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Artículos Especial: DESVIADO EN LAS RESTRICCIONES: El Cine de Gregory Cohen Estudios de Obra

Función de Gala (2007)

Por: Camila Pruzzo / 03 de agosto, 2012

Para este espectáculo, hay asientos de primera fila. Vestidos hechos a mano, zapatos, collares y anillos. Peinados, maquillaje, sombras y dolor. Sentadas incómodamente, maniatadas y confundidas, las mujeres que respiran dentro de esa habitación amordazadas, permanecen expectantes a lo que está por suceder.

Sus captoras (María Izquierdo y Lía Maldonado,) dos mujeres bien vestidas como ellas, han invertido en el juego de la venganza, la balanza del poder contra dos hombres. Hombres de familia, casados, trabajadores, exitosos, bien vestidos. Dos hombres que 20 años atrás violentaron su hombría contra ellas en la juventud. Dos hombres atados, desnudos frente a sus hijas, sus esposas, sus madres, custodiadas por dos guardias y una enfermera, mientras sus captoras cortan los genitales de ellos como símbolo de su dolor, eliminando el arma con el cual fueron atacadas.

Esta Función de gala es el espectáculo del poder y cómo éste ha recorrido dolorosamente la vida de un grupo de individuos que no pueden escapar de su destino. Y somos nosotros a su vez, los que estamos constantemente dispuestos frente a las pantallas que transmiten una y otra vez este terrible show, la performance de nuestra memoria, la mutilación y la muerte, la violencia física y verbal (siendo el silencio la más fuerte de todas) sin hacer nada al respecto.

Sucede aquí, cuando incluso las pequeñas formas de poder, guardianes del orden y el abuso, no son más que torpes figuras, una suposición de poder, que proviene de más arriba, de una mente (o dos en este caso) que planifican y ejecutan. Sucede de manera seductora, de quienes nos protegen y nos cuidan, nos dan salud, bienestar, y tranquilidad, adormeciendo a unos para asesinar a otros, resguardando la justicia para quienes puedan pagar por ella. Ocurre en lo más íntimo de nuestras familias, cuando obviamos ocultando de nuestra historia todo el mal causado en pos de los valores que alguna vez se inventaron y a los que hoy protegemos con tanto ímpetu. Se ejecuta cada vez que guardamos odio para convertirlo en actos contra quienes violaron nuestros derechos, cuando el silencio se transforma desde el dolor hacia la venganza como respuesta de nuestros calvarios.

Todos los días, en el horario que guste puede formar parte de éste espectáculo, puede ser uno más del montón de espectadores secuestrados, estupefactos y silenciosos, o puede ser partícipe de las desgracias que se ejecutan en vivo y en directo en el ejercicio del poder: corrupción, lucro en los bienes básicos y culturales, robos, escándalos sexuales, prensa y televisión amarillista, desastres ecológicos, farándula a la hora que desee, cuánto desee y cómo lo desee, agrandando su promoción en Pop Corn más un juguete para el niño en casa. Póngase sus mejores trapos y permanezca con el cuerpo pegado al asiento, sin olvidar sus accesorios y los cigarrillos, que la función está por comenzar.

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Adán y Eva (2008)

Por: Guillermo Jarpa / 03 de agosto, 2012

Imaginar un presente distinto parece ser la gran marca a fuego con la que el siglo XXI debe lidiar. Atormentado por acontecimientos y desvanecimientos pasados que ahuyentan la esperanza de un futuro, el sujeto contemporáneo pareciera gozar en el acto de chocar con esa pared que le prohíbe imaginar el cambio. En el momento en que sueña el pasado que ya no fue, exorciza fantasmas cuya aparición es inevitable: son los espectros de una nación traumada socialmente.

Adán y Eva (2008) de Gregory Cohen constituye un ejercicio fantasmal; desde sus primeras imágenes – artículos de cocina grabados con un movimiento zigzagueante y un foco difuso – nos acercamos a una realidad cotidiana, común, íntima; pero grabada desde un prisma teñido por lo extravagante. La puesta en escena, que sintoniza el lenguaje audiovisual con el teatral, estructura un discurso principalmente desde los diálogos: intempestivos, fuera de lugar, pero (extrañamente) coherentes. En su discursividad atolondrada, parecieran hacer ‘sentido’ desde la certeza de la imposibilidad de reconstruir lingüísticamente el pasado. Cuando aquel se encuentra arrumbado de cadáveres, es la inconexión de imágenes lo que prima como objeto de la memoria; cada cuerpo es un signo de un sintagma roto, que no es otro que la Historia de un país.

La relación entre recuerdo y alegoría constituye en la película una propuesta estilística, conformada desde la concepción de lo onírico y lo festivo como formas de la representación. Si el dolor del recuerdo constituye un escollo a la formulación de un discurso racional, es desde el deseo por el cuerpo joven, el carnaval nostálgico y la muerte de un Dios borracho las formas que honran las desgracias del pasado que ahuyentan los sueños del presente. La ilusión de cambiar el mundo se transforma en el mundo que soñamos cambiar desde lo prohibido, lo oculto, lo delicadamente subversivo. La declaración sin sentido, la fiesta que irrumpe, la música que se imagina a ojos cerrados; metáforas del soñador melancólico, arrepentido de las decisiones que estuvo “obligado” a realizar, para que el futuro no imite al pasado que no fue aquel presente que soñaban.

Sin pretender arroparse en un manto de evidente claridad narrativa y estética, Adán y Eva reflexiona y homenajea “a los que murieron jóvenes” peleando “por un mundo mejor”. Su intención es inocente, soñadora, como el perro que acompaña a la pareja divagante. Es además la constatación de una pérdida social: aquella que, en algún momento del derrotero histórico occidental, permitió concebir la posibilidad de un cambio; o sea, la posibilidad de imaginar un futuro. Así, la imaginación manchada de sangre crea representaciones extraídas de una alegoría de la pérdida de la inocencia, como bien da cuenta la madre al enseñarle al niño a que no debe pretender cambiar el mundo. Ahí está la verdadera pérdida de la sociedad occidental, que solo puede concebir el futuro como el regreso al pasado fantasmagórico: aquel que construyó el presente que no queremos, aquel que nos comanda al futuro que no deseamos.

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El baño de la memoria

Por: Carlos Molina / 03 de agosto, 2012

Texto sobre "El baño"(90 min, 2005)

Casas añosas, algunas a punto de caerse, otras resistiendo el paso del tiempo por una u otra razón. Cuántas personas habrán pasado por ellas, cuántas familias, cuántas vivencias y secretos. Memorias finalmente.

Con esa premisa “juega” Gregory Cohen. Y en un espacio bastante particular, como él lo refirió en alguna entrevista. El baño, en donde hay lugar para lo tabú, para lo más oculto, quizás igual que una habitación, pero con la diferencia que es colectivo. Son, por tanto, varios “secretos”, de varias personas, los que en él ocurren. 

Ahí vemos como se desarrollan 20 años de nuestra historia reciente, con diversos protagonistas, aunque a ratos los mismos, pero en diferentes momentos históricos. De alguna manera ese baño es una metáfora del país. Está primero una familia de clases media, pasando por un grupo de jóvenes izquierdistas durante el gobierno de Allende, para terminar siendo, antes de volver a sus primeros dueños, un centro de tortura de la DINA/CNI.

Somos testigos, suerte de voyeristas (algo acentuado con el encuadre invariable, como si se tratase de una cámara de vigilancia), de esa transformación, de todo lo que va cargando el lugar, de las alegrías, placeres, dolores, miedos y vejaciones. Inevitable es preguntarse qué habrá pasado en la casa que vivo, en el lugar que trabajo, antes que llegase. Tal vez a no muchos le gustaría encontrar la respuesta, ante el temor de toparse con algo incómodo, independiente de si el espacio fue ocupado como un centro de tortura, cuestión por lo demás más común de lo que uno pudiese pensar en principio, cabiendo la posibilidad que aún queden lugares por conocer. La pregunta, entonces, va más allá, intenta abarcar todo orden de cosas, llegando quizás sólo a ser una curiosidad.

Sin embargo, resulta imposible no pensar también en el análisis más social que se hace en el film y, en particular, el esbozo de una idea que cobra sentido, o más bien fuerza, a la luz de hechos recientes, como el homenaje a Augusto Pinochet o los cuestionamientos hechos al Museo de la Memoria y los Derechos Humanos por no contextualizar (¿justificar?) las muertes, torturas y desapariciones en dictadura.

En realidad este hecho siempre ha estado presente a lo largo de estos 22 años y contando, y es que aún no se asume (a un nivel general) la historia reciente, se intenta hacerle una finta, esconderla, pasar a veces como un caballo de carreras, sólo con la vista puesta hacia delante, pero de una u otra manera siempre queda en evidencia lo mucho que falta para poder apropiarnos de ella, analizarla y, lo más importante, que no es posible olvidar.

Todos estos hechos “incómodos” en algún momento explotan, tal como en  el clímax de la película, cuando el baño literalmente lo hace, como cansado de tantas cosas que ahí han pasado y se han ocultado, incluidos los cuerpos de dos personas. Es un gesto ad-hoc para ilustrar lo que ocurre con esa negación de la memoria, algo parecido, por buscar un símil literario, al Gato Negro de Edgar Allan Poe.

Luego de pasada la tormenta se cree que todo volverá a normalidad, como se presume con la suerte de sahumerio que se realiza en el baño, pero…¡sorpresa!, aquello sólo es momentáneo, ya que luego otro hecho vuelve a hacer evidente el tema no resuelto, sólo relegado, como lo es la llegada de los encargados de instalar la alarma, que no son otros que ex agentes de la DINA/CNI, ahora ejerciendo en el rubro de la seguridad.

Todo esto podría encajar en el concepto de Steve Stern con respecto a cómo Chile ha asumido su pasado reciente, el “Olvido lleno de Memoria”. Y que mejor que un film para hacerlo una vez más patente. El cine es Memoria.

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Guía Metodológica Ojo con el cine chileno: Al menos lo intentaron

Por: Luis Horta / 02 de agosto, 2012

De la misma colección «Ojo con el Ejército de Chile»«Ojo con Carabineros de Chile» y «Cómo y para qué hablar de Transparencia y corrupción en la sala de clases», se lanzó ayer miércoles 1 de Agosto en la Cineteca Nacional del Centro Cultural La Moneda la Guía Metodológica «Ojo con el Cine Chileno», un amable manual realizado por la Fundación Futuro y que, bajo el objetivo de «acercar ese mundo audiovisual a las salas de clases», realiza una interpretación muy particular de la historia del cine nacional, así como establece un cuestionable criterio ideológico de selección de obras fílmicas y ejercicios pedagógicos que supuestamente ayudaría a «hablar de quienes fuimos, quienes somos y quiénes queremos ser» (sic).

Escrito por Magdalena Piñera, hermana del presidente y directora de la Fundación Futuro, y la periodista Claudia Sepúlveda, el texto contó con la asesoría de Ignacio Aliaga (Director de la Cineteca Nacional) y Ascanio Cavallo (Crítico de cine y analista político).

La autora, Magdalena Piñera

La Guía sugiere muchos films chilenos para ser utilizados como dispositivo pedagógico en aula, así como sugerencias de uso de estas obras. Así es como en una primera ojeada aparecen varias joyas a destacar, como la omisión de cualquier película chilena producida entre 1969 y 1979, o la inexistencia del cine del exilio, la corriente mas prolífica en la historia de nuestro cine. Además, el texto proporciona erratas historiográficas que simplemente ruborizan: se señala textual que «El Ejercicio General de Bombas en Valparaíso es considerada la primera filmación chilena», cuando hace ya años ha sido comprobado que la primera película local data de 1897; se indica el nacimiento en 1955 de «el Primer Cine Club Universitario que sería el departamento de Cine Experimental de la Universidad de Chile», siendo que la fundación fue en 1954, y en la práctica fueron dos cosas completamente distintas y nunca existió el «Departamento» aludido; se da  como fecha de realización de «La Batalla de Chile» al año 1972 cuando es una película montada en el exilio…

Lanzamiento en la Cineteca Nacional, foto extraída de la web de Fundación Futuro

Sin embargo, estas curiosidades son livianas en comparación con la predominancia del cine de ficción, relegando al Cine Documental a dos carillas con escasa información pedagógica, y nuevamente muchos errores, como la inclsuión en este apartado de la película «Perro Muerto» de Camilo Becerra, que es claramente una ficción, la cinta a «Los puños frente al carbón» (sic) de Orlando Lübbert y Gastón Ancelovici, o la cita a «Palomilla Brava» de Raúl Ruiz como un «imperdible» cuando, paradójicamente, se trata de un film perdido.

El desdén hacia el cine documental es patente y a veces grosero. «Desde sus inicios descubrió ser un gran instrumento de propaganda y divulgación, financiándose gracias a instituciones privadas y públicas » no es una frase afortunada, por decirlo menos, pero no es menos tajante que cuando señala que «actualmente el documental está buscando capturar distintos fragmentos de la realidad nacional (…) para obtener como resultado un <<termómetro social>>» (sic).

Curiosa mirada, y que ubica en el primer lugar como texto de consulta la obra del Sacerdote Alberto Hurtado «Cine y Moral», y simplemente obvía el rol de la Universidad pública en el desarrollo del cine nacional expuesto en «Historia del Cine Experimental de la Universidad de Chile» de Hans Stange y Claudio Salinas, de innegable valor pedagógico y didáctico.

Pedro Sienna en «El Húsar de la Muerte»

Inofensiva, los autores de la Guía se muestran complicados al abordar el Nuevo Cine Chileno: se traza un difícil camino con «Tres Tristes Tigres» de Raúl Ruiz, y no encuentra nada mejor que sugerir como actividad en torno a esta película «diseñar un afiche», mientras que «Caliche Sangriento» de Helvio Soto es despojada de toda su crítica al capitalismo y al poder económico de los empresarios, para inculcar una reflexión nacionalista al incentivar como actividad complementaria la «investigación de los principales problemas limítrofes actuales de Chile con Perú, Bolivia y Argentina». Otros films blanqueados son «Taxi para tres» de Orlando Lübbert, que pasa a ser un simple film de acción marginal en vez del crudo relato de seres despojados de su condición o la reflexión en torno a las desigualdades de clase.

«Tres Tristes Tigres», una película difícil

Como guía docente, se nota bastante precaria en su elaboración, con gruesos errores históricos y paradojas que de tan inocentes llegan a provocar ternura. Como dispositivo de formación de audiencias es un arma de doble filo: en manos desinformadas puede propagar la mirada conservadora sobre las expresiones artísticas contemporáneas o relegarlas a la anécdota, la farándula y la superficialidad.

La discursiva implícita es cuestionable al incorporar el concepto de cine dominante por sobre otras expresiones, igualmente oportunas como herramientas pedagógicas, como son los cortometrajes y los documentales. La omisión a cineastas relevantes es grosera, lo mismo a obras y corrientes. igualmente triste es constatar como folletines de este tipo replican una mirada sobre las políticas culturales aplicadas en nuestro país en los últimos veinte años, todo por medio de una estandarización de la nación y de la historia -de Chile y del cine chileno- y a partir de una imagen transversal y que no se somete a cuestionamientos. La relevancia de detalles chabacanos (como la participación de Ana González en «Sábados Gigantes»), perpetúa la mirada naïf sobre el cine chileno que tanto hemos escuchado los últimos días tras los mega estrenos de la farándula, así como el provincialismo retrógrado que contribuye al analfabetismo audiovisual que colapsa la pantalla local dominada por las empresas norteamericanas y sus filiales.

Como intento de generar dispositivos que enlacen el cine con la educación, la Guía Metodológica Ojo con el Cine Chileno» es valorable. Como texto complementario para la formación, es ingenuo. Como texto de cine escrito por la hermana del presidente, es anecdótico. Al menos lo intentaron.

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Algunas reflexiones en torno al cierre de la Sala de Cine BF Huérfanos

Por: Luis Horta / 27 de julio, 2012

Este 30 de Agosto dejará de funcionar la Sala de Cine BF Huérfanos, a casi un año de su apertura. El sorpresivo y violento cese de actividades de un espacio que destinó un alto porcentaje de su pantalla a la exhibición de cine chileno, se ha transformado en comentario obligado de las redes virtuales, pero detona una reflexión mayor referido a las formas de acceder al cine nacional y los aportes estatales para el desarrollo de éstas instancias. En definitiva, la carencia de un diálogo sobre políticas públicas vinculadas a la cultura cinematográfica y la educación de audiencias.

Algunas consideraciones que vale tener en cuenta: el 21 de Enero de 2011, revista Qué Pasa publicó la nota “Cine Club se toma Huérfanos”, donde se informaba que la empresa distribuidora de películas BF compraba a la cadena Hoyts el complejo ubicado en la Calle Huérfanos, donde antiguamente se ubicaba el mítico Rex, con el objetivo de “convertir el cine club en un encuentro de la industria chilena”, como señalaba uno de los nuevos dueños.

Lo cierto es que nunca funcionó como Cine Club, -ni siquiera en su nombre- pero si cumplió con ser una alternativa para que la incipiente “industria cinematográfica nacional” contara con una nueva pantalla en -dato no menor- un perímetro que ya albergaba otras cinco salas de cine arte: El Cine Arte Normandie, el Centro Arte Alameda, el Cine El Biógrafo, la Sala de Cine de la Universidad Católica y la Sala de Cine de la Cineteca Nacional de la Fundación Centro Cultural Palacio La Moneda, sin contar las actividades audiovisuales que realiza esporádicamente el Centro GAM como ser sede del FIDOCS.

Los dueños del nuevo complejo cinematográfico llamado BF Huérfanos, -Matías Lira (el mismo director del film “Drama”), Matías Cardone, Steve Ashmore y Carlos Hansen (también miembro del directorio de Colo Colo),- pronto consiguieron un jugoso aporte del Estado por la no despreciable suma de $120 millones de pesos de los Fondos de Cultura en la línea de Apoyo a la exhibición de cine chileno en multisalas, la que financia a privados para que proyecten películas nacionales en sus cadenas cinematográficas. En perspectiva, es una cifra bastante mayor que los $29.864.080 entregadas a la implementación del Cine Arte Normandie, con 30 años en el rubro, o los $20.783.492 asignados por concurso al Cine Club de la Universidad de Chile para adquirir un proyector 2K de Alta Definición, e infinitamente superior a los $3.500.000 entregados a la Casa de la Cultura de Coronel para implementación de su sala de cine. Un análisis de aquellas cifras permite constatar el interés del nuevo gobierno por priorizar el trabajo de la industria de cine nacional, y que instale la comercialización como eje del desarrollo del cine.

Aún así, las regiones siguen siendo devoradas por el consumo, donde solo se proyectan películas en centros comerciales, y bajo esa lógica de acceso, y el Estado parece no tomar responsabilidades mayores en su regulación. El cine de autoría, por así denominarlo, evidentemente desaparece en este contexto, al ser inviable y nada rentable. Por otra parte, aún existen lugares donde no hay salas de cine arte o cine clubes, y el acto cinematográfico solo es canalizado por grandes Mall o, en menor medida, por las migajas de una transmisión televisiva de madrugada que difícilmente alguien se entera.

Con los recursos estatales, BF Huérfanos pudo habilitar cuatro salas de cine, donde una de ellas estaba dedicada completamente al cine chileno (generalmente de corte comercial, aunque también incluía documentales), y que oportunamente bautizaron “Sala Raúl Ruiz” tras la muerte del reconocido cineasta. BF efectivamente contribuyó en estrenar películas locales, así como dejar en cartelera películas desechadas por otras cadenas de cine. Simultáneamente la exhibición de películas norteamericanas ayudó bastante a alimentar el negocio que, cuando no tuvo el aporte del Estado, dejó de ser negocio.

El paradigma de hablar de “Cine Chileno” cuando la realidad evidencia la existencia de “Cines Chilenos”, hizo que la contienda fuera desigual con acorazados como “Violeta se fue a los cielos” del consagrado Andrés Wood, versus “Anónimo”, ópera prima y tesis universitaria de Renato Pérez. Obviamente el público, habituado al consumo, no podrá leer de la misma manera una película de indagación que una película de explotación comercial. Es ahí donde el Consejo de la Cultura ha iniciado un incipiente programa de Formación de Audiencias, pero ¿Quién forma audiencias?. Es evidente que el rol de la formación debería caer en los centros que reúnen esta experticia como son las Universidades, pero ¿Qué rol cumplen las Universidades estatales en la formación de audiencias? ¿Cuál es el fomento a las ventanas de Cine Universitario que realiza el estado actualmente? ¿Los actuales encargados conocen las experiencias desarrolladas por la Universidad de Chile y el Instituto de Cinematografía Educativa?. Inevitablemente si se sigue confundiendo entretención con cultura, o se avanza sin conocer experiencias pasadas e intentando refundarlo todo desde cero, es poco lo que se puede desarrollar este tema, sobre todo si se instala la tiranía del capital como articulador del diálogo.

La Universidad de Chile, la Universidad Católica, la Universidad de Valparaíso, la Universidad Austral, la Universidad de Concepción, entre otras, cuentan con Cine Clubes con una robusta actividad que se ha encumbrado durante años, y que esporádicamente reciben vía concurso financiamientos escuálidos que hacen pensar que para el Estado o el gobierno de turno, son instancias menores a la que podría desarrollar un complejo con fines comerciales. Esta paradoja instala otro problema: ¿Por qué el acceso al arte debe ir de la mano con la comercialización? ¿Es necesario que el modelo de multisalas (y masividad, por ende) sea el articulador del acceso justo al arte cinematográfico? ¿El mercado debe estandarizar las normas de acceso al cine? Evidentemente el rol pedagógico o el uso de la cinematografía como canal cultural queda relegado a la invisibilidad y a un rol poco útil, porque no genera capital financiero, y bajo el prisma neoliberal el capital intelectual es inútil. La política gubernamental actual contribuye a realizar esta lectura: subvención a la empresa privada para que realice un mecenazgo con el cine nacional, o una porción de él, ese que aspira a las masas.

Mientras para el gobierno las audiencias sigan siendo un problema, será difícil desarticular la concepción que tiene la población sobre la cinematografía local. Eso se traduce en el poco balance que hay entre las casi nulas experiencias de salas de cine arte en regiones versus el gigantesco apoyo del estado al fomento del cine chileno en glamorosos Festivales internacionales. Es por ello que incluso muchos cineastas han desechado la opción de exhibir películas en salas de cine, y optan por espacios como los cine clubes o simplemente por incorporar films a portales web, donde se puede multiplicar la cantidad de personas que ven una película, aunque sacrificando el acto de asistir en colectivo a ver un film en pantalla grande.

La reflexión patente tras el cierre de BF es que el modelo comercial aplicado a la divulgación del cine nacional irremediablemente arrojará pérdidas, así como es cuestionable en cuanto a resultados la estrategia de la subvención a empresas para que se hagan cargo de la formación de audiencias. Igualmente marginar a las Universidades y Cine Clubes de este proceso es contradictorio, y parece que es incompatible que conceptos como mercado y educación se aúnen en el cine, tema tan en boga en el último tiempo. La apreciación cinematográfica es similar a la comprensión de lectura, y sabemos que en nuestro país las tasas son bajísimas. El público, que es sometido constantemente al analfabetismo que propone la maquinaria cultural norteamericana instalada en nuestras pantallas, ve en éste el estándar con que mide al cine de la región, el único lugar de donde se puede aferrar ante la carencia de espacios de exhibición y la desinformación.

BF Huérfanos es una empresa privada, y seguramente sus dueños continuarán en el rubro del cine. Las películas independientes chilenas se seguirán exhibiendo en sus propios circuitos de Festivales, Cine Clubes y Salas de Cine Arte. Y el grueso de la población continuará pensando que el cine nacional no existe, que el parangón con que medir una obra es el cine norteamericano, y seguirá prendiendo el televisor para evadirse de su realidad, ya que el valor de una entrada al cine es altísimo. El gobierno reafirmará su intención de apoyar el cine comercial sin una ciudadanía culta e informada que lo reciba, critique, piense. También premiarán a consagrados para que en el extranjero se hable de como un gobierno de derecha reconoce a sus artistas. Un niño de algún colegio del sur de Chile seguirá sin conocer “El Chacal de Nahueltoro” o “El Húsar de la Muerte”. Y, por supuesto, nadie reclamará por la pérdida de la vida cultural que existía antiguamente en el centro histórico de Santiago, por la demolición del Cine Lido para convertirlo en oficinas, o por el despojo a las universidades estatales de su rol como protagonistas del desarrollo del país, tal como fue con el cine local de los años sesenta. Al final del día, siempre será más cómodo lamentarse en las redes sociales sobre el cierre de una sala de cine arte, antes que preguntarse por el problema de raíz y cuestionar a los responsables de que la brecha existente entre el público y su propia cinematografía sea cada vez mas amplia.