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Artículos Cineclubismo

Manifiesto Cineclubista: Contracultura, educación y accesos no comerciales al cine

Por: Colectivo Cineclubes de Chile / 19 de Octubre, 2017

Manifiesto Cineclubista: Contracultura, educación y accesos no comerciales al cine.
Valdivia, octubre de 2017

Reunidos en la 4º Convención de Cineclubes de Chile, realizada en la Ciudad de Valdivia los días 13 y 14 de octubre de 2017, y señalando que ha sido la actividad cineclubista de mayor concurrencia en la historia del movimiento local, las agrupaciones convocadas señalamos:

1. El medio audiovisual chileno, mayoritariamente dominado por los discursos a favor del mercado, ha experimentado en los últimos años fuertes modificaciones respecto a los discursos inherentes al acceso a la cultura cinematográfica, entre ellas la creación de una Política Nacional del Campo Audiovisual (2016), la creación del Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio (2017) y el proyecto de reforma a las universidades del Estado (2017), lo cual obliga a los Cine Clubes a tomar una posición política respecto al rol que cumplen los públicos en este contexto.

2. Los Cine Clubes de Chile nos declaramos instancias de formación, sin ningún tipo de interés ni finalidad comercial. Tenemos como objetivo construir públicos críticos, y por este medio resignificar los modos de pensar nuestra sociedad. La legitimidad del cineclubismo chileno está dada por el reconocimiento de las comunidades y una historia con más de 60 años de actividad, cuyos hitos terminaron por contribuir a la transformación del cine chileno en la década de los ’60 y ’70, así como abrir espacios de libertad de expresión en los años ’80.

3. Reclamamos una reforma real al modelo de acceso al audiovisual que actualmente existe en el país, mayoritariamente controlado por operadores comerciales, empresas y circuitos afines, muchos de los cuales reciben subvenciones del Estado, negocios que condicionan la cultura visual de nuestras comunidades. Necesitamos una verdadera transformación cultural que se base en las necesidades de Chile y sus públicos, que no se conforme con administrar intereses privados sustentados en la competencia y en un falso vínculo con la educación.

4. Creemos que la implementación de un futuro Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio, debe ante todo hacerse desde las comunidades y considerar a las entidades que promueven las distintas artes en general como en nuestro caso concreto el cine. Por tanto, es imposible continuar invisibilizando a las organizaciones públicas de formación audiovisual, sean éstas ciudadanas o universitarias, tal como injustamente ha ocurrido hasta el momento.

5. Para reafirmar lo anterior, se crea desde este instante el Colectivo Cineclubes de Chile, instancia que dará pié a un trabajo de asociatividad, representatividad y horizontalidad, que cumplirá los siguientes hitos:
a) Fomentar la creación de nuevos cineclubes en todo el país.
b) Promover condiciones legales, ejecutivas y políticas para la ejecución e implementación de     actividades cineclubistas.
c) Incidir en políticas públicas en torno a la formación y acceso al audiovisual en instancias no mediadas por lógicas de mercado.

6. Por lo tanto, los Cineclubes de Chile manifiestan su obligación de incidir en la construcción de un sistema descentralizado de formación en cultura audiovisual, desarrollado por universidades y agrupaciones civiles. Subrayamos el imperativo ético y político que deben tener las reformas al sistema de acceso a la cultura audiovisual en Chile, fortaleciendo el rol del cine como un dispositivo de reflexión crítica, y que incorpore el trabajo, expertiz y trayectoria desplegado por los Cine Clubes de las distintas regiones de nuestro país.

Firman:
Centro Cultural y Cinematográfico de Penco
Cine Club Derecho Universidad de Concepción
Cine Club Linterna Mágica, Temuco
Cine Club Lumière
Cine Club Sala Sazié de la Universidad de Chile
Cine Club Talca
Cine Club Universidad de Chile
Cine Club Universidad de Los Lagos, Osorno
Cine Club y Ciclos de Cine Universidad de La Frontera, Temuco
Cinespacio, Talca
Cineteca de la Universidad de Chile
Rayo Verde Cine Club
Red Cero en Conducta de la Universidad de Chile
Red de Cineclubes Escolares de la Cineteca Nacional de Chile

Mesa de trabajo, Convención de Cineclubes de Chile 2017

Panel público «Contracultura, educación y accesos no comerciales al cine»

Panel público «Contracultura, educación y accesos no comerciales al cine»

Mesa de trabajo, Convención de Cineclubes de Chile 2017
Panel público «Contracultura, educación y accesos no comerciales al cine»
Panel público «Contracultura, educación y accesos no comerciales al cine»
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Artículos Cineclubismo Especial: Las Ficciones de la Transición: a 25 años

«Archipiélago»: Llevar la política a un plano mítico

Por: Editor / 08 de Noviembre, 2015

Función 12 de Agosto: Archipiélago (1992) de Pablo Perelman

Invitado: Sergio Rojas Contreras

Moderador: Carlos Molina González.

El día 12 de Agosto a las 18:30 hrs se dio inicio a la segunda jornada del Ciclo “Olvidos y Memorias: Las ficciones de la Transición a 25 años” organizado por el Cine Club Universidad de Chile, en conjunto con la Cineteca de la misma casa de estudios y con el apoyo del Museo de la Memoria y los Derechos Humanos. En dicha jornada presentamos el largometraje “Archipiélago” de Pablo Perelman, realizada en el año 1992 en la Isla grande de Chiloé. La función contó con la presencia del director, quien participó del cine-foro y compartió algunas reflexiones con el público asistente sobre el estado del cine chileno actual y la importancia de trabajar en la realización de obras experimentales. La película fue presentada por Sergio Rojas Contreras, filósofo, doctor en literatura y profesor de la Facultad de Artes de la Universidad de Chile, y el cine-foro fue moderado por Carlos Molina González, coordinador del Cine Club Universidad de Chile.

Sergio Rojas: Una lectura sobre los sueños y la realidad

Consideremos que “Archipiélago” es una película ciertamente extraña, del año 1992, poco tiempo antes había estrenado Gonzalo Justiniano “Caluga o Menta” (1990), que es una película totalmente distinta. Y luego aparece ésta obra extraña, diferente, surrealista. No es el tipo de películas que uno puede decir “no me cuenten el final”, porque es una obra de lenguaje cinematográfico, uno termina de verla y sabe que es el tipo de película que va a volver a ver, una o dos veces más. Más bien es de esas películas que uno pediría “cuéntenme el principio”, es algo que está señalado en el texto, entre otras cosas, pero es bueno tenerlo presente, porque sino el desconcierto es total. El protagonista interpretado por Héctor Noguera, recibe un disparo en un allanamiento, (según se sugiere, por la DINA)  a manos de un agente, quedando herido de muerte. Y toda la película es la agonía de éste personaje, pero en una dinámica que a uno le recuerda un poco “La noche boca arriba” de Julio Cortázar, el cuento donde el personaje conduce una motocicleta y tiene un accidente, la ambulancia lo recoge, y en el trayecto de pronto va siendo conducido por un túnel donde va a ser sacrificado en una ceremonia azteca. No hay un tercer lugar para el lector, sino que uno mismo es arrastrado en la narración hacia un lado y otro, y eso ocurre en la película. Por eso que si no se tiene presente este pequeño detalle, uno se desorienta absolutamente y en el mejor de los casos se reconoce la obra como “surrealista”, y con eso se quiere decir que no se entiende.

En ese sentido, podríamos incluso denominarla onírica, y también allí hay un punto muy interesante. No se trata de simplemente que todo aquello que sabemos acerca de lo que son los sueños, lo vamos a aplicar a la película para poder entenderla, sino que más bien la película nos va a enseñar qué es un sueño. Ocurren cosas muy desconcertantes, todos tenemos la experiencia de que en los sueños ocurren cosas extrañas, pero lo más raro en un sueño es que las cosas extrañas, no nos “extrañan”. Ese tipo de cosas van ocurriendo a lo largo de toda la película, y una de ellas (la más extraña) ocurre al inicio de la historia, cuando el protagonista va siendo conducido al exilio (a Chiloé) y quién lo lleva es un agente de la DINA y quien interpreta a ese agente es Eduardo Gatti. ¿No podría Pablo Perelman haber encontrado otro actor? Puede ser un elemento onírico también, que en el interior de la narración aceptamos las reglas del juego. Otro ejemplo, esta vez alejándonos de la película en sí, hay una pintura “El Imperio de las Luces” de René Magritte (pintor surrealista), una obra que aparentemente no tiene nada raro. Pero si miramos la pintura desde la mitad hacia abajo, se darán cuenta de que en el paisaje es de noche. Y si uno mira la pintura de la mitad hacia arriba, es de día. Pero si no reparamos en eso, simplemente ve que es una pintura extraña, y que son cosas que ocurren también en los sueños. En la película hay un momento en que el protagonista recién llegado a Chiloé, lo reciben y le encargan que trabaje en la restauración de una iglesia (el protagonista es un arquitecto), y la persona que lo recibe le dice “aquí en Chiloé llueve siempre, incluso cuando está despejado”, y efectivamente está despejado y sólo llueve sobre Noguera, quien abre un paraguas mientras camina con el otro sujeto que lo acompaña. Esa escena me recordó a la película “Días de Campo” de Raúl Ruiz, donde hay una gotera durante toda la historia, y esa gotera va cambiando de lugar en la casa, a veces está en el living, a veces está en un dormitorio y hay un momento donde están conversando los personajes al aire libre, a pleno sol, y ahí está la gotera. Esa escena con la lluvia cayendo específicamente sobre el paraguas de Noguera me recordó esa escena, entonces una de las preguntas que resultan de esto es ¿nos sentimos que estamos en la realidad porque es coherente? ¿o sentimos que la realidad es coherente porque lo estamos viviendo? Cuando salimos de la realidad, decimos “qué increíble”, así como lo decimos de un sueño, eso muchas veces ocurre respecto al pasado. Qué increíble haber estado en ese país, en ese Chile bajo dictadura, era realmente insólito.

Y por eso es importante no sólo preguntarse qué significa esta película en el año 92, sino qué significa esta película hoy, donde nuestra relación con el pasado es una relación un tanto onírica. Creo que nunca la historia de Chile había estado tan puesta en suspenso como hoy. No sabemos qué es la historia de Chile, no sabemos la historia de qué es la historia de Chile. Ya pasó esa época de las efemérides, del himno nacional; nunca había estado tan en cuestión (la historia), ése es el momento que estamos viviendo. Y emergen los archivos, surgen las imágenes, las historias personales, los testimonios, las memorias, y todo eso emerge haciendo trizas la historia. Yo lo enuncio con la siguiente fórmula: “Crisis de la historia, retorno del pasado”. Más precisamente, “el pasado no cabe en la historia”. Todo este tipo de imágenes, de recuerdos, de historias cruzadas que ocurren en los sueños, que ocurren en el cine, porque tiene este recurso de hacernos transitar entre distintos tiempos, en realidad es la manera como se trama nuestra propia historia, nuestra propia biografía e incluso la historia de Chile, ahora que las historias oficiales han entrado en crisis y emergen los nuevos relatos. En ese sentido yo creo que esta es una película muy contemporánea, el año 1992 aún es un año de expectativas respecto a la democracia. (El tema de esos años eran los derechos humanos, no el neoliberalismo como se cree.) Está lleno de frases que van entregándonos elementos para esta reflexión que propone, y yo lo enuncio de esa manera “el tiempo pasado no cabe en la historia”, y entonces emerge de esa manera. Casi al comienzo de la película el protagonista dice mirando las islas de Chiloé “son cientos de islas, cada vez más lejos unas de otras, la tierra se disuelve”. Después hay otro momento donde se saca el reloj, lo pone sobre la mesa, y vemos su reflejo, su segundero va avanzando pero en el reflejo va retrocediendo. Todos esos detalles dan cuenta de alguna manera de la propuesta de la película, como ese momento en que el personaje dice “y ¿cómo se sale de aquí?” Cómo se sale de ésta época, cómo se sale de éste sueño. Toda la película es un viaje, y el final es también el desenlace de ese trayecto.

Pablo Perelman: Llevar la política a un plano mítico

Hay un contexto de producción que explica algunas cosas respecto a “Archipiélago” a diferencia de mi película anterior. “Imagen Latente” es una película que le va bien, independiente de lo que sea, tiene mucho de su momento (contexto social y político), y es recibida con mucho interés afuera del país sobretodo. Y a penas mostramos Imagen Latente, ya teníamos producción para una siguiente película, que existía como idea (vagamente). Entonces, dije voy a hacer una película experimental, voy a hacer una película sin ninguna preocupación por quién la ve o cómo le va. Y éste es el producto de eso, es una película preparada en muy poco tiempo, en base a ideas muy fragmentarias. Ahora, una cosa es decir y partir con esta idea el trabajo, y otra cosa es  lo que pasa con el resultado. Al final, por lo menos yo tenía expectativas mucho menos experimentales que lo que aparece en la película. A mi me hubiese gustado que esta obra se hubiese entendido mágicamente, pero que hubiese sido deslumbradoramente clara, y eso no lo conseguí. Cuando digo que no se entiende, no estoy diciendo que se deduzca en causa-efecto. Más bien que se aparezca, se revele, más que se entienda. Yo diría que el problema principal de esta película, se refiere a la construcción. No son tanto el cómo se engarza un tema con el otro, o cómo se monta, pero sí hay un problema de construcción. No están bien distribuidos los pesos, es un problema con la estructura.

Es muy curioso, pero de todas mis películas (yo no he hecho tantas) sin duda ésta es la “más chascona” y es por otro la más premiada, aunque eso tampoco es muy importante, pero sí tiene un cierto peso cuando uno está buscando abrir una ruta experimental y de un nuevo lenguaje. Hay que pensarlo en el momento, año 1992, es un momento en que se agotan los modelos, sobretodo los modelos narrativos de la política. Si pensamos en Latinoamérica, la retórica es campea, es como un aguacero de retórica, el arte latinoamericano en general, no sólo el cine. El cine argentino por ejemplo, que es un cine brillante, lleno de acción en este momento, lleno de originalidad, de humor, en ese tiempo era pura retórica. Pero hay una crisis del relato, y cuando aparece una película como ésta, es esperanzador, no es una película lograda, no es una película terminada, pero es un camino, una búsqueda. Aún así, no termina de ser satisfactoria, pero es una experiencia muy entretenida. Entonces la idea en el fondo, era cerrar un ciclo. Esta película está filmada durante el año 91 y el 92, justo a la salida de la dictadura, y la idea era poner distancia al  tema político (que es el tema que me interesa y que sigue siendo central en mi actitud hacia el cine), ponerle un punto final. Distanciarme tanto de la coyuntura política y de la práctica política de esa época, para que se convirtiera en un cierre. Y esta distancia es llevar el tema político a un plano mítico, entonces el camino hacia la muerte, es el libro de los muertos, un compendio de imágenes, asociaciones, ideas de tipo mitológico y junto a eso, la experiencia directa de la dictadura y la represión.

El cine experimental y la degradación del pensamiento poético.

El concepto de montaje siempre fue éste, ir mezclando. El guión era un cuaderno, unas 30 páginas, no era un guión, era una guía, un mapa. Ahora, cuando empezamos a montar según guión, hubo muchas cosas que no funcionaban, entonces hubo mucho trasvasije de fragmentos enteros, de un lado a otro. Si hay algo que se pudiese asimilar a éste montaje, es la poesía. Y hay un desprestigio de la poesía en general. La gente no tiene paciencia para mirar, quiere entender, quiere apropiarse de los cuentos, de la historia, de la vida de otros.

Siento que hay algo parecido a eso, igual hay búsquedas que son preciosas, que nosotros no veamos mucho cine experimental, no quiere decir que no haya. Nadie se atreve a hacer un largometraje así, porque es cine chileno, las películas se hacen, se quedan guardadas y muy poca gente las ve. Entonces hay un prurito por el éxito así rápido y a como dé lugar.  En la degradación del pensamiento poético es algo que tenemos que pensar, porque es algo que tiene que ver con la degradación de la mirada, con la degradación de los ruidos, el silencio. El silencio es lo más difícil que hay en este momento, conseguirlo, experimentarlo, vivirlo. Con el bombardeo mediático, con el internet conectado permanentemente, con el celular… como que no hay el espacio interior (que uno construye afuera también), no encuentra su lugar. Ahora, eso no tiene que ver con mi película, pero sí con lo que ocurre con el paso del tiempo, cómo han ido cambiando las cosas. La dictadura tenía una cosa que yo le tengo mucha nostalgia, que es el silencio. La vida en la intimidad, había un tremendo espacio para la intimidad, porque no podías salir, no se podía hablar fuerte, no se podía meter ruido. Entonces hay cosas que van cambiando con todo, con el gran aparato de la historia, de la cultura, y que van dejando consecuencias.

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Artículos Cineclubismo Especial: Dossiers

Dossier Nº 7: Panorama del cine chileno contemporáneo

Por: Editor / 08 de abril, 2015

Ventana ¿El retorno del miedo? por Luis Horta

Crónica de un comité por Vittorio Farfán

Sebadilla: un cine de autor para Malls por Vittorio Farfán

Fuerzas Especiales: Un país de eufemismos por Luis Horta

El Parra menos Parra por Vittorio Farfán

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Artículos Cineclubismo Colaboraciones

«El Embrujo del Cine» por Delia Tapia

Por: Camila Pruzzo / 13 de agosto, 2012

Delia Tapia, de la localidad de Curanipe en la región del Maule, fue una entusiasta alumna del Taller de Formación de Audiencias y Cine Club Pelluhue 2012, organizado por Carlos Molina y Karla Díaz, dos jóvenes cineastas egresados de la Universidad de Chile, cuyo proyecto fue financiado por el Consejo Nacional de la Cultura y las Artes, a través del Fondo de Fomento Audiovisual. El taller realizado durante los meses de Junio y Julio, no sólo permitió un aproximamiento al estudio de audiencias en esta localidad tan alejada de la capital regional, sino también abrió paso para la planificación y formación de un cine club en la zona, impulsado por los alumnos del taller.  A continuación, la carta escrita por Delia en la ceremonia de cierre del taller.


El embrujo del cine me cautivó gracias a la enseñanza de dos jóvenes salidos de la Universidad.

Hoy 10 de Agosto es el día clave para despegar con nuestros propios medios, pensar que hace dos meses tras ignoraba totalmente lo que era el cine y hoy gracias a éste curso puedo decir que he aprendido.

Al comenzar, me encontré con unos excelentes profesionales los que clase a clase me impregnaban de conocimientos, que hasta ese momento, eran totalmente desconocidos, como por ejemplo el saber que el cine tiene sus orígenes en la fotografía, lo importante que fue Edison, los hermanos Lumière y así un millón de sapiencias de las que me siento orgullosa, una lástima que este conocimiento no halla sido recibido por una cantidad mayor de personas, ya que, nadie debería privarse de la cultura, efervescencia social y política que está reflejada en los films.

También como dijo Patricio Guzmán “Un país que no tiene cine-documental es como una familia que no tiene álbum fotográfico”

Tendría para hablar horas de todo lo que provocó el cine en mí, pero no quiero cansarlos.

Para finalizar, quisiera otorgar un afectuoso reconocimiento a Karla Días Montalba y a Carlos Molina González, también a los docentes invitados Edison Cajas González y Luis Horta Canales, que me han abierto la mente y me han enseñado a disfrutar del séptimo arte.

Muchas gracias.

Delia Tapia

Curanipe 2012

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Artículos Cineclubismo Crítica Opinión

Algunas reflexiones en torno al cierre de la Sala de Cine BF Huérfanos

Por: Luis Horta / 27 de julio, 2012

Este 30 de Agosto dejará de funcionar la Sala de Cine BF Huérfanos, a casi un año de su apertura. El sorpresivo y violento cese de actividades de un espacio que destinó un alto porcentaje de su pantalla a la exhibición de cine chileno, se ha transformado en comentario obligado de las redes virtuales, pero detona una reflexión mayor referido a las formas de acceder al cine nacional y los aportes estatales para el desarrollo de éstas instancias. En definitiva, la carencia de un diálogo sobre políticas públicas vinculadas a la cultura cinematográfica y la educación de audiencias.

Algunas consideraciones que vale tener en cuenta: el 21 de Enero de 2011, revista Qué Pasa publicó la nota “Cine Club se toma Huérfanos”, donde se informaba que la empresa distribuidora de películas BF compraba a la cadena Hoyts el complejo ubicado en la Calle Huérfanos, donde antiguamente se ubicaba el mítico Rex, con el objetivo de “convertir el cine club en un encuentro de la industria chilena”, como señalaba uno de los nuevos dueños.

Lo cierto es que nunca funcionó como Cine Club, -ni siquiera en su nombre- pero si cumplió con ser una alternativa para que la incipiente “industria cinematográfica nacional” contara con una nueva pantalla en -dato no menor- un perímetro que ya albergaba otras cinco salas de cine arte: El Cine Arte Normandie, el Centro Arte Alameda, el Cine El Biógrafo, la Sala de Cine de la Universidad Católica y la Sala de Cine de la Cineteca Nacional de la Fundación Centro Cultural Palacio La Moneda, sin contar las actividades audiovisuales que realiza esporádicamente el Centro GAM como ser sede del FIDOCS.

Los dueños del nuevo complejo cinematográfico llamado BF Huérfanos, -Matías Lira (el mismo director del film “Drama”), Matías Cardone, Steve Ashmore y Carlos Hansen (también miembro del directorio de Colo Colo),- pronto consiguieron un jugoso aporte del Estado por la no despreciable suma de $120 millones de pesos de los Fondos de Cultura en la línea de Apoyo a la exhibición de cine chileno en multisalas, la que financia a privados para que proyecten películas nacionales en sus cadenas cinematográficas. En perspectiva, es una cifra bastante mayor que los $29.864.080 entregadas a la implementación del Cine Arte Normandie, con 30 años en el rubro, o los $20.783.492 asignados por concurso al Cine Club de la Universidad de Chile para adquirir un proyector 2K de Alta Definición, e infinitamente superior a los $3.500.000 entregados a la Casa de la Cultura de Coronel para implementación de su sala de cine. Un análisis de aquellas cifras permite constatar el interés del nuevo gobierno por priorizar el trabajo de la industria de cine nacional, y que instale la comercialización como eje del desarrollo del cine.

Aún así, las regiones siguen siendo devoradas por el consumo, donde solo se proyectan películas en centros comerciales, y bajo esa lógica de acceso, y el Estado parece no tomar responsabilidades mayores en su regulación. El cine de autoría, por así denominarlo, evidentemente desaparece en este contexto, al ser inviable y nada rentable. Por otra parte, aún existen lugares donde no hay salas de cine arte o cine clubes, y el acto cinematográfico solo es canalizado por grandes Mall o, en menor medida, por las migajas de una transmisión televisiva de madrugada que difícilmente alguien se entera.

Con los recursos estatales, BF Huérfanos pudo habilitar cuatro salas de cine, donde una de ellas estaba dedicada completamente al cine chileno (generalmente de corte comercial, aunque también incluía documentales), y que oportunamente bautizaron “Sala Raúl Ruiz” tras la muerte del reconocido cineasta. BF efectivamente contribuyó en estrenar películas locales, así como dejar en cartelera películas desechadas por otras cadenas de cine. Simultáneamente la exhibición de películas norteamericanas ayudó bastante a alimentar el negocio que, cuando no tuvo el aporte del Estado, dejó de ser negocio.

El paradigma de hablar de “Cine Chileno” cuando la realidad evidencia la existencia de “Cines Chilenos”, hizo que la contienda fuera desigual con acorazados como “Violeta se fue a los cielos” del consagrado Andrés Wood, versus “Anónimo”, ópera prima y tesis universitaria de Renato Pérez. Obviamente el público, habituado al consumo, no podrá leer de la misma manera una película de indagación que una película de explotación comercial. Es ahí donde el Consejo de la Cultura ha iniciado un incipiente programa de Formación de Audiencias, pero ¿Quién forma audiencias?. Es evidente que el rol de la formación debería caer en los centros que reúnen esta experticia como son las Universidades, pero ¿Qué rol cumplen las Universidades estatales en la formación de audiencias? ¿Cuál es el fomento a las ventanas de Cine Universitario que realiza el estado actualmente? ¿Los actuales encargados conocen las experiencias desarrolladas por la Universidad de Chile y el Instituto de Cinematografía Educativa?. Inevitablemente si se sigue confundiendo entretención con cultura, o se avanza sin conocer experiencias pasadas e intentando refundarlo todo desde cero, es poco lo que se puede desarrollar este tema, sobre todo si se instala la tiranía del capital como articulador del diálogo.

La Universidad de Chile, la Universidad Católica, la Universidad de Valparaíso, la Universidad Austral, la Universidad de Concepción, entre otras, cuentan con Cine Clubes con una robusta actividad que se ha encumbrado durante años, y que esporádicamente reciben vía concurso financiamientos escuálidos que hacen pensar que para el Estado o el gobierno de turno, son instancias menores a la que podría desarrollar un complejo con fines comerciales. Esta paradoja instala otro problema: ¿Por qué el acceso al arte debe ir de la mano con la comercialización? ¿Es necesario que el modelo de multisalas (y masividad, por ende) sea el articulador del acceso justo al arte cinematográfico? ¿El mercado debe estandarizar las normas de acceso al cine? Evidentemente el rol pedagógico o el uso de la cinematografía como canal cultural queda relegado a la invisibilidad y a un rol poco útil, porque no genera capital financiero, y bajo el prisma neoliberal el capital intelectual es inútil. La política gubernamental actual contribuye a realizar esta lectura: subvención a la empresa privada para que realice un mecenazgo con el cine nacional, o una porción de él, ese que aspira a las masas.

Mientras para el gobierno las audiencias sigan siendo un problema, será difícil desarticular la concepción que tiene la población sobre la cinematografía local. Eso se traduce en el poco balance que hay entre las casi nulas experiencias de salas de cine arte en regiones versus el gigantesco apoyo del estado al fomento del cine chileno en glamorosos Festivales internacionales. Es por ello que incluso muchos cineastas han desechado la opción de exhibir películas en salas de cine, y optan por espacios como los cine clubes o simplemente por incorporar films a portales web, donde se puede multiplicar la cantidad de personas que ven una película, aunque sacrificando el acto de asistir en colectivo a ver un film en pantalla grande.

La reflexión patente tras el cierre de BF es que el modelo comercial aplicado a la divulgación del cine nacional irremediablemente arrojará pérdidas, así como es cuestionable en cuanto a resultados la estrategia de la subvención a empresas para que se hagan cargo de la formación de audiencias. Igualmente marginar a las Universidades y Cine Clubes de este proceso es contradictorio, y parece que es incompatible que conceptos como mercado y educación se aúnen en el cine, tema tan en boga en el último tiempo. La apreciación cinematográfica es similar a la comprensión de lectura, y sabemos que en nuestro país las tasas son bajísimas. El público, que es sometido constantemente al analfabetismo que propone la maquinaria cultural norteamericana instalada en nuestras pantallas, ve en éste el estándar con que mide al cine de la región, el único lugar de donde se puede aferrar ante la carencia de espacios de exhibición y la desinformación.

BF Huérfanos es una empresa privada, y seguramente sus dueños continuarán en el rubro del cine. Las películas independientes chilenas se seguirán exhibiendo en sus propios circuitos de Festivales, Cine Clubes y Salas de Cine Arte. Y el grueso de la población continuará pensando que el cine nacional no existe, que el parangón con que medir una obra es el cine norteamericano, y seguirá prendiendo el televisor para evadirse de su realidad, ya que el valor de una entrada al cine es altísimo. El gobierno reafirmará su intención de apoyar el cine comercial sin una ciudadanía culta e informada que lo reciba, critique, piense. También premiarán a consagrados para que en el extranjero se hable de como un gobierno de derecha reconoce a sus artistas. Un niño de algún colegio del sur de Chile seguirá sin conocer “El Chacal de Nahueltoro” o “El Húsar de la Muerte”. Y, por supuesto, nadie reclamará por la pérdida de la vida cultural que existía antiguamente en el centro histórico de Santiago, por la demolición del Cine Lido para convertirlo en oficinas, o por el despojo a las universidades estatales de su rol como protagonistas del desarrollo del país, tal como fue con el cine local de los años sesenta. Al final del día, siempre será más cómodo lamentarse en las redes sociales sobre el cierre de una sala de cine arte, antes que preguntarse por el problema de raíz y cuestionar a los responsables de que la brecha existente entre el público y su propia cinematografía sea cada vez mas amplia.