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Enfrentados a la deriva: Miguel, San Miguel y el cine chileno del 2012

Por: Guillermo Jarpa / 05 de enero, 2013

Nadie puede negar rotundamente que el año 2012 fue un “buen” año para el cine chileno. La calidad de las películas, su recepción en festivales internacionales, la difusión en medios especializados, o incluso, la cantidad de tickets cortados, demuestran – a grandes rasgos – que se respira aires de plenitud por esta zona del mundo. Por otro lado ese discurso tampoco es nuevo, y con ciertos bemoles cada año presenta un panorama relativamente similar: buenas películas independientes que circulan en festivales alrededor del mundo, uno que otro estreno nacional que triunfa en salas (esto es lo más escaso), y un conjunto (extenso) de películas tras cuyo estreno quedan archivadas para futuras presentaciones. Como decía: el escenario, a lo lejos, se divisa semejante año tras año.

Al respecto comienzan a asomarse un par de preguntas. ¿Qué podría diferenciar al año 2012 de otros años? No cabe duda de que existen diferencias, ¿pero podemos hablar de diferencias gravitantes? Volviendo a uno de los puntos que se rozaban en el párrafo anterior, es dable considerar desde un punto de vista valórico al año 2012 como un “buen”(se repite el cobarde entrecomillado) período para el cine chileno; no obstante, y aunque suene de perogrullo: ¿qué significa que una película sea buena? Tampoco es descabellado creer que en esta búsqueda por un lugar en el concierto internacional se esté perdiendo de vista lo particular, la observación sobre aquellos rasgos que permiten avalar la calidad de una obra artística por sobre la instancia que la valida. Bajo un prisma a esta altura ya ingenuo, se podría argumentar que la crítica es la zona “habilitada” para dirimir sobre tales avatares, empero su evidente parcelación y su profunda falta de impacto la han dejado como un espacio abandonado. Fértil, pero retirado.

La introducción propuesta cumple la función de preámbulo para un breve comentario sobre una película chilena, estrenada el 2012, y que se podría incluir en ese amplio conjunto de películas que no fueron consideradas competentes para los circuitos festivaleros, y que tampoco fueron éxito de taquilla. Miguel, San Miguel podría haberse levantado como uno de los grandes estrenos del año; mal que mal, relata la historia del grupo de música chileno más importante de las últimas décadas, la cual nunca había sido llevada a la pantalla – grande o chica – , a pesar de la cantidad de elementos atractivos que contiene – la sola personalidad de Jorge González da para una serie completa de televisión.

A pesar de lo que el razonamiento expuesto pueda inducir, Miguel, San Miguel no es una “mala” película; sino una película consumida por pequeños errores. Quizás su mayor pecado sea confundir un retrato cándido con una puesta en escena ingenua, allí donde lo último evidencia una artificialidad que no va en regla con la propuesta estética. Y es que no se le podría culpar de eso: la tentación de idealizar la “prehistoria” de Los Prisioneros  – monumento cultural de una época, e índice de una transformación socio-política que hasta el día de hoy exuda melancolía y desazón – es demasiado alto, considerando el contexto en que se enmarca: la dictadura durante la década de los ’80. Un rápido vistazo por los fenómenos televisivos de ficción de los últimos años, dan cuenta de la necesidad del medio por imaginar esa época, a través de retratos a la vez cándidos (Los 80) y políticos (Los Archivos del Cárdenal).

En cierta forma Miguel, San Miguel intenta seguir una línea similar, pero tropieza en detalles que en su acumulación enflaquecen la película hasta un punto donde el residuo es una narrativa a medio llenar. La propuesta es clarísima: enfrentados al telón de un contexto represivo, un grupo de adolescentes, a punta de maña y esfuerzo, levantan el sueño de conformar un grupo de música que a su vez está permeado por las vicisitudes del entorno; y que será (esto lo sabemos nosotros) emblema impertérrito de su tiempo, y por tanto, referente para el futuro. En el papel parece una fórmula ideal para comulgar con el público, a la vez que proporcionar un retrato crítico sobre el mundo que les tocó vivir. No obstante, la relación entre Jorge González y Miguel Tapia, eje articulador de la historia, resuma en gestos y diálogos empaquetados, animados por un guión que no termina de cuajar. Ambas condiciones presionan al relato a movilizarse hacia el espacio de lo obvio, socavando las posibilidades alegóricas de una representación cuya mayor ventaja es la tensión entre arte y sociedad. En otro cauce, la fotografía zigzaguea entre instantes de resplandeciente fulgor y deslavada expresividad, develando que la decisión de utilizar una contrastada fotografía en blanco y negro respondía más bien a condiciones de producción que a una propuesta estética determinada. De todas formas, su cuidada artesanía y precisa dirección de arte permiten embriagarse con la candidez revelada, a momentos mesurada, a momentos extraviada.

Movilizando el análisis hacia otras zonas, Miguel, San Miguel es una película necesaria como recordatorio del tipo de cine que se realiza en el país. Si consideramos el largo y arduo trecho que recorrió la producción para llegar a este punto, nuevamente nos encontramos con la necesidad de pensar como las condiciones de producción pueden impactar en la propuesta artística; desde otro punto de vista, quizás es útil preguntarse por las intenciones para su distribución e impacto en el público. Miguel, San Miguel se ubica en un espacio intermedio: explorar una propuesta artística a la vez que conectar con un público capaz de reconocerse en el relato. Es allí donde residía su fortaleza, como también la eventualidad de la contradicción. Como corolario, no hubiera sido una idea descalabrada pensar la película para la televisión, donde (a la zaga de lo que se lleva haciendo en otras latitudes) actualmente está aconteciendo un cambio positivo en la calidad de las propuestas narrativas y estéticas, en especial, aquellas que buscan explorar las contradicciones socio-políticas del sistema democrático heredero de la dictadura. Si están las condiciones de producción para eso, habría que considerarlo para otra discusión.

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Panorama de la Distribución Alternativa en Chile: ¿Existen las herramienta necesarias para que el Cine Chileno cuente con espectadores?

Por: Camila Pruzzo / 05 de enero, 2013

Al momento de referirnos al Cine Chileno, las reacciones son variadas y las posiciones tomadas probablemente tienen origen en el modo en que la industria se ha tomado la producción nacional cinematográfica. “Es diferente al otro cine”, “tiene muchas escenas de sexo”, “dicen muchos garabatos”, “hay mucha violencia o nada de acción”, “es fome”, “las historias son buenas, pero los personajes no”, “son actores de teleseries, no funciona”.

Las medidas tomadas por los cineastas y las productoras denotan cierta desesperación por lograr espectadores, muchas veces pensando en el traslado del público doméstico de la televisión a las pantallas grandes de las cadenas de Cine Hoyts o Cinemark, siguiendo un modelo conocido en otras industrias como la norteamericana. La tendencia hoy no sólo apunta hacia la pantalla chica tradicional, sino hacia otras más pequeñas, como el Internet, promocionando películas vía Youtube para trasladar el público cibernauta al cine. Eso a ojos de la industria para referirme a la distribución comercial, puesto que el uso de la red ha sido mayormente explotado por la distribución alternativa.

 Y a pesar de éstos esfuerzos, es claro que el público chileno no prefiere sino las súper-producciones extranjeras que harán valer su dinero, donde practicarán el ejercicio de evasión, donde podrán relacionar al séptimo arte (si es que se puede aun denominar así) con otras plataformas como los videojuegos, los cómics, la televisión, los libros, entre otros (siguiendo las tendencias de las películas espectaculares como el fenómeno Marvel en las pantallas, la nueva saga de Peter Jackson de El Hobbit entre otras) o la necesidad técnica de trasladar la pantalla hacia el espacio físico e ilusorio por cierto, del espectador como el 3D, favoreciendo a imperios como el de Dinsey Pixar con sus re-estrenos de animación tridimensionales.

Curiosamente, en los medios se habla de un apoyo casi innato de todo lo que provenga de la industria nacional, incluso del propio público que celebra cada vez que una película chilena es nominada en Festivales como el de Cannes o en premios como los Golden Globe y cosas por el estilo. ¿Dónde está todo ese grupo de personas que apoya al cine chileno? Porque claramente en las salas de distribución comercial no se encuentra. ¿Qué pasa con las iniciativas de apoyo al Cine Nacional? Porque no son suficientes para equiparar u obtener mayores porcentajes de pantalla en los cines de nuestro país.

Medios Digitales: pantallas pequeñas para audiencias individuales

Una audiencia o un público remite a una gran cantidad de personas. Sí, un gran número de personas hoy cada cual en su propia pantalla, en la comodidad de su hogar realizando más de una acción, economizando su tiempo con un costo fijo de pago de Internet que lo permite, ha tomado el protagonismo en el consumo de cine.  ¿La respuesta? Para qué pagar entre $3000 y $6000 pesos para ir al cine si puedo hacerlo en casa y con una mayor variedad para escoger.

La producción independiente ha aprovechado el alcance del Internet para la distribución de sus materiales sin depender de los parámetros fijados por la incipiente industria comercial cinematográfica de nuestro país: libertad de tópicos y formas, presupuestos bajos y en muchos casos regionales (apuntando hacia una identificación del imaginario de provincia v/s la idea de la capital santiaguina,) hechos por realizadores jóvenes con actores conocidos o no. Todo gracias a las tecnologías como el digital, lo que ha permitido la producción a bajos costos, tanto en la captura de imagen como de sonido, además de la multiplicación de Escuelas de Cine a lo largo del país (o bien de la carrera de audiovisual en Centros de formación técnica y Universidades.)

Si bien ésta podría ser una ventana para descubrir “nuevos talentos”, la industria parece seguir obstinadamente tratando de ganar lugar contra los titanes del comercio en vez de apostar por espacios diferentes. Para ellos, el Internet es otro lugar para colgar la publicidad, utilizando plataformas como Twitter, Facebook o Youtube, como los casos de las películas de Nicolás López “Qué pena tu…” y “Joven y Alocada” de Marialy Rivas, versus películas como “Sed de Mar” de Bernardo Quesney.

Salas de Cine Arte: ¿Una línea paralela o alternativa?

Las salas de Cine Arte han sido uno de los sistemas sobrevivientes de una idea de distribución alternativa. Pagando la mitad de lo que pide una sala de distribución comercial, ofrecen películas “alternativas” a lo presentado en las grandes pantallas a lo largo del país, aunque algunas cada vez menos “alternativas” cediendo a las exigencias del mercado. Antiguos teatros, salas viejas y algunas dañadas, escondidas en las antiguas construcciones de los centros de las ciudades, antiguamente proyectaban películas que alguna vez fueron importantes, ya sea por su contenido, su género o su forma, exhibiéndolas con el afán de rescatarlas del paso del tiempo y las tendencias. Hoy se abocan muchas veces a los estrenos europeos y chilenos, un reducto “de nicho” y como alternativa, porque existe una industria que ahoga las ideas del cine como pieza artística.

“El propósito y el sentido de su acción debe ser enriquecer y ampliar las posibilidades de opción del espectador, posibilitando el conocimiento de cinematografías poco difundidas, de obras que las grandes distribuidoras no importan al país por considerarlas “difíciles” o por otras razones.”

Dirección del Centro Cultural Cine Arte Normandie

¿El contra? O más bien la contradicción es que las salas de Cine Arte también se han convertido en un espacio de distribución de Cine Chileno sin diferenciar el género ni al público que apunta, sino que van a modo de rescate abogando la idea de arte en lo diferente. Y no sólo con el Cine Chileno, basta ver la cartelera de centros como el Cine Arte Normandie, donde se han exhibido películas como “La Dama de Hierro”, “Sal”, “¿Alguien ha visto a Lupita?” “Joven y Alocada”, “Midnight in Paris” entre otras.

Hay una delgada línea entre lo que norteamerica denomina “cine independiente” (lo que muchos interpretan como los directores herederos del estilo y las historias de los ’70 en dicho país, o bien como las películas nominadas y ganadoras de Festivales como el hoy muy pop Sundance) y lo que nosotros pensamos como independiente. Acá la industria se ha concebido como independiente, mientras que para los Estados Unidos, es un tipo de comercialización y producción.  Y denominar arte a ese tipo de cine, creo que es un error.

Cine Clubes: Espacios de discusión y educación alternativa en torno al cine

Los cine clubes nacen en su mayoría amparados en instituciones educacionales, gestionadas por estudiantes y/o amantes del cine, con el fin de proyectar películas, construyendo un espacio pedagógico para la formación de audiencias (concepto muy de moda por cierto para las instancias culturales gubernamentales.)

Este espacio si bien ha resguardado la función del rescate de piezas de cine por su carácter patrimonial, su calidad artística y además de los estudios de autores nacionales e internacionales, uno de sus principales fines es otorgar el espacio a la producción chilena independiente para su difusión y reconocimiento. Contando siempre con los permisos de derechos de autor, la idea de estos espacios no sólo es acercar al público con el cine sino también a los realizadores, productores y actores con la audiencia en espacios amparados por la ley para la exhibición gratuita de carácter pedagógico (establecimientos educacionales, instituciones sin fines de lucro, entre otros) de modo que su función retroalimente a la producción cinematográfica nacional independiente, así como a la población espectadora.

La idea de un público activo, participante, con opinión y crítica, diferencia a los otros espacios de difusión porque, si bien el cine club no está pensado como una instancia comercial, sí paga a los artistas con la interacción directa y el debate en torno a la producción fílmica de nuestro país. No se considera en sí como un espacio de exhibición paralelo, sino como una vía alternativa para la preservación del cine que ha sido dejado de lado por los objetivos del comercio industrial. No sólo éstas agrupaciones buscan entregar éste espacio, sino que los propios realizadores son quienes encuentran ahí la cercanía con el público más allá de las cifras de ventas de tickets que puedan hacer las cadenas de exhibición por sus obras.

Parece ser que las vistas están dispuestas hacia los objetivos equivocados, porque se está pensando en la cinematografía en términos que no son los propios ni los adecuados. Los extremos como el Cine Comercial o las Salas de Cine Arte no harán para la distribución cinematográfica un tipo de espectador para el Cine Chileno.

Pensarlo como si se tratara de un género, porque no existe una industria diferenciada de estilos o tipos, como un solo bloque, como una sola forma, eso no favorece a nadie, ni menos a la producción. Los espacios de distribución paralela están desapareciendo a lo largo de nuestro país, porque no son sustentables a partir de su composición, pensados como alternativos, cuando en realidad funcionan intentando equipararse al alcance del cine comercial. Mientras que los espacios alternativos han tomado terrenos más grandes a partir de pequeñas iniciativas: las Universidades están implementando en sus facultades la creación de cine clubes, en alianzas con los centros de estudiantes e instituciones culturales, los archivos fílmicos en alianzas con otras instancias proyectan los patrimonios audiovisuales de sus bodegas. Y hoy se están gestando plataformas para la difusión online de películas tales como la iniciativa de Cineteca Virtual de la Cineteca de la Universidad de Chile (gracias al Fondo de Fomento Audiovisual del CNCA) o Cine Chileno Online de CineChile, que han facilitado el consumo de cine nacional y el conocimiento de la producción audiovisual.

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Grandes Documentales; Pocas Audiencias.

Por: Diego Pino / 05 de enero, 2013

El 2012 fue un año lleno de películas y encuentros muy exitosos,  tuvimos presencia en gran parte del circuito mundial de festivales y mercados, y estrenamos una cantidad importante de películas. Conocido es el éxito de películas de imitadores, y del popular y rimbombante NO. Pero a diferencia de otros, nosotros si mencionaremos al cine documental.

En los últimos años las películas documentales se han tomado gran parte de la producción audiovisual nacional, mas no de la exhibición. Sin embargo todos los años comienzan con películas documentales que vienen abriendo camino a las que van surgiendo como flores. Este año comenzó con películas como Hija (María Paz González) que venia de ganar el FIDOCS del 2011, y que se posicionó en muchos festivales en el extranjero y en Chile, desde Pinta Cannes hasta Festival Internacional de cine de Cartagena de Indias, llegando a su estreno en salas el año 2012, con una regular aceptación del público, pero con gran reconocimiento de la crítica. Y es que claro, una película sencilla y personal, le cuesta insertarse bajo las lógicas comerciales de la exhibición, incluso estrenándose en la ya fallecida Sala BF Huérfanos que vino a demostrar la estrategia del Estado para entregar cine a la ciudadanía, marcando un punto negro para el cine chileno en el año que dejamos atrás.

La cola del 2011 trajo consigo también películas como La Mudanza (Tatiana Lorca) que  desde el Parque hasta Irán hizo ruido; IntiMatta (Ramuntcho Matta) una película poco conocida, pero aceptadísima por su forma y por su personaje; Mismo efecto sufriría Balmes, el exilio de la pintura (Pablo Trujillo) que tuvo una llegada al publico interesante, transformándose en al película mas vista en la Cineteca Nacional del Centro Cultural Palacio La Moneda del año 2012, que siendo parte de su misión, no ha interrumpido su programación documental. Desde ese tiempo también viene Palestina al Sur (Ana María Hurtado) que con una sencillez es capaz de mostrarnos el pueblo palestino arraigado en nuestro país, y El Salvavidas (Maite Alberdi) que con lucidez es capaz de “crear” desde la realidad una historia cómica, intima y cotidiana.

Estas películas vienen a demostrar el largo recorrido que tiene que atravesar un documental, tratando de estar vigente la mayor cantidad de tiempo posible, siendo el 2012 su año de vida más madura. Otras películas que alcanzaron a participar del año del fin del mundo fueron: A Mano Limpia (Rodrigo Contreras), Hardcore, La revolución Inconclusa (Susana Díaz),  Memorias del Viento (Katherina Harder), Población Obrera (Rodrigo Fernández) entre otras.

Sin embargo el año que ya se nos fue trajo consigo el surgimiento de otras películas que desde diferentes temáticas armaron un abanico interesante de posibilidades para la audiencia. Vimos el nacimiento de Donde Vuelan los Cóndores (Carlos Klein)  película surgida de otra producción, también parte chilena, dirigida por el ruso Víctor Kossakovsy, Vivan las Antípodas,  que se arriesgó a documentar las grabaciones de una película documental, centrándose en el director, estableciendo una gran exposición del arte mismo de hacer cine. Esta película recorrió varios festivales, y aunque algunos hubiesen querido que ganara en FIDOCS, se llevó el premio a mejor película Nacional en FICVALDIVIA. Este mismo Festival, donde además se realizó a la par la 3º Convención de Cine Clubes de Chile, preocupados siempre de programar cine documental chileno, se estrenó también la ultima película co-dirigida por Paola Castillo y Tiziana Panizza, 74 Metros Cuadrados, muy diferente a lo que ya venían haciendo ambas directoras, con un enfoque en la problemática de la vivienda social y finalmente en la mujer. Esta película tuvo estreno en la Televisión Norteamericana (PBS), sumando más puntos al cine local. Finalmente también Valdivia fue el escenario escogido por el ya consagrado cineasta chileno Ignacio Agüero para estrenar su último film, El Otro Día. Un documental reflexivo e íntimo sobre los espacios, la gente y las coincidencias, que establece un dispositivo muy interesante, y que deberá ser juzgado finalmente por el público, que creo puede no ser su nicho mas potente. Hasta el momento la última pieza de Agüero ha tenido poco recorrido, aunque se encargó de abrir el Festival de Cortometrajes de Talca, uno de los pocos festivales de cortos que aun nos va quedando al público.

Por otro lado, el Festival centrado en la producción documental, FIDOCS, estrenó en el país la película Sibila (Teresa Arredondo), una personal historia que se entromete en temas sensibles familiares y en historias no contadas, pero también inevitablemente en la herida que dejó la dictadura. Ésta película fue hace poco estrenada en Bruselas y en el Festival de cine de La Habana, en ambos llevándose premios. Siguiendo en el certamen nacional, fuimos testigo del surgimiento de dos directoras jóvenes, que con su película Las Mujeres del Pasajero (Patricia Correa y Valentina Mc-Pherson) nos relata la visión e historias de amor y sexo por parte de las trabajadoras del motel Marin 014, entregando una nueva mirada del espacio y la ocupación,  valorada por el espectador, llevándose el premio del público, y calando hondo en el extranjero, siendo seleccionada en la competencia de mediometraje oficial en IDFA (International Documentary Film Festival Amsterdam), si no el festival de documentales mas importante del mundo.

A su vez SANFIC se encargó de entregarnos una de las películas documentales más importantes del año, que además de ganar la propia competencia del certamen, ganó el 3º premio en la competencia oficial del Festival Internacional de cine de La Habana. Cuentos Sobre el Futuro (Pachi Bustos) vino a demostrar la madurez de su directora, entregando una visión sincera y sencilla, de las oportunidades, los sueños y la pobreza, transformándose en una película cercana con el espectador que irradia una narrativa delicada y cuidada, mostrándonos un mundo cruel y real.

Otra película que alcanzó a ver la luz al final del año y que prepara seguramente un gran recorrido por su calidad cinematográfica y narrativa del film es La Ultima de Estación (Catalina Vergara y Cristian Soto) estrenada en Valdivia y seleccionada en la competencia oficial de Dok Leipzig y en Panorama de IDFA, esta película se arriesga a tocar el tema de la vejez desde un asilo de ancianos, mostrando el paso del tiempo y la presencia de la muerte en sus personajes y en su entorno.

Como dijimos al principio, el variopinto de temas que están tratando los documentales hace  fuerte al arte cinematográfico, y hace fuerte a al espectador, porque son capaces de relevar temas que afectan tanto íntimamente como socialmente a las audiencias atacando desde distintas trincheras. Películas que también vieron la luz el año 2012 fueron: Pena de muerte (Tevo Díaz), Dungun, la Lengua (Pamela Pequeño), Leontina (Boris Peters), La última carta (Tiziana Panizza), Marker 72’ (Miguel Ángel Vidaurre) El Huaso (Camilo Guillermo Proto), Un Siglo por Chile (Coti Donoso) entre otras. Desde una carta visual hasta la historia del partido comunista, todas estas películas han tocado una fibra sensible del ser humano y de la sociedad en la que vivimos.

Sin embargo, aún esperamos películas sobre el movimiento estudiantil, sobre el problema en la Araucanía, sobre la discapacidad. Y aunque es posible que existan, necesitamos verlas, necesitamos que salgan hacia el público. El éxito del cine chileno en los últimos años se mide por su participación en festivales, su retorno en premios, en criticas, en mercados, pero no lo hacemos en base a la asistencia del público, no lo hacemos porque sabemos que ahí no somos “exitosos”, pero la verdad es que el éxito del cine chileno debe ser medido en gran parte por esto, porque son las audiencias las que están perdiendo, y nosotros también somos las audiencias y a ellos queremos llegar. Entonces sabemos que el problema está en el último punto de la cadena productiva: la exhibición. Aquí es donde tenemos también que llamar al estado y a todos a hacernos cargo: Necesitamos que más gente vea cine.

Esperamos prontamente documentales que ya han hecho noticias en su producción, que seguramente también vendrán a hacer del cine documental chileno, un sector ampliamente productivo y poderoso en el audiovisual nacional. Pienso en  El Vals de los inútiles (Edison Cajas), La Once (Maite Alberdi), El Gran Circo Pobre de Timoteo (Lorena Giachino), El Soltero de la Familia (Daniel Osorio), entre otros.

A las películas del año que terminó aun les queda un gran 2013, y esperamos los estrenos comerciales para todo el público. En el corto plazo se estrena comercialmente El Salvavidas, Esperamos “Documentales en el Parque”, la iniciativa de “el Documental del Mes”,  El Festival de Cine de Iquique, el novato Festival de Cine del Bio Bio que vine a sumar a la gran Concepción al circuito de festivales nacionales. Y también los resultados de los Fondos Concursables, SURDOCS en Puerto Varas, las postulaciones a CNTV, etc…  Esperamos movimiento en el cine chileno traído desde el documental, ya que el 2012 fue un año provechoso, con muchas instancias que ayudan a la difusión, y que están funcionando como los festivales nuevos y viejos, las misiones a mercados internacionales, el 1º encuentro ChileDoc Conecta, las redes internacionales, la zona de realizadores de TVN y el nuevo espacio de documentales de La Red (cortesía del CNTV). Todo esto hace que cerrase de manera positiva un productivo año para el documental, que siempre espera y da mas de lo predicho, y que a pesar de no estar pre nominado para el OSCAR, camina a la vanguardia de la cinematografía nacional, pero a paso lento para las audiencias.

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¿Audiencias? ¿Espectadores? Públicos

Por: Pablo Inostroza / 05 de enero, 2013

En el último tiempo, la discusión sobre la baja asistencia de público a las películas chilenas en salas comerciales, ha girado en torno a la necesidad de “formar audiencias”, lo que tiene significados diversos y genera operaciones muy distintas según quienes enuncien el problema. En primer lugar, habría que ponerse de acuerdo en qué se entiende por “audiencias”, lo que no parece muy sencillo, dado el mapa de actores que podemos encontrar en el cine chileno, si lo vemos desde la sociología de la cultura, como un campo de fuerzas en disputa[1].

Por una parte, los exhibidores multisalas se han mostrado muy contentos por el fenómeno de Stefan vs. Kramer, convencidos de que “el buen momento” del cine en 2012 radica en las estrategias de marketing y la definición de un público objetivo. Y la verdad es que Kramer es sólo la culminación de un proyecto que entiende el cine principalmente como un producto de entretenimiento cuyo lugar de exhibición por excelencia es la sala del mall. En el documento El cine en Chile en 2011, la Cámara de Exhibidores Multisalas (representante de las cuatro cadenas: Cinemark, Cinemundo, Hoyts y Movieland) reconoce siete factores que influencian los resultados de la taquilla: la definición del público al que va dirigida la obra cinematográfica, la temática, el género, el director, el rol de los distribuidores, las fechas de estreno y la inversión publicitaria[2]. Para esta comprensión, las audiencias son subjetividades que sólo importan en sus prácticas de consumo. Identificar perfiles para procurar entregar el servicio que se demanda. De allí el auge de salas premium, VIP, 3D, HD, que tienen aún mayor costo “y donde se ofrece comida más elaborada, además de butacas más amplias y servicio de alimentos directo al asiento”[3]. De hecho, como consigna La Tercera, los ingresos por concepto de confitería llegan al 60% del total en estos complejos. El mismo diario recoge la muy decidora visión de Roberto Rasmussen, gerente de marketing de Hoyts, en cuanto a cómo se ve al público desde las estrategias comerciales de las multisalas: “La gente se ha ido reencantando con el cine y hemos tenido películas que han respondido a las expectativas. Además, hoy ir al cine significa otra cosa, tiene que ver con una experiencia, no solo con el hecho de mirar una historia”[4]. Experiencia del espectáculo, por lo tanto no del arte; del consumo, entonces no del pensamiento; del centro comercial, de los servicios asociados. Hablar de audiencias y no de públicos nos revela de entrada una posición inevitablemente política en este plano. Audiencia parece remitir más a una idea de pasividad que no hay los usos de “el público” y “lo público”.

En la misma línea de comprensión, las instituciones culturales del Estado se mueven entre el entusiasmo por las cifras azules y la idea de la cultura como motor de desarrollo del país. Por supuesto, desarrollo en unos términos que empiezan y terminan en la economía: dinamización de sectores productivos, posicionamiento en el mercado internacional, énfasis en la promoción y marketing. And so on, and so on.

La cuenta pública sobre 2012 que rindiera hace unos días el ministro presidente del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes es elocuente. En referencia a la buena salud que la institucionalidad cultural observa en el cine chileno, se habla indistintamente de espectadores, audiencias o públicos. En cualquier caso, la referencia es a los consumidores de producciones culturales, ya sea en actividades gratuitas o pagadas: los receptores de unos objetos simbólicos en circulación. El fenómeno Kramer es visto como la receta que deberían seguir los cineastas chilenos para tener éxito en las salas. Pero no hay siquiera una mención a las 94 copias con las que estrenó, a que la distribuyó la 20th Centhury Fox, o a lo más evidente: que Kramer es originariamente un personaje de la televisión. Así, el millón de espectadores de Kramer, el éxito internacional de NoJoven y alocada y otras cintas, dan cuenta para el ministro presidente del CNCA “que cuando los creadores consideran dentro de la planificación de sus películas el gusto del público general, se combinan con los esfuerzos adecuados de distribución, promoción y marketing –última parte de la cadena de producción que hemos buscado enfatizar-, podemos tener una industria que se profesionaliza, que demuestra estándares sanos y que no tiene por qué necesariamente perder en la calidad del producto[5]. El Estado le pasa el balón a los artistas: para seguir aumentando las cifras de asistencia, es tarea de ellos hacer obras que gusten al “público general”. Aquí podríamos resucitar la vieja discusión sobre alta y baja cultura que los posmodernistas consideran superada, pero más bien cabe preguntarse: ¿qué viene a ser para el Estado el “público general”? ¿cómo objetivamos el gusto general? Muy sencillo: a través de las cifras de la taquilla de las multisalas y los cine-arte. Así, identificamos un problema grueso: es el mercado el que va creando al consumidor.

Pero por cierto que entre los creadores no hay solo una tendencia. Sería un error en este pequeño mapeo, identificar en un único grupo a lo que la economía de la cultura llama el sector creativo. Podemos decir, eso sí, que hay un cine dominante o comercial, que es el que desarrolla con éxito sus estrategias de acuerdo a los modelos del mercado. Pero fuera de esa hegemonía, e incluso a medio camino, hay muchísimas y muy variadas –contradictorias, también- visiones sobre el público por parte de los realizadores. El reconocimiento de esa diversidad obliga a no decir nada concluyente sobre unas tendencias entre los cineastas chilenos.

A contracorriente del mercado, organizaciones de cinéfilos como los cineclubes, muchas veces al interior de espacios educativos, pero tantas otras en el ámbito de lo comunitario, hacen práctica una visión radicalmente opuesta a la del espectador como consumidor de obras audiovisuales. La característica común de los cineclubes son los foros que se realizan al finalizar las funciones, donde el público comenta la película, comparte su experiencia, con la moderación de una persona, pero sin pautas. La organización de los cineclubes en Chile es aún precaria, los mismos cineclubes son espacios frágiles que funcionan a contrapelo de la burocracia, el problema de los derechos de autor y la misma desidia de una gran parte de la gente, de público potencial, que ignora su existencia o no le interesa acudir a las funciones. “Los cineclubes no somos más que el público organizado”, concluyeron en la Segunda Convención de Cineclubes de Chile, celebrada en 2011 en el marco del Festival de Cine de Valdivia[6].

No pretendo decir con esto que sólo los cineclubes están llevando a la práctica una revalorización del público contra la hegemonía del espectador-consumidor creada por el mercado y avalada por el Estado. Muchos festivales funcionan un poco en esta lógica, llevando a los realizadores a conocer a su público en el lugar de la exhibición y poder compartir las impresiones. Otros, con la visión paternalista de la formación de audiencias promovida por el CNCA que busca crear hábitos de consumo de productos culturales, llevan el cine a las calles y las plazas. Al contrario, la operación de los cineclubes es invertir esa desigualdad pedagógica donde hay, por una parte, unos que saben y enseñan y, por otra, los que ignoran y deben aprender. Iniciativas como muestras esporádicas de cine o pantallazos, impulsados por organizaciones políticas, educativas, territoriales, también se fundan sobre la comprensión del público como las personas mismas en el momento de ver una obra colectivamente. Los ciudadanos del cine, dirán quienes tienen confianza en el Estado. Los agentes de un cambio en camino a la emancipación. Porque, en palabras de Jacques Rancière (aunque él hablaba del teatro) “mirar es también una acción que confirma o que transforma” las posiciones de cada individuo y grupo dentro de la sociedad que compartimos. “El espectador también actúa. Observa, selecciona, compara, interpreta. Liga lo que ve con muchas otras cosas que ha visto en otros escenarios, en otros tipos de lugares”[7].


[1] Pierre Bourdieu (1989): El campo literario. Prerrequisitos críticos y principios de método.

[2] Disponible en http://caem.cl/files/El_cine_en_Chile_en_el_2011_Mayo_2012.pdf

[3] La Tercera (20 de mayo de 2012) Comer en las películas: el negocio más rentable de las cadenas de cine del país.

[4] La Tercera (17 de agosto de 2012) Stefan v/s Kramer ya es la más vista del cine chileno y salas incrementan público en 2012.

[5] Luciano Cruz-Coke (2013) Cuenta pública.

[6] Carta de Valdivia. Disponible en http://www.cineclubesdechile.blogspot.com/2011/10/carta-de-valdivia.html#more

[7] Jacques Rancière (2008) El espectador emancipado

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Un saludo especial en este ‘Día del Cine Chileno’

Por: Juan José Ulriksen / 29 de noviembre, 2012

Un saludo especial en este ‘Día del Cine Chileno’ instituido durante la dictadura por los propios cineastas chilenos en memoria de Carmen Bueno Cifuentes y Jorge Müller Silva.

Recordamos que aquel 29 noviembre 1974, ellos fueron secuestrados por agentes de la DINA y llevados al ‘Cuartel Terranova’ (Villa Grimaldi).

En la noche anterior, Carmen y Jorge habían participado en el estreno de la película «A la sombra del sol», pues formaron parte del equipo de filmación.

Müller era, además, uno de los más destacados camarógrafos de su época y trabajó en las filmaciones del documental «La Batalla de Chile» de Patricio Guzmán.

Al momento de su detención, la pareja integraba el equipo de filmación de «Año Santo chileno», evento que se realizó días antes de su arresto en el Templo Votivo Maipú y que había sido organizado por la Conferencia Episcopal de Chile.

Según testimonios, Carmen y Jorge sufrieron intensas torturas de parte de los «agentes del Estado», quienes fueron particularmente duros con Carmen, ya que se le acusaba de «haber regalado un perro» a Miguel Enríquez, entonces líder del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR).

Después fueron trasladados al recinto ‘Cuatro Álamos’, donde fueron vistos por varios testigos que coinciden en manifestar que ambos se comunicaban a través de señas, cuando las mujeres eran llevadas al baño.

Sus comunicaciones fueron descubiertas por agentes de la DINA y al día siguiente se les perdió el rastro.

En junio 1975, el nombre de Carmen apareció en la lista de 119 desaparecidos, supuestamente muertos en diferentes países de América Latina y Europa («Operación Colombo»).

Las ‘autoridades militares’ negaron persistentemente haber detenido a Jorge…

Los integrantes del ‘Colectivo Memoria PUC’ nos sumamos al recuerdo de Carmen y Jorge, apoyando la búsqueda de la verdad y -muy fundamentalmente-  dedicados a rescatar y honrar su memoria.

En este sentido, insistimos en recuperar ESTE ‘Día del Cine Chileno’, que en los años noventa fue suplantado por el ‘Día Nacional del Cine’, por acuerdo de un ministro de la Concertación con empresarios de la distribución y exhibición cinematográfica multinacional.

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Cine Club de la Universidad de Chile conmemora Día del Cineclubismo Chileno

Por: Editor / 27 de agosto, 2012

Este miércoles 29 de agosto a las 19 horas, en el cierre del Ciclo de Cine Árabe y de Medio Oriente, el primer Cine Club fundado en Chile en 1954, recordará a uno de los precursores de este movimiento: el doctor Aldo Francia, un día antes de la conmemoración de su natalicio, el que la Red de Cineclubes de Chile ha instaurado en su honor como el Día del Cineclubismo Chileno.

En la ocasión, se proyectará de manera exclusiva la cinta Líbano(2009, 90 min) de Shmulik Maoz, ganadora del León de Oro del Festival de Venecia y nunca antes exhibida en nuestro país. El film narra la incursión de un tanque israelí en territorio libanés, en el marco de la guerra de 1982 entre ambos países.

Para situar al público en el contexto histórico y político de los sucesos representados en la película Líbano, estarán presentes académicos del Centro de Estudios Árabes de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad de Chile. Al finalizar la función, se ofrecerá vino de honor a los presentes.

El concurrido Ciclo de Cine Árabe y de Medio Oriente ha develado la importancia de la circulación de material audiovisual relativo a esa zona geográfica, marcada por los sesgos ideológicos occidentales hacia el Islam y los conflictos políticos de la región. Asimismo, ha visibilizado problemáticas prácticamente desconocidas en nuestro país, como las duras condiciones del pueblo saharaui en el Sahara occidental, permanentemente asediado por los marroquíes y cuya constitución como República independiente aún no ha sido reconocida por la mayoría de los países del mundo.

La participación activa del público es el fundamento del movimiento cineclubista, quienes el año pasado se han articulado en la Red de Cineclubes de Chile, con el objetivo de sumar fuerzas para constituirse como una cadena de distribución audiovisual alternativa a las grandes empresas comerciales, cuya finalidad es precisamente combatir la alienación de los espectadores como consumidores y reivindicar el rol de los públicos en todas las actividades culturales.

En Chile, el movimiento cineclubista surge en los años 50 y 60, de la mano de jóvenes cineastas, que luego darían forma al Nuevo Cine Chileno, como Pedro Chaskel, Sergio Bravo y Aldo Francia. Este último, médico pediatra de profesión, fundó el Cine Club de Viña del Mar en 1962 y dirigió los destacados largometrajes Valparaíso mi amor (1969) y Ya no basta con rezar (1972). Como una forma de reconocer su importante labor social y cinematográfica, desde 2011 la Red de Cineclubes ha conmemorado su natalicio declarando el 30 de agosto el Día del Cineclubismo Chileno.

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Dossiers Especial: DESVIADO EN LAS RESTRICCIONES: El Cine de Gregory Cohen General Noticias

Dossier Nº4: «Desviado en las restricciones: El cine de Gregory Cohen»

Por: Editor / 03 de agosto, 2012

Ampliamente conocido como actor en cine, teatro y televisión, Cohen mantiene una no tan conocida faceta como poeta, académico, guionista y especialmente director de cine. Trabajadas desde las restricciones (plano secuencia, ausencia de diálogos, cámaras fijas), sus películas desnudan al Chile de los últimos 20 años, valiéndose de una fuerte crítica social, y logrando una estética vanguardista para el cine nacional.

Julio de 2012 fue el mes elegido por el Cineclub Universidad de Chile para realizar una retrospectiva a quien es considerado uno de los padres del cine independiente chileno. Desde «El baño» (2005) su cinta más conocida y premiada, pasando por «Adán y Eva» (2008), «Función de gala» (2007), el estreno de «Sueño y secreto subterráneo» (2004) film encargado por la empresa METRO que plantea la delirante situación de un Santiago sin metro, y destacando finalmente el rescate que la Cineteca Universidad de Chile realizó de la única copia conocida de «El Blues del Orate», realizada junto al colombiano Jorge Cano en plena dictadura militar y estrenada en el Festival Internacional de Cine de La Habana, donde obtuvo el premio Gran Coral, siendo alabada por tratarse de un experimento formalista en un único plano secuencia.

Recopilados los textos realizados para cada una de las funciones de la Retrospectiva, sumándole una entrevista realizada al propio Cohen, REVISTA SÉPTIMO ARTE presenta su dossier número 4… DESVIADO EN LAS RESTRICCIONES: EL CINE DE GREGORY COHEN.

Autores: Luis Horta, Camila Pruzzo, Guillermo Jarpa, David Antich, Pablo Inostroza, Carlos Molina
Editor dossier: Alvaro Valenzuela

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Sobre cine chileno, prohibiciones y decisiones a puerta cerrada

Por: Luis Horta / 03 de agosto, 2012

Ministro Mañalich: «Si una película o una obra de teatro muestra escenas de ídolos públicos fumando y con eso haciendo publicidad indirecta y hay financiamiento de la industria tabacalera para que eso ocurra, eso tiene que ser conocido por la ciudadanía»

Hace algunos días corrió la noticia que la comisión Salud del Senado despachó el proyecto de Ley Antitabaco con una cláusula que alude directamente a las producciones audiovisuales: la prohibición para que actores aparezcan fumando en pantalla en películas chilenas, de la misma forma en que se aplica en la industria norteamericana.

Los ágiles de la prensa se apresuraron en entrevistar a «los cineastas» (en particular a Silvio Caiozzi) quienes rápidamente repudiaron la decisión y evidenciaron lo ineludible: las decisiones en Chile se realizan sin mayor reflexión, bajo intereses políticos particulares y sectoriales, y sin que se sometan a discusión con los propios involucrados. Pablo Perelman fue tajante: «si llega a prosperar es totalmente absurdo, vamos a ser el hazmerreír del universo»

«Grado 3», el nuevo cine chileno (Nota: en el respaldo del artículo se perdió esta imagen. Desconocemos si su autor utilizó este fotograma realmente)

El inofensivo revuelo tuvo que ser desmentido a los pocos días por el ministro de Salud Jaime Mañalich, y obviamente aplicó la estrategia que se sigue en estos casos, alivianar la polémica y evadir la discusión más espesa: «Lo que se llama publicidad indirecta es la forma preferente de propaganda de la industria de tabaco hoy en día». No bastó, y algunos Municipios hicieran evidente otro problema logístico: ¿Quién financia la contratación de personal para que fiscalice la aplicación de la nueva Ley?. Fulvio Rossi se dirigió a la comunidad audiovisual local pidiendo «tranquilidad a los realizadores, productores, cineastas. Ellos pueden colocar en sus películas alguien fumando», como si el tema de fondo fuera ese y no la vacuidad en que trabaja la elite política.

La argumentación en torno al objetivo de esta medida, además de ser pobre, demuestra cómo es la concepción del arte para el Estado. «No nos parece adecuado que se pague a un actor para que aparezca contra su voluntad fumando» señaló el ministro Mañalich, desconociendo el trabajo de un actor y sin detenerse en las paradojas de aquella frase.

«una persona que es atractiva, un hombre o una mujer, solo incentiva que los hombres comiencen a fumar por imitación»

La primera, es el monopolio que ejercen las cadenas de cine y las producciones norteamericanas en nuestra pantalla. De las 10 películas mas vistas en el año 2010, todas son de nacionalidad norteamericana. Ese mismo año, el el 82% de los asistentes entró a ver una película producida en los Estados Unidos, mientras que solo un 2% accedió a una película chilena. El negocio se debe matizar con los siguientes datos: una película norteamericana puede fácilmente colocar 90 copias simultáneamente en todas las salas de cine de Chile, mientras que una película como «El Diario de Agustín» de Ignacio Agüero, solo contó con dos copias en las mas de 300 salas existentes en el país. Si ya el cine chileno es relegado por el mercado, ¿Quién evaluó la real influencia que ejerce en los sectores amplios de la ciudadanía?. Estados Unidos invierte no pocos recursos en copar el mercado local, sin que el Estado regule la cantidad de dólares que ingresan a compañías extranjeras vinculadas al cine y los productos asociados.

La responsabilidad por sustentar este sistema la ha tenido cada Ministro, Senador o Diputado que en treinta años han preferido mirar hacia un costado, propiciando la rapiña sobre las salas de cine y sacando al cine nacional del negocio, cuya presencia evidentemente entorpece el ingreso de (aún) más dinero. Soluciones esmirriadas como apoyos al fomento en la formación de audiencia han propiciado que en el gobierno del Presidente Piñera se subvencionase con recursos públicos a estas mismas cadenas privadas, con el objetivo de que pasen alguna película nacional. El temor a legislar sobre cuotas de pantalla parece no ser sino el temor a que los empresarios se sientan hostilizados y abandonen el negocio.

«Una generación de realizadores talentosos se suma a favorables condiciones de industria, promoción y regulación que permiten que el cine chileno haya dado un salto cualitativo”, señala el Secretario Ejecutivo de Consejo del Arte y la Industria Audiovisual, Alberto Chaigneau.

La censura que propone el Ministro Mañalich ya se hace efectiva por otras vías y otros fines: las películas chilenas deben someterse a exhibiciones en salas de cine arte (en Chile existen seis, cuatro de ellas ubicadas en Santiago, una en Viña del Mar y otra en Valdivia) y a los Cine Clubes. Evidentemente un espectador que se mueve en el contexto del «complejo cinematográfico», medirá una película chilena bajo el mismo parámetro de cualquier pieza comercial norteamericana, estándar también posibilitado por las herramientas intelectuales que le entrega el (único) sistema comercial a la ciudadanía, y que el Estado no solo avala sino que defiende con acciones como la no reposición de la Ley de 1967 y abolida por la dictadura en 1974, que retribuía un porcentaje de la venta de entradas de sala al productor, ayudando a la recuperación de una parte de la inversión. Una población que no tiene la capacidad de apropiarse de su memoria visual, ni los medios para hacerlo, solamente está sujeta al influjo alienante de la imagen.

Una segunda reflexión gira en torno a  las estrategias vinculantes entre cine y educación. Bajo el prisma Estatal, el cine solo es cuantificable en relación a la influencia que produce en la ciudadanía. Por ende, la responsabilidad de la imagen, en la formación, es mayúscula. Esa influencia debiese ir de la mano con un contexto sociocultural que sustenta a cada sujeto, por tanto un asistente es permeable a la influencia del cine debido a las pocas herramientas de análisis con que se dota desde la base: la educación nuevamente como una actividad paternalista controladora, pero a evidentemente segmentada en nuestro país de acuerdo a las clases sociales.

Si en nuestra sociedad mediatizada la concepción de la imagen goza de la capacidad de influenciar a los sujetos que la componen, es perfectamente pertinente preguntar ¿Cuál es el rol que propone el Estado en una estrategia de empleo de recursos como la Televisión Digital con fines educativos y pedagógicos? ¿Qué rol cumple una universidad estatal en la formación de audiencias? ¿Cómo se está trabajando para implementar recursos audiovisuales en la educación escolar? Es evidente que una ciudadanía «letrada» podría no solamente diferenciar la representación o el registro de la realidad, sino que además tendría la capacidad de cuestionar el sistema cinematográfico que ofrece casi un 90% de producciones norteamericanas, se daría cuenta del colonialismo cultural al que es sometido, y se transformaría en un sujeto crítico capaz de cuestionar un panorama desfavorable e injusto en cuanto a acceso.

Cecilia Morel, Primera Dama de Chile, en el estreno de «Esmeralda», la película mas cara en la historia del cine chileno: “Ojalá que todos los niños puedan ver esta gran película, que los colegios se motiven a mostrarla. Es un apoyo para la educación de nuestro país”

En resumidas cuentas, replicar estrategias poco serias, donde las decisiones de muchos las deciden unos pocos, es continuar con la burocratización de las instituciones públicas, despojo sufrido en los años setenta y nunca resarcido. La brecha entre servicio público y ciudadanía se hace evidente, de igual manera que la crisis que significa que el cine nacional hoy sea sometido a fabulaciones y chascarrillos producto de un campo político que, además de desinformado, demuestra su poca preocupación por las personas y el extremo cuidado por blindar sus cargos, sus escritorios, sus oficinas y sus saludos protocolares que tan buenos dividendos le reportan. ¿Qué se puede concluir de esta anécdota? La pobreza del medio político en torno a las expresiones culturales y el desamparo de la ciudadanía desde el mundo político.

Fuentes:

El cine en Chile en 2010

Revista Cinefilia

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Especial: Homenaje a Fernando Balmaceda General Noticias

Dossier N°3: Homenaje a Fernando Balmaceda

Por: Editor / 02 de mayo, 2012

Con motivo del Día del Trabajador, Séptimo Arte ha realizado el presente dossier en torno a la figura y obra del documentalista nacional Fernando Balmaceda.

A difundir!

Editor Dossier: Carlos Molina González

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Dossier N°2: Balance año 2011

Por: Editor /19 de febrero, 2012

Nuevamente, y en su estilo, Séptimo Arte hace un balance de lo que fue y nos dejó el año 2011.

La cultura entretenida (A modo de balance de un año cinematográfico)

La Mejor Película del 2011: “Quiero Entrar” (Dir: Roberto Farías)

Lo mejor del 2011: “Nostalgia de la Luz” (Dir: Patricio Guzmán)

Lo mejor del 2011: “Efectos Especiales” (Dir: Bernardo Quesney)

Lo mejor del 2011: “El Mocito” y “Anónimo”

“Violeta se fue a los Cielos”: lecturas dominantes sobre el país

Editor Dossier: Carlos Molina González.