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Perdido en el tiempo: Algunas notas sobre Frederick Armitage – Rayo Verde Cine Club

por Francisco Rojas

A veces es fácil olvidar u obviar el hecho de que la etiqueta de “cine experimental” suele no ser bienvenida por los mismos realizadores que trabajan esa disciplina. Tampoco hay que olvidar que la idea de una ‘etiqueta’ ya parece tratarse de una limitación interpretativa de cualquier tipo de obra; Michael Snow, Hollis Frampton y Ernie Gehr (y un largo etcétera) resintieron ser catalogados como parte del “structural cinema”, término acuñado por P. Adams Sitney, alguien que pensó, escribió y volvió a pensar el cine experimental incansablemente, dígase entonces, que ni siquiera aceptaron esa nomenclatura de alguien que se trataba, en esencia, de un par. Entendiendo ello, el dilema con el término “experimental” viene más de una senda confrontacional que de una de amables reduccionismos conceptuales.

“Están sólo experimentando”. Más o menos eso es lo que comentan Stan Brakhage, Jonas Mekas y otros respecto a lo que significaba “cine experimental”, todo esto gatillado por un comentario hacia las películas de Marie Menken en los años cincuenta. Por supuesto que el tiempo no pasa en vano, por lo que se puede decir sin temor a errar que el término ya ha sido reapropiado y recontextualizado. 

La falacia inicial, se podría decir, trataba de postular que como estos realizadores no pueden crear, deciden experimentar, como si fuera un invento, un ensayo-error (no tiene mucho sentido ponerse a discutir sobre la idea de que todo cine lleva consigo una experimentación, eso está muy claro).

Hubo una época en donde el cine se constituía de creaciones más típicas de inventores, y donde el pan y la mantequilla del medio eran ensayos y errores, particularmente a finales del siglo XIX y comienzos del XX. El experimentar era el cine mismo, no había fórmula. Lo curioso, es que aún con esta idea de que el concepto de lo experimental ha cambiado, de que se puede apreciar una obra por sus cualidades no narrativas y puramente estéticas, pocos realizadores de aquel entonces gozan de la cortesía de ser llamados autores. Parece una obviedad a estas alturas añadir que la mayoría de los que cuentan con ese crédito son realizadores que trabajaron ficciones tempranas, como Edwin S. Porter o Georges Meliés (sin negar sus tremendos aportes al lenguaje cinematográfico). Los otros que al menos no carecen de ser olvidados por la historia parecen tener un valor por ser pioneros de los inventos que llevaron al cine, como Eadweard Muybridge o los hermanos Lumière, quienes ya han sido mencionados como influencias por Peter Hutton, Hollis Frampton, y han recibido homenajes en el cine tanto por ellos como por otros como Harun Farocki, Sharon Lockhart, James Benning y Kevin Jerome Everson, pero aún hay quienes cuestionan, sin ninguna base en absoluto, el valor artístico de aquellos nombres. 

Y está Frederick S. Armitage. Armitage es una suerte de curiosidad para la historia del cine, a grandes rasgos al menos. Si se tuviera que colocar en algún grupo, él estaría acompañado por William Heise, William Kennedy Dickson y Ettiene-Jules Marey, otros inventores y prolíficos desarrolladores de la imagen en movimiento (Marey es prácticamente prehistoria) que en cierta forma, no cuentan con la licencia de “autor”  a los ojos de la historia. Aún en ese grupo, Armitage parece ser el más olvidado, y no sólo hablando de sus contribuciones al medio. Después de su nacimiento en 1874, poco se sabe de él hasta sus comienzos en el cine, como director de fotografía, en 1898. En un espacio de seis años, trabajó en más de 400 películas, la mayoría trabajando para el ya mencionado William Dickson en la American Mutoscope and Biograph Company (AM&B), para luego ir a trabajar para Thomas Edison (quien fuera el jefe de Dickson años atrás) y desaparecer completamente de todo registro histórico. Después de su última película en 1917 (una de las últimas cuatro que hizo desde 1908, luego de una sequía creativa previa de tres años), no se sabe mucho más de Armitage hasta su muerte en 1933.

Como era la tradición de la época, la mayoría de esos más de cuatro centenares de películas eran las “actualities”, pequeños trozos de realismo, en vena documental pero que se sostienen dentro del extracto mismo. En la AM&B las actualities eran las películas que sostenían a la compañía hasta que empezaron a perder tracción en favor de las cada vez más populares ficciones desde 1903. Es más o menos en este punto en donde la carrera de Armitage parece decaer lentamente. En 1908, AM&B cesó la producción en su totalidad de actualities.

Pero dentro de esa pequeña ventana entre 1898 y 1903, Armitage también trabajó como director de derecho propio, con cerca de 20 películas (el número es incierto y varía dependiendo de las fuentes), casi dos tercios de su obra orientada a las películas de comedia. Sus últimos 5 trabajos, al contrario, son lo que nos vamos a permitir llamar “experimentos”.  Y de esos cinco, los últimos tres son, probablemente, de las obras más fundamentales de la historia del cine.

Luego de A Nymph of the Waves y Neptune’s Daughters (ambas del 1900) un dúo de películas en donde Armitage juega con la doble exposición (en realidad, doble impresión), mostrándonos al mismo tiempo una película de baile pero con las olas del océano igualmente presentes en el cuadro, Armitage filmaría su primera película con uso de lo que hoy llamamos time-lapse.

Para todo lo que se evade mencionar a los directores del cine más primitivo como autores, es curioso el cómo, al menos en el caso de Armitage, la primera de sus tres grandes películas vino motivada por un orgullo artístico propio de un autor de primer orden. Demolishing and Building Up the Star Theatre (1901), la cual, como dice el título, sirve como crónica visual del lento desmantelamiento del legendario Star Theatre (o su construcción si se le reproduce en reversa), era un intento de su realizador de “superar” la Demolition d’un mur (1896) de los hermanos Lumière. Armitage maximiza las proporciones de la pequeña obra de los padres del cine, y puede que sea, al mismo tiempo, el primer time-lapse realmente fluido del cine. En esencia, la película igualmente cuenta una historia, el edificio es un relato en movimiento. Hay un par de momentos en donde el registro deja ver la vida pasando en tiempo real, cuestión de segundos, al comienzo y al final, momentos que sirven como puntuación temporal y también para dejar ver los elementos en el cuadro las formas, los vehículos, la gente, antes y después de sufrir una transformación y volverse representaciones abstractas.

También abstracta, si se quiere, puede ser considerada Seeing New York by Yacht (1903). Armitage monta la cámara en un barco, mientras registra un viaje por la costa de New York. La cámara probablemente no está bien montada en la cubierta, ya que la imagen vibra como si estuviera pegando saltos durante la duración del time lapse. Hasta hace poco, si se le buscaba en youtube, el mejor resultado tenía como nombre, junto al título de la película, “camera glitch”. Esas vibraciones se iban a convertir, 60 años después, en una de las técnicas favoritas de Stan Brakhage. La ciudad se estira de forma vertical, la imagen presenta una volatilidad, como si fueran recuerdos apenas recuperados, casi olvidados, como un sueño. Prácticamente una pintura en movimiento. 

Su última película como director es la más significativa. Down the Hudson (1903) es también una película filmada desde un barco y también filmada en time-lapse. Aquí la cámara está propiamente montada mientras recorre el río Hudson. Pasan pequeñas casas, otras embarcaciones, el bosque, humo, tierra. Todo ello hasta llegar a la ciudad. Entre medio, de momento a momento, Armitage retorna a un registro natural, el humo ya no se sucede rápidamente, como si se tratara de mover un interruptor, un movimiento mágico. Está midiendo el cambio, la luz, el tiempo. Retornar a la velocidad natural es esencialmente dejar el trance para meditarlo una vez que este vuelve. Hay cambios de luces en el cielo que casi le dan una cualidad de flicker film a momentos. Si hay algo que deja Armitage en esta película, es una forma distinta de ver la imagen y el tiempo. Aquí están sentadas las bases para futuras meditaciones fílmicas.

Entra Peter Hutton, pintor, marinero y finalmente cineasta. El poeta de la ciudad y el mar, y una persona obsesionada con el río Hudson en la pintura, y quien lo registró muchísimas veces a lo largo de su vida.

Ya teniendo una rica filmografía y un nombre más bien establecido dentro del avant-garde norteamericano, Hutton inauguró el nuevo milenio con Time and Tide (2002), un título que bien podría servir como título para las obras finales de Frederick Armitage. Hutton, quien siempre trabajó en 16mm y en blanco y negro, jugando con la lentitud y el ritmo, los paisajes y los gestos, abre la película a gran velocidad. Down the Hudson casi completa. Una vez que termina, Hutton deja unos segundos de negro y le sucede un plano de hielo rompiéndose con el paso de una embarcación, y por primera vez en su carrera, con imágenes a todo color. No es precisamente una elipsis, pero si algo está planteando Hutton es la evolución del tiempo, del registro, y del paisaje, en el cine y la historia. El inicio de la historia del cine, el primer gran autor, el primer meditador del cine. Le rinde tributo a una de las grandes obras del cine.

Dos años después de Time and TideDown the Hudson de Frederick Armitage era incluida en la Biblioteca del Congreso en los Estados Unidos pro su relevancia histórica y cultural. Cien años no pasan en vano. Era cuestión de tiempo.

El texto Perdido en el tiempo: Algunas notas sobre Frederick Armitage fue redactado en el marco de la programación del mes de agosto de Rayo Verde Cine Club, perteneciente a la Asociación de Cineclubes de Chile, y cuyas funciones se realizan todos los días viernes a las 20:00 hrs. en Espacio El Cuarto, Rafael Sotomayor #405, Santiago, con entrada liberada.

Francisco Rojas – Rayo Verde Cine Club

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Sobre todo hoy: ya no basta con rezar – Cineclub ULagos

por Carlos Martínez + Diego Gerter + Hernán Delgado

A propósito de una serie de informaciones noticiosas contingentes que erosionan los cimientos católicos en el presente 2019, surge, desde 1972, un grupo de imágenes que vienen a fortalecer la moral laica solidaria: «Ya no basta con rezar» (1973).

Esta película le costó sangre, sudor y lágrimas -y algunos inmuebles, por qué no decirlo- a su director, Aldo Francia Boido (1923-1996). Su filme es una tensión en movimiento, es un Chile en movimiento, despertando las conciencias de las masas para abordar el conflicto social, la depauperación económica-material, la famélica calidad de vida y la insalubridad no sólo higiénica, sino que espiritual que hacía mella en nuestra sociedad que heredaba una álgida década sesentera.

En mayo del ’68 no sólo había surgido una revolución cultural, sino que un nuevo mundo por el que luchar, por el que valiera la pena ponerse en marcha, por lo que la oración contemplativa ya no bastaba. Ese mayo francés fue promisorio, pero un año antes lo había sido en Chile la toma de universidades públicas y -por vez primera- privadas. Asimismo, el Nuevo Cine Chileno alumbraba (1967) el camino posible en la entonces expectante realidad socio-política nacional y americana.

Es en este escenario, lleno de idealismo y humanismo, en el que rueda su «Ya no basta con rezar» Aldo Francia. Al fin y al cabo será su última película, pues decidirá no hacerlo más tras el golpe de Estado en Chile el 11 de septiembre de 1973.

El padre Jaime representará la conciencia humana ante la displicencia de una jerarquía eclesiástica que ha olvidado “dónde está la casa de Dios”. Una crítica desde dentro, de un médico-cristiano como lo era Francia, hace sonrojar a la élite social que parece no llegar a comprender del todo los cambios que se avecinan.

Grabada en 35 mm, a color y de 1 hora y 20 minutos de duración, Ya no basta con rezar deja al director en el pináculo del cine social, muy cerquita del Neorrealismo italiano. La estructura del guión (Aldo Francia, José Román, Darío Marcotti –sacerdote- y Jorge Durán) luce sin inconvenientes. Los problemas en el audio pasan a ser secundarios -recordemos Largo Viaje, Patricio Kaulen, 1967-, lo que no menosprecia para nada el trabajo de Jorge Di Lauro, pues las imágenes (Silvio Caiozzi) y la introyección que hace el personaje del legendario y nunca suficientemente bien ponderado Marcelo Romo, respecto de la realidad humana de los habitantes de los cerros de Valparaíso, es sencillamente aplaudible.

Un Marcelo Romo que no sólo encarnó la lucha social en la ficción, sino que también en la vida real, habiendo sido parte del MIR y luego capturado, torturado y exiliado a Inglaterra y Venezuela.

Es por todo lo anterior y más, que el Cine Club de la Universidad de Los Lagos, perteneciente a la Asociación de Cineclubes de Chile, prepara en Osorno para el 8 de agosto -precisamente el día en que la Corte Suprema le retira la inmunidad diplomática a Augusto Pinochet el año 2000-, la proyección y conversación de Ya no basta con rezar, una película que se sintetiza en las propias palabras del padre Jaime: “nadie debe permanecer indiferente ante la injusticia”.

Las actividades del Cineclub de la Universidad de Los Lagos se realizan todos los días jueves a las 18:30 hrs. en Avda. Alcalde Fuchslocher 1305, Campus Chuyaca, Universidad de Los Lagos, Osorno. Entrada liberada y cine-foro posterior a la exhibición.

Carlos Martínez
Diego Gerter
Hernán Delgado
Cineclub Universidad de Los Lagos

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Nostalghia, el enigma de la melancolía – Cineclub Linterna Mágica

por Vaite Trujillo B.

«Nostalghia» (1983) es una obra enigmática, difícil de describir en pocas palabras: los sentimientos que inspira, sus simbolismos y belleza artística nos darían para escribir páginas y páginas de ensayo sin llegar a agotar todo lo que este film es capaz de generar. Sin embargo, en esta breve reseña se darán a conocer al lector impresiones que lo alienten a adentrarse en este viaje al lado más melancólico del alma humana que presupone el visionado de este aclamado film.

Ya en los créditos iniciales el director nos regala una toma tan bella y poética que cautiva, el misterio de estas imágenes es revelado más adelante como un recuerdo llegado desde el mundo de los sueños. Nuestro protagonista es un poeta ruso que comparte el primer nombre con el director: Andrei, y quien, en conjunto con Eugenia, su traductora, se encuentran en la Toscana italiana con el fin de conocer la vida de un compositor ruso y escribir su biografía. Sin embargo, de esto vemos poco y nada, nuestro protagonista está perdido en su cabeza, sus recuerdos nos llegan en un onírico tono gris y parecen estar hechos de la más pura melancolía.

El título de la película no podría ser más adecuado, a medida que avanzamos en la historia, los personajes demuestran una añoranza eterna por sus orígenes y su pasado y buscan consuelo en sus recuerdos. Además, rápidamente nos damos cuenta de lo personal del largometraje, Tarkovski se había ido de Rusia, y éste, como su primer film fuera de la madre patria, retrata la melancolía de su ausencia.


El silencio y el tiempo están presentes en el filme como actores contratados y manipulados por Tarkovski, de esta manera el director otorga espacios de reflexión a los personajes y a nosotros mismos como espectadores, provocando una profunda y sincera intimidad.
Nostalghia es una película de agua, ésta está presente en momentos importantes ya sea de forma sutil en el fondo de un paisaje o nos rodea omnipotente en vista y sonido. En contraste, es el fuego el que guía nuestro camino, para terminar en nada más que en cenizas invisibles.

Sin duda, es una obra llena de mensajes y representaciones, que si bien podría no ser del gusto de todo espectador, vale la pena tratar descifrar o tal vez, volverse parte de ellos en el intento.

Una selección de la filmografía de Tarkovski, incluida Nostalghia, será exhibida y analizada por el Cineclub Linterna Mágica los días miércoles de agosto a las 19:00 hrs. en el Auditorio Dr. Hernán López Villanueva de la Facultad de Ciencias Agropecuarias y Forestales de la Universidad de La Frontera (UFRO), en Francisco Salazar 01145, Temuco. El Cineclub Linterna Mágina pertenece a la Asociación de Cineclubes de Chile y realiza actividades educativas y sin fines de lucro en la Región de La Araucanía.

Vaite Trujillo B.
Cineclub Linterna Mágica

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El cine como contingencia: La Profesora de Historia – Cineclub La Contratapa

por Cineclub La Contratapa

En el último tiempo mucho se ha hablado acerca de la movilización de los profesores de historia, quienes se han visto en la necesidad de paralizar sus funciones para ser escuchados por las autoridades. Es por ello que decidimos aportar nuestro granito de arena a su justa causa presentando ante nuestra comunidad una selección de obras que relaten el trabajo y el impacto que dichos docentes pueden ejercer. Cineclub La Contratapa presenta el ciclo de cine Heritage, una selección de cinco obras con las cuales pretendemos entablar el debate respecto a dicha situación en nuestra comunidad. 

«Les Héritiers» (dir. Marie-Castille Mention-Schaar) es una obra francesa del año 2014, basada en hechos reales, la cual relata la historia de la profesora Anne Gueguen, quien un tanto desmotivada, busca sacar lo mejor de sus estudiantes y este año nuevamente se enfrenta a un grupo difícil de jóvenes desinteresados en sus estudios. Decide poner su confianza en ellos y los invita a participar en el Concurso Nacional de la Resistencia y Deportación, donde deben desarrollar lo que significa ser niño y adolescente en un campo de concentración nazi. En la obra aparece León Zyegel, un sobreviviente real del holocausto, lo cual aporta un toque más realista a la obra, con la que finalizaremos el segundo ciclo en nuestro Cineclub. 

A lo largo de la obra vemos a los jóvenes inmersos en toda clase de violencia. Podemos diferenciar varios tipos de alumnos: unos tímidos, otros extrovertidos, de distintas religiones, etnias y convicciones personales. En un principio todos tenían en común su falta de interés y rebeldía. Los vemos trabajar en pequeños grupos donde no se complementan con el resto, sino que buscan destacar entre los demás, desmereciendo el trabajo ajeno. Se insultan constantemente y también a los profesores. Predomina en este contexto los tonos grises y un ambiente frío. Al correr el tiempo, deciden aplicar lo aprendido en clases y sortear, a la usanza romana, dos grupos de trabajo que realicen funciones complementarias. Esta parte muestra la evolución psicológica de los personajes, que dejan de atacarse los unos a los otros, dando paso al trabajo en equipo. Predominan en estas escenas los tonos de colores más vivos y una música algo más alegre, se respira un aire de cooperación mutua y respeto. Es ahí donde aprenden a valorar sus propias diferencias, tomándolas como el complemento ideal para desarrollar las distintas partes del trabajo que realizan y para finalmente creer en sí mismos. 

Vemos constantemente escenas de personas ingresando a sinagogas, iglesias y otros centros de reunión religiosos a pasos del liceo. Vemos, también, la tensión que existe en toda esta ciudad, tan cosmopolita, pero que aún reserva atisbos de segregación hacia ciertos grupos. 

Una obra genial que en 105 minutos nos logra situar en esa realidad no tan ajena donde los profesores deben usar todas sus habilidades para lograr que sus estudiantes comprendan la historia. En cuanto a los aspectos técnicos de la obra, cabe destacar el uso del color y de la música, los cuales aportan los escenarios necesarios para comprender la naturaleza de lo que viven, piensan y sienten. 

Varios fueron los reconocimientos que obtuvo esta película por la crítica especializada. En el año 2015 ganó dos festivales gracias a su narrativa. Queremos extender la invitación no sólo a nuestra comunidad, sino a todas las personas para que puedan interiorizarse más en cuanto al rol de los profesores y el impacto de la educación en las vidas de todos. También los invitamos a asistir a los visionados de todo el ciclo para compartir entre todos nuestras impresiones. 

Las funciones del recientemente creado Cineclub La Contratapa tienen lugar en la Universidad de La Frontera Campus Angol, los días viernes de 18:00 a 21:00 hrs. Este Cineclub es miembro de la Asociación de Cineclubes de Chile y realiza una labor de formación de públicos en la Región de la Araucanía, proponiendo una reflexión comunitaria en torno al audiovisual en cada cine-foro y con entrada liberada.

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Conociendo a Astrid y la importancia del acceso al cine – Cine Club Lumière

por Lucía Carvajal B.

Conociendo a Astrid. Suecia, Dinamarca, 2018.

  • Directora y Coguionista: Pernille Fischer Christensen. Nacida en 1969, en Copenhague.
  • Ha trabajado como  Directora, guionista, escritora, actriz.
  • Estudió Dirección en la Escuela Nacional de Cine de Dinamarca, donde se graduó en 1999 tras haber filmado tres cortos (1996). Tiene también estudios en European Film Collage (en Ebeltoft, Dinamarca). 
  • Su primer largometraje, A SOAP (2006), obtiene en el Festival de Cine de Berlín el Oso de Plata, el Gran Premio del Jurado y el Premio a la Mejor Ópera Prima. También ganó, entre otros galardones, el Premio de la Crítica Cinematográfica Danesa a la Mejor Película en 2007. 
  • En 2008 estrenó su segundo largometraje, DANZA. Conquista en el Festival de Cine de Cannes el Premio Palma de Oro.
  • Se declara admiradora de los cineastas Akira Kurosawa, Pier Paolo Pasolini y Bernardo Bertolucci. Gran partidaria de la Literatura, la Poesía, la Pintura, la Música y el Baile. Pero a medida que pasaba el tiempo se sintió atraída por la única forma de Arte capaz de combinarlas todas: El Cine

El Filme

Conociendo a Astrid es un biopic inspirado en la trayectoria de vida de la escritora sueca Astrid Lindgren. Cuenta la directora “No conocía su historia. Hace algunos años leía el periódico y me encontré con una foto de Astrid con su hijo. Adquirí un libro sobre su vida y empecé a leer sus cartas y otros libros sobre ella.Traté de dar con su esencia. Me interesó su vida y su escritura, pasé mucho tiempo con ella. Es una pena dejarla ahora, pero es hora de seguir adelante. (…) Con ella intento mostrar de lo que es capaz una mujer que quiere ser libre y no tener que depender de nadie”.    

Astrid Lindgren nació en 1907 en una granja cerca de la provincia Smänd, Suecia, lugar donde claramente desarrolló una sensibilidad especial hacia la condición humana y la Naturaleza. La directora maneja el uso de la riqueza de las imágenes y la realidad. Podemos volver atrás y recordar lo que opinaba André Bazin, crítico de cine y teórico francés. Él hablaba de directores que creen en la imagen y aquellos que creen en la realidad. Pernille funde lo que conoció de la vida real de Astrid (su juventud), el ambiente de su familia, agregando imágenes del decidido trabajo familiar en el campo y un logrado y rico contexto de cuidada y hermosa fotografía de grandes bosques, lagos e imponente nieve.

Astrid a los 18 años comienza con gran alegría a escribir en un periódico del pueblo. Se enamora, se embaraza, y a su hijo, que nace en Dinamarca, lo entrega por un tiempo a una casa de acogida donde hay otros niños y en donde lo visita durante tres años. Permanece como madre soltera pese al ambiente de una familia conservadora y moralista, y se traslada a Estocolmo donde toma cursos para iniciarse en la escritura.

El filme la muestra como una joven rebelde, irreverente e inspiradora para su época (años ’20). Pese a su destino inseguro, ella empieza a escribir historias navideñas en 1934. A sus 38 años escribe Pippi Calzaslargas, famoso libro que le permite ganar el Premio Hans Christian Andersen en 1958, considerado el Nobel de Literatura Infantil y Juvenil. Se dice que escribe alrededor de 50 libros. Otra serie de libros con notables traducciones también le otorgan un enorme prestigio y premios. Es considerada como una de las escritoras más significativas de la literatura infantil del siglo XX.

La estructura del filme realizado con delicadeza por su directora captura y conmueve desde sus primeras imágenes: cuando muestra a Astrid ya mayor, en su cumpleaños, recibiendo de numerosos niños lectores de su obra hermosas cartas y dibujos motivados por el cariño a la lectura y la imaginación de la gran escritora. Su gran aporte se complementa al final de la película con el saludo de niños que componen una canción que le dedican.

En el filme la directora domina la importancia de las y los actores. El mejor ejemplo es la actriz Alba August, elegida en el casting entre 500 jóvenes interpretando a Astrid. Destaca como personaje notable, con gran peso en toda la obra y que tiene la apostura de un personaje que sobrelleva la adversidad en forma especial y, por qué no decir, íntima. 

Aparte de tener en cuenta lo ya dicho, es importante destacar que el trabajo de la mujer en el cine fue silencioso, pero no por eso menos comprometido. Ya en la etapa del cine mudo hubo directoras que se desempeñaron en forma destacadas como realizadoras, historiadoras, críticas y guionistas.

Me permito un paréntesis, más allá del hecho de haber podido encontrar una película de gran valor por aportar mayor conocimiento sobre una destacadísima escritora sueca que fue capaz de motivar la lectura y el interés tanto de los niños tanto como de los padres por leerles. También cabe agregar lo que lo que opina el co-guionista Kim Fupz Aakeson. Él es el marido de Pernille Fischer y ha trabajado con ella en varios de sus filmes. Es escritor de libros infantiles, guionista de cine y radio e ilustrador. Opina que Astrid Lindgren es mucho más que todo eso que hemos podido leer y saber. Dice “es defensora de los niños y los animales, provocó una reforma fiscal en Suecia que hizo caer al gobierno, dio nombre a una ley de protección de animales y se convirtió –y sigue siéndolo- en un símbolo del feminismo mundial.”

Además, reflexionemos, porque siento y pienso que últimamente el poder dedicarnos a exhibir y disfrutar  buen cine en un Cine Club es cada vez más difícil. Llama la atención que una película de la directora danesa Pernille Fischer, que ha realizado unas ocho películas, sea para nosotros prácticamente desconocida. Tanto el cine Danés como el Sueco son  importantes (al igual que otras cinematografías europeas, asiáticas, etc), pero no tenemos acceso a verlo.

Cine Club Lumière pertenece a la Asociación de Cineclubes de Chile y realiza sus actividades educativas de forma ininterrumpida desde el año 1980 en el Colegio La Girouette, Las Condes, Santiago.

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El Rostro Ajeno – Cineclub Bestiario UAHC

por Vittorio Farfán B.

«El Rostro Ajeno»
‘Tanin no kao’, Hiroshi Teshigahara, Japón, 120 minutos, 1966.

En general, el cine de género trabaja con los temores más primitivos, los cuales son orientados al conflicto central. En éste, oponen las fuerzas de un protagonista con las de un antagonista, que se encuentran únicamente en el mundo real del narrador y en su evolución más simple. La diferencia más evidente que existe con una narrativa post brechtiana, refiere a que todo evoluciona de una forma distinta, ya no importando reflejar los temores primitivos en el resultado del conflicto. Un ejemplo de ello está dado en el cine de terror, en el cual resultará más importante establecer una atmósfera y un estado, superando al conflicto central. Será en este momento cuando el cine se aleja de las ataduras propias del dualismo causa-efecto, para perseguir el clima en el rostro del terror, comenzando a explorar un tercer elemento, dado por la visualidad. Donde se rompe esa dualidad, es cuando el brechtianismo se vuelve meramente estético, siendo el momento donde lo visual tiene que evitar tener una coherencia explícita con la narración, o bien evitar la obviedad de ésta. Es crucial que cada plano se pierda en el relato, y así demuestre que el tercer conductor termine deformado cada vez más y más.

“El Rosto Ajeno”, película japonesa filmada en 1966 por Hiroshi Teshigahara, parece ser un descendiente de “Los ojos sin rostro” (1960) de Georges Franju, ambas películas que trabajan y tienen un gran cariño al cine de terror clásico. Sin embargo, no buscan retratar la formula plano a plano del dualismo narrativo, por lo que tratan de llevar la narrativa visual a un nuevo nivel. En “El Rostro Ajeno” se presenta un protagonista agresivo y con rabia, el cual considera que entiende su situación frente a la sociedad, la de ser un monstruo para los demás debido a su rostro. Es allí donde aparece una moderna y releída lectura del pacto de Fausto, donde un doctor le entrega a un sujeto la oportunidad de revertir esta situación.

El relato se pierde y le gusta perderse, no se concentra en la forma clásica de la anécdota gótica de un personaje desfigurado, tampoco en su conflicto de injusticia de la sociedad hacia él. El filme indaga en las posibilidades de un relato en torno a los resto y despojos de la sociedad moderna, sin caer en una denuncia, tratando con nihilismo e indiferencia la manera en cómo son vistos por los demás los sujetos que se esconden tras una máscara simbólica.

Con marcada influencias de la Nouvelle Vague Francesa, tanto en su propuesta visual como narrativa, pero también con una clara diferencia respecto a lo que se acostumbraba a hacer en este periodo para relatar una historia de un sujeto de ambivalentes personalidades, presenta un marcado tratamiento de lo gótico y expresionista que, al ponerse en diálogo con películas como “La Jetée” (1962) de Chris Marker y “Alphaville” (1965) de Jean-Luc Godard, no sólo establecen un campo reflexivo desde la estética, sino que se acerca a muchos de los planteamientos que están presentes en corrientes como el Cyberpunk, donde el nihilismo de hablar del futuro del hombre como sociedad carente de esperanzas, hacía menospreciar el valor del ser humano más allá del cuerpo, puesto sólo al servicio de perpetuar casi en una sola razón la pérdida de su existencia.

En cierta medida, en esta película se pueden encontrar cimientos de obras como “Metrópolis” (1927) de Fritz Lang, donde existe la creación de un nuevo ser humano a partir de la imagen del mismo humano, cuestionando su valor esencial pero, a la vez, contradiciéndose respecto a una construcción técnico-alquimista, una figura fáustica con escenas cargadas con trucos de magia aparentando ser ciencia de la época. Llegará un punto en “El Rostro Ajeno” donde el protagonista empiece a divagar respecto a qué hacer con esta oportunidad de recuperarse: ¿realmente es una nueva oportunidad? ¿Es, tal vez, una gran mentira que termina siendo un cuestionamiento hacia la falsa oportunidad que da su creador, maquillado sólo de ambiciones propias?

En suma, la película tiene un valor agregado en cuanto testimonio de las reflexiones del periodo post atómico, donde los japoneses pueden hablar mejor que nadie de los estragos del siglo XX. Vivieron las bombas atómicas, conocieron el poder de abrir un gran sol en sus suelos, y por tanto reflexionan respecto a si son víctimas o una especie de bloqueo del fin del progreso que venía de occidente. La analogía del rostro en tanto destrucción es una gran grieta que marca un hito importante, obligada y condicionada a mantenerse por la misma sociedad  aún cuando es considerada como un pasado monstruoso, en la que el protagonista es el más cercano a lo primitivo, al igual que los personajes que deambulan en la historia: una muchedumbre moderna que funciona como ganado del progreso, acelerado y ruidoso, el cual no tiene tiempo para tolerar el pasado, que se tiene que forzosamente adaptar al presente aunque éste sea una gran mentira. “El Rostro Ajeno” muestra el cuestionamiento, pero no da soluciones ni apela a responsabilizar a quién es el más monstruoso de todos, sino esboza una interpretación de la supuesta realidad distorsionada por un tercero, que es un manto de lo más primitivo del ser humano.

«El Rostro Ajeno» (1966) de Hiroshi Teshigahara forma parte del ciclo «La Nueva Ola Japonesa» curatoriado y organizado por el Cineclub Bestiario de la Universidad Academia de Humanismo Cristiano, perteneciente a la Asociación de Cineclubes de Chile, y que realiza sus actividades todos los días lunes a las 19:30 hrs. en Sala Juan Radrigán (Almirante Barroso 352, Santiago Centro, Metro Santa Ana) con entrada liberada. Todas las funciones son seguidas de un cine-foro de análisis y profundización de contenidos en el que participa Agustín Letelier, experto en cultura japonesa, ex agregado cultural de Chile en Japón y Luis Horta, Académico de la carrera Cine y Audiovisual de UAHC y coordinador de la Cineteca de la Universidad de Chile.

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Barry Lyndon: El dispositivo como eje dramático fundamental en el relato – Cineclub Séptimo Sello

por Gonzalo Villarroel

El noveno film del cineasta estadounidense Stanley Kubrick, estrenado el año 1975, se establece como el punto cúlmine de un trabajo progresivo por parte de este artista en la búsqueda de generar un relato en el que, tanto historia como desarrollo dramático, sean un eslabón de la perfección y maestría técnica que proponía como pieza fundamental de su obra. La cinta, que nos habla sobre el inicio, auge y caída del irlandés Redmon Barry en pleno siglo XVIII en una Gran Bretaña convulsionada por la Guerra de los Siete Años, plantea una estructura dramática clásica dividida en dos evidentes actos, sin pretensiones de experimentación. Este desarrollo aristotélico del guión, al que se suma una voz en off que conduce de manera omnisciente la historia planteada en sus más de tres horas de duración, denota una clara intencionalidad del cineasta en mostrar una aparente simpleza en la forma de presentar su historia. Sin embargo, es finalmente la forma de plantearla en pantalla -a través de sus decisiones en el uso del dispositivo cinematográfico-, las que generan que esta pieza sea encumbrada como una de las más importantes de su acotada filmografía.

Y es que Kubrick, sabiendo con claridad las herramientas que el cine puede otorgar al momento de crear una obra, buscó plasmar en su película la estética de distintos pintores del siglo XVIII para enmarcar el devenir de Redmon Barry en su constante determinación de insertarse en la alta sociedad inglesa. Esto derivó en que cada plano de esta obra posea un profundo y meticuloso trabajo en los distintos departamentos que conforman la producción de un filme, siempre en búsqueda de generar una atmósfera que buscaba replicar sus referentes. Decorados sublimes, uso de locaciones reales, vestuario de precisión histórica perfecta –además de un brillante uso de música extradiegética referente a autores del siglo XVII como Mozart, Bach o Vivaldi, que acentúan la intertextualidad del filme y logran generar magníficas y/o disonantes ambientes dramáticos- permiten al espectador adentrarse fielmente en el contexto que rodea al protagonista a través de este diseño de producción detallista.

Un montaje que apela a una atmósfera contemplativa impulsa también esta decisión de estética pictórica, en donde la apreciación del filme permite a quien vea la película observar las distintas dimensiones que Kubrick impregna en su personaje principal a lo largo de su recorrido por los distintos paisajes sociales y físicos que debe enfrentar. Pero es sin duda en el apartado de la cinematografía en donde el cineasta logró sus mayores proezas técnicas, en conjunto a uno de sus más importantes colaboradores, el director de fotografía John Alcott. El desafío fue planificar un rodaje en el que se priorizarían los planos abiertos y fijos, y en el que sólo se utilizaría iluminación natural para así remarcar la decisión estética ya mencionada. Este reto técnico (el cual finalmente se pudo llevar a cabo de la mejor manera posible, sólo utilizando la luz artificial para reforzar el naturalismo de la imagen), llevó a Kubrick y Alcott incluso utilizar una óptica perteneciente a la NASA –de la empresa Carl Zeiss-, con una apertura f/0,7 que permitió rodar las recordadas escenas iluminadas sólo con velas. El cineasta neoyorquino, popularmente conocido por el perfeccionismo con el que abordaba sus rodajes, alcanzaría finalmente con esta película la cumbre de su manera de ver y pensar el cine: establecer al dispositivo cinematográfico como el eje dramático fundamental en su conformación del relato.

«Barry Lyndon» (1975) de Stanley Kubrick se exhibirá en Cineclub Séptimo Sello el día jueves 29 de agosto a las 19:00 hrs. en la Sala de Artes Escénicas del Centro Cultural San Antonio (Av. Barros Luco 104, San Antonio). El Cineclub Séptimo Sello realiza una función al mes de manera gratuita y pertenece a la Asociación de Cineclubes de Chile.

Gonzalo Villarroel
Cineclub Séptimo Sello

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Aki Kaurismäki, la inutilidad de la rebeldía – Cineclub Sala Sazié de la Universidad de Chile

por Luis Horta C.

Aki Kaurismaki es quizás uno de los autores contemporáneos más influyente en las nuevas generaciones de cineastas, y posiblemente uno de los que ha podido caracterizar la condición paradójica de las soledades en los individuos modernos. Con un estilo fuertemente definido por la casi ausencia de movimientos de cámara y parcas actuaciones, retrata mundos en los cuales los sujetos parecen desencajados en un orden social que no demandaron, asignación de la cual intentan escuetamente desprenderse sin resultados. La sociedad post industrial que sirve de marco para “La muchacha de la fábrica de cerillas” (1990) permite adentrarse en la vida de Iris, una mujer cuya vida monótona parece marcada por el ritmo de la fábrica en la cual es una empleada gris que se mimetiza con sus pares.

Ser invisible en esta sociedad medial surge como una alternativa plausible en relatos que podrían situarse en una especie de “post-neorrealismo”, claro que anclado en una construcción cultural finlandesa, en la cual el tango convive con el suicidio. Ampliamente aclamado por la crítica internacional, las películas de Kaurismaki tratan de comprender las complejidades del capitalismo y su incidencia en sociedades de sujetos invisibles, principalmente caracterizados por una abismal soledad que incide en la forma anodina de relacionarse. De acuerdo a esto, una pregunta posible que surge en su cinematografía obedece a los modos de representación de la condición del proletariado contemporáneo. Y para ello, la ironía resulta un dispositivo que permanentemente emerge como posibilidad narratológica. Así, en “Leningrad Cowboys Go America” (1989) Kaurismaki plantea en una aparente comedia, la historia de una banda de músicos finlandeses que son engañados y manipulados por su mánager, un sujeto ambicioso interesado en explotarlos. La relación subterránea entre arte y capitalismo es evidente, ya que somete a los ingenuos músicos a interpretar desde corridos mexicanos hasta rockandroll, llevándolos a vivir deschavetadas anécdotas. La parodia del “mockumentary” o del documental musical encuentra una lectura irónica con el simulacro de revolución que plantean los músicos, un gesto tan estéril como risible frente a un orden social que será imposible subvertir.

Otra figura de la ironía se encuentra en “Ariel” (1988), en donde se ofrece una sucesión de paradojas estructuradas como un relato que problematiza, al igual que “Ladrón de bicicletas” (Vittorio de Sica, 1948), la posibilidad de una sociedad proletaria que se auto aniquila en torno al capitalismo desbordado, pares dispuestos a despojarse de sus escasos bienes materiales, con tal de subsistir en una ordenación de precariedad cultural. Kaurismaki no perderá la posibilidad de utilizar la paradoja como herramienta de comicidad, agregando una capa que permita problematizar sobre lo inocuo del gesto de resistencia.

Para Kaurismaki, resistir al orden social es una posibilidad ornamental, y visto desde una perspectiva moderna se ajusta a la idea del sometimiento a la imagen de las comunidades modernas. Sus personajes no quieren, efectivamente, cambiar el curso de sus vidas, sino más bien les basta el deseo. Es así como siempre el sentimiento de resignación frente al entorno domina las atmósferas de estos films, mundos rígidos en su puesta en escena que exploran las necesidades indecibles de sujetos imposibilitados de tomar grandes decisiones, mundos sin mayores alteridades y acciones domesticadas en las cuales hasta la posibilidad de reclamar y oponerse son “tolerables” ante un control atávico que parece mover la conducta humana contemporánea.

Las funciones del ciclo «Melancolía y resignación: el cine de Aki Kaurismäki» de Cineclub Sala Sazié de la Universidad de Chile, se realizarán todos los martes a las 19:00 hrs. en la Casa Central de la Universidad de Chile (Av. Libertador Bernardo O’higgins 1058, Santiago), con entrada liberada y acceso por orden de llegada. Cineclub Sala Sazié pertenece a la Asociación de Cineclubes de Chile y realiza sus actividades educativas en Santiago.

Luis Horta
Cineclub Sala Sazié de la Universidad de Chile

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Juegos Prohibidos: El fin de la inocencia – Cineclub Derecho UdeC

Por: Felipe Montero Rafols

El cine europeo de mediados del siglo XX es un cine marcado por la guerra. Los efectos devastadores del conflicto humano influyeron en toda una generación de artistas, quienes abordaron el tema ya sea de forma directa, con algún elaborado drama bélico, o indirecta, plasmando sus obras de un nihilismo incontrarrestable. Porque, ¿qué sentido puede tener la vida en semejante contexto, de muerte, destrucción e incertidumbre?

Una perspectiva interesante a la hora de plantear tal interrogante la ofrecen los niños, quizás por el contraste que representan, por lo anti natura que nos parece verlos a ellos sumidos en tales escenarios. Como olvidar “Germania, anno zero” (1948), una de las obras imprescindibles del neorrealismo italiano, en que Rossellini nos invita a recorrer los escombros de Berlín de la mano de un chico de doce años.

Es el abrupto final de la inocencia, la muerte de los primeros años proyectada inclemente en la gran pantalla. Un imagen potente, conmovedora, dolorosa. No en vano ha sido un tema recurrente a lo largo de la historia del celuloide, y pocas películas lo han retratado con la efectividad de “Jeux interdits” («Juegos Prohibidos», 1952). René Clément, su director, supo conjugar secuencias perturbadoramente realistas con otras cargadas de simbolismo, al tiempo que nos cuenta la historia de dos niños que, en medio de bucólicos paisajes, aprenden a lidiar con la muerte, de formas que para los adultos resultan incomprensibles y escandalosas. Hay una dicotomía permanente en el mundo que nos dibuja Clément, una línea insalvable que separa el reino de los infantes de aquel que habitan los otros.

Particularmente memorable resulta la interpretación de la joven protagonista, Brigitte Fossey, expresiva y natural, así como la gracia de su compañero, Georges Poujouly. Cinco y once años respectivamente, al momento de filmar la película, en dos de las más logradas actuaciones infantiles de la historia del cine. Mérito de su enorme talento, y también del tacto que tuvo Clément a la hora de trabajar con ellos.

En el marco de su Ciclo “Infancia en tiempos de guerra”, el Cineclub Derecho UdeC, perteneciente a la Asociación de Cineclubes de Chile, extiende la invitación a revivir esta película que, al momento de su estreno, se hizo con el León de Oro en el Festival de Cine de Venecia, así como un Oscar especial a la Mejor Película Extranjera, en una época en que dicha categoría, formalmente, no existía.

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Dossier Nº 12: Curatoría de los Cineclubes de Chile 2019

Por una iniciativa de la Asociación de Cineclubes de Chile se realiza el Dossier Nº 12 de la Revista Séptimo Arte, integrado por reseñas y textos de análisis en base a la curatoría que cada Cineclub esté desplegando en su respectiva región del país durante agosto de 2019.

Los Cineclubes son instancias educativas y sin fines de lucro que buscan una pedagogía cinematográfica, artística y social de tipo horizontal y abierta a sus respectivas comunidades. Realizan exhibiciones de filmes de escasa circulación en sus ciudades y preparan y desarrollan sus cine-foros, instancias de reflexión que se guían por el principio del cine por el cine.

Juegos Prohibidos: El fin de la inocencia – Cineclub Derecho UdeC

Aki Kaurismäki, la inutilidad de la rebeldía – Cineclub Sala Sazié de la Universidad de Chile

Barry Lyndon: El dispositivo como eje dramático fundamental en el relato – Cineclub Séptimo Sello

El Rostro Ajeno – Cineclub Bestiario UAHC

Conociendo a Astrid y la importancia del acceso al cine – Cine Club Lumière

El cine como contingencia: La Profesora de Historia – Cineclub La Contratapa

Nostalghia, el enigma de la melancolía – Cineclub Linterna Mágica

Sobre todo hoy: ya no basta con rezar – Cineclub ULagos

Perdido en el tiempo: Algunas notas sobre Frederick Armitage – Rayo Verde Cine Club