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Entrevista: El productor Giancarlo Nasi Cañas, a los 34 años viaja más que Henry Kissinger en los tiempos de Nixon

Por: André Joufee / 16 de noviembre, 2019

Ahora quizás producto de una crisis existencial, decidió radicarse en París. Al fin y al cabo lo acerca más a los mercados del cine.

-Hace poco más de un año usted tenía como meta crear la Academia de Cine, ¿qué han alcanzado hasta el momento?

-Está creada, es un hecho, somos más de setenta o sea superamos a nuestro par de Colombia y esperamos tener cien asociados. Aun cuando físicamente, no contamos con oficinas propias de la Academia, estamos en la etapa de cerrar los trámites legales para consolidar este ente privado autónomo. Nos referimos a una plataforma de apoyo a los derechos de los productores y de votación en línea para elegir las películas que nos representarán en diferentes festivales o capítulos de trascendencia como los Oscar, Cannes, Goya, San Sebastián, Berlín y tantos otros que sirven para catapultar una producción al ambiente internacional. Y este paso lo veo en marcha durante el 2020.

Indudablemente el cine chileno ha alcanzado un nivel de prestigio internacional. El Óscar otorgado al cortometraje «Historia de un Oso» y luego a la película «Una mujer fantástica», se suma “La tierra y la sombra”, Cámara de Oro en Cannes, el estreno de “Marilyn”, en la sección Panorama de la Berlinale, sumados a los premios obtenidos en San Sebastián, Lisboa y Tel Aviv como mejor película, se agregan “Los versos del olvido” de Alireza Khatami, en Venecia y el premio al mejor guión de la Filipresci (prensa cinematográfica) de la Crítica e Interfilm. Todo esto, confirma nuestra presencia en el mundo.

Los tres últimos films mencionados fueron producidos por Giancarlo Nasi. El autor intelectual de la Academia de Cine de nuestro país, salta de un festival o acontecimientos que reúnan el mercado del cine y productores en cualquier parte del mundo.

“La idea surgió desde la Asociación de Productores de Cine y Televisión (APCT). Desde hace muchos años veníamos observando a la Federación Iberoamericana de Cadenas de Cine que es el organismo que reúne a todas las academias iberoamericanas. Entonces, nos sorprendió mucho que Chile no tuviera Academia, ya que casi todos los países poseen una. En México la Academia de Cine debe tener cerca de 70 años. Lo mismo con Colombia y Paraguay”,

Lo que ha cambiado bastante es la valoración por las producciones locales que, aunque ha mejorado, sigue siendo algo flojo mientras que el sistema de financiamiento no logra suplir las necesidades de los proyectos. Por eso lo de la Academia de Cine, también.

Para concretar el proyecto Nasi debió viajar a España. Allí conoció el funcionamiento de la Academia del lugar. Ellos tienen una sala de cine, una biblioteca de cine, restauran archivos fílmicos y croquis de vestuaristas de películas antiguas. Incluso, hay un programa con el Ministerio de Educación que considera películas nacionales como material pedagógico”, explica.

“Lo interesante es que las Academias no son gremiales, es decir, es el único organismo que reúne a todos los profesionales del cine: guionistas, directores, productores, actores, vestuaristas, maquilladores, pos productores, editores de fotografía, músicos. Esto hace que la Academia sea tan transversal como legítima. Entonces, se convierte en un motor de cambio para la industria cinematográfica de cualquier país”, agrega.

Clases de cine a las aulas

Para Giancarlo Nasi es importante que la Academia de Cine en Chile aborde tres puntos relevantes: la formación de audiencia, la igualdad de género y el sistema de financiamiento.

“Hoy tenemos un cine al que le va muy bien afuera. Entonces, cabe preguntarse: ¿cómo es posible que las películas nacionales tengan más espectadores en, por ejemplo, República Checa que en Chile? Aquí el punto es cine y educación. Si en el colegio no enseñan a leer nadie leería y eso está pasando con el audiovisual”, dice el productor.

En este sentido, afirma que deben tomarse medida urgentes: “Hoy el lenguaje audiovisual es el que más se utiliza, sin embargo, en las escuelas no se aborda. Es decir, deberíamos enseñarlo porque hay mucha riqueza ahí. Entonces, estamos desperdiciando mucho talento. Es tremendamente importante que se enseñe el cine en las salas de clase”, agrega.

Respecto de la inclusión de las mujeres en el ámbito laboral del cine, Nasi advierte que “es importante crear conciencia en los cineastas de lo que es tener una sana inclusión de las mujeres”.

“Que ganen lo mismo, que tengan las mismas responsabilidades y que puedan tener diversas profesiones”, sostiene.

Sobre el financiamiento señala: “¿Qué pasaría si el sistema de fomento fuera más potente, más diverso? La idea entonces es pensar un sistema más inteligente donde el cine financie el cine”.

Giancarlo Nasi Cañas, de 34 años es graduado en Ciencias Políticas y Sociales con Maestría en Derecho Económico de la Propiedad Intelectual en Sciences Politiques de París. Trabajó posteriormente en la agencia de medios WPP Ho Chi Minh, Vietnam, en la producción de contenido de televisión y enseguida como abogado asociado del bufete de abogados Alessandri & Co. Chile.

Actualmente dirige el área de cine de Quijote Films, donde produjo películas como «Chile Factory» y «Jesús» y de las tres películas mencionadas anteriormente.

¿Cómo explica el salto de abogado con post grado en Ciencias Políticas al mundo de la producción?

-La carrera que estudié y las ciencias políticas me demostraron, durante los viajes y con el tiempo que somos muchos con ese background metidos en el cine. Es una carrera ideal para la producción pues conjuga varios aspectos.

Por ejemplo menciona el Derecho intelectual y los aspectos administrativos. Eso es lo que le tocó en la ciudad de Ho Chi Minh, capital vietnamita donde en buen chileno, fue a ordenar el gallinero en lo que respecta a apegarse a las normas de la Organización Mundial del Comercio, a la cual está suscrito Vietnam.

Tiene WPP varias agencias y yo trabajé para una de los royalties que tiene la compañía que es la versión local de American Idol, es decir Vietnam Idol, todo un suceso.

De la capital vietnamita opina que existen muchos contrastes como la modernidad, suntuosidad y extrema pobreza.

Blanco en Blanco, Filmada en Magallanes e Islas Canarias

“Blanco en Blanco”, dirigida por Theo Court, (N.A. Por ejemplo en Cannes, es innecesario enviar la copia cien por ciento terminada) señala Nasi. “Estamos involucrados en “Work in Project” con lo cual tiene que quedar en un festival. Iremos también al Festival Toulouse donde crearon en los años noventa “Cinema en construcción” (último legado de la creadora, que trabaja de la mano con el Festival de Biarritz, Francia de este festival, Esther Saint Didier, que regaloneó bastante a realizadores chilenos como Tomas Welss).

-Usted temía obstáculos climáticos para filmar en Magallanes, como la escasez de nieve.

– Los hubo pero al contrario de lo augurado, hubo mucha nieve en Tierra del Fuego en pleno invierno. En consecuencia estaba todo cerrado y costaba un mundo dar con lugares para alojar a la gente, el catering y guardar equipos. Finalmente nos instalamos en la estancia de Carlos Larraín.

Como se trata de una co producción, hubo que realizar rodajes fuera del país, y se hizo, simulando que era Tierra del Fuego, en el volcán Teitel de las Islas Canarias. Fue igual de interesante.

“Blanco en Blanco”, es una coproducción de España, Chile, Francia y Holanda (El Viaje Films, Don Quijote Films, Pomme Hurlante Films y Rinkel Films), dirigida por el español Theo Court, con la producción de Giancarlo Nasi de Chile y José Alayón de España.

Esta película pretende ser una invitación a reflexionar sobre las paradojas que sostienen el edificio social. Pedro, un fotógrafo profesional interpretado por el actor nacional Alfredo Castro, deja a tras la bohemia y el alcohol de Valparaíso para emprender un viaje a Tierra del Fuego, en un intento de dar un nuevo aire a su vida. Castro estará acompañado por el actor alemán Lars Rudolph que interpreta a el “propietario”.

El representante de la Patagonia Film Commission, Marilyn

La película «Marilyn», dirigida por el argentino Martín Rodríguez, ya ha recibido premios a la mejor película en Lisboa, San Sebastián y Tel Aviv; nos representara también en Toulouse. Fue reconocida en la Berlinhale y en Italia. A Cannes no puede porque solo concursan películas no proyectadas al público, como en el caso Blanco en Blanco.

-¿No teme que se desate como temática de demasiadas películas la discriminación de genero desvirtuando los ideales que persigue?

– En términos económicos, «Marilyn» no va dar plata. Si no es por financiamiento del Ministerio de la Cultura de Argentina y Chile, más la Corfo, jamás se hubiera podido hacer. Un privado nunca habría recuperado la inversión. Gracias al apoyo Corfo y Ministerio de la Cultura hubo convenios con salas comerciales que nos aseguran unas semanas en cartelera un esfuerzo reciproco lo que pasa va de la mano el tema del objetivo de la discriminación de género. Más que eso, el film pone sobre la mesa el drama del niño en su interior y en su entorno y ocurre en un lugar rural.

(N.A.)Efectivamente, Un lugar sin límites, del mexicano Arturo Ripstein, inspirada en la novela homónima de José Donoso, si bien es considerado una película “cult”, jamás llenó salas. Sin embargo hay que considerar que el contenido para la época, comienzos de la década de los sesenta, incluso al día de hoy estaría lejos de pasar inadvertida. Trata justamente de la una turbia relación entre el homosexual del prostíbulo y la regenta.

– Antes proliferaban los anuncios y paletas luminosas con el anuncio de producciones heterogéneas. Se augura un Cannes en manos de Netflix. ¿No le teme al monopolio de este canasto cinematográfico?

-Si puede convertirse en monopolio, más adelante imponer condiciones, pagar menos, manipular la producción… Pero por otro lado, gracias a Netflix llega a todo el mundo un cine como El Cristo Ciego, que quizás no la hubiera visto tanta gente. Y como parte de la generación de Christopher Murray nos llena de orgullo.

-Nombres como el de Alfredo Castro se repiten bastante en la producción nacional, ¿Acaso no es excesivo insistir siempre en los mismos actores?

– Difiero, tal como Hollywood repite una y otra vez en ciertos rostros, nosotros como bloque latinoamericano debemos internacionalizar aunque sea a nivel continental a los Darín, Castro a Paulina García, Catalina Saavedra y Marcela Moran, magnífica en “Araña” de Andrés Wood (trata de ”Patria y Libertad” y se estrenó el 15 de agosto), Si no hacemos causa común en ese aspecto no llegaremos a ninguna parte, Hollywood lo ha hecho por años.

– A menudo los productores aparecen en los créditos más destacados que los propios actores, ¿A qué se debe?

– Tenemos que plantearnos que la mayoría de las películas son co producciones, apoyadas por varios entes públicos y privados de cada país participante. Los productores debemos abocarnos al financiamiento de film. Caso chileno, Ministerio de la Cultura y del Patrimonio, Corfo, a veces Mineduc, Banco del Estado, empresas privadas. Debemos multiplicar por tres o cuatro, de acuerdo a los países involucrados; eso explica la cantidad de menciones a los que han apoyado la película.

En broma sostenemos que por último, la lista podría ir en ZIP, comprimida.

En Estados Unidos, una producción de la Fox, por ejemplo, menciona solo algunos nombres pues la compañía invierte el 80 por ciento del costo. Los productores son propietarios de la película. En países como Francia existen convenios entre apoyo estatal y productores, que se traduce en asumir el costo de la distribución y la difusión. A cambio los productores reciben el apoyo de estar mínimo una semana en cartelera de cine.

Hasta hace algunos años la televisión financiaba películas haciéndose participe de la producción o cancelando los derechos de difusión por adelantado, luego de su paso por los cines

-En ocho años que llevo en esto, no me han comprado ninguna. Antes, era común que películas de Miguel Littin o Silvio Caiozzi tuvieran esa suerte (Historias del Fútbol de Andrés Wood, tuvo compra de TVN).

El canal Arte de Francia y Alemania son buenos co productores, al margen de que hacen sus propias películas.

Marilyn

Por otra parte, con gran éxito de taquilla se proyecta en todo el país, la película chileno argentina “Marilyn”, protagonizada por Catalina Saavedra. La cinta incluye a Walter Rodríguez, Germán de Silva y Rodolfo García.

“Es muy gratificante ver el resultado del trabajo que hicimos con un equipo tan pequeño y en un lugar tan pequeño de Argentina”, señaló la actriz chilena Catalina Saavedra.

La intérprete aseguró que se sorprendió al ver la cinta porque “Martín, el director, tomó una decisión artística muy importante en el montaje. Marilyn aparece como una película rápida y vertiginosa, muy coherente con lo que sucede con el personaje principal. Estoy contenta con la película y en momento en el que se estrena, en un contexto muy importante para la comunidad LGBT”.

Por su parte, el productor Giancarlo Nasi sentenció que “la respuesta del público fue muy buena y ahora la película empieza su recorrido mundial. Tenemos muchas invitaciones a festivales y también acuerdos para su estreno en diversos lugares del mundo, lo cual nos llena de orgullo no sólo porque estamos emocionados por el trabajo realizado, sino que también porque creemos que Marilyn generará muchas conversaciones. Para nosotros es importante el debate que puede darse en torno a las injusticias de las que son víctimas las personas transgénero”.

La trama

La cinta aborda la historia de Marco y su familia, quienes son puesteros de una estancia. Mientras el padre y hermano hacen las tareas más pesadas, Marco se queda en la casa con su madre. Todos tienen pensado un futuro para él, pero Marco sólo espera la llegada del Carnaval, donde podrá mostrarse a todos tal cual se siente. La repentina muerte del padre deja a la familia en una situación vulnerable.

El patrón del campo los presiona para que se vayan y la madre, a su vez, presiona a Marco para que se ocupe del campo. Apodado Marilyn por otros adolescentes del pueblo, es objeto de deseo y discriminación. En un clima creciente de opresión, acorralado por su familia y su pueblo, «Marcos se verá confrontado a la imposibilidad de ser quien quiere ser».

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Entrevista a Miguel Hilari, realizador de “El corral y el viento”

Por: Colectivo Miope / 04 de Enero, 2016

Entre el 1 y el 31 de diciembre de 2015, el V Festival Márgenes dispuso, como le es característico, su selección oficial (14 películas) para ser visionada gratis vía streaming. En paralelo, hubo exhibiciones presenciales en España, México, Uruguay y Chile. Yen esta edición,el documental El corral y el viento (55’), realizado por el boliviano Miguel Hilari (Alemania, 1985) fue galardonado como la mejor película. Con anterioridad, la pieza –que tuvo su debut internacional en Cinéma du Réel– ganó el premio a la mejor película latinoamericana en Fidocs 2014 y estuvo en Bafici 2014, entre otros certámenes.

La película no cabe dentro de categoría alguna. No tendría sentido encasillarla, por ejemplo, dentro del no-género documental observacional. La búsqueda va más allá en todo sentido. Podría decirse que es un cúmulo de exploraciones amalgamadas, entre las que sobresalen: la tensa relación campo-ciudad, apuntes nostálgicos de una historia familiar, una especial dinámica cámara-sujeto, cierto tipo de educación, cómo una cultura se adapta –o no– a los nuevos tiempos y sus desafíos sin modificar tanto –o sí– su identidad, etc. En fin, una experiencia diversa y concentrada.

Un punto de anclaje clave: El abuelo del director, aymara oriundo de Santiago de Okola, poblado ubicado al noroeste de La Paz, a orillas del Lago Titicaca, fue encerrado en un corral de burros por querer aprender español. Desde el presente, la necesidad estatal de exaltar y dignificar la cultura indígena v/s la necesidad de cierto tipo de modernización -asociada a la migración- se interceptan ante la cámara. Dialogan dos épocas, y, a la vez, la consciencia sobre la manera de representar un espacio adquiere una densidad preponderante.

Decía Antonin Artaud, en Brujería y cine: “…toda imagen, la más seca, la más banal, llega traspuesta a la pantalla. El detalle más pequeño, el objeto más insignificante, toman un sentido y una vida que les pertenecen absolutamente. (…) El cine simple, tomado tal cual es, en lo abstracto, desvela un poco de esa atmósfera de trance, eminentemente favorable a ciertas revelaciones. Utilizarlo para contar historias, una acción exterior, es privarle del mejor de sus recursos, ir en contra de su fin más profundo”. Esta reflexión ayuda a aproximarse con justicia a lo que ofrece El corral y el viento.

La consultamos, por escrito, a Miguel Hilari sobre el proceso de realización (4 años), nutrido de multiples instancias de desarrollo (laboratorios) que fueron fraguando la búsqueda formal, narrativa y ética de este nada convencional retrato cinematográfico.

* * *

  1. Bolivia

¿Cómo se hace cine en Bolivia? ¿Existen fondos o concursos públicos destinados al cine/audiovisual? ¿Cuál es la postura estatal frente a esta disciplina, y cómo la evalúas tú?

Históricamente, el cine boliviano ha sido de autogestión. Hubieron cortos y aislados períodos de coqueteo entre cine y Estado, pero nunca duraron más de un par de años y produjeron relativamente pocas obras. El último fondo de fomento nacional produjo cuatro películas a mitades de los 90 y en realidad fue un préstamo con intereses.

Ahora hay un concurso público de la Alcaldía de La Paz, que cumplió su segundo año, es el único fondo público a nivel nacional.

El Estado generalmente ha comprendido al cine no como una posibilidad de abrir una pluralidad de voces, sino como una herramienta para difundir un discurso oficial. Pasa lo mismo con el manejo del canal estatal de televisión, que desde su fundación siempre fue una máquina publicitaria del gobierno de turno.

Uno siempre puede argumentar que en un país pobre como Bolivia hay otras prioridades que el fomento al cine, pero en ese caso también habría que revisar el presupuesto que maneja la publicidad gubernamental que se produce con el dinero de todos.

  1. Ciencias

¿Cómo pasas de estudiar Ciencias Políticas a Cine? ¿De qué manera se gatilla ese giro?

En realidad, al terminar el colegio pensaba en estudiar cine. Pero luego he trabajado medio año en un proyecto de salud en el Altiplano, cerca al pueblo de mi padre, y he empezado a dudar del cine. Quería hacer algo más útil. Me fui a estudiar Ciencias Políticas y Economía en Alemania (de donde es mi madre), pero no duré ni un semestre. Me enseñaban teoría del desarrollo, sentí todo muy lejano a lo que en realidad estaba buscando, en fin, toda la situación me parecía muy absurda. Volví a Bolivia y entré a una carrera de cine un tanto experimental que se estaba abriendo en ese momento.

  1. Pasado

Para entender un poco mejor el trasfondo de la historia. ¿Quiénes exactamente ejercían esta especie de apartheid contra tu abuelo y con qué fin, y cómo logra salir tu padre de este pueblo llegando hasta Alemania?

Los campesinos aymaras, como todos los demás campesinos indígenas, no tenían acceso a la educación ni al voto antes de la Revolución Nacional de 1952. La división colonial entre “indios“ y “criollos“ persistía, siendo los criollos en el campo mayormente terratenientes. Obviamente ellos no estaban muy interesados en un empoderamiento indígena, por lo que algunos intentos de escuelas clandestinas son perseguidos brutalmente. Después de 1952 y durante la infancia de mi padre, esto evidentemente cambia. Él es parte de la primera generación de aymaras universitarios que se graduaron a fines de los 70. A Alemania fue con una beca para hacer un postgrado.

  1. Referencias

¿De dónde obtuviste tus referencias formales o narrativas para construir El corral y el viento? ¿Has absorbido la tradición fílmica boliviana? ¿Cómo te enfrentas a ésta?

Creo que uno de los grandes cambios que trajo el digital y el internet es un mayor acceso al cine mundial. Yo crecí con eso. Las películas del iraní Abbas Kiarostami me dieron ganas de hacer cine, y empecé a interesarme por el cine documental gracias a las películas de Nicolás Guillén Landrián (cubano) y Sergey Dvortsevoy (kazajo). Aunque sean de lugares muy distantes, siento sus películas mucho más cercanas que cualquier película gringa que llega a nuestras multisalas y también mucho más cercanas que la gran mayoría de las películas bolivianas.

También me siento muy influenciado por el primer Grupo Ukamau (J. Sanjinés, A. Eguino, O. Soria). El viaje a la ciudad y de vuelta al campo por ejemplo es uno de los grandes temas de nuestro cine. Se lo ve en Vuelve Sebastiana [Jorge Ruiz, 1953], Yawar Mallku [Jorge Sanjinés, 1969] , Pueblo Chico [Antonio Eguino, 1974], Chuquiago [Antonio Eguino, 1977], La Nación Clandestina [Jorge Sanjinés, 1989], entre otras películas. Me gusta comparar las diferentes representaciones de la llegada de los campesinos a la ciudad. Particularmente me gusta mucho la escena de la llegada de Paulina en Yawar Mallku, ella sentada en la parte trasera de un camión, mirando asustada los edificios que se imponen amenazantes; en unos cinco planos, no más de un minuto en total, se representa una violación. También me gusta mucho la llegada del niño Isico en Chuquiago, cuando por casualidad descubre la hoyada con la ciudad a sus pies, y fascinado, medio en juego, le lanza piedras junto a  su amigo. Y sin embargo, por más bellas que sean ambas secuencias, refuerzan el paternalismo clásico del indigenismo: los campesinos llegan a la ciudad como niños inocentes o como mujeres violadas. En ese sentido, en el plano final de mi película, yo he querido filmar otra llegada a la ciudad, una que parte desde mi experiencia personal.

  1. Espectador

En algún momento del desarrollo de esta película, ¿estabas pensando en un hipotético espectador, un tipo de espectador con un determinado perfil, o tu prioridad fue desarrollar la forma y el lenguaje que sobresale?

Mi prioridad fue ser sincero con mi experiencia en el lugar y con la presencia de la cámara. Eso ya me resultó lo suficientemente complejo. No me imaginé un espectador específico, aunque una vez hecha la película me emocionó mucho que espectadores de diferentes partes del mundo con una historia familiar similar de migración del campo a la ciudad pudieron identificarse con la película. En Europa, en Canadá, en Perú y en Bolivia escuché comentarios en este sentido.

  1. Laboratorios

Si pudieras contar –ojalá con lujo de detalle– de qué manera fueron un aporte al desarrollo de la película los laboratorios Atlantidoc, DocBsAs  y TransLAB.

Al Atlantidoc fui a fines del 2009 con una idea muy vaga que luego mutó mucho. Me sirvió principalmente para conocer alguna gente afín y para conocer Uruguay. Michael Chanan estaba ahí dando un taller, buen tipo, filmaba todo con una cámara chiquita y estaba presentando una película sobre Detroit que a sus alumnos no nos gustó.

Al Doc BsAs (2010) fui pensando que tenía una idea genial y que los “decision makers”  del mundo iban a caer rendidos a mis pies. Durante tres días pasé por un intenso entrenamiento para engatusarlos durante mis 5 minutos de pitch. El engatusamiento no funcionó, no conseguí a ningún financiador ni ningún premio en plata. Pero sí me dieron una beca para cursar un taller en la escuela de cine de Cuba e hice algunos amigos.

El TransLAB (2013) fue diferente porque ya llevé un primer corte de la película, lo pude mostrar a alguna gente muy querida y no tuve la presión de tener que convencer a alguien para que me de plata. Además era también la primera edición del festival Transcinema, y su  ambiente me gusta mucho.

¿En qué consistió la experiencia de tu estadía en Santiago de Chile (2008)?

Estudié un semestre de Dirección Audiovisual en la Universidad Católica. Las clases me gustaron mucho por que pude escogerme las materias que más me interesaban, entre ellas el taller de documental con Paola Castillo y un seminario de realismo en el cine con Pablo Corro. También me acuerdo que ese año estaban empezando las manifestaciones estudiantiles. Y me impactó el miedo generalizado durante el día del joven combatiente. Estaba yendo a jugar fútbol y me tomaron preso.

Me gustó poder conocer Chile de más cerca. En todo Latinoamérica somos países muy parecidos pero nos gusta enfrascarnos en nacionalismos empolvados. Hasta en eso nos parecemos.

Luego de pasar por las instancias académicas o laboratorios: ¿tu estrategia fue construir una estructura por escrito o cómo organizabas lo qué sería fundamental registrar?

Si, me parece importante escribir las ideas. Tenía una primera escaleta el 2010, que fue cambiando mucho mientras filmaba. El 2012 decidí quedarme tres semanas en la comunidad para terminar de filmar todo de una vez, y en ese tiempo también hice la escaleta final, que casi ya no cambió.

  1. Realizar

Da la impresión que todo el trabajo en terreno (cámara, dirección, sonido) lo hiciste tú con una cámara más o menos ligera. ¿Te pareció significativo este método para lograr cierto resultado o cómo llegaste a esta estrategia?

El dinero determina el modo de producción. Usé dos cámaras prestadas, primero la Panasonic HPX 300, que es bastante grande y me gusta mucho, y luego una Sony FX1 por que no pude prestarme la primera por un tiempo prolongado. Usé un micrófono en la cámara y una grabadora aparte, para grabar ambientes. Me hizo pensar mucho sobre la movilidad, sobre cuando usar trípode y cuando no, sobre el impacto de cámara. Si hubiera tenido los recursos para llevar luces, máquinas y un equipo de 30 personas seguramente la película hubiera sido otra. Yo quise hacer esta película, estoy seguro que con otra forma de producción hubiera hecho otra película, no necesariamente mejor o peor, pero completamente diferente.

El trípode es todo un tema ¿Qué significa para tí esta herramienta, cómo decides aplicarlo o no?

El trípode da mayor calma a la imagen, pero también mayor distancia. La cámara en mano es más espontánea y cercana, pero la imagen también es más frágil, me parece. Hay situaciones que no se pueden filmar en trípode, otras que no se pueden filmar cámara en mano. En todas las del medio, hay que elegir, y hay que equivocarse.

  1. Educación

A través del paralelismo entre la historia de tu abuelo y la cotidianeidad de los niños, flota con fuerza el concepto de educación. Dialogan dos épocas: antes, existió prohibición absoluta; hoy, hay educación, pero se basa en memorizar sloganes poéticos. ¿Te parece que en Bolivia captan esa observación crítica que propones? Y si es así, ¿cómo evalúas desde tu experiencia el sistema educativo boliviano?

Esto no es una observación mía sino una interpretación tuya, aunque está bastante a mano. Yo diferenciaría esto un poco más. Yo hago cine, filmo cosas concretas. Filmo una secuencia de poemas, y hablo de una anécdota que le pasó a mi abuelo. No hablo de “la educación“ como concepto gigantesco. Evidentemente en Bolivia se ha hablado sobre esta secuencia, no creo que hayan cosas veladas para nosotros en la película que solamente se capten en el extranjero, ¿no?

Y por último, no soy la persona a evaluar el sistema educativo boliviano en un par de líneas.

  1. Pesca

¿Con el plano del hombre pescando en el lago Titicaca y su particular longitud, qué querías transmitir o explorar?

Estas preguntas no me gustan por que pueden condicionar demasiado la experiencia del espectador. Simplemente te puedo decir que quise honrar ese particular momento en ese espacio.

¿Cómo ibas definiendo que ya tenias suficiente material grabado, ya sea en el día a día o en general? El asunto de poner término a un rodaje es todo un tema. ¿Cómo determinaste el cierre, o que ya tenías lo suficiente para narrar la historia?

Cómo te comentaba, en 2012, después de haber filmado más o menos el 50%, fui durante 3 semanas a la comunidad y decidí filmar todo lo que me faltaba. Después de eso, no filmé más. Sino hubiera podido seguir filmando hasta ahora. Por ahí no hubiera sido malo eso, pero quería terminar algo.

  1. Reaccionar

¿Cómo reaccionaron los habitantes de Santiago de Okola ante la película; al verse? ¿Cuál crees que sea el rol del realizador ante los retratados –el público boliviano, en general– al momento de posibilitarles el acceso al resultado final?

A mis primos Hernán y Noelia (que salen en la primera mitad) les encantó verse filmados, me pidieron una versión más larga con todo lo que grabamos. Pero cuando estaban viendo esa versión en la casa de un tío, el tío paró el DVD en la parte de los disfraces y las peleitas de noche, le pareció demasiada chacota. Eso, por el otro lado, a nosotros nos pareció muy chistoso.

A mi tío Francisco en cambio le aburrió mucho, hasta donde yo sé. No es una persona que le guste ver las cosas a través de una pantalla.

El rol del realizador de este tipo de cine es el mismo en Bolivia que en cualquier otra parte del mundo. Sabemos que la tenemos difícil en cuanto a la difusión, hay que lucharla, ese el camino del cine que hemos elegido.

  1. Actores

Existe la convención de que en el cine de ficción hay actores y se les remunera tanto por su habilidad, su imagen y su tiempo ocupado, ¿cómo analizas y abordas esto para con los participantes de un documental?

Creo que en el documental depende de cada película como organiza la relación entre trabajo y renumeración. A veces, la idea de trabajo con horarios y responsabilidades tampoco está tan definida como en la ficción (para los protagonistas). En mi caso, yo no pagué un salario a los protagonistas, solamente les llevé un pequeño monto en agradecimiento una vez que la película ganó un premio en plata.

  1. Escuela

¿En qué consiste la Escuela Popular de Cine Libre y en qué se diferencia a otras escuelas o instancias de aprendizaje que hay en Bolivia sobre el cine? Y en ese sentido, ¿cómo se realizó el cortometraje colectivo Sol donde tú participaste?

Sol“ es el ejercicio final de un taller que yo di en la escuela. Es un trabajo colectivo, la idea era reunir diferentes miradas sobre un mismo evento, que es el solsticio de invierno, fecha del año nuevo aymara. Cada capítulo se filmó de manera individual o hasta entre dos personas, la discusión y el montaje de las piezas fue colectivo. Este tipo de colaboraciones me parecen muy interesantes de hacer, por que fomentan un debate entre diferentes voces, más que la alineación colectiva detrás de un discurso único.

Es una pena que no haya una instancia seria de formación profesional en cine en Bolivia. Ojala esto cambie este año. La Escuela Popular de Cine Libre es un espacio abierto a todo el mundo, se ofrecen talleres que duran entre 1 y 2 meses, con una sesión por semana, nadie paga, nadie cobra. Es un espacio quizás un poco romántico, pero de esos que hacen falta.

  1. Distribución

¿Cómo ha sido la circulación de la película en Bolivia?, ¿el gobierno actual acepta  esta construcción nada condescendiente con la imagen convencional–romántica  del indígena como un ser puro en armonía perpetua con la naturaleza?

En salas, la película se ha visto únicamente en la Cinemateca, en La Paz. Pasó por algunos festivales y proyecciones en espacios alternativos. Hubo interés de Bolivia TV de pasarla por televisión abierta, pero eso se truncó por algún motivo. No sé nada sobre reacciones del gobierno, si es que las hubo.

  1. Ventas

Luego de pasar por diversos festivales, ¿ha El corral y el viento logrado ventas internacionales? ¿Cual crees que sea el mejor recorrido para una película como El corral… hoy, con Internet como factor relevante?

No he logrado ninguna venta, eso me suena un poco utópico. Lo mejor que puede hacer una primera película es permitirte hacer una segunda, y eso se está dando. Pienso que hay gran potencial en las ventas por streaming, pero aún no está lo suficientemente desarrollado y difundido. Faltan plataformas nacionales, internaciones, pero creo que deberíamos apuntar a eso.

En Chile circula esta crítica: algunos cineastas latinoamericanos hacen películas para festivales internacionales, para complacer la culpa o el deseo de exotismo primermundista con cintas cargadas de cierta aura poética, críptica, etérea, y que los connacionales tal vez nunca aprecien o siquiera vean. ¿Existe en Bolivia ese cuestionamiento, y si existe, cómo lo enfrentas?

Yo no lo enfrento, yo soy el que hace ese cuestionamiento. Mi película cuestiona el cine exotista profundamente.

Bolivia puede parecer muy exótica al resto del mundo. No por eso vamos a dejar de filmar en Bolivia. El problema aparece cuando los cineastas bolivianos se ponen anteojos de turista y miran todo a través de esa mirada superficial, maravillándose con lo obvio. Eso es algo que he tratado de evitar a toda costa.

  1. Competir

Ya que estás desarrollando una segunda película: ¿Te parecería importante construir este nuevo proyecto pensando que le pueda hacer cierta competencia a la oferta que ofrece la tradicional multisala, conectándote de alguna manera con la audiencia local, y así ganar terreno para el cine boliviano, o no es un tema significativo para tí por ahora?

Hubieron varias películas bolivianas muy buenas que además fueron éxitos de taquilla. Lamentablemente son de la época del celuloide, antes de la piratería, el Internet, la TV cable, etc. Yo creo que sería un error rendirnos de entrada ante la industria de Hollywood, pero también hay que ser realistas y saber donde estamos parados.

Yo sé que El corral y el viento no puede competir contra Star Wars. Me hacen gracia los intentos de hacer cine industrial en Bolivia. Resultan en unas películas-engendros, remedos ridículos de Hollywood que no funcionan ni aquí ni allá. Hay una frase famosa del veterano crítico de cine Pedro Susz: “Hacer cine en Bolivia es como armar un Concorde en un garaje“. Hay que entender esa frase en la época del celuloide. Pero sea como sea, un Concorde hecho en un garaje siempre resultará un remedo medio chistoso del original. En ese sentido, yo no apunto a armar concordes. Pero si me gusta la idea del garaje como taller. Un cine hecho a mano.

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Conversación con Gastón Ancelovici

Por: Equipo CineClub UChile / 07 de mayo, 2014

Gastón Ancelovici, a la derecha, junto a Patricio Guzmán. Francia, 1976
(Fuente: www.memoriachilena.cl)

Gastón Ancelovici es director y productor de cine y televisión, realizó estudios de Arquitectura (1964 a 1970) en la Universidad de Chile, pero su vocación por el cine lo llevó a participar en los talleres organizados por Chile Films en los años de la Unidad Popular. Su primer acercamiento al cine es como asistente de dirección de “La batalla de Chile”, de Patricio Guzmán. Tras el golpe militar, partió al exilio y se instaló en Francia. Estudió allí Cine y televisión en el Instituto de Ciencias de la Información de la Universidad de Bordeaux-III, Francia (1975-1978). Se desempeñó, además, como coordinador de la Médiathèque des Trois Mondes y como responsable, desde 1978 hasta 1984, del Centro de Documentación de la Cinemateca Chilena en el Exilio. Con posterioridad, se trasladó a Canadá, donde desarrolló el grueso de su producción como documentalista.

Esta conversación se realizó en el año 2013.

¿Tomando en cuenta que estudiaste arquitectura, cómo fue que llegaste a hacer cine?

Yo creo que si no hay Unidad Popular, si no hay Allende, si eso no hubiera pasado, ahora seríamos arquitectos un montón de personas. Mucha gente dejó carreras botadas, pasábamos en huelga porque el estudio no era lo principal, lo importante era que íbamos a cambiar el mundo. Y eso que en el año ‘67 o ‘68, vino una gran reforma a nivel universitario, que fue así como el 2011 de ustedes los estudiantes.

 ¿Fue entonces un momento de articular discursos nuevos?

Sí, era un momento político a nivel de sociedad, había una noción de que el audiovisual era una formidable herramienta educativa y de propaganda. Aunque todo era súper artesanal, las cámaras eran escasas y tenían un precio súper elevado. Pero cuando llegó Patricio Guzmán de España, donde estuvo estudiando cine, se empezó a producir el documental “El Primer Año”, que trataba sobre el primer año de gobierno de Allende, y que era algo así como la antesala de lo que sería después “La batalla de Chile”, se mantiene el mismo estilo de cine directo. Además, uno en esos momentos sentía la responsabilidad de ser el reportero del día, de andar con una mentalidad cinematequera de guardar los materiales porque después podían ser importantes. Era una cuestión intuitiva, una responsabilidad de todos nosotros de registrar lo que estaba sucediendo.

Cuéntanos sobre la cinemateca de la resistencia y/o del exilio.

La verdad es que Pedro Chaskel era el que tenía una visión más a largo plazo, acá en Chile no había una cultura de cinemateca y eso que la imagen es igual de importante que las bibliotecas. En España yo le propuse a Pedro (Chaskel) crear la cinemateca del exilio y hablamos con la filmoteca española, y nos preguntaban “¿Ustedes quiénes son?” y nosotros les decíamos “La cinemateca de la resistencia y el exilio chileno en formación” (se ríe). Estábamos vendiendo la pomada, pero era una idea genial. Inventamos un catálogo con 15 o 20 películas; nos ayudó la red que tenía la filmoteca española y descubrimos todo el aparataje del franquismo para controlar el cine: las películas eran dobladas en España y eran cambiados los diálogos. Bueno, en la cinemateca se arrendaban películas y recorrimos la mitad de España proyectando películas, era una cuestión súper entretenida. Luego había críticos de cine franceses, alemanes, belgas, que empezaron a saber de cine chileno. A fines de los ‘70 y comienzos de los ‘80 ya teníamos una lista de 30 películas con su resumen, la ficha técnica, etc. En nuestro incipiente centro sistematizábamos las cosas que estaban dispersas. En la cinemateca del exilio había una mezcla de películas desde las de la UP hasta las que se estaban haciendo en plena Dictadura. De todas maneras, lo principal era que la gente en el extranjero supiera lo que estaba pasando en Chile con la dictadura.

Los Puños Frente al Cañón (1975), documental dirigido por Gastón Ancelovici y Orlando Lübbert

Por otro lado, me llama la atención de tus documentales que siempre hay un tema con la memoria, un rescate de ella.

Naturalmente uno siempre tiene cierta fijación con algo, no es que uno lo elija conscientemente sino que sin darse cuenta a uno muy rápidamente le atrae algo, es una cuestión muy exploratoria, te vas dando cuenta de a poco. Dentro de la tradición campesina existe la tradición oral que es la memoria en el fondo, y había gente que eso lo transformaba en cosas escritas, en diarios personales, esto quiere decir que hay una vertiente histórica en cualquier lugar que tiene que ver con la preservación de la memoria. Esto está muy ligado con la naturaleza de la humanidad, desde la biblia para adelante existe esa obsesión con la memoria (se ríe). Por eso cuando alguien te cuenta una historia uno sabe que eso es la puntita del iceberg y que debe haber muchas cosas más. Generalmente, eso pasa en todos los temas, la pretensión que uno tiene de abordar un tema, pero después de hacer una investigación preliminar el tema se abre y va más allá del tema que tú te imaginaste.

De todas maneras una obra nunca podrá llegar a retratar totalmente lo que en realidad se siente en un momento determinado, por ejemplo eso sucede con el cine de la UP. Una obra sí puede abrir un discurso, dar pie a algo, pero nunca abordarlo de una manera que realmente se asemeje a la realidad. Siempre va a existir esa distancia por eso urge articular formas de abordar eso. También como un compromiso por la memoria y con una construcción de un imaginario país. Actualmente no hay un cine comprometido, y cuando se rememora se mencionan sólo ciertos tópicos.

Cuando uno está con ejes temáticos en la memoria, parece como cosa obsesiva, pero lo que pasa es que uno está viendo la memoria del presente, la memoria no es historia. La memoria es que tú encuentras a la gente que te cuenta muchas cosas desde el presente y tú ves que estás como siempre en flashback; de repente de ese flashback te saltas para adelante. Hay gente que está en flashback, pero de repente ve más lejos de lo que tú estás viendo en este momento, y eso es llevado a una expresión. Ojalá yo pudiera hacer eso en mi obra.

Retomando lo que decía, en las películas de la época de la UP había quizás como un cierto idealismo. Siempre me pareció que en esa época había casi como un romanticismo en el momento mismo, o quizás esa es la impresión que tiene uno, porque igual hay una visión un tanto romántica de esa época que se ha trasmitido. En los documentales siempre se muestra a la gente fervorosa por Allende y todo eso, pero uno se pregunta ¿Realmente habrá sido así o es la construcción del documental, que finalmente es la visión del realizador y no la del momento en sí?

Es bien difícil saber dónde empieza uno y dónde empieza lo otro.

¿Dónde esté la realidad y el mito que se construye?

Por ejemplo yo comprendí claramente, cuando descubrí que había un potencial de filmar en pleno período de dictadura, que la gente que filmaba, los que nos conocíamos, eran continuadores de los mismo equipos que nosotros habíamos empezado a formar antes del ’73 y que no había desaparecido eso sino que se sumaba otra gente. Esta cosa es bastante más dialéctica de lo que uno se imagina en términos de cómo se van dando las sumatorias y los saltos cualitativos, pero uno dice “bueno, es pega para los historiadores, ellos después verán” y es bueno que hayan historiadores, ellos son los que más sistematizan después. Pero también uno siente que hay que transmitir una información más inmediata porque hay lagunas que después quedan que no se pueden rellenar, además ¿Por qué darle toda esa pega al historiador?. Hay una responsabilidad de todos nosotros y eso se da, por ejemplo con toda esta cosa de cómo se han dado los 40 años, o sea, si uno estaba en el mes de marzo del 2013 y decía a los 40 años puede que suceda tal cosa (ustedes me corrigen, yo miro las cosas desde otro ángulo), era difícil, hay algunos que tuvieron como chispazos, que de repente tú notas que se anticiparon un poco más, otros que están mucho más rezagados, ahora ¿Por qué los 40 años? Ese es el documental que está por hacerse casi, porque así como existe el 2011, yo diría que es el 2011 y el 2013.

O sea, para este año, yo tengo la impresión de que hubo un pequeño punto de inflexión, estuvo más asumido el tema del Golpe en sí, está mucho más asimilado, es un poco menos incómodo a nivel social, aunque sigue siendo incómodo asumirlo a ratos y ver todas las aristas que trajo el Golpe como la dictadura misma. Porque muchos consideran que hubo Golpe, pero que después no hubo dictadura, se hace una separación.

Ese dilema está planteado igual a los 30 años ¿Por qué en los 30 años no se produce lo que se produce a los 40? ¿Qué otros ingredientes hay, por qué si uno batió huevo y la cosa subió, pero otras veces se batió y quedaba a medio camino?

Yo creo también actualmente que después del 2011 hubo un despertar para buscar un proyecto país que fue quebrado con el Golpe de Estado y que aún no se ha recuperado, antes de eso no nos habíamos planteado para dónde vamos o para dónde queremos ir.

Mira, yo siento que el cine del vuelco del 2011 está por hacerse. Yo veo desde la distancia que hay gente trabajando, más de la generación de ustedes que estuvo metida “en la chuchoca” como se dice, que se queda con un registro sobre cosas que siguen pasando o cosas que uno mismo no está viendo. Y eso es lo mismo que generacionalmente hablando puede haber sucedido, no quiero generalizar y tampoco quiero construir una teoría, pero uno empieza como a detectar de que su 2011 fue nuestro 1968 y no es que el movimiento o la reforma universitaria del ’67 fue lo que generó la fuerza que hubo detrás de Allende candidato a la presidencia por cuarta vez. Hay momentos en que de repente como que se produce una confluencia absoluta, que no son al azar tampoco, bueno los historiadores dicen “eso está muy reciente y hay que esperar unos diez años para poder decir algo porque la historia reciente no es historia” y empiezan a sacar mil teorías, que yo respeto, pero uno es más cronista y queda más metido en la urgencia de que tú ves que van a confluir cosas. O sea tú vivías la revuelta estudiantil del ’68, pero la campanita de la revolución cubana te sonaba día por medio y ¿Qué conecte tenía eso? Era muy difícil de hacer la conexión en ese momento. Yo tenía una proyección política, ideológica, esperanzas, ilusiones, sueños, si al final uno se nutría de puros sueños. O sea, si no había un elemento que gatillara pegarse la volada, la cosa se empezaba a desinflar. Entonces la llegada del triunfo de Allende nos pegó un empujón más y ese empujón fue tan remecedor, digo así bien metafóricamente hablando que o esto desembocaba como desembocó, o pasaba no sé qué otra cosa y eso tú no lo medías el ‘70 mismo, o sea la intensidad de los tres años del gobierno de Allende, era tan vertiginosa toda la cosa.

Siento que después del 2011 fue el despertar, claro partió el 2006 y siguió el 2011.

Pero históricamente, cuando investigábamos el tema con Orlando (Lübbert) sobre “Los Puños frente al Cañón”, o sea las revueltas estudiantiles siempre fueron cruciales en el siglo XX, cuando nosotros nos metimos en los años ’30 y uno empezaba a comprender cosas que estaban pasando en las universidades, dos o cinco años antes ya había la “mansa crema” en las universidades, que de repente a eso se sumaban otros factores, habían otras crisis, venían crisis económicas, o que venía el desmoronamiento de la oligarquía, que uno nunca sabía que se iba a producir más o menos en esa misma época, y se producían. Bueno, los historiadores dicen que siempre los estudiantes se anticipan, la cosa estudiantil siempre son una anticipación de cosas que van a pasar, a veces no es sinónimo de que van a pasar cosas tremendas tampoco, pero son catalizadores de una suma de cosas que están acumulándose, que se va a desmadrar todo.

Chacabuco, Memoria del Silencio (2001), documental dirigido por Gastón Ancelovici
(Fuente: http://www.cinechile.cl)

Es que después de la generación que hubo en los ‘90, que era como muy del “no estoy ni ahí”, a tener ahora este despertar, donde los jóvenes incluso los que son secundarios, están súper comprometidos, se genera una opinión que antes no se daba. Quizás eso ha sido como una de las cosas “buenas”, entre comillas, del gobierno de Piñera ya que se generó una oposición súper fuerte y más notoria.

Hay un conecte. Yo me puedo conectar más fácilmente con la generación de ustedes, pero es mucho más complicado con la generación del ‘90, no porque sean más o menos politizados, sino que más fácilmente como que encontramos temas comunes con la generación de ahora. Igual no es solamente que los jóvenes de los ‘90 “no estuvieran ni ahí”, es que las experiencias también son totalmente distintas. Y eso es bastante excepcional, que se conecte como la 1era y 3ra generación, y la del medio que está como en otra área, a pesar de que hay puentes. (…) O sea, yo he escuchado elogios a la juventud chilena de gente pasada de los 60 años. Como que volvieron a sentirse como 20 años más jóvenes.

Quizás ahora nuestra generación tiene más distancia con lo que pasó, que la generación del ’90 que igual creció en Dictadura. Nosotros tenemos más distancia lo podemos ver desde otro punto de vista. Pero tú viniendo desde afuera, ¿Cómo ves Chile en sí, ahora? Siempre está la mirada de los que salieron al exilio y después volvieron, y dicen que es como otro Chile.

Yo no me atrevo a generalizar. Influye mucho dónde uno está, en qué lugar está viviendo afuera, eso también es fuerte. Depende qué actividad haces. Yo por mi formación tengo la cosa de documentalista, o sea, salgo a la calle como si anduviera con cámara, no tengo horario, yo escojo con quien quiero y con quien no quiero verme. Es una situación bien privilegiada, y al mismo tiempo está la cosa cotidiana, que es otra cosa, tomar transporte, escuchar todo lo bueno o lo enredado que está el país. Es como que tú estás y no estás al mismo tiempo. Y uno en el fondo cambia también. No es solamente que el país cambia sino que uno cambia. Y esa dualidad uno tiene que manejarla bien, regular más. Yo me acuerdo de la gente como yo, volvíamos y encontrábamos todo malo, pero lo de afuera era fantástico. Eso provocaba muchos líos, pero uno mismo no estaba plenamente consciente, uno tenía que autocensurarse mucho, pero tampoco estaba inventando historias que no existieran. Entonces tú te empiezas a meter en toda una complejidad identitaria de Chile, que al mismo tiempo tú la pierdes un poco afuera, pero como a los 15 días te empieza a reaparecer, la tienes adentro y no eres tan gringo como creías. Y ya al mes ya estás hablando “weón” para todo, y tú ni siquiera lo tenías como muletilla, y es porque está en tu ADN y no estás muy consciente de la cosa, y ese proceso es muy personal (…) Y los niños que nacieron afuera, que están como con una mitificación así extrema de Chile por lo que le transmitieron los papás, esa cosa bien chauvinista “no, a ti te impresiona esta cuestión, pero tú no conociste los paisajes de Chile, cuando seas mayor tenís que ir a visitar Chiloé” y los papás te venden así que la última “chupá del mate” es Chile, que es su visión de nostalgia (…) O la gente que hasta el día de hoy te dice “¿Cómo está compañero? ¿Y, resiste bien el exilio? Yo les digo “¿cuál exilio?”-“No me diga que usted no está exiliado”. Y cambias una coma a veces y tienes una mocha hiper complicada. Una vez me dijeron “¿Y lo dejaron entrar la última vez que fue?” – “sí, no tuve ni un problema” y te empiezan a hablar de una normalidad que no es la normalidad de los ‘70-‘80 y te dicen “Bueno, es que uno no sabe bien cómo llamar a la cosa si no es así” y toman consciencia de que en el fondo son inmigrantes (…) Y al mismo tiempo uno, es más chauvinista que cualquiera, no se po’, no se pueden imaginar un 18 de septiembre afuera, la gente pasa todo septiembre comiendo empanadas todo los días, no hay choclos pero inventan pastel de choclo con no sé qué cosa, todos los fines de semana hay unas peñas, los cabros chicos, pobre que no sepan bailar cueca, los niños de 8-10 años todos pasan por clases de cueca. “Que son exagerados, hay que defender la cultura y la chilenidad” te dicen “si a estos cabros no tienes por qué obligarlos que bailen cueca mejor que tú” uno le dice, “no, si hay que transmitirlo” te responden. Es así, todo extremo (…) Tú ves gente que aquí ha vuelto y después de estar 5 años está desesperada, no logra adaptarse y te dice “Chile ya no es lo mismo” y te habla de una nostalgia de un Chile que hasta por ahí nomás existe. Lo que pasa es que ellos no quieren asumir que también cambiaron mucho, entonces es un lío ¿Dónde está ese país que cambió y dónde está esa parte tuya que cambió?

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Entrevista a Lautaro Murúa: «Soy un empecinado defensor de las cosas que considero justas»

Por: Editor / 05 de octubre, 2012

Lautaro Murúa es uno de los cineastas chilenos menos conocidos en Chile. Su filmografía la realiza en Argentina y España, y por vez primera se exhibe parte importante de sus películas en nuestro país. Rescatamos una entrevista realizada por Viviana García a este autor reivindicado, redescubierto y que ha sido un verdadero hallazgo para muchos de los asistentes en que se proyectan verdaderos clásicos del cine latinoamericano.

* Entrevista extraída de Generaciones 60/90. Cine argentino independiente, Buenos Aires: Malba –Colección Costantini, 2003

VG: ¿Cómo es Lautaro Murúa?

LM: Soy un poco difuso, demasiado absorbente, disperso. Esta radiografía es un síntoma de debilidad, no de vanidad.

VG: ¿Dónde realizó su formación artística?

LM: Mi formación inicial transcurrió en Chile. Primero pasé un período muy breve, muy irregular, en Bellas Artes, donde estudié escultura y pintura; muy pronto me derivé, casi insensiblemente, al teatro, quizá por aquello de que “la llama sagrada se lleva adentro”. Ese momento de mi vida –años 50- coincidió con el nacimiento de un movimiento de teatro dentro de la Universidad de Chile. Así me acerqué a esa actividad nueva, brillante, atractiva y fundamentalmente seria. Es decir, no era para mí un hobby al que se le dedican las horas libres. La idea de crear un teatro dentro de la Universidad surgió de un grupo de personas, profesores y estudiantes de pedagogía, literatura, lenguas, historia y filosofía, de manera que los actores y los profesores de teatro formaron parte de la jerarquía académica y eso fue lo que permitió que se constituyera en un movimiento permanente.

VG: ¿Por qué eligió radicarse en Argentina?

LM: Bueno… elegir no es la expresión adecuada: ocurre que no siempre se elige; no es tan simple, ¿verdad? Por ejemplo, en aquella etapa yo estaba casado y a mi mujer le atraía mucho vivir en este país. Por otra parte, en Buenos Aires, habíamos formado un grupo de amigos y comenzábamos a echar raíces; hay que reconocer que aquí las condiciones artísticas eran, con mucho, más dinámicas y existía cierta estabilidad que faltaba en Chile.

VG: ¿Cuándo se desilusionó?

LM: Para ser bien preciso voy a darle un solo ejemplo, que hace a este tema: en 1957 se desató una estimulante apertura cultural; es el momento en que nace la Ley de Cine, una de las más ejemplares del mundo entero. Durante tres años la cosa funcionó y aparecieron directores nuevos como David Kohon y Rodolfo Kuhn, para citar un par de casos significativos: en general, el grupo que se dio en llamar la Generación del 60. Pero después comenzaron a modificar la ley, a “enmendarla”, corregirla y estropearla totalmente. Como siempre, lo malo no son las leyes, sino los hombres que las aplican.

VG: Pese a tal deprimente estado de cosas, usted permaneció aquí. ¿Cómo se explica?

LM: Soy un empecinado defensor de las cosas que considero justas; cuando llegué a Argentina, podía prever ciertas circunstancias favorables para la cinematografía y al poco tiempo esas circunstancias cambiaron, volviéndose muy negativas. Podría haber hecho las valijas pero preferí participar en la lucha: creo que este empecinamiento determinó mi trayectoria.

VG: ¿Quiénes fueron sus maestros y cuáles de sus trabajos considera más importantes?

LM: Para mí el cine es montaje. En la moviola se puede cambiar todo el guión, sugerir, descubrir aspectos ocultos de los personajes, narrar varias historias a la vez. El cine, también, es cien por ciento ficción. Permite, es cierto, ir a la calle con la cámara y robarle a la realidad. Pero después, en el contexto de una película, esa misma realidad se convierte en ficción. En cuanto a mis maestros, empecé como actor, apoyado por Torres Ríos y después por Torre Nilsson. Ellos, con afecto, me enseñaron lo poco y nada que sé. Me refiero a la forma de contar una historia, de narrarla. Aprendí que en cine lo más importante es ir a lo esencial.

VG: Entonces, su labor de actor fue el medio de que se valió para llegar…

LM: Exacto, exacto… Desde el principio de mi carrera, sabía que llegar es muy difícil. Y me volqué en la interpretación buscando permanentemente al actor. Y al director…

VG: Y una vez que llegó a ser director…

LM: Sentí borrachera… Pero entiéndame, borrachera de cosas muy difíciles de explicar. Es un proceso interior tenso, puntiagudo, diría. Algo así como una combinación. Es tener un arma poderosa en la mano.

VG: ¿Qué nos puede decir de “Alias Gardelito”?

LM: Es un testimonio pero ciudadano. Es un tema agrio, desagradable, quizás antipático. Pero realizado con el mismo espíritu de “Shunko”: mostrar a cada uno su propia imagen. Y conste que esta frase no es de mi pertenencia. “Toribio Torres, alias Gardelito”, según el cuento de Kordon, es la historia clásica del clásico muchachón porteño que así lo han bautizado sus amigos de la “barra”, porque canta, según ellos, como el Zorzal Criollo. Y como un tema definido impone el estilo, este film no tiene esa cosa simple, casi aparentemente sin cuidado que tiene “Shunko”.

VG: ¿En los dos films se da el respeto por la realidad, la trascripción de los hechos o una elaboración de juicio crítico?

LM: Un poco de todo. Hacer una película del tipo de Shunko o Alias Gardelito supone una posición testimonial, equivale un poco a salir con la cámara al hombro y ver qué pasa. Pero, con el objeto de que el material fílmico tenga continuidad lógica y a la vez riqueza y auténtico valor testimonial, debemos dotar a la historia de antecedentes, de un ámbito y del resultado de la observación de tipos, etc. La elección de los temas determinó el estilo y puedo asegurar que hay gran cantidad de escenas documentales, unas previstas, otras no. Filmé solamente las indispensables, es decir, que no son films que hayan resultado así de forma casual.

VG: ¿Literariamente Fray Mocho, Payró, Enrique González Tuñón, Roberto Arlt preanunciaron al personaje de “Alias Gardelito”?

LM: Sí, desde luego, una de las vetas más ricas de la literatura argentina se basa en ese tipo humano, se preocupa por los caracteres típicos de su país. No veo en Arlt el antecedente inmediato perfectamente definido aunque, hilando fino, el chico de “El juguete rabioso” podría ser un Gardelito si le fuera bastante mal y tuviera buena cepa. De cualquier modo, es interesante constatar que el cuento de Kordon es producto de toda una predisposición ambiental en la literatura argentina.

VG: ¿Qué relación de desarrollo, de oposición, de síntesis, hay entre el maestro de Shunko y el cuentero de Alias Gardelito?

LM: Si yo admitiera la existencia de una antítesis buscada estaría pretendiendo abarcar el universo. Aclaro, además, que el hecho de haber comenzado con “Shunko”, no fue accidental; evidentemente, yo quería filmar y tenía varios temas pero en cuanto Roa me trajo el libro de Ábalos no dudé más. En cambios, “Alias Gardelito”, nació por azar. Y aquí viene una confesión que puede divertir, doler o sorprender a alguna gente. En circunstancias en que teníamos dos o tres temas en la mano, preferimos “Alias Gardelito”, por considerar que era posible hacerlo en poco tiempo y a costo reducido. En cierto momento se pensó en hacer una cosa de tipo policial; es decir, en tren de producir, se deseaba hacer algo sin mayor compromiso y con tal de tener una segunda película en el año. Puestos ya a la tarea de realizar “Toribio Torres, alias Gardelito”, éste fue tomando cada día mayor profundidad y un buen día me hallé con un compromiso bastante más serio de lo pensado al principio. Así es como casi por casualidad, se hizo “Alias Gardelito”. Porque no tenía mayores complicaciones económicas. O sea: yo no me propuse conscientemente una evolución creadora del tipo “con ‘Shunko’ he retratado tal cosa, ahora voy a retratar tal otra”. Pero queremos contraponer (dentro de una unidad espiritual de las dos obras, pues fueron hechas con la misma pasión e ímpetu, con el mismo deseo de retratar la realidad), podemos decir que hay una profunda antinomia, que todo lo positivo, estimulante y directo que quiere ser “Shunko” es indirecto, violento y agresivo en “Alias Gardelito”. Es posible que, aparte de los temas en sí que ya determinan una forma de realización, esto nazca de mi formación espiritual: tengo, a priori, un profundo afecto por el interior, por la “América no conocida”, y una profunda aversión por la vida de ciudad: ésta es el centro donde se dan todas las posibilidades pero también todos los rasgos y crueldades. En la ciudad la gente vive sola. Esa actitud mía puede haber determinado el clima un tanto siniestro que por momentos tiene “Alias Gardelito”; y la búsqueda del aire, del árbol, de la gente simple, de los animales, le ha dado a “Shunko” esa especie de felicidad reinante a pesar de todo. Que las dos películas se opongan totalmente me parece imposible como no sea a través del filtro señalado. Por ser producto de una misma concepción, son dos rayos de una misma rueda.

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Dossiers Entrevistas Especial: DESVIADO EN LAS RESTRICCIONES: El Cine de Gregory Cohen Noticias

Entrevista a Gregory Cohen: actor, director, guionista, académico y poeta

Por: Pablo Inostroza / 03 de agosto, 2012

“Cuando todos se van por el foco, yo tiendo a irme a lo que está completamente opacado por el foco” 

Era la primera vez que se hacía una retrospectiva de las películas dirigidas por él. Asimismo, era la primera muestra del Cine Club de la Universidad de Chile dedicada a un realizador chileno vivo y residente en Chile. El multifacético Gregory Cohen, principalmente conocido como actor, estuvo presente en tres de las cuatro funciones de la retrospectiva, donde un público de todas las edades participó activamente y compartió sus impresiones con el realizador.

Cuando las “voces autorizadas” del cine nacional, con el foco puesto en la industria y las multisalas, continúan vociferando la falta de interés del público local por la cinematografía chilena, la experiencia de esta muestra nos habla sobre la necesidad de revalorar las propuestas atrevidas, las digresiones, el debate y la participación de los espectadores.

Gregory Cohen conversando con el público del Cine Club Universidad de Chile en la exhibición de «El Baño»

-En esta retrospectiva se exhibieron cinco películas tuyas, una dirigida por Jorge Cano (Los blues del Orate) y escrita y protagonizada por ti, de las cuales sólo El baño fue estrenada comercialmente. ¿Por qué es tan difícil acceder a tus obras?

Es que nosotros [el equipo realizador] no hemos dado las facilidades para verlas. Siempre está este pudor, que también es temor y sobre todo autocrítica, de que las películas estén completamente bien, en términos de sonido, postproducción y todo. Además que son obras bastante particulares, que tienen sus nichos bien definidos. Pero de todas maneras yo creo que es buena la lección de esta retrospectiva, de acuerdo al recibimiento de la gente que las vio, que estas películas necesitan ser vistas, necesitan que se les dé mayor circulación.

 -Tú trabajas con un elenco más o menos estable de actores (Lía Maldonado, Alex Zisis, Loreto Moya, etc.), ¿cuáles son las razones de aquello?

La incondicionalidad con los proyectos. Tiene que ver con que son producciones bastante especiales, que necesitan de mucha confianza, convicción y fe. Y allí los actores, (sean amigos o no) que están con el proyecto, más allá de los costos -porque también son películas independientes, sin un presupuesto concreto- son los que finalmente participan. El deseo de estar ahí es lo más importante. El casting no está dado por una audición, sino que por el deseo de compenetrarse e identificarse con la propuesta, con la visión ideológica, estética y social.

Gregory Cohen junto a Alex Zisis y Lia Maldonado en el Cine Club Universidad de Chile

El baño es la historia de Chile de los últimos cuarenta años desde la perspectiva de una cámara fija en una esquina, en Función de gala no hay diálogos entre los personajes por lo que la atmósfera de sonido es muy expresiva, y Los blues del Orate son un monólogo en plano secuencia, ¿por qué piensas el cine desde las restricciones?

Yo creo que no sólo el cine. Yo creo que todo lo veo desde la desviación, debo ser un poco desviado. Pero cuando todos se van por el foco, yo tiendo a irme a lo que está al lado del foco, o detrás del foco, o lo que está completamente opacado por el foco. Y no solamente a nivel estético, yo creo que es una manera de relacionarme con el mundo.

-Una de las películas que más debate causó en el Cine Club fue Sueño y secreto subterráneo, que fue concebida primero como un film institucional de la empresa Metro de Santiago pero el resultado es una cinta única y vanguardista en la frontera entre ficción y documental. ¿Cómo fue la labor de producción de esa cinta?

Es tal vez la producción más completa que teníamos. Es muy curioso porque, claro, es una película por encargo de Metro, pero en el proceso del encargo nosotros hicimos la propuesta, al cliente le gustó, y nos dio la suficiente libertad, y tuvimos la capacidad de disfrutar y de rescatar hacia el asombro algo tan institucional o tan formal como es el Metro. Y qué agradable es cuando uno además tiene una producción que va a dar cuenta si no en un 100%, en un gran porcentaje de lo que tú quieres proyectar en términos estéticos, de lenguaje, de delirio. Cuando el delirio está bien basado, es decir, cuando está apoyado por una producción importante, es muy agradable.

-Finalmente, ¿qué significa para ti que estas películas se exhiban en un espacio donde al final de la proyección hay debate entre el público?

Para mí es un homenaje tremendo esto. De partida, que le hayan dado el nombre “Retrospectiva” a un conjunto de 5 películas. La verdad es que, colocándolo dentro de este contexto, uno empieza a reconocer los valores de cada obra. Pero, más allá de la propuesta estética, es notable lo que van conformando estas películas en términos de testimonio de lo que es nuestro país y lo que ha venido siendo en sus distintos momentos, porque aquí agarraron un rango más o menos del año 87 al 2007, o sea, estamos hablando de 20 años. Eso me ayudó a mí mismo a conformar un panorama de las cosas que hemos hecho, por lo tanto estoy muy agradecido de la Cineteca y el Cine Club de la Universidad de Chile. Fue muy interesante poder conversar con las generaciones, con la mía, con la que viene más adelante y con los jóvenes. Por eso valoro tanto la importancia de los dípticos que reparten en las funciones, en los que hay críticas que hacen los mismos jóvenes. Aquello me gustó mucho, le dio mucho sentido a las películas. Después de todos estos años, que los jóvenes den cuenta con su visión, con su sensibilidad y con su lenguaje acerca de estas películas, me parece bien: empieza a tener sentido lo que uno hace.

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Entrevistas Noticias

Entrevista a Roberto Farías: “Quiero Entrar es como guerrillera”

Por: Editor / 27 de marzo, 2012

Conocí a Farías por su película. Es decir, al ver “Quiero entrar”, entendí que tras el film había alguien molesto por un sistema que condiciona pero no otorga. Bastante mas jóven y alocado que otras producciones nacionales, la película es un desprejuiciado retrato de las ansias aspiracionales de la clase media. Sin pretenciones mayores que la de armar una película tan experimental como subversiva, “Quiero Entrar” contiene una carga poética que pocas veces aparece en el cine local.

Cuando conocí a Farías en persona, entendí que no me había equivocado. Nobleza otorga, coincidimos en el estreno de otra película chilena completamente independiente, de esas que no financia el estado ni los fondos de Europa. Farías sabe que ha hecho una película modesta, pero que su importancia radica en enfrentarse a la impune violencia que ofrece el sistema hacia quienes, alienados, no tienen el lujo de poder optar por las vidas que quieren llevar adelante.

Quiero entrar” reflexiona sobre aquellos que llegan a sus casas agotados luegos de ser explotados por la máquina capitalista, prenden el televisor y reciben la superficialidad de los medios de comunicación. Un Chile idílico que no existe sino en la cabeza de los ejecutivos de las cadenas de televisión y los controladores de los medios de comunicación. La película es crítica con ese sistema y se vale de un caso delirante como el de Eduardo Orellana, que aspira a llegar a trabajar en televisión. “Quiero entrar” es la metáfora del ciudadano contemporáneo y de cómo funciona la influencia de los medios en la gente y lo superficial que pueden ser la objetividad cínica de Facebook o Twitter sobre un país que se cae a pedazos por culpa del arquetipo neoliberal, el mismo que Farías no solo cuestiona, sino que le indigna y molesta.

¿Cómo surge la idea de realizar «Quiero Entrar»?

Por el año dos mil conocí a Eduardo Orellana por un video promocional en el cual él, de manera bastante arriesgada y original, presentaba sus trabajos televisivos sin discriminar la factura: comerciales, apariciones en el programa “Mea Culpa”, cameos aplaudiendo como publico en algún estelar…Orellana había realizado este compilado de imágenes con el fin de que algún director lo descubriera y le permitiera desarrollar sus talentos en la pantalla chica. Si bien es cierto, el tenor de dicha performance podía rayar en lo delirantemente patetico-triste-hilarante, detrás de esa capa noté un grito desesperado de la humanidad por poder desarrollar sueños imposibles en este sistema que no permite realizar esas proezas con facilidad. Eso fue lo que me sedujo, la valentía y lo jugado de Eduardo Orellana, y cómo de alguna manera él nos representa en nuestras miseras y vanidades, que se esconden detrás de nuestros aparentemente controlados egos.

¿Cuál es tu impresión del medio cinematográfico nacional y que espacio ves para las películas independientes?
Lo estoy recién conociendo, pero claramente me doy cuenta lo difícil que es sacar adelante películas experimentales, independientes y de bajo presupuesto, ya que el medio claramente recibe dentro de sus “getthos” películas con temáticas y estéticas que obedezcan a un cine «vendible» y tradicional, ojalá que parezca un film europeo: sandías caladas que se van directo a Cannes. Los directores trabajan para quedar en esos festivales mas que por hacer un cine de autor y que se meta en “las patas de los caballos” o que hable de las miserias de este país, de lo particularmente especiales que somos con ese híbrido facista que permite que la derecha vuelva a gobernar, o elementos de nuestra idiosincrasia como eso de no quedar mal con nadie, de salvarse solos o hacer despegar a los «amigos», a los «socios estratégicos» o «coleguitas» que quieren pegarse un viajecito…

Creo que hay que abrir los espacios. Así como la gente está saliendo a las calles a pelear por su dignidad, deberán abrirse aún más las puertas para que el cine ultraindependiente vea la luz y se proteja a los nuevos creadores.

¿Cómo llegaste a trabajar con Willy Benítez y Eduardo Orellana?
A Willy lo admiro mucho, siempre quise hacer algo con él. Es un actor de mucha trayectoria y que hay que revalorizar. Edurado es el mejor protagonista que pude contratar para que diera vida a una película como “Quiero Entrar”: nuestro Frankistein reivindicativo de los soñadores…

¿Cómo ha sido la recepción de «Quiero Entrar» por parte del público?

A los que mas les gusta es sin duda a la gente sensible, profunda, inteligente y que es capaz de mirar más allá de sus gustos y su ombligo, particularmente gente con una visión política de la vida, bastante potente, de no transar. “Quiero Entrar” es como guerrillera, sin pecar de pedante, pero la visceralidad del film atrae a la gente apasionada, poética, de “guata”…es una película que se ve “desde lo más profundo de la guata”, por eso nuestro más fiel público son los cabros jóvenes que se dan cuenta que de alguna manera se puede opinar desde el cine, y se pueden sacar adelante sueños aunque no te auspicie ningún Fondo Concursable.

* «Quiero entrar» se exhibe este miércoles 28 de Marzo a las 19 hrs en la jornada inaugural de la 4º Muestra de Cine Chileno contemporáneo que organiza el Cine Club de la Universidad de Chile. La proyección se realizará en la Sala Jorge Müller ubicada en Ignacio Carrera Pinto 1045, comuna de Ñuñoa, a pasos de las calles Macúl y Grecia. La entrada es completamente liberada.

Revisa la programación completa en www.cineclub.uchile.cl y las novedades en el Twitter @uchilecineteca

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Entrevistas

Entrevista a Miguel Hilari, realizador de “El corral y el viento”

 

 

Entre el 1 y el 31 de diciembre de 2015, el V Festival Márgenes dispuso, como le es característico, su selección oficial (14 películas) para ser visionada gratis vía streaming. En paralelo, hubo exhibiciones presenciales en España, México, Uruguay y Chile. Y en esta edición, el documental El corral y el viento (55’), realizado por el boliviano Miguel Hilari (Alemania, 1985) fue galardonado como la mejor película. Con anterioridad, la pieza –que tuvo su debut internacional en Cinéma du Réel– ganó el premio a la mejor película latinoamericana en Fidocs 2014 y estuvo en Bafici 2014, entre otros certámenes.

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Conversación con Gastón Ancelovici

Gastón Ancelovici, a la derecha, junto a Patricio Guzmán. Francia, 1976
(Fuente: www.memoriachilena.cl)

Gastón Ancelovici es director y productor de cine y televisión, realizó estudios de Arquitectura (1964 a 1970) en la Universidad de Chile, pero su vocación por el cine lo llevó a participar en los talleres organizados por Chile Films en los años de la Unidad Popular. Su primer acercamiento al cine es como asistente de dirección de “La batalla de Chile”, de Patricio Guzmán. Tras el golpe militar, partió al exilio y se instaló en Francia. Estudió allí Cine y televisión en el Instituto de Ciencias de la Información de la Universidad de Bordeaux-III, Francia (1975-1978). Se desempeñó, además, como coordinador de la Médiathèque des Trois Mondes y como responsable, desde 1978 hasta 1984, del Centro de Documentación de la Cinemateca Chilena en el Exilio. Con posterioridad, se trasladó a Canadá, donde desarrolló el grueso de su producción como documentalista.

Esta conversación se realizó en el año 2013.

¿Tomando en cuenta que estudiaste arquitectura, cómo fue que llegaste a hacer cine?

Yo creo que si no hay Unidad Popular, si no hay Allende, si eso no hubiera pasado, ahora seríamos arquitectos un montón de personas. Mucha gente dejó carreras botadas, pasábamos en huelga porque el estudio no era lo principal, lo importante era que íbamos a cambiar el mundo. Y eso que en el año ‘67 o ‘68, vino una gran reforma a nivel universitario, que fue así como el 2011 de ustedes los estudiantes.

 ¿Fue entonces un momento de articular discursos nuevos?

Sí, era un momento político a nivel de sociedad, había una noción de que el audiovisual era una formidable herramienta educativa y de propaganda. Aunque todo era súper artesanal, las cámaras eran escasas y tenían un precio súper elevado. Pero cuando llegó Patricio Guzmán de España, donde estuvo estudiando cine, se empezó a producir el documental “El Primer Año”, que trataba sobre el primer año de gobierno de Allende, y que era algo así como la antesala de lo que sería después “La batalla de Chile”, se mantiene el mismo estilo de cine directo. Además, uno en esos momentos sentía la responsabilidad de ser el reportero del día, de andar con una mentalidad cinematequera de guardar los materiales porque después podían ser importantes. Era una cuestión intuitiva, una responsabilidad de todos nosotros de registrar lo que estaba sucediendo.

Cuéntanos sobre la cinemateca de la resistencia y/o del exilio.

La verdad es que Pedro Chaskel era el que tenía una visión más a largo plazo, acá en Chile no había una cultura de cinemateca y eso que la imagen es igual de importante que las bibliotecas. En España yo le propuse a Pedro (Chaskel) crear la cinemateca del exilio y hablamos con la filmoteca española, y nos preguntaban “¿Ustedes quiénes son?” y nosotros les decíamos “La cinemateca de la resistencia y el exilio chileno en formación” (se ríe). Estábamos vendiendo la pomada, pero era una idea genial. Inventamos un catálogo con 15 o 20 películas; nos ayudó la red que tenía la filmoteca española y descubrimos todo el aparataje del franquismo para controlar el cine: las películas eran dobladas en España y eran cambiados los diálogos. Bueno, en la cinemateca se arrendaban películas y recorrimos la mitad de España proyectando películas, era una cuestión súper entretenida. Luego había críticos de cine franceses, alemanes, belgas, que empezaron a saber de cine chileno. A fines de los ‘70 y comienzos de los ‘80 ya teníamos una lista de 30 películas con su resumen, la ficha técnica, etc. En nuestro incipiente centro sistematizábamos las cosas que estaban dispersas. En la cinemateca del exilio había una mezcla de películas desde las de la UP hasta las que se estaban haciendo en plena Dictadura. De todas maneras, lo principal era que la gente en el extranjero supiera lo que estaba pasando en Chile con la dictadura.

Los Puños Frente al Cañón (1975), documental dirigido por Gastón Ancelovici y Orlando Lübbert

Por otro lado, me llama la atención de tus documentales que siempre hay un tema con la memoria, un rescate de ella.

Naturalmente uno siempre tiene cierta fijación con algo, no es que uno lo elija conscientemente sino que sin darse cuenta a uno muy rápidamente le atrae algo, es una cuestión muy exploratoria, te vas dando cuenta de a poco. Dentro de la tradición campesina existe la tradición oral que es la memoria en el fondo, y había gente que eso lo transformaba en cosas escritas, en diarios personales, esto quiere decir que hay una vertiente histórica en cualquier lugar que tiene que ver con la preservación de la memoria. Esto está muy ligado con la naturaleza de la humanidad, desde la biblia para adelante existe esa obsesión con la memoria (se ríe). Por eso cuando alguien te cuenta una historia uno sabe que eso es la puntita del iceberg y que debe haber muchas cosas más. Generalmente, eso pasa en todos los temas, la pretensión que uno tiene de abordar un tema, pero después de hacer una investigación preliminar el tema se abre y va más allá del tema que tú te imaginaste.

De todas maneras una obra nunca podrá llegar a retratar totalmente lo que en realidad se siente en un momento determinado, por ejemplo eso sucede con el cine de la UP. Una obra sí puede abrir un discurso, dar pie a algo, pero nunca abordarlo de una manera que realmente se asemeje a la realidad. Siempre va a existir esa distancia por eso urge articular formas de abordar eso. También como un compromiso por la memoria y con una construcción de un imaginario país. Actualmente no hay un cine comprometido, y cuando se rememora se mencionan sólo ciertos tópicos.

Cuando uno está con ejes temáticos en la memoria, parece como cosa obsesiva, pero lo que pasa es que uno está viendo la memoria del presente, la memoria no es historia. La memoria es que tú encuentras a la gente que te cuenta muchas cosas desde el presente y tú ves que estás como siempre en flashback; de repente de ese flashback te saltas para adelante. Hay gente que está en flashback, pero de repente ve más lejos de lo que tú estás viendo en este momento, y eso es llevado a una expresión. Ojalá yo pudiera hacer eso en mi obra.

Retomando lo que decía, en las películas de la época de la UP había quizás como un cierto idealismo. Siempre me pareció que en esa época había casi como un romanticismo en el momento mismo, o quizás esa es la impresión que tiene uno, porque igual hay una visión un tanto romántica de esa época que se ha trasmitido. En los documentales siempre se muestra a la gente fervorosa por Allende y todo eso, pero uno se pregunta ¿Realmente habrá sido así o es la construcción del documental, que finalmente es la visión del realizador y no la del momento en sí?

Es bien difícil saber dónde empieza uno y dónde empieza lo otro.

¿Dónde esté la realidad y el mito que se construye?

Por ejemplo yo comprendí claramente, cuando descubrí que había un potencial de filmar en pleno período de dictadura, que la gente que filmaba, los que nos conocíamos, eran continuadores de los mismo equipos que nosotros habíamos empezado a formar antes del ’73 y que no había desaparecido eso sino que se sumaba otra gente. Esta cosa es bastante más dialéctica de lo que uno se imagina en términos de cómo se van dando las sumatorias y los saltos cualitativos, pero uno dice “bueno, es pega para los historiadores, ellos después verán” y es bueno que hayan historiadores, ellos son los que más sistematizan después. Pero también uno siente que hay que transmitir una información más inmediata porque hay lagunas que después quedan que no se pueden rellenar, además ¿Por qué darle toda esa pega al historiador?. Hay una responsabilidad de todos nosotros y eso se da, por ejemplo con toda esta cosa de cómo se han dado los 40 años, o sea, si uno estaba en el mes de marzo del 2013 y decía a los 40 años puede que suceda tal cosa (ustedes me corrigen, yo miro las cosas desde otro ángulo), era difícil, hay algunos que tuvieron como chispazos, que de repente tú notas que se anticiparon un poco más, otros que están mucho más rezagados, ahora ¿Por qué los 40 años? Ese es el documental que está por hacerse casi, porque así como existe el 2011, yo diría que es el 2011 y el 2013.

O sea, para este año, yo tengo la impresión de que hubo un pequeño punto de inflexión, estuvo más asumido el tema del Golpe en sí, está mucho más asimilado, es un poco menos incómodo a nivel social, aunque sigue siendo incómodo asumirlo a ratos y ver todas las aristas que trajo el Golpe como la dictadura misma. Porque muchos consideran que hubo Golpe, pero que después no hubo dictadura, se hace una separación.

Ese dilema está planteado igual a los 30 años ¿Por qué en los 30 años no se produce lo que se produce a los 40? ¿Qué otros ingredientes hay, por qué si uno batió huevo y la cosa subió, pero otras veces se batió y quedaba a medio camino?

Yo creo también actualmente que después del 2011 hubo un despertar para buscar un proyecto país que fue quebrado con el Golpe de Estado y que aún no se ha recuperado, antes de eso no nos habíamos planteado para dónde vamos o para dónde queremos ir.

Mira, yo siento que el cine del vuelco del 2011 está por hacerse. Yo veo desde la distancia que hay gente trabajando, más de la generación de ustedes que estuvo metida “en la chuchoca” como se dice, que se queda con un registro sobre cosas que siguen pasando o cosas que uno mismo no está viendo. Y eso es lo mismo que generacionalmente hablando puede haber sucedido, no quiero generalizar y tampoco quiero construir una teoría, pero uno empieza como a detectar de que su 2011 fue nuestro 1968 y no es que el movimiento o la reforma universitaria del ’67 fue lo que generó la fuerza que hubo detrás de Allende candidato a la presidencia por cuarta vez. Hay momentos en que de repente como que se produce una confluencia absoluta, que no son al azar tampoco, bueno los historiadores dicen “eso está muy reciente y hay que esperar unos diez años para poder decir algo porque la historia reciente no es historia” y empiezan a sacar mil teorías, que yo respeto, pero uno es más cronista y queda más metido en la urgencia de que tú ves que van a confluir cosas. O sea tú vivías la revuelta estudiantil del ’68, pero la campanita de la revolución cubana te sonaba día por medio y ¿Qué conecte tenía eso? Era muy difícil de hacer la conexión en ese momento. Yo tenía una proyección política, ideológica, esperanzas, ilusiones, sueños, si al final uno se nutría de puros sueños. O sea, si no había un elemento que gatillara pegarse la volada, la cosa se empezaba a desinflar. Entonces la llegada del triunfo de Allende nos pegó un empujón más y ese empujón fue tan remecedor, digo así bien metafóricamente hablando que o esto desembocaba como desembocó, o pasaba no sé qué otra cosa y eso tú no lo medías el ‘70 mismo, o sea la intensidad de los tres años del gobierno de Allende, era tan vertiginosa toda la cosa.

Siento que después del 2011 fue el despertar, claro partió el 2006 y siguió el 2011.

Pero históricamente, cuando investigábamos el tema con Orlando (Lübbert) sobre “Los Puños frente al Cañón”, o sea las revueltas estudiantiles siempre fueron cruciales en el siglo XX, cuando nosotros nos metimos en los años ’30 y uno empezaba a comprender cosas que estaban pasando en las universidades, dos o cinco años antes ya había la “mansa crema” en las universidades, que de repente a eso se sumaban otros factores, habían otras crisis, venían crisis económicas, o que venía el desmoronamiento de la oligarquía, que uno nunca sabía que se iba a producir más o menos en esa misma época, y se producían. Bueno, los historiadores dicen que siempre los estudiantes se anticipan, la cosa estudiantil siempre son una anticipación de cosas que van a pasar, a veces no es sinónimo de que van a pasar cosas tremendas tampoco, pero son catalizadores de una suma de cosas que están acumulándose, que se va a desmadrar todo.

Chacabuco, Memoria del Silencio (2001), documental dirigido por Gastón Ancelovici
(Fuente: http://www.cinechile.cl)

Es que después de la generación que hubo en los ‘90, que era como muy del “no estoy ni ahí”, a tener ahora este despertar, donde los jóvenes incluso los que son secundarios, están súper comprometidos, se genera una opinión que antes no se daba. Quizás eso ha sido como una de las cosas “buenas”, entre comillas, del gobierno de Piñera ya que se generó una oposición súper fuerte y más notoria.

Hay un conecte. Yo me puedo conectar más fácilmente con la generación de ustedes, pero es mucho más complicado con la generación del ‘90, no porque sean más o menos politizados, sino que más fácilmente como que encontramos temas comunes con la generación de ahora. Igual no es solamente que los jóvenes de los ‘90 “no estuvieran ni ahí”, es que las experiencias también son totalmente distintas. Y eso es bastante excepcional, que se conecte como la 1era y 3ra generación, y la del medio que está como en otra área, a pesar de que hay puentes. (…) O sea, yo he escuchado elogios a la juventud chilena de gente pasada de los 60 años. Como que volvieron a sentirse como 20 años más jóvenes.

Quizás ahora nuestra generación tiene más distancia con lo que pasó, que la generación del ’90 que igual creció en Dictadura. Nosotros tenemos más distancia lo podemos ver desde otro punto de vista. Pero tú viniendo desde afuera, ¿Cómo ves Chile en sí, ahora? Siempre está la mirada de los que salieron al exilio y después volvieron, y dicen que es como otro Chile.

Yo no me atrevo a generalizar. Influye mucho dónde uno está, en qué lugar está viviendo afuera, eso también es fuerte. Depende qué actividad haces. Yo por mi formación tengo la cosa de documentalista, o sea, salgo a la calle como si anduviera con cámara, no tengo horario, yo escojo con quien quiero y con quien no quiero verme. Es una situación bien privilegiada, y al mismo tiempo está la cosa cotidiana, que es otra cosa, tomar transporte, escuchar todo lo bueno o lo enredado que está el país. Es como que tú estás y no estás al mismo tiempo. Y uno en el fondo cambia también. No es solamente que el país cambia sino que uno cambia. Y esa dualidad uno tiene que manejarla bien, regular más. Yo me acuerdo de la gente como yo, volvíamos y encontrábamos todo malo, pero lo de afuera era fantástico. Eso provocaba muchos líos, pero uno mismo no estaba plenamente consciente, uno tenía que autocensurarse mucho, pero tampoco estaba inventando historias que no existieran. Entonces tú te empiezas a meter en toda una complejidad identitaria de Chile, que al mismo tiempo tú la pierdes un poco afuera, pero como a los 15 días te empieza a reaparecer, la tienes adentro y no eres tan gringo como creías. Y ya al mes ya estás hablando “weón” para todo, y tú ni siquiera lo tenías como muletilla, y es porque está en tu ADN y no estás muy consciente de la cosa, y ese proceso es muy personal (…) Y los niños que nacieron afuera, que están como con una mitificación así extrema de Chile por lo que le transmitieron los papás, esa cosa bien chauvinista “no, a ti te impresiona esta cuestión, pero tú no conociste los paisajes de Chile, cuando seas mayor tenís que ir a visitar Chiloé” y los papás te venden así que la última “chupá del mate” es Chile, que es su visión de nostalgia (…) O la gente que hasta el día de hoy te dice “¿Cómo está compañero? ¿Y, resiste bien el exilio? Yo les digo “¿cuál exilio?”-“No me diga que usted no está exiliado”. Y cambias una coma a veces y tienes una mocha hiper complicada. Una vez me dijeron “¿Y lo dejaron entrar la última vez que fue?” – “sí, no tuve ni un problema” y te empiezan a hablar de una normalidad que no es la normalidad de los ‘70-‘80 y te dicen “Bueno, es que uno no sabe bien cómo llamar a la cosa si no es así” y toman consciencia de que en el fondo son inmigrantes (…) Y al mismo tiempo uno, es más chauvinista que cualquiera, no se po’, no se pueden imaginar un 18 de septiembre afuera, la gente pasa todo septiembre comiendo empanadas todo los días, no hay choclos pero inventan pastel de choclo con no sé qué cosa, todos los fines de semana hay unas peñas, los cabros chicos, pobre que no sepan bailar cueca, los niños de 8-10 años todos pasan por clases de cueca. “Que son exagerados, hay que defender la cultura y la chilenidad” te dicen “si a estos cabros no tienes por qué obligarlos que bailen cueca mejor que tú” uno le dice, “no, si hay que transmitirlo” te responden. Es así, todo extremo (…) Tú ves gente que aquí ha vuelto y después de estar 5 años está desesperada, no logra adaptarse y te dice “Chile ya no es lo mismo” y te habla de una nostalgia de un Chile que hasta por ahí nomás existe. Lo que pasa es que ellos no quieren asumir que también cambiaron mucho, entonces es un lío ¿Dónde está ese país que cambió y dónde está esa parte tuya que cambió?

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Entrevista a Gregory Cohen: actor, director, guionista, académico y poeta

“Cuando todos se van por el foco, yo tiendo a irme a lo que está completamente opacado por el foco” 

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Entrevista a Roberto Farías: “Quiero Entrar es como guerrillera”

Conocí a Farías por su película. Es decir, al ver “Quiero entrar”, entendí que tras el film había alguien molesto por un sistema que condiciona pero no otorga. Bastante mas jóven y alocado que otras producciones nacionales, la película es un desprejuiciado retrato de las ansias aspiracionales de la clase media. Sin pretenciones mayores que la de armar una película tan experimental como subversiva, “Quiero Entrar” contiene una carga poética que pocas veces aparece en el cine local.