortales que pueden desarrollar todas las actividades anteriores con el estómago vacío o la boca seca, no soy de esas excepciones. Un shop de cerveza negra es lo suficientemente alimenticio para sobrevivir un buen rato. Pero si de tomar se trata voy a retomar el sentido de mi visita a Valdivia: La 3ra Convención de Cine Clubes de Chile.

Dado mis deberes pasé una noche tranquila para encontrarme el día jueves 4 de octubre en la apertura de la convención, cuya temática principal es Cine y Educación: la formación de audiencias, el rol de las universidades en un proceso educativo con los asistentes a funciones de cine, salas abiertas a la comunidad, gratuitas y con ciclos variados en temáticas y ubicación geográfica, estilos narrativos y propuesta estética; proyecciones que al concluir se enriquecen con preguntas, debates y conversación. Debo decirlo, soy un espectador en formación, un joven en moldeo constante de las diversas formas que el mundo se me enfrenta, por eso me tomo esta labor de comunicar mi experiencia, mi primera vez en el Festival de Cine de Valdivia y en una convención de Cine Clubes.

Primer día de convención y en la mesa estaba Luis Horta, coordinador de la Cineteca de la Universidad de Chile y en representación del Cine Club de la Universidad de Chile, Claudio Pereira del Cine Club de la Universidad de Valparaíso y profesor de la misma casa de estudios y Ramón Reyes, coordinador del Cine Club La Mosca en la Facultad de Economía y Negocios de la Universidad de Chile. Estos personajes contaron sus experiencias coordinando y aplicando las nociones del Cine Clubismo, haciendo hincapié en la existencia de un analfabetismo audiovisual. Más interesante se tornó el asunto cuando se abrió la ronda de preguntas del público, donde el profesor de cine Carlos Ossa hizo una intervención respecto a cuáles eran los criterios de formación del público que asiste a las funciones.

Luis Horta, Pablo Inostroza, Ramón Reyes y Claudio Pereira (de izq. a derecha).

El pueblo es chico y el infierno coexiste con el cielo cuando se despeja y la ciudad más lluviosa es también la más hermosa. La propuesta educativa que trae el cine, el entendimiento de una pieza audiovisual de parte del espectador, para que pueda hacerla suya, contraponer su visión del mundo a la de la obra: Limpiar las cáscaras, rasgar las falacias que el cine comercial, la industria cinematográfica de Hollywood, los pésimos reseñistas, nunca críticos, inventos de evaluadores poniendo notas a las películas, se han encargado de colocar a la audiencia en una posición pasiva, insulsa y nula en cuanto a participación y formulación de discursos. En esta coexistencia se puede decir, que más que espectáculo y entretenimiento que rellena los momentos de ocio, sea un recurso para interpelar a la realidad que se le impone.

Como mencioné ser un sujeto en constante moldeo, la segunda noche no fue tan tranquila, Valdivia seguía alimentándome de rubias y negras cebadas, tardes de cine y noches de fiesta. No deja de sorprenderme la hospitalidad de los sureños, la cordialidad al presentarse y averiguar quiénes son estos sujetos que año tras año vuelven más movediza la ciudad. Puedo agregar a modo de anécdota que el solo hecho de compartir una cerveza, abre el corazón de los valdivianos a invitarte a venir en otra época del año, en verano por ejemplo, con alojamiento, panoramas musicales y divertimiento incluido.

Al segundo día de convención llegué un poco atrasado, es necesario mencionar que fue debido a la noche bizarra que nos tocó. Pero más curioso aún fue llegar y escuchar reiterativamente “porno”, “cine porno”, “película bizarras”, tuve que enchufarme en las ponencias que correspondían al viernes, que era un lanzamiento de una revista de bolsillo llamada “Noctámbula” que potencia la actividad cinéfila realizada en Valparaíso, donde se repetía el plato el académico Claudio Pereira, junto con dos miembros importantes de la revista que se estaba estrenando y de Insomnia alternativa de cine, ubicado en el Teatro Condell, que funciona en las tardes como cine pornográfico y durante la noche tienen una programación bastante peculiar para cada día de la semana.

Su ponencia me dejó maravillado y con muchas ganas de ir al Teatro Condell un fin de semana y ver que se traen con secciones como “Formación de espectadores”, “Piezas nacionales” o “Noches de Insomnio” donde algunas funciones son completamente gratuitas y en otras se cobra no más de dos mil pesos y pueden llegar a exhibirse nueve horas continuadas de películas bizarras, gore, estrenos anticipados o piezas audiovisuales de lugares del mundo que los cines comerciales nunca traen a sus carteleras.

Pablo Inostroza

Para coronar el jóven Pablo Inostroza del Cine Club de la Universidad de Chile, nos presentó el Manual de Cine Clubismo, que incorpora un marco legal con el tema de los derechos de autor y la exhibición de filmes con fines educativos, también presentó  un listado de las películas “esenciales” que hay que ver de cine nacional para familiarizarse con el quehacer de los realizadores chilenos de décadas pasadas, que utilizaban el cine como una herramienta educadora, algunos ejemplos de los arquitectos Pedro Chaskel y Segio Bravo que iniciaron el cine experimental en Chile, sin saber mucho de realización audiovisual, pero si inspirados en historias, vivencias y aprendizajes que lograron proponer en sus películas.

Finalmente Carlos Molina y Karla Díaz, dueños de un proyecto ganador en el Fondo Audiovisual 2011 del área de difusión y educación, nos contaron sobre la experiencia de realizar un taller de formación de audiencia y la formulación de un Cine Club comunitario en la localidad de Pelluhue, ubicada en la costa de la región del Maule. El par de jóvenes estaban anticipando lo que se venía al tercer y último de día de la 3ra Convención de Cine Clubes de Chile: la descentralización.

“Regionalización donde quedó esa cuestión” canta Miguel Barriga, vocalista del grupo musical Sexual Democracia, oriundo de Valdivia. Y alude al centralismo chileno, tema, al parecer, de nunca acabar en un país tan largo y angosto como el nuestro, pero cada cierto tiempo explotan las ciudades, estallidos sociales denunciando el espejismo y falsedad del estado chileno, que vuelve invisible el brutal centralismo y la inequidad territorial, que esconden administrativamente con el simple hecho de poner dentro de un marco legal la regionalización.

Cuando los Ayseninos se alzan como pueblo y se manifiestan en las calles, lo que quieren son hechos y no leyes que adornan la constitución y suenan bastante hermosas e integradoras. Las acciones que propone el Cine Clubismo valga la redundancia es formar Cine Clubs y educar al público.

Es sábado 6 de octubre y tenemos en la mesa de ponencias de la convención a Claudio Pereira y lo acompaña Rodrigo Márquez, ambos encargados de la programación y producción de INSOMNIA alternativa de cine, donde se encargan de proyectar “Piezas disidentes” como le llaman ellos en el Teatro Condell, Valparaíso, e incorporan las obras que no traen las cadenas de cines comerciales, entre ellas extrañas piezas de regiones de chile, así como de distintas latitudes del mundo. La gracia es que mayoritariamente son funciones gratuitas, o por un costo menor al de los cines comerciales, y son invitados los directores, actores o críticos que tengan algo que transmitirle al público respecto de esos filmes, finalmente se arma un foro sobre lo que se acaba de ver y el espectador, ya no tan pasivo, se va con una retroalimentación de escuchar a otros. Claudio dice- “no importa si entendió la película o no, si se quedo dormido, si le dio hambre, ganas de vomitar o ganas de pararse e irse, lo importante es la experiencia, y compartir esa experiencia es lo que enriquece al público”.

Claudio Pereira, Rodrigo Márquez y Udo Jacobsen (de izq. a derecha)

Rodrigo Rosas, coordinador del Cine Club Sub-Topo de Osorno, también tiene “experiencias” que compartir en esta 3ra Convención de Cine Clubismo Chileno, menciona entre otras actividades la musicalización en vivo de películas mudas. Su consejo para la formación de audiencias es comprender que cada localidad tiene intereses y problemáticas comunes acorde al lugar geográfico y social que comparte. Desde allí se realiza la programación de los ciclos del Cine Club.

Con esto y siempre con la interesante intervención del público finalizó la convención, donde se criticaron las modificaciones en fondos concursables, por ejemplo en el área de investigación, que acoto el tipo a investigaciones de mercado y estadísticas. Bastante curioso que estas sean funcionales para el empresariado chileno y de poca utilidad para la ciudadanía común y silvestre.

Todo acaba con la invitación a una tertulia en un sitio ameno, llámese bar, donde se  ahonda de manera más coloquial en lo que fue la 3ra Convención de Cine Clubes de Chile, en el marco del Festival Internacional de Cine de Valdivia 2012, especulando sobre la formación de la Federación de Cine Clubes de Chile.

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«Aquí estoy, aquí no»: La generación del odio

Por: Luis Horta / 07 de octubre, 2012

Alguna crítica pequeñoburguesa instaló en el cine -como en otras expresiones- la necesidad de lo nuevo en oposición a la memoria. Es mejor refundar que restituir. En ello, se habló de los «novísimos cines» con un fundamento pobre que trataba de unificar temáticas vacuas, postmodernas, orgullosas de su vacío, con una falsa y aparente reflexión autobiográfica e intimista constituyente de un imaginario que incluso abarca temas como la memoria, las relaciones modernas quebradas, la alienación medial y la paradoja de lo indecible como texto. De esta colección de películas surgieron premios, autores, actores y se consagró un movimiento que de un momento a otro comenzó a representar el mundo de las clases media-altas como un estado pleno en su decadencia. Se habló de una «nueva generación» en antítesis a una «antigua» generación que pretendía desarrollar afortunada y desafortunadamente temáticas alusivas al Chile que moría.

«Aquí estoy, aquí no» de Elisa Eliash es una película que representa precisamente lo contrario. Filmada con un estilo inquieto y movedizo entre la cita y el descontento, la película articula su relato en clave alegórica sobre sujetos que no concluyen sus vidas, en algunos casos autoimpuestas. Son historias que aparecen y desaparecen valiéndose de la soledad y de las miserias morales y sociales, como ocurre en el diálogo en un local de comida rápida, e incluso la ansiedad graficada en personajes que permanentemente comen, trocando el código implícito del alcoholismo por el mal moderno: la alimentación. La película despliega una serie de personajes que trata de encontrar algo poco defendible tanto por ellos como por sus cercanos, lo intangible de un estado poroso e inestable, no menor cuando evidentemente la historia se instala en lecturas  alegóricas que aluden directamente al estado del país donde el olvido, el individualismo, la vanidad y la incapacidad de reconocer al otro, son parte de una historia que tampoco concluye, como ha sido la de este país.

Los rasgos de «lo inconcluso» son la paradoja que sustenta a personajes que parecen deambular, tomándose unos de otros como la última posibilidad. El recurso de la pérdida y el silencio conmueve en lugares donde el humor es amargo a pesar del contexto en que se plantea. Es importante en esta línea la obsesión por el parque de diversiones, algo que también se trata en la película anterior de Eliash, «Mami te amo», metáfora que permite instalar al espectador en un mundo de risas tristes, eventos irrepetibles donde el mareo se confunde con la ceguera de la ansiedad social, aquella que intenta sacarnos del cotidiano pero siempre desde adentro de él. Es importante el retrato de la masa como un lugar de celebración y representación simultánea, muy propio para nuestros ojos y muy inquietante bajo cierta perspectiva.

Que el protagonista quede en shock luego de ver morir a su mejor amigo, que intente rearmarse a partir de la pérdida, que se aferre a una mujer ( o a la invención de ella) como salvación, y que todo ocurra bajo un contexto de decadencia física y moral, no es sino la metáfora de nuestro país y de  aquello que le tocó vivir a una generación entera, esa que nació en dictadura, fue adolescente en transición y se hizo adulta en «democracia». Que escuchó «de oídas» la leyenda de un país transversal y generoso, preocupado por el desarrollo y no por el mercado, que veía el mundo por los ojos de la televisión y los VHS.  «Aquí estoy, aquí no» es una película beat en el sentido de perderse en una alegoría que se sabe, desde un comienzo, inútil. El grito no servirá para nada, la lucha de hoy es la miseria, el servilismo, la impudicia. Así es como no es necesario instalar a sujetos tristes e incomunicados frente a la cámara para poder entender que existe una generación frustrada por su propia historia que no conoce, por el espacio y el tiempo que le asignaron vivir, pero con la cabeza y las manos atadas ante la imposibilidad del vacío.

Aún así, se pone en cuestión el concepto de la decadencia. La película está plagada de personajes entrañables como el conserje-confidente, la rockera-encargada de aseo, el periodista que no escribe, la amiga-madre…las duplicidades forman parte del carácter social que en otros films parecía relegado a lugares comunes de soledad y falsa afectación, siendo que acá constituyen el mérito precisamente de redescubrir un país desde el imaginario social: las relaciones entretejen otra forma de romper el disgusto. El valor de «Aquí estoy, aquí no» es precisamente renovar una forma de hacer cine, de entender ya sin dolor y sin lágrimas el pasado, construyendo con ello un sistema que sea capaz de resarcir los daños que nunca se cerrarán para nadie. El protagonista es un desaparecido, todos somos desaparecidos de un país que desapareció. Es la venganza de los anónimos: acá no hay héroes ni mitos, no hay aproximaciones falsas al mundo de la pobreza (material) ni relaciones sexuales torcidas. Hay ansias de ser sujeto y no objeto, presencias en la duda, estabilidades en las desestabilidades, como quien baila en una rueda del parque de diversiones.

Somos todos televidentes, todos consumidores, todos despojados, todos amnésicos, todos decadentes, todos suicidas. Todos queremos desaparecer, queremos ser estrellas (hoy mucho más posible que antes por medio de Twitter y Facebook) pero a la vez tener una historia nueva que contar: una historia original.

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Artículos Crítica Especial: FICValdivia 2012

74 m2: «Son Ellas»

Por: Diego Pino / 05 de octubre, 2012

Resulta difícil pararse ante esta película, no solamente por la temática social que toca, si no también por su nivel de producción, la duración en la realización, la ardua investigación y por qué no, también por enfrentarse a sus directoras. 74 Metros cuadrados es la historia de mujeres en búsqueda de su casa propia, es una película sobre la raza humana, es una película sobre la inoperancia de las instituciones públicas, sobre los prejuicios sociales, sobre la discriminación, sobre la cotidianidad,  sobre la burocracia, es una película que refleja a los pobres trabajando por los pobres. Quizás la poca claridad sobre de qué se trata la película, pueda ser el problema de este documental: Un punto de vista algo difuso.

Hemos escuchado durante años la política sobre las viviendas sociales en nuestro país, que tiene que ver con la poca capacidad de solucionar un problema desde la raíz, pero poco habíamos escuchado a quienes vivirán en estas casas y el como se organizan, que parece ser más interesante tanto para la política como para el cine. Pero resulta, como cualquier actividad humana, que el conflicto mayor comienza a crear más conflictos, y muchas veces son personales,  74m2 se establece ahí, en sus personajes y su vivencia en el conflicto. De manera cercana va acercando al espectador con sus andares por conseguir su casa, en su felicidad, en sus tristezas, relegando finalmente a un segundo plano el conflicto sobre las viviendas,es ahí donde es probable que pierda su foco.

Por lo mismo este documental entrega algo importantísimo, que seguramente el tiempo de grabación o la investigación o la vida de sus directoras fue empujando, que parece ser lo más importante para el ser humano y que establece los pasos a seguir en nuestras vidas, que son las relaciones personales. Entre las dirigentas sociales del comité, suceden cosas, hay rencillas, hay problemas familiares, y eso le da una vuelta distinta a una película de vivienda social, enriqueciendo, para mi, todo el relato; una vuelta, seguramente, inevitable y necesaria.

Creo haber visto una gran película, un interesante y entretenido documental, con una impecable calidad técnica, no creo haber visto un documental casado con la problemática de vivienda social, pero a mi parecer entiendo que son las relaciones humanas que terminan guiando los relatos propios de la realidad, por eso creo que es una película sobre mujeres y la raza humana. Es quizás ahí donde se pone difuso el punto de vista y en un principio hace difícil reconocer un objetivo, que a los 20 minutos soy capaz de descifrar; son las dirigentes: Son Ellas.

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Entrevista a Lautaro Murúa: «Soy un empecinado defensor de las cosas que considero justas»

Por: Editor / 05 de octubre, 2012

Lautaro Murúa es uno de los cineastas chilenos menos conocidos en Chile. Su filmografía la realiza en Argentina y España, y por vez primera se exhibe parte importante de sus películas en nuestro país. Rescatamos una entrevista realizada por Viviana García a este autor reivindicado, redescubierto y que ha sido un verdadero hallazgo para muchos de los asistentes en que se proyectan verdaderos clásicos del cine latinoamericano.

* Entrevista extraída de Generaciones 60/90. Cine argentino independiente, Buenos Aires: Malba –Colección Costantini, 2003

VG: ¿Cómo es Lautaro Murúa?

LM: Soy un poco difuso, demasiado absorbente, disperso. Esta radiografía es un síntoma de debilidad, no de vanidad.

VG: ¿Dónde realizó su formación artística?

LM: Mi formación inicial transcurrió en Chile. Primero pasé un período muy breve, muy irregular, en Bellas Artes, donde estudié escultura y pintura; muy pronto me derivé, casi insensiblemente, al teatro, quizá por aquello de que “la llama sagrada se lleva adentro”. Ese momento de mi vida –años 50- coincidió con el nacimiento de un movimiento de teatro dentro de la Universidad de Chile. Así me acerqué a esa actividad nueva, brillante, atractiva y fundamentalmente seria. Es decir, no era para mí un hobby al que se le dedican las horas libres. La idea de crear un teatro dentro de la Universidad surgió de un grupo de personas, profesores y estudiantes de pedagogía, literatura, lenguas, historia y filosofía, de manera que los actores y los profesores de teatro formaron parte de la jerarquía académica y eso fue lo que permitió que se constituyera en un movimiento permanente.

VG: ¿Por qué eligió radicarse en Argentina?

LM: Bueno… elegir no es la expresión adecuada: ocurre que no siempre se elige; no es tan simple, ¿verdad? Por ejemplo, en aquella etapa yo estaba casado y a mi mujer le atraía mucho vivir en este país. Por otra parte, en Buenos Aires, habíamos formado un grupo de amigos y comenzábamos a echar raíces; hay que reconocer que aquí las condiciones artísticas eran, con mucho, más dinámicas y existía cierta estabilidad que faltaba en Chile.

VG: ¿Cuándo se desilusionó?

LM: Para ser bien preciso voy a darle un solo ejemplo, que hace a este tema: en 1957 se desató una estimulante apertura cultural; es el momento en que nace la Ley de Cine, una de las más ejemplares del mundo entero. Durante tres años la cosa funcionó y aparecieron directores nuevos como David Kohon y Rodolfo Kuhn, para citar un par de casos significativos: en general, el grupo que se dio en llamar la Generación del 60. Pero después comenzaron a modificar la ley, a “enmendarla”, corregirla y estropearla totalmente. Como siempre, lo malo no son las leyes, sino los hombres que las aplican.

VG: Pese a tal deprimente estado de cosas, usted permaneció aquí. ¿Cómo se explica?

LM: Soy un empecinado defensor de las cosas que considero justas; cuando llegué a Argentina, podía prever ciertas circunstancias favorables para la cinematografía y al poco tiempo esas circunstancias cambiaron, volviéndose muy negativas. Podría haber hecho las valijas pero preferí participar en la lucha: creo que este empecinamiento determinó mi trayectoria.

VG: ¿Quiénes fueron sus maestros y cuáles de sus trabajos considera más importantes?

LM: Para mí el cine es montaje. En la moviola se puede cambiar todo el guión, sugerir, descubrir aspectos ocultos de los personajes, narrar varias historias a la vez. El cine, también, es cien por ciento ficción. Permite, es cierto, ir a la calle con la cámara y robarle a la realidad. Pero después, en el contexto de una película, esa misma realidad se convierte en ficción. En cuanto a mis maestros, empecé como actor, apoyado por Torres Ríos y después por Torre Nilsson. Ellos, con afecto, me enseñaron lo poco y nada que sé. Me refiero a la forma de contar una historia, de narrarla. Aprendí que en cine lo más importante es ir a lo esencial.

VG: Entonces, su labor de actor fue el medio de que se valió para llegar…

LM: Exacto, exacto… Desde el principio de mi carrera, sabía que llegar es muy difícil. Y me volqué en la interpretación buscando permanentemente al actor. Y al director…

VG: Y una vez que llegó a ser director…

LM: Sentí borrachera… Pero entiéndame, borrachera de cosas muy difíciles de explicar. Es un proceso interior tenso, puntiagudo, diría. Algo así como una combinación. Es tener un arma poderosa en la mano.

VG: ¿Qué nos puede decir de “Alias Gardelito”?

LM: Es un testimonio pero ciudadano. Es un tema agrio, desagradable, quizás antipático. Pero realizado con el mismo espíritu de “Shunko”: mostrar a cada uno su propia imagen. Y conste que esta frase no es de mi pertenencia. “Toribio Torres, alias Gardelito”, según el cuento de Kordon, es la historia clásica del clásico muchachón porteño que así lo han bautizado sus amigos de la “barra”, porque canta, según ellos, como el Zorzal Criollo. Y como un tema definido impone el estilo, este film no tiene esa cosa simple, casi aparentemente sin cuidado que tiene “Shunko”.

VG: ¿En los dos films se da el respeto por la realidad, la trascripción de los hechos o una elaboración de juicio crítico?

LM: Un poco de todo. Hacer una película del tipo de Shunko o Alias Gardelito supone una posición testimonial, equivale un poco a salir con la cámara al hombro y ver qué pasa. Pero, con el objeto de que el material fílmico tenga continuidad lógica y a la vez riqueza y auténtico valor testimonial, debemos dotar a la historia de antecedentes, de un ámbito y del resultado de la observación de tipos, etc. La elección de los temas determinó el estilo y puedo asegurar que hay gran cantidad de escenas documentales, unas previstas, otras no. Filmé solamente las indispensables, es decir, que no son films que hayan resultado así de forma casual.

VG: ¿Literariamente Fray Mocho, Payró, Enrique González Tuñón, Roberto Arlt preanunciaron al personaje de “Alias Gardelito”?

LM: Sí, desde luego, una de las vetas más ricas de la literatura argentina se basa en ese tipo humano, se preocupa por los caracteres típicos de su país. No veo en Arlt el antecedente inmediato perfectamente definido aunque, hilando fino, el chico de “El juguete rabioso” podría ser un Gardelito si le fuera bastante mal y tuviera buena cepa. De cualquier modo, es interesante constatar que el cuento de Kordon es producto de toda una predisposición ambiental en la literatura argentina.

VG: ¿Qué relación de desarrollo, de oposición, de síntesis, hay entre el maestro de Shunko y el cuentero de Alias Gardelito?

LM: Si yo admitiera la existencia de una antítesis buscada estaría pretendiendo abarcar el universo. Aclaro, además, que el hecho de haber comenzado con “Shunko”, no fue accidental; evidentemente, yo quería filmar y tenía varios temas pero en cuanto Roa me trajo el libro de Ábalos no dudé más. En cambios, “Alias Gardelito”, nació por azar. Y aquí viene una confesión que puede divertir, doler o sorprender a alguna gente. En circunstancias en que teníamos dos o tres temas en la mano, preferimos “Alias Gardelito”, por considerar que era posible hacerlo en poco tiempo y a costo reducido. En cierto momento se pensó en hacer una cosa de tipo policial; es decir, en tren de producir, se deseaba hacer algo sin mayor compromiso y con tal de tener una segunda película en el año. Puestos ya a la tarea de realizar “Toribio Torres, alias Gardelito”, éste fue tomando cada día mayor profundidad y un buen día me hallé con un compromiso bastante más serio de lo pensado al principio. Así es como casi por casualidad, se hizo “Alias Gardelito”. Porque no tenía mayores complicaciones económicas. O sea: yo no me propuse conscientemente una evolución creadora del tipo “con ‘Shunko’ he retratado tal cosa, ahora voy a retratar tal otra”. Pero queremos contraponer (dentro de una unidad espiritual de las dos obras, pues fueron hechas con la misma pasión e ímpetu, con el mismo deseo de retratar la realidad), podemos decir que hay una profunda antinomia, que todo lo positivo, estimulante y directo que quiere ser “Shunko” es indirecto, violento y agresivo en “Alias Gardelito”. Es posible que, aparte de los temas en sí que ya determinan una forma de realización, esto nazca de mi formación espiritual: tengo, a priori, un profundo afecto por el interior, por la “América no conocida”, y una profunda aversión por la vida de ciudad: ésta es el centro donde se dan todas las posibilidades pero también todos los rasgos y crueldades. En la ciudad la gente vive sola. Esa actitud mía puede haber determinado el clima un tanto siniestro que por momentos tiene “Alias Gardelito”; y la búsqueda del aire, del árbol, de la gente simple, de los animales, le ha dado a “Shunko” esa especie de felicidad reinante a pesar de todo. Que las dos películas se opongan totalmente me parece imposible como no sea a través del filtro señalado. Por ser producto de una misma concepción, son dos rayos de una misma rueda.