Estoy muerto /
Las sombras no me dejan ver /
Y mi vida /
Haría a un monje renunciar a su fé /
Mis anhelos
hacen aún más lamentable el deseo /
Y mis sueños /
Se han repetido tanto /
Prefiero seguir despierto / No puedo convencer a mi alma
a que espere / Esperando cartas de amor
que sin su luz son sólo illusion /
Sé que las escribe el dolor /
Palabras que me dejan sin voz
Álvaro Henríquez, Moizéfala
Cuando se supone que la alegría llegaba, la noche santiaguina parecía revestida de una alegre melancolía. Mucha electrónica, desenfreno y todo aquello que es una forma de mostrar la tristeza del alma humana con tal de no evidenciarla.
Las noches solían pasarse de bar en bar, clandestinos muchos ya que los militares desde sus escritorios no dejaban de vigilar el orden y la moral, labor que después otros se encargarían de hacer empaquetados en sus uniformes, esta vez civiles, pero uniformes al fin y al cabo.