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Seis años sin Raúl Ruiz

Por: Luis Horta C. / 19 de Agosto, 2017

El 19 de Agosto de 2011 muere Raúl Ruiz, uno de los mayores cineastas chilenos. En esa época, desde la Cineteca de la Universidad de Chile realizábamos una retrospectiva de su obra menos conocida, así como le dedicábamos el Primer Dossier especial de la revista Séptimo Arte.

Hoy recordamos a nuestro gran cineasta liberando el cuento «El Gran mentiroso», escrito por Victor Hugo Ortega, uno de los autores independientes de mayor reconocimiento en la actualidad, y el cual está dedicado al cineasta Raúl Ruiz.

Originario del mítico Malloco, Ortega ha editado sus libros «Al Pacino estuvo en Malloco» (2012), «Elogio del Maracanazo» (2013) y «Las Canciones que mi madre me enseñó» (2016). Su obra se caracteriza por abordar los pequeños núcleos humanos establecidos en la provincia, la palabra, los refugios y el fútbol. Esto no es muy lejano a las películas más melancólicas de Ruiz, evidenciándose como una fuerte influencia en su narrativa.

A continuación, puedes leer el texto íntegro.

EL GRAN MENTIROSO

A Raúl Ruiz

El gran mentiroso era un gran anfitrión. Ante nuestras quejas y rostros sudorosos, nos sirvió té helado y nos habló del calor en Chile, en México y en España. La comparación amable tenía el objetivo de hacernos pensar que deberíamos estar agradecidos. Eso creímos Andrés y yo, mientras nos miramos el signo de interrogación que tenía cada uno sobre la cabeza. Estábamos nerviosos. Muy nerviosos.

Fue una diminuta sonrisa, qué digo diminuta, apenas un esbozo de sonrisa lo que nos dejó claro que era una de sus bromas sutiles con efecto retardado, la especialidad de la casa. Hay que masticarlas bien para reír. Éramos dos hombres convertidos en niños por un mago elegante de bigotes blancos. Rostro de cansancio y de curiosidad. Miradas listas para jugar y comenzar el intercambio de divagaciones entre un tierno embaucador y dos inocentes preguntones.

El gran mentiroso era un gran educado. Nos dijo que en los setenta él se preguntaba ¿quién tiene las armas? Y nos dijo que eso mismo se preguntaban los otros, que eran sus amigos, aunque no tanto.

Le pregunté al gran mentiroso por esa carta que le había escrito meses atrás, y que se la pasé personalmente cuando tomaba un vino con un tipo rapado al cero, en el bar Normandie de Providencia. Me respondió que la carta estaba allí, en el mismo bolsillo donde la había dejado cuando se la entregué. Y que nunca más había vuelto a ocupar ese traje, pero la carta estaba allí. A salvo. Yo lo miré serio y él levantó las cejas, al mismo tiempo que hacía chocar los dedos de ambas manos con total relajo, preparado para más preguntas.

El gran mentiroso nos contó una historia. Una vez estaba él en la terraza de su casa en la calle Huelén, y un auto quedó en pana. El conductor se bajó y le pidió ayuda. Y él fue a ver en qué podía ayudar. De copiloto iba una mujer con una guagua. La radio del auto estaba encendida. Otro hombre se acercó a ofrecer ayuda también. El conductor le pidió a este que se pusiera al volante, mientras él junto al gran mentiroso empujaban.

Empujaron hasta que el motor encendió y el auto arrancó y se fue. El gran mentiroso y el hombre se quedaron mirando unos segundos en la calle, y como si nada, resolvieron ir a tomarse un vino. Yo miré fijo al gran mentiroso con mi vaso de té helado en la mano. ¿Y la mujer con la guagua?, pregunté. Él me miró con cara de «no es mi problema». Miré a Andrés y ahora tenía dos signos de interrogación sobre su cabeza. Supuse que yo también.

El gran mentiroso me preguntó por mi pueblo. Le conté algunas cosas de mi madre, de los árboles, de amores y desamores, de frutas y verduras, de perros maleteros y de caminos para andar en bicicleta. Me preguntó sobre los cantantes del pueblo. Le conté que conocía a un par. Me gustan los cantantes de pueblo y los festivales musicales de pueblo, nos dijo.

El gran mentiroso siguió: una vez fui a un festival de la voz a un pueblo que está a una hora de Santiago. Andrés y yo parecíamos estar en una sala de cine, sentados uno al lado del otro, mirando una película que se trataba de un hombre que nos contaba una película. Los niños en este pueblo tenían la costumbre de lanzar challas. La historia avanzó y aunque hubo muchas partes que no entendimos, nos gustó el final, que decía que los niños le tiraron al gran mentiroso un puñado de challas y quedó ciego, según él, por una semana.

Este cuento pertenece al libro “Las canciones que mi madre me enseñó”, de Víctor Hugo Ortega.

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Foro «Las censuras al documental El Diario de Agustín»

Por: Colectivo Miope / 29 de marzo, 2013

El lunes 18 de marzo de 2013, a las 18:00 hrs., en el Teatro Camilo Henríquez (Amunátegui #31), fue organizado por el Círculo de Periodistas y el Colegio de Periodistas el foro «Las censuras al documental El Diario de Agustín«, en el contexto de la polémica desarrollada en las últimas semanas sobre la cancelación de un panel a realizarse en el Museo de la Memoria y los Derechos Humanos. Junto con exhibirse el documental de Ignacio Agüero, se efectuó el panel en que participó la premio nacional de periodismo Faride Zerán, el ex ministro del Interior, Francisco Vidal (quien finalmente no asistió), y el productor del documental, el periodista Fernando Villagrán, todo moderado por Marcelo Castillo.

A continuación presentamos una transcripción del foro realizada por Colectivo Miope, con el objetivo de ampliar la discusión sobre los asuntos tocados: televisión pública, duopolio, concentración del poder, los medios, el cine nacional, etc.

Marcelo Castillo [Presidente del Colegio de Periodistas]: El documental que acabamos de ver habla por sí solo.

Como Colegio de Periodistas de Chile en conjunto con el Círculo de Periodistas de Santiago, quisimos dar una señal concreta de cual es nuestra posición respecto del papel que jugaron los medios de comunicación durante la Dictadura, y más que sacar una declaración, como lo hemos hecho en múltiples oportunidades denunciando la complicidad de estos medios y –como se decía en el documental– tomando una actitud activa como Colegio frente a la violaciones a los derechos humanos, quisimos hacer algo concreto: romper el cerco de la censura.

Hace dos semanas, aproximadamente, cuando vi la información a través de las redes sociales de esta censura que se había sometido al documental, llamé inmediatamente a nuestro colega Fernando Villagrán y ofrecer esta posibilidad, que es un ejercicio concreto de libertad de expresión.

No podemos tolerar bajo ningún punto de vista la censura y la amnesia en el Museo de la Memoria. Particularmente, desde nuestra perspectiva como Colegio de Periodistas de Chile, nos hemos propuesto jugar un papel activo en este año respecto de lo que son las políticas públicas en el terreno de las comunicaciones, y nos parecía que esta connivencia; entre el director del Museo de la Memoria (Ricardo Brodsky) y el director de Televisión Nacional (Mauro Valdés) y directamente con El Mercurio, es una cuestión que no podríamos aceptar.

Justamente, lo que esperamos nosotros, como Colegio de Periodistas, es que todas aquellas características propias de la “transición pactada” que nosotros hemos visto en este documental y que han obligado o han llevado a este silencio –respecto de los medios de comunicación–, queden definitivamente atrás.

En nuestro último congreso nosotros hemos sido claros en el sentido de plantear que el principio del derecho a la información tiene que ser llevado al rango constitucional, y eso, necesariamente, significa enfrentar la concentración de la propiedad de los medios de comunicación y que el Estado asuma su responsabilidad para asegurar este derecho a todos los ciudadanos.

Este es un ejercicio concreto y nuestra intención es, también, abrir un debate que nos permita recoger las propuestas de la ciudadanía respecto de lo que tienen que ser los medios de comunicación en el futuro. Lo hicimos en septiembre pasado, a través de las cumbres sociales, en la Universidad de Santiago. Ya hay propuestas que se están discutiendo y esperamos que, de ahora en adelante, esta cierta complicidad implícita con El Mercurio quede definitivamente atrás.

Esa es nuestra intención y, por supuesto, quisimos reproducir el foro que iba a hacer el Museo de Memoria –no solo el documental– tal cual se iba a hacer allá y no se hizo. Por distintas razones nos faltaron dos invitados que son Francisco Vidal y Giorgio Jackson. Giorgio se excusó, tenía otras actividades, no le alcanzaba la agenda; el ex-ministro Vidal había dicho que iba a venir y la verdad es que no sabemos por qué no llegó.

Pero, está aquí nuestro colega Fernando Villagrán y la Premio Nacional de Periodismo Faride Zerán, y yo quiero que ellos nos cuenten esta experiencia de una nueva censura que, evidentemente, es inaceptable en las actuales condiciones de democracia. Voy a dejar con la palabra a Faride, y después vamos a escuchar a Fernando.

Faride Zerán: Buenas tardes. Gracias por la invitación. Quiero agradecer al Colegio de Periodistas, a los colegas que están aquí presentes, a los amigos, querida Iris, Liliana; veo a nuestro ex-miembro de la Fundación Ford Augusto Varas, quien nos apoyó con la Escuela de Periodismo para que se pudiera realizar El Diario de Agustín con el grupo de tesistas. Gracias una vez más, Augusto, por ese gesto. Veo a mi amigo Jaime Gazmuri, que fue uno de los que me apoyó cuando me nombraron miembro del directorio de TVN. No duré los 8 años, duré solo 4….me sacaron, pero bueno, la vida es así. En fin.

La verdad es que no es muy agradable estar hablando nuevamente de censura. O sea, a estas alturas, en el 2013, cuando ya han transcurrido cuatro gobiernos de la Concertación más uno de la derecha, uno podría decir que ciertos arrastres de la dictadura han sido superados.

Claramente lo que ocurrió…lo que está ocurriendo con El Diario de Agustín nos demuestra que los periodistas –los que formamos a los periodistas– y los ciudadanos con espíritu libertario no podemos bajar la guardia.

Este tema se origina antes de la censura de que fuimos objeto….Es pertinente señalar y clarificar que El Diario de Agustín sí se exhibió en el Museo de la Memoria. Lo que fue censurado por su director, Ricardo Brodsky, fue el panel cuyo titulo era “¿Por qué no se exhibe El Diario de Agustín en la televisión chilena?” Y eso, digamos –como se lo señalaron al productor y periodista Fernando Villagrán, y a Ignacio Agüero– básicamente se debió a que no le agradó…o temió, más bien, temió el director del Museo de la Memoria y los Derechos Humanos –el lugar donde se resguarda la memoria y donde está la memoria de muchos de nuestros amigos/as, compañeros/as que dieron su vida por defender esa libertad de expresión y su derecho al disenso–, pareciera ser que Ricardo Brodsky tuvo miedo y, de hecho, lo expresó (está en la denuncia que yo formulé; no filtré por poner una denuncia formal). Él expresó su temor a que tanto Vidal como yo pudiéramos atacar a TVN, o a su amigo Mauro Valdés. Ricardo no quería, entonces, que se usara la tribuna del Museo de la Memoria para un hecho como ese. Ante lo cual, Ricardo, le pedía un cambio de panelista a Ignacio Agüero, e Ignacio señaló que no iba a hacer ese panel porque no aceptaba ese cambio de panelista porque, justamente, le parecía que era un debate que había que hacer.

Es decir, hoy día estamos debatiendo –justo faltan dos personas, claro: Giorgio y el exministro Vidal– lo que deberíamos haber debatido ese día cuando se exhibió El Diario de Agustín en el Museo de la Memoria, y es, porqué la televisión chilena no emite El Diario de Agustín.

En antecedentes a esto y por eso no filtré, en tanto soy la actual coordinadora del programa Libertad de Expresión del ICEI (cuando se filmó El Diario de Agustín yo era directora del ICEI y, entonces, Ignacio y Fernando hablaron conmigo para este proyecto. Y eso se lo entregamos al programa Libertad de Expresión, de ahí el grupo de tesistas investigaron sobre estos hechos que en definitiva le dan sustento a este registro documental que estamos viendo). Qué ocurre, porque estamos en antecedente además y preocupados por El Diario de Agustín, porque sabíamos que TVN la había comprado hace más de 3 años; que los derechos exhibición caducaban en mayo de 2013 y a enero de 2013 no estaba programada la exhibición en la pantalla de TVN. Y eso, nos tenia inquietos tanto, por supuesto, a Ignacio Agüero y a Fernando Villagrán como a nosotros desde el programa Libertad de Expresión, asumiendo que tal vez tendríamos que hacer gestiones, presiones, para que pudiera se exhibido. No era posible que se repitiera lo que había ocurrido en la Dictadura, y es que, por ejemplo, TVN, la televisión pública –en ese momento no era tan pública–, había comprado los derechos de la serie Holocausto para guardarla; la serie que narra los horrores del nazismo, para que ninguna otra….para que no fuera exhibida. Entonces, pensábamos –los malpensados– que tal vez había sido comprada para no ser exhibida. Y claro, no queríamos tener la razón ante una cosa así. Pero, efectivamente, ocurre que, ante la presión que se empieza a dar, las llamadas telefónicas no respondidas –y eso se los contará Fernando más de primera mano– y ante una declaración de Fernando Villagrán al diario The Clinic diciendo que al parecer el directorio de TVN le tenía miedo a Agustín Edwards, se recibe una carta –que me la hace llegar Ignacio Agüero– donde el director ejecutivo de TVN Mauro Valdés le señala que visto este insulto, o esta falta de respeto y oído el directorio, se ha decidido caducar el contrato y no exhibir El Diario de Agustín. Esto a tres meses que finalizara el contrato.

Bueno, ésto es lo que precede a lo que ocurre en el Museo de la Memoria. Por eso, tal vez, la preocupación de su director, Ricardo Brodsky, de que nosotros, justamente, habláramos de esto, de que emplazáramos a TVN, de que dijéramos: no es posible que la televisión pública compre un documental y no lo exhiba; no es posible que los miembros del directorio de la televisión pública que supuestamente representan a sectores de izquierda, o pseudo-izquierda, o progresistas, guarden silencio cómplices frente a esto; no es posible que a estas alturas todavía se les diga a los chilenos que es lo que se puede ver y que es lo que no se puede ver en la pantalla chica; que no es posible que a 40 años del golpe el debate sobre nuestra memoria, sobre el rol, en este caso concreto, de la prensa en la época de la dictadura –particularmente de El Mercurio– se siga callando. Nos parecía que eran temas interesantes de debatir, de plantear, de conversar. Pero no todos pensaron eso. Entonces, de ahí esta censura a parte de los miembros del panel. Y de ahí, luego, esta situación de denuncia. A mi me parecía que correspondía que la opinión pública supiera de esta situación. Yo soy parte de un equipo que forma periodistas, y en ese sentido el silencio frente a la censura es justamente lo contrario a lo que nosotros predicamos en las aulas de la Universidad de Chile. No podía darle un mal ejemplo a mis estudiantes. Y, por supuesto, se publicó esto que me parece que es un derecho y un deber.

Y, bueno, la pregunta es Por qué TVN no exhibe El Diario de Agustín en sus pantallas. ¿Está claro, o no está claro? Porque, no porque la Derecha tiene unos tentáculos tan grandes –creo yo– que le tape la boca a la ciudadanía. Es porque, tal vez, nuestros representantes quienes son nuestros aliados políticos –en algunos sentidos– o que se supone que piensan mas o menos como nosotros, cuando se instalan en ciertos cargos se transforman en unos burócratas, que cuidan sus pegas, cuidan sus relaciones, cuidan sus redes y no quieren molestar al poder. Pelearse con El Mercurio, molestar a El Mercurio, puede tener consecuencias: se cae en listas negras, eso lo sabemos mucho. En fin: no existen. Da lo mismo. Pero para otras personas pareciera ser que sí es muy sensible no aparecer en la Vida Social de El Mercurio, o no existir para el diario El Mercurio. Yo, personalmente, no creo que Agustín Edwards esté preocupado de perseguir a la gente para que exhiban o no la película. Yo creo que nuestros burócratas –de las elites– hacen la pega que nadie les está pidiendo, un trabajo sucio que nadie les está pidiendo. Y eso me parece que es lamentable. Eso habla de un déficit de democracia. Creo que habla de un déficit de espíritu libertario. Creo que habla de una ausencia de evaluación de lo que es la libertad de expresión, de lo que es el debate ciudadano, y habla, en definitiva, de la pobreza de nuestra democracia. Creo que si hay una tarea pendiente frente a esto, es, justamente, el densificar el diálogo, el debate. No temerle al debate ciudadano, no temerle a los poderes. Y creo que, en ese sentido, las movilizaciones del año pasado –tanto de los estudiantes como de otros movimientos sociales– nos dan una minuta de que, efectivamente, la gente está mucho más abierta de lo que nuestras elites o quienes nos representan –esos burócratas– pretenden. Creo que, en ese sentido, no podemos guardar silencio y tenemos que decir las cosas como son. Yo, creo que en una primera intervención lo dejo hasta aquí. Creo que es importante escuchar a Fernando y creo que es importante que cada uno de ustedes se indigne de que la televisión pública no exhiba un documental que ha sido premiado internacionalmente, y que fue comprado, y que, por razones que ya estamos conversando, sencillamente no se presente. Gracias. [Aplausos]

Fernando Villagrán:  Gracias. Primero, los agradecimientos al Colegio, al círculo de periodistas, a las personas que mencionó Faride que participaron de alguna u otra manera en el proyecto. La película se realizó entre el 2005 y el 2008.

La verdad es que es muy ingrato –más  allá de los agradecimientos– llegar a esta circunstancias. De tener que llegar a hacer un debate que no se pudo hacer en el Museo de la Memoria. Yo no me quiero detener en escudriñar los vínculos, las razones que llevaron al museo –que organizó además la exhibición y el panel– a suspenderlo a última hora, sino mas bien centrarme –lo me parece una paradoja muy patética– en que esto que estamos experimentando, una polémica los últimos días, es una buena fotografía de uno de los grandes déficit de esta renacida democracia de las últimas décadas. En definitiva, el por qué no se exhibe El Diario de Agustín en la televisión chilena –y no fue un exabrupto lo que yo dije– es porque le tienen miedo a Agustín Edwards.

Pero hay una pregunta que, evidentemente, tienen que responder otros, quienes inciden en las políticas publicas, quienes han incidido en un modelo de televisión pública que, a mi juicio, ha llevado a no cumplir el rol de tal; y esta fotografía de esa precariedad –de la situación de los medios de comunicación y del pluralismo en nuestro país– de alguna manera oscurece las expectativas, incluso, de lo que planteaba en su introducción Marcelo. Creo que, como en otros ámbitos, el esfuerzo y la orientación que se requiere en este país para cambiar este orden de cosas es, necesariamente, mayor que el que hemos conocido, y que pondrá a prueba a los distintos sectores democráticos y las organizaciones sociales en los últimos tiempos. Yo no quiero –y por eso hicimos nosotros el documental El Diario de Agustín, asumiendo las repercusiones, el impacto que pudiera tener–, no queremos resignarnos a una cierta fatalidad de que este país va  a seguir siendo mandado por dos grandes cadenas de medios…. y aunque se leen cada vez menos, y aunque, aparentemente, tienen menos incidencia en la formación de la opinión publica –por toda una situación de contexto que no viene al caso analizar– continúan teniendo una cadena de poder que llega hasta donde llegó en este caso. La verdad: sorprendente, ingrato y lamentable.

Pero yo quiero quedarme con la expectativa de que ese impacto que provoca este documental, que recién vimos. Lo que ha provocado en las miles de personas que lo han visto –ya sea a través de los dvd, en cines y en la itinerancia que ha hecho por todo el país mostrando la película a organizaciones estudiantiles, culturales, poblacionales– tiene que llegar, efectivamente, a esa masa televidente que justificaba el interés y el empeño nuestro porque Televisión Nacional cumpliera su contrato.

Yo creo que, más que más que contarles entretelones, seria interesante darnos un espacio para escucharlos a ustedes: las preguntas. Quiero contar, resumidamente, que nos costó mucho que Televisión Nacional comprara el documental; nos costó mucho durante el gobierno anterior, con las autoridades anteriores. Tengo que decir que el principal escollo que hubo entonces fue Daniel Fernández, el director ejecutivo de Televisión Nacional [pifias del público]. La conducta del señor Mauro Valdés no es tan distinta ni tan sorprendente. Pero, también tengo decir que esperábamos una actitud distinta de algunos miembros del directorio porque, como suelen ser las cosas, esa cierta hipocresía nacional con que funciona cualquier político: en las conversaciones privadas algunos de los directores siempre me habían manifestados que iban a dar la pelea y que se iba a dar de todas maneras. Sin embargo en este último tiempo han guardado silencio, no se han hecho cargo ni han desmentido la aseveración del señor Valdés de que aquella declaración mía sobre el temor que tenia el directorio a Agustín Edwards era un agravio y una presión insoportable.

Si dijimos eso fue porque vivimos una larga experiencia de tramitación, de burlas. Nosotros nos un dimos tiempo, solo a mediados del año 2012 comenzamos  preguntar a Televisión Nacional cuándo se exhibía, porque se iba a terminar el contrato que los obligaba a exhibirla tres veces. Fueron tantos los llamados a Mauro Valdés que él nunca contestó, que provocó que una ejecutiva de programación llamara a Ignacio Agüero para decirle que estaba resuelto lo de la exhibición, que se iba a exhibir el 23 de diciembre del 2012, a las 24 horas [risas]. Nos provocó la misma sonrisa el horario. Pero después de un momento de  reflexión, dijimos “bueno, hay que aprovechar el momento. Y seremos nosotros a través de las redes sociales los que ayudaremos a que la película se vea. Pero antes confirmemos que sea así”. Y, efectivamente, en la confirmaron se nos dijo que no iba a ser así, que se iba a exhibir en un ciclo que se iniciaba a comienzos del 2013. Posteriormente, en una conferencia de prensa de los ejecutivos de Televisión Nacional para dar a conocer la programación de su parrilla, se anunció que había un ciclo de realizadores chilenos de 12 documentales y, obviamente, El Diario de Agustín, no estaba.

Cuando haciendo abuso y abuso de la paciencia volvimos a llamar para preguntar por qué no estaba, la respuesta fue que iban a buscar “una mejor fecha”. Pero cualquier fecha era posterior al cumplimiento del contrato y, en ese contexto, fue que yo dije que el directorio de Televisión Nacional le tenía miedo a Agustín Edwards.

Pero yo quiero imaginar que, volviendo a lo anterior, ese impacto que provoca esta historia, audiovisualmente –muchas de esas historias que se relatan en El Diario de Agustín se han escrito, están en libros, están en otros documentos, pero otra cosa es un trabajo audiovisual–, yo quiero pensar que ese impacto que provoca y el debate que abre sobre nuestra historia, sobre un personaje como Agustín Edwards, sigue siendo tan importante después de más medio siglo de intervenciones en la vida nacional, llegue a suceder.

Y nosotros, por lo menos, y agradecemos la solidaridad de todos: del Colegio, del Círculo, de todos los que están acá, sabemos que muchas más gente que estos días a través de las redes sociales lo ha hecho muy evidente. Vamos a insistir, probablemente no será Televisión Nacional pero a vamos a dar la pelea porque este trabajo sea visto por el público y que provoque el debate que está pendiente. Muchas gracias. [Aplausos].

Marcelo Castillo: Antes de cederle la palabra a ustedes quisiera, muy brevemente, leerles los párrafos de una carta que nos envío María Olivia Mönckeberg, directora del Instituto de la Comunicación e Imagen de la Universidad de Chile, y Premio Nacional de Periodismo 2009. La situación general ha sido descrita tanto por Faride como por Fernando, así que no voy a repetir ese parte. La parte final de la carta, de María Olivia, dice:

Como ustedes bien saben, la libertad de expresión es un derecho básico en una sociedad, y son demasiadas las trabas que experimenta en nuestro país para aceptar que desde entidades que deben defenderla sea restringida. Estoy convencida que este derecho humano fundamental debe primar sobre otras consideraciones como pueden ser las de índole político, ideológico o económico, si queremos profundizar nuestra democracia. Por todo eso es que en el ICEI nos ha parecido especialmente sensible que esta discusión se dé con el director de una entidad como el Museo de la Memoria por todo lo que significa esta institución, con la que podríamos tener muchos puntos en común para defender esos valores.

Para terminar, solo les manifiesto que no veo en este episodio responsabilidad alguna de la universidad ni de nuestros académicos.

Saluda atentamente,

María Olivia Mönckeberg.-

Faride Zerán: Yo quisiera agregar que esa declaración de María Olivia tiene su origen en una declaración que encabezó ella –como directora del ICEI– con el Consejo del ICEI en solidaridad por el tema de la censura con dos académicos –Ignacio Agüero, también es académico del ICEI, y yo–; y esto motivó una respuesta con párrafos mas o menos groseros de Brodsky hacia ella. Y eso motiva, nuevamente, esta respuesta que está leyendo Marcelo Castillo. Además, hay que señalar, también, que hubo una manifestación escrita pública de la Asociación de Documentalistas de Chile por este tema. Y, de alguna forma –como dice Fernando Villagrán– ha habido una manifestación de la gente a través de las redes sociales.

Ahora, antes que comiencen las preguntas, yo solo quiero señalar que creo hay que dar al pelea para que la televisión pública exhiba El Diario de Agustín. Hay que emplazar a los miembros del directorio de TVN –que se dicen representan a sectores que no están en la derecha– a que se pronuncien sobre si están de acuerdo o no con la sanción, con la medida de vetar El Diario de Agustín. O sea, saquémonos las máscaras. Ayudemos a que se saquen las máscaras. No podemos seguir haciéndonos los locos. Creo que esto es muy grave. Evidentemente aquí hace falta una nueva ley de televisión pública. Hace falta ampliar el concepto de diversidad  y pluralismo. Hace falta muchas cosas. Lo que no podemos hacer es pasar de largo un acto flagrante de censura de la televisión pública y que aquí habla de un director de un Museo de la Memoria donde, justamente, su deber es salvaguardar la libertad de expresión, por la cual han muerto muchos que hoy están en ese espacio. Gracias. [Aplausos].

Marcelo Castillo: No les voy a pedir que solo hagan preguntas también pueden hacer aportes, pero si lo que les pido es que apelamos a donde estamos, en un espacio de los periodistas, y tengamos poder de síntesis.

Persona #1 [varón]: Que TVN censuró es evidente. Pero creo que es bastante más grave que eso. Los ejecutivos de TVN son cómplices de miserables civiles que participaron en el golpe militar. Yo creo que eso tiene que ser subrayado. Faride pidió que nos indignáramos. Esta la tercera vez que veo el documental y, la verdad, es que no tengo indignación, tengo furia por lo que veo. Muy rápido Plan Z justificó torturas y asesinatos: no hay uno individuo condenado. Agustín Edwards es un traidor a la patria. El día 5 de septiembre de 1970 se va a Estados Unidos y, gracias a su amigo, el presidente mundial de la Pepsicola –que después le va dar empleo durante todo su autoexilio– se determina el golpe de estado, antes que Allende fuera ratificado por la Corte Suprema.

Mi pregunta es la siguiente, considerando que todos los civiles que ahí aparecen están en la impunidad absoluta, además del miedo obvio al dueño de El Mercurio ¿No habrá miedo también a todos aquellos progresistas, demócratas, etc., etc., que aparecen de una manera que da simplemente –a mi– repugnancia, abrazados con Agustín Edwards, en las páginas de eventos sociales? Gracias.

Marcelo Castillo: Vamos a acumular varias preguntas….

Persona #2 [varón]: ¿Podría hacer una propuesta? De que la gente que hablara diera su nombre…

Persona #3 [dama]: Mi pregunta es, apelando a la memoria….

Marcelo Castillo: ¡Perdón!, había una petición….pa’ que todos nos conociéramoh….

Persona #3 [dama]: Ah, perdón. Soy [¿….Bruneman?] de la USACH. Quería, un poco, apelar a la memoria. Los hechos históricos no acontecen de forma espontánea, todo tiene un origen que va más allá de lo que vemos, de lo visible. Tenemos la declaración de Arturo Fontaine que reconoce que para ellos burgueses un comunista es lo mismo que un socialista y que un pekinés. Entonces, desde ese punto de vista ¿creen ustedes realmente que don Agustín Edwards fue a EEUU el 5 de septiembre porque a él se le ocurrió, y decirle a su amigo de la Pepsicola: oye ayúdenme para derrotar al gobierno que acaba de aparecer?

Tenemos que pensar que desde 1958 nuestro ejercito viajó en forma creciente a EEUU a prepararse para no sabemos qué. En forma consistente cada vez viajaron más militares. Y hubo preparación especial para eventos especiales, y después se puede ver en la preparación que tuvieron para poder dar el golpe que se dio, de Estado. Entonces, esa es mi pregunta ¿crees ustedes que tenía el poder Agustín Edwards para llegar a EEUU y decir “ayúdenme”? ¿No fue al contrario? Que estaba preparado desde antes por EEUU para intervenir en Sudamérica, como pasó después en Argentina, o había pasado en Brazil; la preparación fue simultánea, en toda Sudamérica en un periodo, más o menos amplio….

Persona #4: Yo soy Jaime Gazmuri, actualmente estoy dedicado a actividades académicas, en la Universidad San Martín de Buenos Aires, en la Universidad de Talca sede Santiago. Solamente quisiera decir lo siguiente: he venido a compartir –no solamente una vez más, ya es cuarta vez que veo el documental– lo que ha expresado Faride, es verdad, es muy indignante que Televisión Nacional no haya dado el documental, y es también muy indignante que haya suspendido el debate el director del Museo de la Memoria. Y lo otro que quisiera decir es que, sin perjuicio de que esto abra un debate muy amplio, yo creo que en general los chilenos, convengamos, creo deberíamos aprovechar además para este año –que va a ser un año electoral, donde debería haber un debate muy amplio– el tema de la libertad de expresión y el duopolio de la prensa, que es un tema muy severo.

Yo solamente quisiera apuntar a que este debate debe generar un nuevo puente: la gravedad y la lucha que hay dar en torno al tema específico. Porque Televisión Nacional tiene la obligación de darlo. No tiene ninguna razón para no darlo. A pesar de que deberíamos tener un estatuto de la televisión pública mucho mejor que la que hoy día tenemos. Pero la que tenemos los obliga a dar. La ley los obliga. Este es un documental que está premiado. Aquí no hay ninguna razón de calidad, ni de público, no hay ninguna razón “técnica”….aquí hay una pura razón de presión política. Y como dijo Fernando, tenemos gente que debía representarnos y no lo ha hecho. Tenemos que exigirles, por eso fueron nombrados. Entonces lo que yo digo, hay que acompañar este proceso. Aquí la denuncia es fundamental. Nosotros deberías ponernos el objetivo de que, finalmente, se ponga en la programación del canal. Yo creo que sería también un incentivo.

Persona #5 [dama]: MauraYo he escuchado hablar de televisión pública. Quisiera que me expliquen por qué hablan de televisión publica en un país donde la televisión publica se terminó en 1980…si es que, debe haber sido un poco antes. En Chile no existe nada publico, ni la Universidad de Chile, todo es con fines de lucro y no existe ningún organismo de comunicación pública. Bueno, ahora creo que es una falacia hablar de algo público en ese sentido.

Se habla del poder de El Mercurio y se dijo que todo el mundo quería estar en la páginas de Vida Social. Efectivamente, se terminaron diarios como La Época, el Punto Final, revistas y todo ¿Por qué? …. [Murmullo en la sala]…..¿Ah? Todavía existe [Punto Final] … Bueno. Por que todos los personeros de izquierda, incluidos los del partido socialistas, etc., etc., lo único que quieren es aparecer en las páginas de Vida Social. También ese es un tema muy importante.

Persona #6: Mi nombre es Sergio Cárcamo, soy periodista de El Mostrador –pero hablo a título personal–. Yo creo que, finalmente, el documental –es segunda vez que lo veo– es una excusa para hablar de los medios. Yo no creo que el tema de fondo y relevante sea que se dé en TVN, yo creo que es necesario, pero no es lo de fondo. Lo de fondo es que la Concertación –por la que yo vote un par de veces, y la última vez ya no vote– no vuelva a presentarse indignada ante lo que ocurrió en TVN. Yo creo que eso no es aceptable, una actitud así. Y ese es el tema de fondo, me parece a mí, los últimos veinte años, desde que volvimos a la “democracia” –así entre comillas– la Concertación nunca tuvo la vocación de desarrollar medios públicos, medios de comunicación diversos, incentivarlos. Nunca han sido regulados los medios en Chile; cuál es la situación de propiedad que existe en los medios, los conflictos de interés son violentos; y nuestros parlamentarios que nos ha dado este país –al menos de la Concertación, que es donde que uno esperaría que tuvieran una visión distinta– nunca hicieron nada por hacer cambios de este tipo, ¡nada!…¿no? Nada relevante. Entonces hoy día indignarse por lo que pasó en TVN me parece, al menos, patudo. A mí lo que me interesa estando ustedes dos al frente –dos personas relevantes– es qué hacemos para delante. Es decir, lo que pasó con El Mercurio es una cuestión más obscena ¿no?, lo que muestra El Diario de Agustín. Pero eso hoy día se sigue repitiendo, todos los días, a cada rato. Lo que pasa es que como los medios son los mismos que definen que es lo que se publica, o que es lo que es verdad y lo que no, no podemos discutir cosas como estas. Ésto no va  salir en ninguna parte. No va a salir en la televisión esta discusión. Entonces, qué es lo que se hace hacia delante. Porque la Concertación no va cambiar esto –alguien lo dijo–, están muy bien en sus puestos. Entonces qué hacemos para que lo que ocurrió en dictadura no siga ocurriendo; hoy menos duro que antes pero que no siga ocurriendo. Cómo hacemos ese cambio.

Marcelo Castillo: Allá atrás hay dos palabras y una tercera allá. Ahí estaríamos cerrando el debate….[Alguien pifia]….Podemos seguir conversando informalmente luego, por supuesto.

Persona #7: Buenas noches, soy Carlos González. Yo creo que  –tomando las palabras de Faride Zerán y también del realizador– hay burócratas, hay un directorio de Televisión Nacional, hay gente, algunos tipos que fueron nombrados ahí por los gobiernos de la Concertación –me imagino–….Cómo se explica que esa gente no le dé cuenta a nadie, y se pasen por….no sé…..por sobre la cabeza una cuestión que es tan importante como ésta, de que los chilenos tengan la oportunidad de conocer la conducta traidora, golpista, todo lo que hizo este adoctrinamiento. Eso no es tolerable. O sea, qué sacamos con decir “me enojo, “me indigno”, “no se qué”, ¿qué vamos a hacer?. Yo quiero saber, sobre Televisión Nacional: cual es el presupuesto nacional que tiene, ¿es que lo financia el Estado chileno?  [No: dicen varios]. ¿No? Bueno. Entonces no es “televisión nacional”. Ahora, qué obligación contractual tiene Televisión Nacional para exhibir algo que compró y que, finalmente, decidió una cuestión que nadie sabe, entre gallos y media noche.

Y la otra cuestión que también me preocupa: la actitud del director de ese Museo de la Memoria que es un museo para la risa. Yo que estuve en Chacabuco un año preso, y fui torturado en el Estadio Nacional, varias veces he llamado a ese Museo para preguntar por qué no hay información precisa sobre esos hechos tan dramáticos que se vivieron en el país. Se habla así en general, dos palabritas, por aquí por allá, y que no se hable. Eso es lo que me indigna en un país con una clase política claudicante. Y es cuestión de ver algunas fotos que se vieron ahí [en el documental] del señor Lagos tomando tesito, seguramente algún traguito, con Edwards, para el Centenario. En fin. Gracias.

Persona #8: Hola, buenas noches, soy del Centro de Investigaciones y Promoción de los Derechos Humanos de Temuco. La verdad es que sin minimizar el incidente grave que ha sucedido con el Museo de la Memoria, yo creo que lo que hemos hecho es, simplemente, develar un poquitito esa oscuridad que no nos permite ver el país real en el que estamos viviendo. Este no es un país donde haya una democracia que permita la expresión de todo este tipo de ideas. Yo creo que aquí está la constatación de que no estamos en un país democrático. Nosotros tenemos que ver la forma que esto –estos encuentros, esta reunión– permita avanzar en cómo vamos resolviendo esta situación, por que esto es cotidiano, es a diario. No sacamos nada con llorar sobre la leche derramada y decir que la Concertación ahogó a los medios de comunicación, porque esa es una realidad concreta. El gobierno belga iba a hacer un aporte para la mantención de la revista Análisis y el gobierno [chileno] en una nota de protesta le señaló a ese gobierno belga que si hacia ese aporte se iba presentar una acusación por injerencia en asuntos internos. Entonces, nosotros estamos a veintitantos años del termino de la dictadura constatando esto, pero el problema es que nos vamos a entrampar entre nosotros. O sea, tenemos clara la problemática pero necesitamos la solucionática [sic]. Y por lo tanto, yo creo que uno de los llamados que debemos hacernos es a cambiar la institucionalidad que nos rige. Ese es el meollo del asunto. Aquí estamos haciendo una catarsis con nuestras opiniones, y discúlpenme si soy medio brutal. Pero, tenemos que ponernos en movimiento para recuperar la democracia, para tener una constitución democrática que impida estos abusos y este tipo de cosas.

Nosotros aquí estamos develando una pequeña parte. Podemos estar de acuerdo o en descuerdo, que tiene mas o menos poder Agustín Edwards, que influye o no influye. El problema es que las instituciones funcionan de manera tal que los poderes fácticos –los que mandan realmente en el país– cortan el queque cotidianamente.

Yo, derechamente, hago un llamado a que tenemos que podernos en movimiento como ciudadanos y exigir una nueva constitución, y de eso se trata, vía asamblea constituyente. Gracias. [Aplausos].

Persona #9: Hola, soy Ernesto, soy trabajador del teatro, y he venido acá, precisamente, enterado por el debate que se levantó a través de esta develación, denuncia, también, a través de las redes sociales. Vengo como un ciudadano preocupado por las restricciones a la libertad de expresión ¿no? A mí me preocupa por sobre todas las cosas, un tema que propone Faride, que tiene que ver con la posición que están estos burócratas en estas instituciones públicas como Televisión Nacional o el Museo de Memoria y los Derechos Humanos; estas elites, finalmente –estoy de acuerdo– están cuidando su trabajo y que, efectivamente, reaccionan ante el quedar bien; este miedo a ciertos poderes fácticos que andan rondando todavía por esta sociedad tan educada, y todavía con esas secuelas del miedo.

Creo que este acto también me parece muy simbólico en relación a este tema; que esté el logo del Colegio de Periodistas ahí en el escenario; que esté el Circulo de Periodistas de Santiago con 105 años me parece un momento como para poder reflexionar, también, en el poder que ustedes tienen como periodistas ¿no? Mucho se habla de que son los periodistas los encargados, de alguna manera, de comunicar a la sociedad, de organizar, administrar, siempre a través de la verdad ojalá –no todos son así, lo sabemos–. Lamentablemente muchos de sus colegas también trabajan en El Mercurio o en La Segunda y tienen que agachar el moño, sabiendo lo que significa ese medio de comunicación, porque necesitan trabajar. Ahora, el poder que tiene la representatividad del Colegio de Periodistas creo que debiera utilizarse, y pienso que la ciudadanía estaría muy a favor de ustedes. Ustedes y este panel acaba de recibir una censura de manera oficial, de parte del señor Ricardo Brodsky como director del Museo de la Memoria. Es una censura. Ese acto debe denunciarse a nivel nacional. Y, por lo demás, en una institución pública a la que él representa debería renunciar. Uno debería pedir la renuncia a ese hombre. No podemos permitir que estas personas sigan en estos cargos de poder, porque no nos están representando. Y, quizá, el día de mañana vengan otras personas que también utilicen esos cargos de poder y, lamentablemente se ensucien con este poder y vuelvan a corromperse. Eso no los sabemos, pero no podemos permitir eso. El acto de censura al documental, vía Mauro Valdés, en TVN, pucha, eso es, efectivamente, un tema mucha mas delicado porque no está directamente esa censura hacia este panel. Lo que creo, es que los periodistas deberían emplazarse [sic] de una manera nacional…eso, como comentario.

Marcelo Castillo: Gracias. Hay dos palabras que estaban pedidas desde antes, acá…y van a ser las últimas. La verdad es que íbamos a terminar ahí. Vamos a dar esas dos palabras que faltan: a la niña de azul que está acá, y después al señor de barba que está adelante. Después seguimos el debate aquí adelante; ahí lo vamos a cerrar ….Ya lo alargamos.

Persona #10 (dama): ¿Y a los de la Patagonia, no nos van a escuchar? ¿No nos van a escuchar?

Marcelo Castillo: Sí….Hemos escuchado a todo el mundo. La verdad es que hace rato que ofrecimos la palabra. Podemos seguir conversando después, pero yo creo que ahora hay que darle la posibilidad a los panelistas que puedan comentar y responder las preguntas, entonces por eso….

Faride Zerán: No a la licitación de la casa del Museo de la Memoria en Punta Arenas; estoy de acuerdo.

Persona #10 (dama): Nosotros venimos de “Patagonia sin Represas”…de Aysén. Pero también estoy de acuerdo con eso.

Persona #11: Bueno, yo voy a ser muy breve: mi nombre es Paola, soy profesora de castellano, trabajo bastante con el tema de lo que son los medios. Suscribo mucho a la opinión del periodista de El Mostrador. Creo que también es muy significativo, más que el hecho grave que no se dé ese documental –que es tercera vez que lo veo, o dos y media, porque llegué tarde– creo que es muy significativo de lo que se quiere no mostrar, de lo que se quiere ocultar: una connivencia, una incestuosa relación entre los poderes. La Concertación que negoció sus poderes, cuando en el año 1989 hizo una tránsfuga segunda consulta ciudadana –que nadie entendió mucho–, y en donde se negociaron una serie de cosas que no existían y se llegó al sistema pseudo-democrático que tenemos ahora.

También quiero suscribir a lo que dijo una persona allá atrás, sobre el tema la asamblea constituyente. Yo creo que la libertad de expresión y creo que eso ha sido nuestro problema, en general; las luchas gremiales o las luchas pequeñas puntuales de ciertas temáticas son súper importantes, pero, nosotros tenemos que ser capaces de comprender que nuestra problema no es una lucha pequeña ni por la educación gratuita, ni por la salud gratuita, ni por la libertad de expresión. Hay una institucionalidad que hace que todos esos problemas surjan. Y cuando seamos capaces, como comunidad, de entenderlos probablemente vamos a poder pedir lo que tenemos que exigir; que es un nuevo ordenamiento jurídico, una nueva constitución, una nueva manera de entender la relación social.

Y, para terminar, tengo dos preguntas para ustedes, súper sencillas: quiero saber si no han pensado en una acción legal, por último pa’ meter bulla; quiero saber si al Colegio de Periodistas no le parece que se puede hacer este panel y también hacer una declaración pública. No creo que sea excluyente, tal vez sean complementarias las acciones. Eso.

Persona #12: Bueno, voy a decir lo mismo de otras personas, pero cortito: mi nombre es Adolfo Silva, estudié en la Universidad Técnica –mucho tiempo atrás–, y yo considero esto bien educativo. Realmente vine acá y he sido educado, de muchas cosas que no sabia. Pero hay cosas que me preocupan. Estamos muy preocupados del prestigio de El Mercurio y de cosas pasadas, y estamos hablando del 89 y qué sé yo. Yo estoy muy de acuerdo con él caballero que está aquí al lado, en que si seguimos por los caminos habituales que estamos siguiendo, me parece un absurdo. Estamos en el 2013 y no hemos aprendido nada de los movimientos sociales. Yo digo, si la película no la quieren dar en algún lado, la verdad es que me importa un comino. Lo importante es que la divulguemos a hartas personas, al máximo número de personas; busquemos el camino de que todo el mundo sepa. No tenemos por que esperar a los medios de comunicación habituales. Seria bueno tenerlos, yo no estoy totalmente en desacuerdo con ello. Pero qué pasa con divulgar esto en un dividí, venderlo y mandarlo a un montón de personas.

Lo único que quiero decir es que estamos en el 2013 y no apliquemos los mismos criterios que hemos usado durante toda la historia de Chile. Los movimientos sociales nos han demostrados a nosotros: los estudiantes por un momento, los movimientos sociales de Aysén y otras cosas, nos han demostrado de que se pueden hacer grandes cosas sin aplicar las estructuras habituales que tenemos. Gracias.

Marcelo Castillo: Gracias. Le voy a dar la palabra, ahora, a Faride y después a Fernando para que respondan las preguntas.

Faride Zerán: Bueno, yo agradezco la presencia de ustedes, el interés. Siento que efectivamente aquí, aparte de el testimonio de cada uno de ustedes en torno a un hecho de censura del Diario de a gusto, la televisión pública o el panel que debió efectuado hecho en el Museo de la Memoria, etc., hay preocupaciones ciudadanas que compartimos todos. Yo estoy de acuerdo con una asamblea constituyente, evidentemente una nueva constitución. Pero hay un tema de fondo que nos ha ido penando, que es lo que está aquí detrás, y que es el tema de la diversidad, de la pluralidad de los medios de comunicaciones en nuestro país; y de cómo ha ido desapareciendo la prensa independiente, finalmente, el duopolio se ha enseñorado absolutamente de la palabra escrita. Y, en las radios, también, digamos, la existencia de la constitución a nivel radiofónico y a todo nivel. Frente a eso, hay conciencia dentro a los periodistas. Héctor, estoy pensando en tu preocupación. Es una preocupación que compartimos desde que comenzó la transición hacia la democracia. Yo misma he fundado medios, como Rocinante y otros, en que al cabo de 7 u 8 años desaparecen, no porque no tengamos subsidios del Estado. Nadie está pidiendo que tengamos subsidios del Estado; a lo menos políticas públicas. Y ese es un tema que, efectivamente, la Concertación ha fallado y que la ciudadanía recién ahora empieza a asumir; de que el tema de la libertad de expresión, de la diversidad y la pluralidad de los medios de comunicación y de la concentración de los medios, no solamente son temas de los periodistas sino de todos los ciudadanos. Y la ciudadanía comienza a ver cuando reclama que sus reclamos no aparecen en ningún lado. Y ahí empieza a asumir que también es un tema propio. ¿Cómo resolver eso? Yo creo en las políticas públicas. Que las políticas públicas efectivamente le pongan coto a los monopolios. A la Cristina Kirchner la vituperaron por una ley de medios que, en definitiva, prohibía la concentración de distintos medios en manos privadas. Si uno era dueño de una cadena de diarios no podía tener, a la vez, radios, canales de televisión. O sea, me parece que efectivamente no llegar solo a la ley de monopolios, como se dio aquí. Sencillamente se decidió que la ley de monopolios resolviera el tema y no leyes especificas que evitaran las concentración en manos de, por ejemplo, en el caso concreto, la cadena de Copesa y El Mercurio.

Políticas públicas que efectivamente impidan esa concentración, que estimulen la aparición de medios independientes ¿y cómo? por ejemplo, a través del avisaje a las empresas del Estado. El avisaje a las empresas del Estado; miles de millones de pesos anualmente han ido a consolidar los monopolios que existen tanto en la prensa escrita como en los otros medios. Nosotros lo hemos vivido en carne propia. En ese minuto como estábamos bajo la presión de determinados sectores de la Concertación que no les gustaba que la revista [Rocinante] los criticara, entonces, ¿cómo se vengaban? No dándonos avisos.

Es decir, aquí hay un tema en que las políticas públicas tienen que existir, y para ello debe haber una ciudadanía consciente que hay que legislar para garantizar la diversidad, la pluralidad de los medios, y para, además, respaldar el surgimiento de nuevos medios; que es algo que no se ha logrado porque no ha sido un tema ni de la Concertación –que con el duopolio estaba feliz de la vida, en tanto apareciera en las páginas de los dos diarios–, ni, por supuesto, de la opinión pública que no lo veía como un problema propio. Es decir, hoy día se empieza a asumir el tema de la diversidad de los medios, de la libertad de expresión, como temas ciudadanos. Yo creo que en ese sentido, abogo por políticas públicas –más que por medios del Estado–.

Hemos visto como en nuestras narices desaparece La Nación, en circunstancias que perfectamente podría haberse transformado en un medio público. Yo creo en la existencia de medios públicos que garanticen –no como en TVN que es el cuoteo político– efectivamente la diversidad regional, étnica, cultural, del conjunto del país y no solamente el cuoteo de partidos políticos. Creo que es un tema pendiente, no lo vamos a abordar ahora, pero hay estudios, y tenemos que ponernos de acuerdo y, efectivamente, hacer algo. Y en ese sentido, desde las universidades….Maura [Persona #5], linda, la Universidad de Chile no lucra, no tiene plata del Estado, pero todavía no lucra. Tal vez si seguimos así vamos a tener que empezar a lucrar porque recibimos apenas un 20% de aporte estatal; tenemos que rascarnos con nuestras propias uñas.

Tenemos que efectivamente hacer este debate sobre medios públicos, para evitar de que siga ocurriendo esta verdadera dictadura de los grandes medios y del poder sobre la ciudadanía.

Yo diría que de lo que se ha dicho, comparto muchas opiniones. Creo que sí, pese a todo, hay que dar la pelea de que TVN exhiba el documental. Creo tenemos que no dejar pasar estas situaciones y, en ese sentido, el Colegio de Periodistas ha sido un gran aliado para nosotros; ha estado atento a poner en el tapete estos temas y a no guardar silencio ante las cosas que ocurren. [Aplausos].

Fernando Villagrán: Trataré de ser breve. Comparto lo que plantea Faride como mirada a un tema que, obviamente, transciende el episodio del documental. Quisiera decir también que en la historia de este documental Ignacio Agüero y yo hemos estado en unos 50 encuentros parecidos a este –a algunos con bastante más gente–, a lo largo de Chile, y en todos ellos, incluido algunos con estudiantes de enseñanza media hasta otros de colegas profesionales como los que están hoy acá, siempre ha surgido, a lo largo de los años, esa problemática más general. A esas demandas que surgen de la gente siempre hemos respondido que nosotros en cuanto realizadores –es una simple película– vamos a hacer lo esté en la medida de nuestras fuerzas para con este instrumento contribuir a esos objetivos más generales que tienen que ver con las banderas más centrales que se plantean para una perspectiva democrática –el resumen que hacia Faride–.

Pero creo que aquí debiéramos distinguir esos dos ámbitos. En muchas partes hemos terminado discutiendo la asamblea constituyente, y eso también es una fotografía de lo que sucede a nivel de las organizaciones sociales y las relaciones con el mundo político. Quiero decir que, tampoco exagero: es primera vez que veo a un dirigente político –el caso de Jaime Gazmuri– en una exhibición del documental. No fue un capricho que en el documental no apareciera opinando ningún dirigente político. En ese sentido –y para hablar sin filtro– creo que ese temor a El Mercurio es transversal en la llamada clase política chilena. Y en ese sentido esta pelea la hemos dado los realizadores, la Universidad de chile, la gente a través de una organización muy diversa y orgánica, el público que sí ha visto la película y ha comprado el dvd.  Evidentemente vamos a tratar de sacar, en la medida de nuestras fuerzas, una nueva tirada de copias. Pero no tenemos interlocución, ni interés ninguno…en ninguno de los episodios que ha vivido esta película con nadie del mundo político. Y no es una condición que hayamos puesto nosotros, es un dato de la realidad. Y como hay que hablar con los datos de la realidad y estamos en el caso concreto: yo puedo representarme a mi mismo –con suerte a Ignacio Agüero y la gente que trabajó en el documental–, creo que respecto a este episodio surgió una idea que es desafiar a que los directores de Televisión Nacional se hagan responsables de sus actos. No sé cual es la fórmula, nosotros ya lo hicimos. Puede ser que una acción del Colegio de Periodistas con algunas otras organizaciones tenga algún efecto distinto…mayor.

Y, creo, como lo he dicho en todos tipos de los debates en que hemos podido participar gracias a la exhibición del documental, que lo que toca este documental es una mirada desde el presente. Eso fue una cosa buscada por la película, por eso la participación de los jóvenes como interlocutores de los personajes de la historia. Desde el presente surgen todas estas problemáticas y todos estos desafíos pendientes que abruman. Pero como decía antes, creo que hay que echar a  andar la imaginación, las capacidades potenciales que cada uno tiene para que aquello que no ha ocurrido durante 25 años pueda empezar a ocurrir, para que esos temas se pongan en discusión.

Si se hiciera de encuesta, evidentemente la mayoría diría que aquí en Chile no hay diversidad de medios, no hay pluralismo, que los diarios no les gustan…obviamente esas encuestas no se hacen porque los dueños no están interesados en publicarlas. Pero hay que buscar caminos nuevos, ese sentido el lamento no ayuda, la indignación es un estímulo, pero el desafío es asumir tareas. Y ahí cada uno tiene su responsabilidad, y será cosa de cada organización, de cada persona, ser capaces de asumirlo. [Aplausos]

Marcelo Castillo: Bueno, primero que nada, le ofrezco disculpas a los que no alcanzaron a intervenir; ya habíamos cerrado, lo ampliamos un poquito. La verdad es que yo entiendo que todos tenemos muchas ganas de hablar. Y hemos tenido muchas oportunidades….Yo les cuento que es la primera vez, en los últimos dos o tres años, que a una actividad del Colegio de Periodistas viene tanta gente ¿ah? Cada uno tendrá sus reflexiones, no sé si es bueno o es malo. Yo diría que lamentablemente tendemos a escucharnos a nosotros mismos y hemos tenido poca capacidad de –a través de estas actividades– conocer gente distinta a nosotros.

Les voy a contar –esto no es un secreto, pero es algo que podría haber causado mas indignación todavía– que Agustín Edwards está colegiado [risas], y está con sus cuotas al día. Al revés: es uno de los pocos periodistas colegiados que paga sus cuotas [más risas]. Yo creo que esas cosas nos deben llamar a reflexión, porque yo pienso que, indudablemente, para cambiar la situación del país –especialmente la los medios de comunicación– se requiere unir muchas voluntades, se requiere construir una nueva mayoría. Y eso no es tarea fácil. Requiere de mucho trabajo.

Nosotros hemos sacado muchas declaraciones públicas sobre este tema y otros parecidos, y podemos sacarlas de nuevo. Lo que si queremos es hacer cuestiones que sea relativamente eficaces en función de los objetivos que nos planteamos, y eso requiere unir muchas voluntades de mucha gente que piensa muy-muy distinto. Estamos caminando en ese sentido, y yo les pido a todos ustedes que hagan ese esfuerzo. Ojalá la próxima vez traigan a alguien que piensa absolutamente distinto a ustedes a ver documentales como éste. Creo que vamos a dar ahí un paso gigante adelante. Muchas gracias, y les agradezco su presencia. [Aplausos].

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Artículos Colaboraciones Crítica

Crítica: «Rosita, La Favorita del Tercer Reich», de Pablo Berthelón

Por: Colectivo Miope / 22 de diciembre, 2012

De los 8 documentales en competencia nacional en In-Edit 2012 Rosita, «la favorita del Tercer Reich» parecia el más inusual, el más atípico, el más exótico incluso, por retrotraer justamente a una cantante oriunda de Viña del Mar que cosechó senda fama lejos de Chile, pero no en cualquier contexto, sino que en plena consolidación y caida del Nazismo. María Esther Aldunate del Campo fue hija de una cantante lírica y un diplomatico, posteriormente usaría el seudónimo con el que se le conoce -Rosita Serrano- en honor a una familia con la cual vivió 6 años en su infancia cuando su madre estaba constantemente en gira. A partir de los 17 años acompañará a su progenitora; Brazil, Portugal, España, Francia, fueron algunas de sus residencias, y a partir de 1936 lo fue la Alemania controlada con mano de hierro por el Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán, donde se estableció y consolidó.

Rosita se presenta en el reputado cabaret berlinés Wintergarten y participa principalmente en espectáculos de music hall, interpreta boleros, tonadas, y otros estilos, en general todo muy en la línea de lo que luego se denominaria Schlager, además explota su personalidad, su porte y su belleza grabando discos, participando en películas y –lo más controversial– presentándose en multiples eventos oficiales para jerarcas del régimen. En 1943 canta para refugiados judios en Suecia, lo que en definitiva la vuelve sospechosa de conspiración, es perseguida por las SS y debe abandonar el país. Su itinerancia por el mundo continua durante las siguientes décadas pero ni la popularidad ni el éxito anteriormente logrado volvería a repetirse. En 1997 bajo una precaria situación económica, olvidada, ignorada o desconocida por los medios y el Estado chileno, muere en Santiago, a los 83 años.

¿Cómo retomar con normalidad tu trabajo, como legitimarlo, si la mayor parte, “la mejor”, fue hecha prácticamente con, para y dentro de un sistema que se erigió en base a un nefando totalitarismo y se dedicó al exterminio sistemático de seres humanos?

El documental exuda con alguna ansiedad aquel atendible anhelo de reconocimiento póstumo que tanto abruma a los chilenos (a los inseguros al menos). Aquel sentimiento insular nunca satisfecho y siempre dispuesto a saltar de emoción ante la ovación masiva, cualquiera, pues lo importante es la cantidad y la pompa. En Alemania aun se venden los vinilos de Rosita Serrano y es una figura del recuerdo al parecer bastante querida, más allá de haber trabajado y construido su fama con el apoyo mediático de los Nazis. Luego, por haber ayudado y protegido a refugiados judíos, el Yad Vashem plantó un árbol en su nombre, lo cual no es poca cosa. Es decir, sumando y restando, internacionalmente su figura tiene un espacio justo dentro de la música popular (alemana) y también por sus acciones humanitarias. Sin embargo en Chile esto no tanto o no lo suficiente, a juicio del realizador, claro. Quien como sobrino-nieto de Rosita introduce y mantiene gran parte del constructo audiovisual a partir de los testimonios vivenciales de su madre, Isabel Aldunate (sobrina y principal apologeta de Rosita).

Entre la batería de rostros parlantes entrevistados desfilan, además, el cineasta Dietmar Buchmann -quien en 1988 hizo el documental ‘Die Chilenische Nachtigall’ (El Ruiseñor chileno, 45’)-, el coleccionista y estudioso Mario Silva, el investigador Juan Dzazopulos, la actriz Carmen Barros, y en reiteradas ocasiones, nuevamente, Isabel Aldunate, la más vigorosa hincha. La película se constituye explícitamente, entonces, como una reivindicación o revaloración de su figura, su versatilidad interpretativa y su dominio escénico a través de las voces reunidas que se complementan, además, con material de archivo de entrevistas a la mismísima Rosita (para la tv alemana, durante los ‘80). El largometraje se manufactura, por la elección del soporte y el modo (correcto y sobrio) de organización de los recursos, como una pieza de vocación masiva por su pulcritud y sencillez, aunque discutiblemente emotiva. Reconociéndose que la música fertiliza el ánimo a través de las emociones, parece poco probable sentir algo por alguien con el cual hayamos tenido pocos o ningún lazo afectivo vinculado a experiencias personales o sociales concretas (en Chile). El registro, por lo tanto, posee de esta manera un planteamiento concienzudamente testimonial, informativo y de alguna manera con ciertos ribetes patrimoniales.

Más allá de los testimonios, en general, unilaterales y más bien hechos por amigos y seguidores fieles, lo particularmente revelador es en retiradas ocasiones ver y oír a Rosita interpretando canciones en registros de la época. Esto pareciera fútil si consideramos que todo el dato histórico se puede leer, apreciar e incluso desarrollar mucho más en un libro investigativo mas no así lo performático, mucho más vinculante y esencialmente sensorial. A primera vista Rosita despliega una capacidad singular para mezclar estilos y géneros, para hacer juegos sonoros con su voz y la guitarra, como por ejemplo, el uso de los silbidos, las gesticulaciones histriónicas y el abuso de las erres que al parecer tanto gustaban a los alemanes. En otros fragmentos intercalados la vemos vestida con atuendos estereotipadamente tropicales, en medio de percusiones y escenografías afrocaribeñas. Esto que podría quedarse en lo meramente kitsch si no es por la versatilidad e hibridez calculada en un repertorio necesariamente requerido y diseñado milimétricamente, en definitiva, para apaciguar los ánimos de la población germana empujada a otra guerra, para acolchonar uno que otro discurso oficialista y, cómo no, para sazonar amablemente las noticias provenientes desde el frente.

Si bien Rosita Serrano grabó proporcionalmente menos en español que en otros idiomas, y sus temáticas cuando tenían algún imaginario de tufillo medianamente latino lo eran a la medida de los locales, el documental llega a plantear que el mismísimo Hitler le sugirió que cantara en alemán, y así lo hizo. Esto es factible, solo hay que recordar que el III Reich se caracterizó por hacer una “limpieza” racial y cultural dura contra todo lo que no fuera puramente alemán y eso necesariamente salpicaba a todos los extranjeros en mas de un sentido, apelando a la consabida arbitrariedad del dogma. La frase que supuestamente le dijo Goebbels al cineasta Fritz Lang en 1933 denota la lógica de turno para con todos: “Nosotros decidimos quien es ario y quien no”.

Para el Tercer Reich, la música, tanto la de primera línea (Wagner, Schübbert, etc) como cualquier otra, debia estar al servicio del poder y la política. La música era sinónimo de control y seducción social que debia otorgar dividendos productivos para los planes bélicos en desarrollo. El entretenimiento sin intención ni solidez cultural era inutil, y derechamente pervertido. Dentro de este rango, para el regimen, lo eran todas las “denegeradas” nuevas corrientes y estilos vanguardistas (el swing, el jazz u otros) provenientes principalmente de negros, judios y sujetos sin nacion, sin una cultura “sana”. Goebbels, tenia claro todo lo anterior y sus principios resumian a la perfección como se debian hacer las cosas a nivel comunicacional, lo que consideraba evidentemente prensa, gráfica, radio, cine, y música.

Principio de la vulgarización: Toda propaganda debe ser popular, adaptando su nivel al menos inteligente de los individuos a los que va dirigida. Cuanto más grande sea la masa a convencer, más pequeño ha de ser el esfuerzo mental a realizar. La capacidad receptiva de las masas es limitada y su comprensión escasa; además, tienen gran facilidad para olvidar.

Joseph Goebbels, Ministro de Propaganda del III Reich.

Hubiera sido fascinante saber que opinaban los Nazis respecto a Rosita Serrano, cómo la veian realmente, utilitariamente. Si bien al parecer le tenian cierto aprecio por su semblante, su talle y su eficacia hipnótica en escena, hay que recordar que en definitiva era una extranjera más, siempre al borde de la desconfianza. Se sabe que fue vigilada por los organismos de inteligencia partir de 1940, con todo lo que eso significa. Lo que va apuntando el documental es que ella no tenia mayor consciencia o interés en los asuntos ideológicos, y por lo tanto tampoco comulgaba necesariamente con los preceptos más duros del Reich a pesar de no tener apariencia de latinoamericana, ni mucho menos de chilena (media más de 1.75, tenia ojos color esmeralda, facciones finas y era considerablemente blanca). De alguna manera es posible acercarse a cierta noción de percepción distanciada al respecto, aunque no a través del documental. En una escena del largometraje de Wolfgang Petersen, El Submarino (Das Boot, 1981), el U 96 torpedea un barco inglés y la tripulación alemana recibe la orden de no tomar rehenes, éstos, entonces, se queman vivos o ahogan frente a los marinos que presencian impávidos la agonía. Horas mas tarde éstos juegan cartas y hacen planes para su próxima misión, súbitamente “La Paloma” de Rosita Serrano emerge desde un transmisor acompañando y por lo tanto apaciguando el agobiante asinamiento, las ansiedades y mitigando por algunos instantes los horrores cometidos.

Lo que podria en concreto sugerir el documental no es tanto el glorioso momento en la carrera de esta chilena como algo anécdotico y una curiosidad única y hasta simpatica de recordar en un contexto con el cual no tenemos mayor vinculación (pues si se trata de nacionales en el contexto de la II Guerra Mundial Chile tiene varios otros nombres que evocar, como Peter Hansen, santiaguino, ese sí un activo participe de las Waffen-SS). Es entonces el descenlace, el retorno, el volver y sobrevivir a duras penas en Chile lo problematico y lo que puntualiza la película como gran tema. Es decir, aquello que emerge en determinados escenas es el “olvido” o la ingratitud de un país para con una artista (nominalmente nacional; culturalmente cosmopolita) ¿Pero cómo recordar o gratificar lo no experimentado, lo no sentido, lo no oido? ¿Por gracia, por acumulación de loas ortorgadas por otros? Algo así.

Se supone que cuando Rosita volvió definitivamente a Chile en 1991 sus amigos diligenciaron la denominada Pensión por Gracia con la Concertación –conglomerado que lideraba la incipiente democracia y por lo tanto aun temeroso de la estabilidad de su aventura– pero hubo rechazo o tramitación hasta que ya fue demasiado tarde. No sabemos si por aquel cuestionable vinculo con el Nazismo, por ser admirada por Pinochet o por no cumplir con los requisitos para tal efecto, el documental no lo clarifica ni aspira a profundizar aquello, se conforma con anunciarlo y regocijarse en ese lamento.

Hoy se puede leer, simbólicamente, que esa pensión acumulada con los años retorna y se materializa indirectamente para financiar el documental Rosita, la favorita del Tercer Reich ($35 millones, Fondo Audiovisual). Si Rosita hubiera gestionado la pension antes de 1989 tal vez la hubiera obtenido logrando una senectud menos dolorosa, menos dramatica, pero tal vez no habría documental….Quién sabe. Está claro que no se puede tener todo en la vida.

Cada año, más películas chilenas triunfan silenciosamente en el extranjero, en festivales europeos, principalmente. Triunfar es una palabra que encandila e induce a confusión o a cierta idolatría altanera, pues parece demasiado amplio el verbo, poco específico y excesivamente ruidoso, revelándose incluso prepotente; algunas realizaciones llenan salas, otras venden dvds, otras se comercializan en televisoras, otras incluso bien financiadas (públicamente) rinden nada. La mayoría tiene escaso eco en Chile (en parte porque justamente nosotros aspiracionalmente miramos hacia afuera) y sin embargo eso no anula ni exacerba la calidad ni la propuesta de cada proyecto. Simplemente se puede llegar a reconocer que hay momentos de conexión con determinadas audiencias o sensibilidades, como –volviendo a la música– el singular caso de otro desconocido en sus tierras, el Sixto Rodríguez de Searching for Sugar Man, por dar un ejemplo a la mano (aun cuando la música de éste haya sido parte de una causa totalmente opuesta; contra el racismo del apartheid sudafricano).

Una cosa tal vez si ha quedado clara, y es que tanto en los ’40 como en los 2000 no hay mercado o la suficiente demanda cultural que sustente la creación local –en parte por falta de un buen Nacionalismo, uno sano y constructivo– y que, por lo tanto, seguirán existiendo tanto Rositas ocultas o ajenas como Violetas (Parra) archireconocidas y queridas. Ambas dignas y valorables por sus grandes, modestos o equilibrados logros económicos o estéticos en sus respectivos contextos y particularidades. Lo que parece siempre hay que hacer, sin importar el contexto político o social, la bonanza o el goteo, está claro, es ahorrar (en caso de no planificar una oportuna y profiláctica inmolación).

Sitios consultados:

http://holocaustmusic.ort.org/es/

http://www.operasiempre.es/

http://diario.latercera.com

http://www.musicapopular.cl

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Colaboraciones Noticias

Crítica: «Las cosas como son» de Fernando Lavanderos

Por: Colectivo Miope / 04 de diciembre, 2012

“Jerónimo es un antisocial que renta habitaciones a extranjeros para luego meterse en sus pertenencias”, así se propone en parte de la sinopsis el nuevo largometraje de Fernando Lavanderos. Lo primero que salta a la vista es que Jerónimo de antisocial tiene muy poco, y de fisgón lo razonable; administra rigurosamente una casona en Providencia, viste pragmáticamente pese a su viril y extravagante barba rabínica (luego podriamos conceder y comprender que algunas de sus conductas se podrían caracterizar de una laxitud moral igualmente prominente), y pese a tener concretamente apenas una relación -no clientelar, ¿o si?- visible y posiblemente circunstancial (con un hermano mayor) nada indica que sea un antisocial en el sentido clínico de aquel sospechosamente premeditado diagnóstico. Simplemente es –por ahora– un treitón taciturno abocado a un rutina funcional y acostumbrado a rayarle la cancha al resto, ya que, claro, tiene que lidiar con las diversas costumbres e incidencias que se presentan con el ir y venir de extraños (turistas) en torno a la casa que tiene a cargo, como se mencionó, a modo de administrador* (el dueño es un padre que nunca vemos y cuya figura solo se vuelve patente a través del familiar mandado que sirve de intermediario).

Todo parece en orden y bajo control incluso con la llegada de una turista más (como muchas que necesariamente ya han pasado por esa carreteada casona); Sanna, actriz, noruega, algo promiscua y dientona, que resulta ser más que apetecible para Jerónimo, quien evidencia -a pesar de su contención- un alto nivel de acumulación, ya que luego de un par de tiras y aflojas aquel trámite se consuma como corresponde….No sin antes un par de diálogos ácidos donde Jerónimo burlonamente -aunque sin perder su semblante reposado y calculista- ningunea el rol social de esta escandinava que pretende salvar a niños chilenos en riesgo social mediante las artes escénicas (que afortunadamente nunca vemos o más bien jamás existieron).

Las cosas como son despliega, nuevamente e incluso mejor, como ya pasó con …Y las vacas vueltan, las potencialidades narrativas de las barreras idiomáticas y las costumbres divergentes que sus personajes enfrentan con la tensa diplomacia que entre coterráneos rara vez se intenta y casi siempre parece impostada. El largometraje, además, problematiza acerca de las expectativas ramplonas que cada individuo se forma a partir de lo va ofreciendo el destino mas no algún plan o meta buscada (el destino…o quizás el “intercambio cultural” que promueven ciertos países gordos de culposa bonanza para más bien ocultar con turismo socio-sexual el tedio de sus jóvenes). Si bien Jerónimo mantiene una postura defensiva, también se permite ser reactivo por el gran poder que cree detentar, pero en concreto es él quien se ve probado y tentado a asumir una condición que de independiente o resuelta tiene bien poco y de acomodaticia, mucho. Ésto, a manos de un tercer personaje que irrumpe -vía Sanna- y que en su inestable situación de fugitivo protegido es el que realmente toca sin querer el “corazón” (o la consciencia sedada) del velludo. Algo que no logra ni con sus carnes generosas la extranjera, que más allá de un aliviador polvete, no puede ofrecer más (y Jerónimo tal vez tampoco, pero por aplomo).

Entonces, no es la rubia insípida con su altruista vocación la que estimula cierto progreso en Jerónimo, sino que es el efecto colateral de aquella causa superficialmente filantrópica la que moviliza algo en nuestro amodorrado protagonista, quien claramente jamás ha visto gente como el invitado de piedra mencionado, al cual probablemente considera (sin decirlo expresamente) como un pobre e infeliz flaite que carraspea sílabas a duras penas, pero que a su pesar y el nuestro, que como hipócritas bien pensantes –tan progres como Sanna–, jamás afirmaríamos a viva voz algo así. Es entonces, ese muchacho es en su precariamente directo balbuceo (logrado cameo de un no-actor) el que acierta con sus dardos en las zonas más endebles de Jerónimo, esas que jamás nunca se han aireado por estar protegidas en el castillo-pensión donde mora.

¿Cómo son las cosas en concreto? Así son, todo se paga y todo tiene su consecuencia a corto o largo plazo, sobre todo luego de experimentar cierta plenitud y reconciliadora estabilidad (una vil nube de humo). Las cosas como son, pareciera ser una película incómodamente realista o, mejor dicho, racionalista….y hasta moralista. Pues, en definitiva, si vuelves costumbre lo que te funciona, si vueltes norma estable eso que te ayuda a vivir y luego lo tranzas, rompes, flexibilizas o esquivas a consciencia; actúas de manera inmoral. Y de manera necia, además. Las decisiones erradas tienen resultados proporcionales, casi siempre. Así de simple. En esa esfera lo moralista, y sin dejar de ser por ello un relato cínicamente cautivante por su resolutividad y su escasa ambiguedad a la hora de insinuar políticamente algunas conclusiones aproposito de las visitas milagrosas, deseadas o no, que corroen lentamente (igual que las drogas duras, las que cualquier consumidor siempre creerá tener bajo control).

 —

*Administrador; un oficio común que ejercían (o ejercen cuando no estudian una profesión) los hijos de los patrones en el campo, por ejemplo. Un oficio eventualmente estable del que necesariamente se aprende viviendo toda una vida en un fundo heredado por generaciones de terratenientes. Algo así, a nivel urbano, parecer suceder con Jerónimo; una especie de Julito (Julio Comienza en Julio) crecido, al cual no le preocupa ni importa demasiado construirse una vida propia “normal” con herederos, profesión, reputación, obra admirada y casa propia.

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«El Embrujo del Cine» por Delia Tapia

Por: Camila Pruzzo / 13 de agosto, 2012

Delia Tapia, de la localidad de Curanipe en la región del Maule, fue una entusiasta alumna del Taller de Formación de Audiencias y Cine Club Pelluhue 2012, organizado por Carlos Molina y Karla Díaz, dos jóvenes cineastas egresados de la Universidad de Chile, cuyo proyecto fue financiado por el Consejo Nacional de la Cultura y las Artes, a través del Fondo de Fomento Audiovisual. El taller realizado durante los meses de Junio y Julio, no sólo permitió un aproximamiento al estudio de audiencias en esta localidad tan alejada de la capital regional, sino también abrió paso para la planificación y formación de un cine club en la zona, impulsado por los alumnos del taller.  A continuación, la carta escrita por Delia en la ceremonia de cierre del taller.


El embrujo del cine me cautivó gracias a la enseñanza de dos jóvenes salidos de la Universidad.

Hoy 10 de Agosto es el día clave para despegar con nuestros propios medios, pensar que hace dos meses tras ignoraba totalmente lo que era el cine y hoy gracias a éste curso puedo decir que he aprendido.

Al comenzar, me encontré con unos excelentes profesionales los que clase a clase me impregnaban de conocimientos, que hasta ese momento, eran totalmente desconocidos, como por ejemplo el saber que el cine tiene sus orígenes en la fotografía, lo importante que fue Edison, los hermanos Lumière y así un millón de sapiencias de las que me siento orgullosa, una lástima que este conocimiento no halla sido recibido por una cantidad mayor de personas, ya que, nadie debería privarse de la cultura, efervescencia social y política que está reflejada en los films.

También como dijo Patricio Guzmán “Un país que no tiene cine-documental es como una familia que no tiene álbum fotográfico”

Tendría para hablar horas de todo lo que provocó el cine en mí, pero no quiero cansarlos.

Para finalizar, quisiera otorgar un afectuoso reconocimiento a Karla Días Montalba y a Carlos Molina González, también a los docentes invitados Edison Cajas González y Luis Horta Canales, que me han abierto la mente y me han enseñado a disfrutar del séptimo arte.

Muchas gracias.

Delia Tapia

Curanipe 2012

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Artículos / Estudios de Autor Colaboraciones Especial: 90 años de Pasolini

Porcile

Por: Ximena Martínez / 27 de mayo, 2012 / Publicado originalmente en Revista Nuestro Cine, Nº 90, en octubre, 1969.

Quizá no exista hoy en el mundo un realizador con menos pudor que Pier Paolo Pasolini. Esto podría ser grave si se tratase de un creador poco inteligente, o de un hombre dominado por temas más o menos clínicos o marginales. Como esto no sucede, y Pasolini es, a un tiempo, un ser desnudo y significativo, una artística combinación de la exploración intimista y la delirante extroversión, los resultados últimos son siempre de extraordinario interés. Pasolini, en definitiva, mantiene ante la pantalla una actitud análoga a la que pudiera sostener el más liberado de los poetas ante sus cuartillas; sólo que las características específicas de la creación cinematográfica y su contemplación colectiva por indiscriminados espectadores, confieren automáticamente a sus films una aparente carga de exhibicionismo, de narcisista autoexploración.

Me pregunto yo si Pasolini no estará, simplemente, poniendo en cuestión la relación tipo que suele existir entre los realizadores y sus películas. Evidenciando, dicho en otras palabras, su superficialidad. Si las películas, en los casos del “cine de autor”, son una mediación entre el autor y el espectador, un lenguaje con sus propias leyes y referencias, diríamos que en Pasolini las películas y el autor son una misma cosa o un deliberado intento de serlo.

Las argumentaciones ideológicas o políticas, la visión de los procesos sociales, el examen de una situación y de unos personajes, el juego de símbolos, se integran dentro de un cauce angustiosamente íntimo. Lo pasoliniano de los films de Pasolini no está en las historias y en el modo de concretarlas cinematográficamente, sino en una crispación particular, en un humorismo que influye orgánicamente de un extremo a otro del film. Organicidad que, a mi modo de ver, es la clave de la mayor parte de los ataques –de una terminología significativamente “física”, llena de palabras que aluden a una agresión “corporal”, saltando de la crítica de su obra a la aniquilación real de su persona–  y de las aceptaciones del cine de Pasolini. Confieso que, frente a tanto falso pudor, a tanto cine de autor enmascarado, a tanto rutinarismo y a tanta reiteración intelectual, el intento de Pasolini por comunicar lo que él realmente es, me parece siempre asombroso. Su discurso se me aparece como una expresión poética total de una existencia humana.

Parece bastante explicable que, sobre tales supuestos, en el cine de Pasolini suela haber un desnivel entre sus ideas y sus ideas cinematográficas. Todo el sistema de ideas y reflejos, condicionados por la historia del lenguaje cinematográfico, que actúan sobre nosotros en tanto que espectadores, son siempre vulnerados por Pasolini, en la medida en que las razones de su lenguaje están únicamente remitidas a su capacidad poética, a su fulgurante y posible poder de autoaprensión, como ocurre con algunos versos.

Este sería, en definitiva, el sustrato de “Porcile”, el último documento poético sobre sí mismo de Pasolini. Autoexploración que, como ya es habitual en este autor, no conduce a ninguna, abstracción espacio-temporal, si no al examen vivencial del espacio y el tiempo, de la sociedad y el momento, en que el poeta verifica su existencia. Esta constante relación entre el drama existencial del hombre Pasolini y el drama social de su mundo, sería el punto clave y artísticamente salvador de su aparente narcisismo. Por que Pasolini, al hablar de si mismo, consigue dar un documento de su sociedad y de su época, y su agonía personal no es otra cosa que el método poético de que se vale para documentar la agonía de su civilización, de nuestra civilización.

Hubo un tiempo en el que Pasolini era definido, sin más, como un marxista. Eran los dorados años del esquematismo y de la división del mundo en dos nítidas mitades. Pasolini es hoy una expresión exacta de lo lejos que quedaron aquellos optimismos, del elementalismo que hubo en aquella visión del proceso acelerado y feliz de la historia.

Su desgarramiento actual, su desesperado anarquismo, es quizá el fruto lógico y amargo de aquellos optimismos.

En «El evangelio según Mateo», Pasolini pretendía atacar al capitalismo a través del mensaje social de la religión de los capitalistas.

Juan XXIII había puesto en marcha la iluminación de las contradicciones sociales de la Iglesia, y Pasolini pensó que, en vez de citar textos de “la izquierda”, de dudosa eficacia, dados los prejuicios defensivos alzados por el capitalismo, lo mejor era valerse del propio Evangelio y mostrar, a través de una respetuosa versión, hasta qué punto éste estaba en contra del pensamiento y la organización social de aquél. Es decir, de nuestra organización social.

Pasolini se unía así a los nuevos diálogos, hablando de los demás, diluyéndose él mismo tras lo que consideraba una importante coyuntura histórica.

Desde entonces no ha hecho más que ir poniéndose él como creciente protagonista de sus films. En el «Edipo Rey» (1967), nos encontramos ya con un Pasolini desencantado, para quien no tiene sentido el proceso inmediato de la historia. Edipo es convocado por que también él fue inocente y , sin embargo, asesino a su padre y esposo de su madre; situación que Pasolini asocia con la de tantos inocentes, y , sin embargo, protagonistas de la agonía cultural, y, quizá, atómica de nuestra civilización. Freud es el otro convocado, tanto por su imagen represiva de la civilización, como por su atención a la vida latente de las frustraciones. El hombre moderno, nueva imagen de Edipo, andaría preguntándose si era justa su ceguera, si eran justos los dolores que le envolvían, entre una masa de insensibles transeúntes, enajenados. “Teorema” (1968) reincidía en la presentación de un mundo que hubiese perdido su rumbo. El “invitado”, del que se enamoraban todos los personajes del film, no hacía más que revelar ese estado. Igual que a Edipo, que se creía seguro e inocente, le descubría Tiresias la situación en la que realmente vivía, así a los personajes de “Teorema” les mostraba el “invitado” –a través de una simbología erótica, totalmente pasoliniana, pero anécdotica, secundaria hasta cierto punto– su inmóvil soledad. Pasada la plenitud de la relación con este interpuesto personaje, todos tomaban conciencia del vacío en que vivían.

En “Porcile” ya no existe lucha ninguna. El protagonista –o mejor, los dos protagonistas paralelos– ya no necesita que llegue Tiresias o se marche el “invitado” para conocer su miserable situación. Está allí, desde la primera imagen, desesperado, buscando una casualidad coherente, una relación entre las personas y los hechos, que le resulte aceptable. De un lado vemos a un extraño salteador de caminos, perdido en la ya habitual geografía del otro, desértica del mundo pasoliniano, tal vez en el sitio exacto en que gritaba el angustiado industrial, desenajenado de “Teorema”; del otro, a un hijo de rica familia alemana, destinado a continuar los actos y negocios de la casa, a perpetuar su filosofía, a quien acabarán devorando los cerdos. Uno y otro expresan la rebeldía en dos grados, distintos. Para el primero, la marginación se ha resuelto en una lucha contra la sociedad, representada por los caminantes, a los que asalta, mata y devora. Para el segundo, la rebeldía no se expresa –como en el primero – en una lucha abierta, sino en una resistencia pasiva e infinita. Si el primero (Pierre Clementi) busca el combate abierto, en la antropofagia real, un modo angustioso de “evidenciar” la realidad, de poner al descubierto todo el odio y la violencia que ordenan el mundo desde la penumbra, el segundo (Jean Pierre Léaud) intenta, simplemente, escapar y esconderse, evitar el ser manipulado por ese seudo-orden.

En el fondo, las dos actitudes son repudiadas por la “sociedad establecida” con la misma ferocidad.El revolucionario y el marginado serán igualmente destruidos, con la diferencia de que el primero alcanzará a ver el horror y a tomar conciencia de su existencia en él, mientras que el segundo, entre las máximas falsamente morales de una acomodada familia industrial, morirá sin saber apenas que existe, devorado por los cerdos de una simbólica pocilga.

La primera historia transcurrirá en un desierto, con intemporales personajes, engendrados en los sueños y las oscuras relaciones que un hombre moderno establece entre el horror y la abstracta iconografía de los “tiempos antiguos”; la segunda historia sucede en la Alemania Occidental, tomada por Pasolini como la encarnación europea de la nueva saciedad de consumo. Sobre las viejas tierras hitlerianas, entre algunos que fueran colaboradores del Führer, renace la lucha económica, que nos recuerda aquel pensamiento brechtiano sobre el fascismo como forma extrema del capitalismo.

La película tiene varios operadores y ha sido rodada en etapas discontinuas. Según explicaba Baldi, el productor del film, Pasolini se dejó guiar como nunca de una creación casi paralela al rodaje. Partiendo de un esquema, la película avanzó o se paralizó según las necesidades de Pasolini, viniendo así a subrayar “Porcile” esa relación orgánica ya apuntada existente entre el realizador y sus películas.

“Porcile”, quizá en parte por estos elementos de rodaje, quizá también porque ha querido ir con sus símbolos demasiado lejos, es, entre las últimas, la película de Pasolini que más ha decepcionado a la mayor parte de sus espectadores. Esto tiene  una explicación, a mi modo de ver, bastante lógica.

“Porcile” es la menos refinada de las últimas películas de Pasolini, la de una imagen menos cuidada,  en perjuicio notorio del autor, cuya poética forma parte muy esencial  ese refinamiento agónico en el lenguaje. Por otra parte, los símbolos son siempre difíciles, y Pasolini ha mezclado intuición y lógica, sugerencia y significación precisa, en forma no siempre convincente. El discurso político y el poético se dirían un tanto desparejados, como si cada uno pugnase por su cuenta.

La historia “moderna”, llena de reminiscencias formales godardianas –esos largos diálogos desprovistos de cualquier conexión con la acción inmediata de los personajes– , y del farisismo negro a lo Ferreri –intérprete, por cierto, de uno de los personajes del film–, resulta, como análisis sociopolítico y como acción dramática, demasiado gratuita, falta de una poética que dé claridad y verdad al discurso ideológico.

“Porcile”, en última instancia, podría definirse como un film fundamental en la meditación pasoliniana, una interesante afirmación de su actual visión de nuestra civilización antropofágica, que, en el orden de los resultados artísticos obtenidos, acusa, tanto a nivel de guión como de realización, una serie de limitaciones retóricas que no existían en las películas inmediatamente anteriores del mismo realizador.

J. M.